Espionaje, chantaje y una presunta amante: la trama detrás de la declaración judicial de la persona más rica de Francia

PARÍS.– En diciembre de 2008, agentes de inteligencia franceses montaron guardia frente a algunos cibercafés con el fin de identificar a un hombre que intentaba chantajear a Bernard Arnault, una de las personas más ricas del mundo. Para el principal responsable de esa operación, Bernard Squarcini, se trató de una acción legítima. No lo creyó así la Justicia francesa, que lo acusa de utilizar los medios del Estado para proteger los intereses del dueño del grupo LVMH.

Exjefe de la Dirección Central de la Inteligencia Interior (DCRI) entre 2008 y 2012, célebre personaje del espionaje francés de 68 años, Squarcini –a quien todos apodan “el escualo”–, fue contratado posteriormente por el gigante del lujo LVMH como asesor de seguridad. Hoy es juzgado junto a otros nueve hombres por una cantidad consistente de infracciones.

Se lo acusa de recopilar de manera ilegal información sobre particulares y de violar las leyes de privacidad mientras ayudaba a la empresa a luchar contra las falsificaciones, a vigilar a los activistas de izquierdas que planeaban atentar contra la compañía con protestas, incluido el espionaje a la publicación de ultraizquierda Fakir y a su fundador y jefe de redacción, el actual diputado de La Francia Insumisa (LFI) François Ruffin.

El tribunal comenzó a examinar el 13 de noviembre el caso más escabroso: una operación de espionaje, realizada entre el 9 y el 19 de diciembre de 2008, contra dos cibercafés parisinos y un tercero en la ciudad de Aix-en-Provence, en el sur del país, con la ayuda de cámaras disimuladas en los edificios de adyacentes y una docena de agentes de la DCRI.

¿Con qué objetivo? Identificar a un hombre que enviaba mails a LVMH, amenazando con difundir fotos de Arnault y una supuesta amante –fotos jamás halladas y tomadas por un paparazzo– a cambio de 300.000 euros. Una vez que fue identificado como presunto culpable un exchofer del grupo, la operación terminó sin haber sido objeto de ningún informe escrito.

“Es evidente que un asunto de ese tipo caía directamente en mi campo de acción”, estimó frente a los magistrados Squarcini.

Según afirmó, fue el brazo derecho del presidente de LVMH, Pierre Godé –fallecido en 2018– quien lo llamó para “informarlo” de las amenazas. De inmediato, Squarcini delegó el caso para que fuera tratado.

“Pensé en la construcción del holding, en los 150.000 empleados, en su reputación… Una acción de desestabilización de un gran grupo del CAC 40 [la Bolsa parisina]… era un riesgo mayor”, se justificó.

Pero, ¿por qué no haber transmitido el caso a la Justicia o, simplemente, incitado a LVMH y a Arnault a hacer una denuncia ante la policía? El chantaje, que es una infracción, no depende de la policía judicial, y mucho menos de los servicios de inteligencia.

Una opinión compartida por Charles Pellegrini, otro ex “gran policía” de 86 años, que negó haber sido el “emisario” de LVMH ante su amigo de siempre, Bernard Squarcini.

Después de la identificación del chantajista por la DCRI, Pellegrini, que trabajaba entonces para LVMH, fue enviado por Pierre Godé “para obtener y traer la prueba del chantaje”. Viajó a Antibes, ciudad francesa situada en la Costa Azul, y durante un almuerzo “entre amenazante y encantador”, intentó “en vano” hacerle confesar el nombre del comanditario de la operación.

“Para mí, todavía no estábamos en una etapa judicial”, se defendió Squarcini. “Se me pedía aclarar la situación para saber dónde estaban metiendo los pies. Y Pierre Godé, un eminente jurista, sabía de lo que hablaba”, agregó.

Este jueves, fue el gran patrón del grupo, Bernard Arnault, quien tuvo que presentarse ante los jueces en calidad de testigo. En un intercambio a veces teñido de ironías e incredulidad por parte de los magistrados, el multimillonario aseguró que no sabía nada del supuesto espionaje ordenado por Pierre Godé hace casi una década.

–¿Es normal para un presidente-director general como usted no estar al corriente, incluso en cuestiones que tocan a su vida privada?–, preguntó el presidente del tribunal.

–Voy a tener que explicarle cómo funciona un grupo como el mío–, respondió Arnault con voz casi inaudible.

–¿Estaba usted al corriente de la operación de espionaje contra la publicación Fakir, hipotéticamente organizada por Godé?

–Para nada. Era él quien se ocupaba de todo eso.

Arnault no está acusado de ningún delito en el juicio contra Squarcini. Pero LVMH pagó 10 millones de euros en 2021 para cerrar una investigación penal sobre el rol de la empresa en el caso.

“Concluimos una convención judicial de interés público con la justicia (CJIP) para evitar el escándalo mediático, y pagamos para ello”, explicó este jueves el hombre que parece haber perdido totalmente la memoria, a pesar de grabaciones obtenidas por el sitio Mediapart, que reveló el escándalo.

Entre 2015 y 2016, dirigida por François Ruffin, Fakir preparaba un documental, “Merci Patron!”, extremadamente crítico con Arnault. Enterado, el grupo encargó a Squarcini que moviera todos sus contactos para terminar con la operación.

–En LVMH existe un código ético preciso, riguroso, que establece la lucha contra el tráfico de influencias y la corrupción… ¿Ese código ético particularmente elaborado fue respetado en este caso?–, preguntó el presidente.

–Era el señor Godé quien se ocupaba. En un grupo se reparten los roles. El tenía autonomía total. Por desgracia, Godé desapareció. Ya no está para hablar–, respondió Arnault.

–Su secretaria, Karine Billet, dice a Squarcini en una grabación recibida por el tribunal (donde además le advierte que pondrá el alto-parlante para que escuche Arnault): ‘Arnault está muy estresado por lo que Fakir y François Ruffin pueden hacer…

–No, no. Yo estoy raramente estresado. Pero mi secretaria lo estaba, y mucho.

Al cabo de una hora de audiencia, quedó claro que Bernard Arnault -quinto en el ranking de Forbes de los mayores multimillonarios- no sabe nada, no se acuerda de nada y no estaba al corriente de nada.

El juicio, que durará dos semanas, puso a Arnault –hombre de una legendaria discreción– en plena luz, en el momento en que su imperio del lujo se enfrenta a una recesión en el sector y a una remodelación de la cúpula directiva para dejar paso a sus hijos.

Bernard Squarcini podría ser condenado a diez años de prisión por tráfico de influencias. Sus abogados afirman que se declarará inocente.

PARÍS.– En diciembre de 2008, agentes de inteligencia franceses montaron guardia frente a algunos cibercafés con el fin de identificar a un hombre que intentaba chantajear a Bernard Arnault, una de las personas más ricas del mundo. Para el principal responsable de esa operación, Bernard Squarcini, se trató de una acción legítima. No lo creyó así la Justicia francesa, que lo acusa de utilizar los medios del Estado para proteger los intereses del dueño del grupo LVMH.

Exjefe de la Dirección Central de la Inteligencia Interior (DCRI) entre 2008 y 2012, célebre personaje del espionaje francés de 68 años, Squarcini –a quien todos apodan “el escualo”–, fue contratado posteriormente por el gigante del lujo LVMH como asesor de seguridad. Hoy es juzgado junto a otros nueve hombres por una cantidad consistente de infracciones.

Se lo acusa de recopilar de manera ilegal información sobre particulares y de violar las leyes de privacidad mientras ayudaba a la empresa a luchar contra las falsificaciones, a vigilar a los activistas de izquierdas que planeaban atentar contra la compañía con protestas, incluido el espionaje a la publicación de ultraizquierda Fakir y a su fundador y jefe de redacción, el actual diputado de La Francia Insumisa (LFI) François Ruffin.

El tribunal comenzó a examinar el 13 de noviembre el caso más escabroso: una operación de espionaje, realizada entre el 9 y el 19 de diciembre de 2008, contra dos cibercafés parisinos y un tercero en la ciudad de Aix-en-Provence, en el sur del país, con la ayuda de cámaras disimuladas en los edificios de adyacentes y una docena de agentes de la DCRI.

¿Con qué objetivo? Identificar a un hombre que enviaba mails a LVMH, amenazando con difundir fotos de Arnault y una supuesta amante –fotos jamás halladas y tomadas por un paparazzo– a cambio de 300.000 euros. Una vez que fue identificado como presunto culpable un exchofer del grupo, la operación terminó sin haber sido objeto de ningún informe escrito.

“Es evidente que un asunto de ese tipo caía directamente en mi campo de acción”, estimó frente a los magistrados Squarcini.

Según afirmó, fue el brazo derecho del presidente de LVMH, Pierre Godé –fallecido en 2018– quien lo llamó para “informarlo” de las amenazas. De inmediato, Squarcini delegó el caso para que fuera tratado.

“Pensé en la construcción del holding, en los 150.000 empleados, en su reputación… Una acción de desestabilización de un gran grupo del CAC 40 [la Bolsa parisina]… era un riesgo mayor”, se justificó.

Pero, ¿por qué no haber transmitido el caso a la Justicia o, simplemente, incitado a LVMH y a Arnault a hacer una denuncia ante la policía? El chantaje, que es una infracción, no depende de la policía judicial, y mucho menos de los servicios de inteligencia.

Una opinión compartida por Charles Pellegrini, otro ex “gran policía” de 86 años, que negó haber sido el “emisario” de LVMH ante su amigo de siempre, Bernard Squarcini.

Después de la identificación del chantajista por la DCRI, Pellegrini, que trabajaba entonces para LVMH, fue enviado por Pierre Godé “para obtener y traer la prueba del chantaje”. Viajó a Antibes, ciudad francesa situada en la Costa Azul, y durante un almuerzo “entre amenazante y encantador”, intentó “en vano” hacerle confesar el nombre del comanditario de la operación.

“Para mí, todavía no estábamos en una etapa judicial”, se defendió Squarcini. “Se me pedía aclarar la situación para saber dónde estaban metiendo los pies. Y Pierre Godé, un eminente jurista, sabía de lo que hablaba”, agregó.

Este jueves, fue el gran patrón del grupo, Bernard Arnault, quien tuvo que presentarse ante los jueces en calidad de testigo. En un intercambio a veces teñido de ironías e incredulidad por parte de los magistrados, el multimillonario aseguró que no sabía nada del supuesto espionaje ordenado por Pierre Godé hace casi una década.

–¿Es normal para un presidente-director general como usted no estar al corriente, incluso en cuestiones que tocan a su vida privada?–, preguntó el presidente del tribunal.

–Voy a tener que explicarle cómo funciona un grupo como el mío–, respondió Arnault con voz casi inaudible.

–¿Estaba usted al corriente de la operación de espionaje contra la publicación Fakir, hipotéticamente organizada por Godé?

–Para nada. Era él quien se ocupaba de todo eso.

Arnault no está acusado de ningún delito en el juicio contra Squarcini. Pero LVMH pagó 10 millones de euros en 2021 para cerrar una investigación penal sobre el rol de la empresa en el caso.

“Concluimos una convención judicial de interés público con la justicia (CJIP) para evitar el escándalo mediático, y pagamos para ello”, explicó este jueves el hombre que parece haber perdido totalmente la memoria, a pesar de grabaciones obtenidas por el sitio Mediapart, que reveló el escándalo.

Entre 2015 y 2016, dirigida por François Ruffin, Fakir preparaba un documental, “Merci Patron!”, extremadamente crítico con Arnault. Enterado, el grupo encargó a Squarcini que moviera todos sus contactos para terminar con la operación.

–En LVMH existe un código ético preciso, riguroso, que establece la lucha contra el tráfico de influencias y la corrupción… ¿Ese código ético particularmente elaborado fue respetado en este caso?–, preguntó el presidente.

–Era el señor Godé quien se ocupaba. En un grupo se reparten los roles. El tenía autonomía total. Por desgracia, Godé desapareció. Ya no está para hablar–, respondió Arnault.

–Su secretaria, Karine Billet, dice a Squarcini en una grabación recibida por el tribunal (donde además le advierte que pondrá el alto-parlante para que escuche Arnault): ‘Arnault está muy estresado por lo que Fakir y François Ruffin pueden hacer…

–No, no. Yo estoy raramente estresado. Pero mi secretaria lo estaba, y mucho.

Al cabo de una hora de audiencia, quedó claro que Bernard Arnault -quinto en el ranking de Forbes de los mayores multimillonarios- no sabe nada, no se acuerda de nada y no estaba al corriente de nada.

El juicio, que durará dos semanas, puso a Arnault –hombre de una legendaria discreción– en plena luz, en el momento en que su imperio del lujo se enfrenta a una recesión en el sector y a una remodelación de la cúpula directiva para dejar paso a sus hijos.

Bernard Squarcini podría ser condenado a diez años de prisión por tráfico de influencias. Sus abogados afirman que se declarará inocente.

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