La aritmética judicial, que no es nunca una ciencia exacta, le indica a Cristina Kirchner que con un poco más de presión al Gobierno podría conseguir una teórica mayoría en la Corte Suprema de Justicia. Si lograra cambiar el nombre del prestigioso académico Manuel García-Mansilla, propuesto ya por Javier Milei, por el de la fanática cristinista María de los Ángeles Sacnun, una exsenadora santafesina que perdió la banca en 2021, podría sumar a esta los nombres de Ricardo Lorenzetti y eventualmente el de Ariel Lijo. Tres contra dos en el tribunal más decisivo del país, que está integrado por cinco jueces. Habrá que ver después qué harán Lorenzetti y Lijo, si este llegara a una de las poltronas más empinadas de la Justicia. Pero Cristina Kirchner nunca pierde la esperanza de controlar al Poder Judicial, ya sea promoviendo proyectos de leyes que lo desnaturalizan o negociando cargos para que los ocupen jueces que en principio le responderían. Sacnun es recordada en Santa Fe porque contribuyó a aprobar en el Senado nacional una ley regulatoria del biodiésel, cuando su provincia es la mayor productora nacional de ese combustible. “El voto de Sacnun lo decidió no el texto del proyecto, que afectaba a muchos productores santafesinos, sino porque Máximo Kirchner lo firmó”, recordó la actual senadora santafesina Carolina Losada, para probar el grado de sometimiento de Sacnun a Cristina Kirchner; no es raro que la expresidenta quiera ver ahora a Sacnun en la Corte. Cristina Kirchner se encamina a estar permanentemente en los próximos días, y también en los próximos años, en la agenda de la Corte, siempre por causas que la juzgan en gran medida por prácticas corruptas. ¿Será ella la que ayude a Milei a integrar un inapelable tribunal que la juzgará? El conflicto de intereses que afecta a la expresidenta está expuesto, mientras las constancias de una negociación entre el Gobierno y el kirchnerismo son más que evidentes. “Santiago Caputo habla con todos, todo el tiempo. Los acuerdos con el kirchnerismo son hasta palpables”, aseguró uno de los principales dirigentes del desairado Pro, autor inicial, aunque no final, del proyecto de ficha limpia que naufragó el jueves en la Cámara de Diputados en medio de una miserable serie de deserciones políticas. Cuidado: las sociedades perdonan los cambios políticos y hasta las traiciones, pero nunca las deserciones. Esta vez Martín Menem tuvo razón cuando levantó la sesión a la hora justa, porque faltaban 13 diputados, no uno como sucedió la semana anterior. De esos 13 diputados que desertaron, ocho son de La Libertad Avanza, el partido del Presidente. Fue el oficialismo, entonces, el mayor responsable de que no hubiese sesión de los diputados para establecer un sistema que habría hecho imposible que los políticos corruptos se protegieran en los fueros parlamentarios. La afectada más destacada por esa ley hubiera sido Cristina Kirchner, pero no tenía por qué ser la única. Dos días antes, la señora de Kirchner le había enviado una prueba de amor al Presidente cuando autorizó a la senadora Lucía Corpacci, tan cristinista como Sacnun, a firmar el dictamen de la Comisión de Acuerdos en favor del juez Lijo como miembro de la Corte. Vale la pena hacer un paréntesis: ¿cuándo pedirá licencia Lijo como juez federal? Ya no está en condiciones de juzgar a funcionarios del gobierno de Milei ni a ningún senador nacional porque en manos de todos ellos está su discutido ascenso a la cima del Poder Judicial. Si, en cambio, fuera nombrado por decreto en comisión como integrante del máximo tribunal, Lijo deberá renunciar como juez federal. El conflicto de intereses que acorrala a Lijo es tan riesgoso como el de Cristina Kirchner.
Las constancias de una negociación entre el Gobierno y el kirchnerismo son más que evidentes
“Hay muchas cosas para negociar con el Gobierno, no solo los dos jueces de la Corte. Están también el nombre del futuro procurador general de la Nación (el jefe de la acusación en el país) y los nombres de 140 jueces federales en todo el país”. La frase corresponde al jefe del bloque peronista de senadores, José Mayans, deslizada entre legisladores propios. La diferencia entre el kirchnerismo y el Gobierno es que a este le da vergüenza después, y hasta lo persigue el temor de un escándalo social, cuando se conoce la negociación secreta con Cristina, mientras al kirchnerismo le sientan bien esas tratativas. Las pruebas no solo son aquellas ocho deserciones que protegieron a Cristina Kirchner, sino también varias más. ¿Ejemplo? Uno: se ausentaron dos diputados de Pro que responden a Patricia Bullrich, ministra de Milei. Por esas mismas horas, el Presidente retuiteó en X un tuit (que pertenece a la mileísta cuenta Escuela Austriaca de Economía) que mostraba una foto de Bullrich con la siguiente frase: “Veo fórmula”. Ese mileísta escondido detrás del anonimato promovía para 2027 la fórmula Milei-Patricia Bullrich. No fue solo una opinión personal porque el Presidente la retuiteó y amplió su difusión. Victoria Villarruel quedó, de esa manera, liberada definitivamente de compromisos futuros con el jefe del Estado; está ahora en condiciones de establecer por sí sola su propio camino electoral, lejos de la diarquía política de los Milei, que no la tolera desde los tiempos de la reciente campaña electoral. Al revés, no puede provocar ninguna suspicacia la ausencia de Ricardo López Murphy de la crucial reunión fallida de la Cámara de Diputados por la “ficha limpia”. El exministro avisó con muchos días de anticipación que debía viajar a Estados Unidos para cumplir con un compromiso con sus nietos. Una hija de López Murphy murió hace poco en Estados Unidos. ¿Otro ejemplo? La incansable diputada Silvia Lospennato, que lucha desde hace años por una ley de ficha limpia, reflexionó en la noche del jueves ingrato: “No puedo salir de mi asombro. 133 diputados comprometieron su asistencia hasta poco antes de la sesión para votar el proyecto de ficha limpia y estuvieron solo 116. Las ocho ausencias de La Libertad Avanza fueron decisivas para el fracaso”. El proyecto, inicialmente de Lospennato, lo terminaron firmando en primer lugar dos encumbrados diputados del mileísmo: Nicolás Mayoraz, presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales, y Manuel Quintar, titular de la Comisión de Justicia de la Cámara baja. Mayoraz y Quintar hicieron mucho más restrictivos los alcances de la “ficha limpia” (establecieron que solo afectaría a los políticos con condena en dos instancias de la Justicia y no en una sola) y limitaron sus alcances al delito de corrupción. Al mismo tiempo, fue el mileísmo el que tranquilizó el futuro electoral de Cristina Kirchner. Estaba en juego una negociación mucho más importante, incluida la reelección de Martín Menem como presidente de la cámara. Afuera la “ficha limpia”. La influyente AEA, que nuclea a los dueños de las grandes empresas; IDEA; la Cámara de Comercio, y, lo que es más significativo para Milei, la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina (presidida por Facundo Gómez Minujín, un hombre sensato y consensual) hicieron pública su preocupación por la falta de quorum parlamentario para sancionar la corrupción. Los empresarios se indignaron.
“Una alianza electoral con La Libertad Avanza está ahora mucho más lejos que en cualquier momento”, se enojó un dirigente de Pro muy cercano a Mauricio Macri, autor a su vez de un documento en el que criticó duramente las deserciones de diputados en la reunión por la “ficha limpia”. “Con dirigentes corruptos no hay futuro”, se despachó el expresidente antes de iniciar un breve viaje al exterior. Para peor, poco después de esa sesión malograda, un ejército de tuiteros mileístas atacó de manera furibunda a Pro y a sus dirigentes. Amigos de Macri lo escucharon decir que está dispuesto a que Pro vaya con una alianza distinta a la de La Libertad Avanza en las elecciones del próximo año hasta en la Capital Federal. “Habrá tres tercios en la Capital y veremos cuál sale primero”, dijo, mencionando al mileísmo, a Pro y al peronismo, que en el distrito federal siempre retiene entre un 22 y un 25 por ciento de los votos. Versiones confiables aseguran que a Milei no le gustaron las últimas declaraciones públicas de Macri, que defendió elementales principios institucionales. Se opuso a las políticas que niegan el cambio climático (Milei las apoya); no estuvo de acuerdo con una “caza de brujas” en la Cancillería como se anunció; promovió que la Argentina sea “amiga de todos los países siempre que respeten las cosas en las que creemos” (Milei privilegia la relación casi exclusiva con Estados Unidos e Israel), y señaló que a “Milei le falta equipo” para gobernar la administración. Cuando le preguntaron a Macri si esas definiciones podían poner en riesgo su relación con Milei, el expresidente respondió: “Digo y hago lo que creo correcto, aunque no sea lo conveniente”. Al Presidente lo incomodó encontrarse de pronto con un político que no le tiene pánico, porque a él le gusta pavonearse contando que, después de haber echado a figuras notables de su administración, gobierna con un equipo en estado de pánico. Mala compañía.
El pánico se notó en la reunión anual de la Unión Industrial, a la que no fue ningún funcionario luego de que el jefe del Estado anunciara su inasistencia. Los industriales están preocupados por los anuncios de apertura de la economía. El Gobierno tiene razón cuando señala que hay una parte del empresariado acostumbrado a la protección permanente de la economía y a decidir, por lo tanto, sobre la calidad y los precios de los productos nacionales. Los industriales tienen su parte de razón cuando responden que no están en condiciones de competir con productos extranjeros cuando aquí deben lidiar con una fenomenal carga impositiva, con los sucesivos impuestos nacionales, provinciales y municipales, y con una industria del juicio que todavía existe. Una discusión seria debería darse en esos términos. El converso mileísta José Luis Espert los mandó “a cagar” a los empresarios industriales. Cuesta escribir semejante grosería, y cuesta más imaginar que solo así se puede quedar bien con gobernantes parciales, fríos e implacables.
La aritmética judicial, que no es nunca una ciencia exacta, le indica a Cristina Kirchner que con un poco más de presión al Gobierno podría conseguir una teórica mayoría en la Corte Suprema de Justicia. Si lograra cambiar el nombre del prestigioso académico Manuel García-Mansilla, propuesto ya por Javier Milei, por el de la fanática cristinista María de los Ángeles Sacnun, una exsenadora santafesina que perdió la banca en 2021, podría sumar a esta los nombres de Ricardo Lorenzetti y eventualmente el de Ariel Lijo. Tres contra dos en el tribunal más decisivo del país, que está integrado por cinco jueces. Habrá que ver después qué harán Lorenzetti y Lijo, si este llegara a una de las poltronas más empinadas de la Justicia. Pero Cristina Kirchner nunca pierde la esperanza de controlar al Poder Judicial, ya sea promoviendo proyectos de leyes que lo desnaturalizan o negociando cargos para que los ocupen jueces que en principio le responderían. Sacnun es recordada en Santa Fe porque contribuyó a aprobar en el Senado nacional una ley regulatoria del biodiésel, cuando su provincia es la mayor productora nacional de ese combustible. “El voto de Sacnun lo decidió no el texto del proyecto, que afectaba a muchos productores santafesinos, sino porque Máximo Kirchner lo firmó”, recordó la actual senadora santafesina Carolina Losada, para probar el grado de sometimiento de Sacnun a Cristina Kirchner; no es raro que la expresidenta quiera ver ahora a Sacnun en la Corte. Cristina Kirchner se encamina a estar permanentemente en los próximos días, y también en los próximos años, en la agenda de la Corte, siempre por causas que la juzgan en gran medida por prácticas corruptas. ¿Será ella la que ayude a Milei a integrar un inapelable tribunal que la juzgará? El conflicto de intereses que afecta a la expresidenta está expuesto, mientras las constancias de una negociación entre el Gobierno y el kirchnerismo son más que evidentes. “Santiago Caputo habla con todos, todo el tiempo. Los acuerdos con el kirchnerismo son hasta palpables”, aseguró uno de los principales dirigentes del desairado Pro, autor inicial, aunque no final, del proyecto de ficha limpia que naufragó el jueves en la Cámara de Diputados en medio de una miserable serie de deserciones políticas. Cuidado: las sociedades perdonan los cambios políticos y hasta las traiciones, pero nunca las deserciones. Esta vez Martín Menem tuvo razón cuando levantó la sesión a la hora justa, porque faltaban 13 diputados, no uno como sucedió la semana anterior. De esos 13 diputados que desertaron, ocho son de La Libertad Avanza, el partido del Presidente. Fue el oficialismo, entonces, el mayor responsable de que no hubiese sesión de los diputados para establecer un sistema que habría hecho imposible que los políticos corruptos se protegieran en los fueros parlamentarios. La afectada más destacada por esa ley hubiera sido Cristina Kirchner, pero no tenía por qué ser la única. Dos días antes, la señora de Kirchner le había enviado una prueba de amor al Presidente cuando autorizó a la senadora Lucía Corpacci, tan cristinista como Sacnun, a firmar el dictamen de la Comisión de Acuerdos en favor del juez Lijo como miembro de la Corte. Vale la pena hacer un paréntesis: ¿cuándo pedirá licencia Lijo como juez federal? Ya no está en condiciones de juzgar a funcionarios del gobierno de Milei ni a ningún senador nacional porque en manos de todos ellos está su discutido ascenso a la cima del Poder Judicial. Si, en cambio, fuera nombrado por decreto en comisión como integrante del máximo tribunal, Lijo deberá renunciar como juez federal. El conflicto de intereses que acorrala a Lijo es tan riesgoso como el de Cristina Kirchner.
Las constancias de una negociación entre el Gobierno y el kirchnerismo son más que evidentes
“Hay muchas cosas para negociar con el Gobierno, no solo los dos jueces de la Corte. Están también el nombre del futuro procurador general de la Nación (el jefe de la acusación en el país) y los nombres de 140 jueces federales en todo el país”. La frase corresponde al jefe del bloque peronista de senadores, José Mayans, deslizada entre legisladores propios. La diferencia entre el kirchnerismo y el Gobierno es que a este le da vergüenza después, y hasta lo persigue el temor de un escándalo social, cuando se conoce la negociación secreta con Cristina, mientras al kirchnerismo le sientan bien esas tratativas. Las pruebas no solo son aquellas ocho deserciones que protegieron a Cristina Kirchner, sino también varias más. ¿Ejemplo? Uno: se ausentaron dos diputados de Pro que responden a Patricia Bullrich, ministra de Milei. Por esas mismas horas, el Presidente retuiteó en X un tuit (que pertenece a la mileísta cuenta Escuela Austriaca de Economía) que mostraba una foto de Bullrich con la siguiente frase: “Veo fórmula”. Ese mileísta escondido detrás del anonimato promovía para 2027 la fórmula Milei-Patricia Bullrich. No fue solo una opinión personal porque el Presidente la retuiteó y amplió su difusión. Victoria Villarruel quedó, de esa manera, liberada definitivamente de compromisos futuros con el jefe del Estado; está ahora en condiciones de establecer por sí sola su propio camino electoral, lejos de la diarquía política de los Milei, que no la tolera desde los tiempos de la reciente campaña electoral. Al revés, no puede provocar ninguna suspicacia la ausencia de Ricardo López Murphy de la crucial reunión fallida de la Cámara de Diputados por la “ficha limpia”. El exministro avisó con muchos días de anticipación que debía viajar a Estados Unidos para cumplir con un compromiso con sus nietos. Una hija de López Murphy murió hace poco en Estados Unidos. ¿Otro ejemplo? La incansable diputada Silvia Lospennato, que lucha desde hace años por una ley de ficha limpia, reflexionó en la noche del jueves ingrato: “No puedo salir de mi asombro. 133 diputados comprometieron su asistencia hasta poco antes de la sesión para votar el proyecto de ficha limpia y estuvieron solo 116. Las ocho ausencias de La Libertad Avanza fueron decisivas para el fracaso”. El proyecto, inicialmente de Lospennato, lo terminaron firmando en primer lugar dos encumbrados diputados del mileísmo: Nicolás Mayoraz, presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales, y Manuel Quintar, titular de la Comisión de Justicia de la Cámara baja. Mayoraz y Quintar hicieron mucho más restrictivos los alcances de la “ficha limpia” (establecieron que solo afectaría a los políticos con condena en dos instancias de la Justicia y no en una sola) y limitaron sus alcances al delito de corrupción. Al mismo tiempo, fue el mileísmo el que tranquilizó el futuro electoral de Cristina Kirchner. Estaba en juego una negociación mucho más importante, incluida la reelección de Martín Menem como presidente de la cámara. Afuera la “ficha limpia”. La influyente AEA, que nuclea a los dueños de las grandes empresas; IDEA; la Cámara de Comercio, y, lo que es más significativo para Milei, la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina (presidida por Facundo Gómez Minujín, un hombre sensato y consensual) hicieron pública su preocupación por la falta de quorum parlamentario para sancionar la corrupción. Los empresarios se indignaron.
“Una alianza electoral con La Libertad Avanza está ahora mucho más lejos que en cualquier momento”, se enojó un dirigente de Pro muy cercano a Mauricio Macri, autor a su vez de un documento en el que criticó duramente las deserciones de diputados en la reunión por la “ficha limpia”. “Con dirigentes corruptos no hay futuro”, se despachó el expresidente antes de iniciar un breve viaje al exterior. Para peor, poco después de esa sesión malograda, un ejército de tuiteros mileístas atacó de manera furibunda a Pro y a sus dirigentes. Amigos de Macri lo escucharon decir que está dispuesto a que Pro vaya con una alianza distinta a la de La Libertad Avanza en las elecciones del próximo año hasta en la Capital Federal. “Habrá tres tercios en la Capital y veremos cuál sale primero”, dijo, mencionando al mileísmo, a Pro y al peronismo, que en el distrito federal siempre retiene entre un 22 y un 25 por ciento de los votos. Versiones confiables aseguran que a Milei no le gustaron las últimas declaraciones públicas de Macri, que defendió elementales principios institucionales. Se opuso a las políticas que niegan el cambio climático (Milei las apoya); no estuvo de acuerdo con una “caza de brujas” en la Cancillería como se anunció; promovió que la Argentina sea “amiga de todos los países siempre que respeten las cosas en las que creemos” (Milei privilegia la relación casi exclusiva con Estados Unidos e Israel), y señaló que a “Milei le falta equipo” para gobernar la administración. Cuando le preguntaron a Macri si esas definiciones podían poner en riesgo su relación con Milei, el expresidente respondió: “Digo y hago lo que creo correcto, aunque no sea lo conveniente”. Al Presidente lo incomodó encontrarse de pronto con un político que no le tiene pánico, porque a él le gusta pavonearse contando que, después de haber echado a figuras notables de su administración, gobierna con un equipo en estado de pánico. Mala compañía.
El pánico se notó en la reunión anual de la Unión Industrial, a la que no fue ningún funcionario luego de que el jefe del Estado anunciara su inasistencia. Los industriales están preocupados por los anuncios de apertura de la economía. El Gobierno tiene razón cuando señala que hay una parte del empresariado acostumbrado a la protección permanente de la economía y a decidir, por lo tanto, sobre la calidad y los precios de los productos nacionales. Los industriales tienen su parte de razón cuando responden que no están en condiciones de competir con productos extranjeros cuando aquí deben lidiar con una fenomenal carga impositiva, con los sucesivos impuestos nacionales, provinciales y municipales, y con una industria del juicio que todavía existe. Una discusión seria debería darse en esos términos. El converso mileísta José Luis Espert los mandó “a cagar” a los empresarios industriales. Cuesta escribir semejante grosería, y cuesta más imaginar que solo así se puede quedar bien con gobernantes parciales, fríos e implacables.
La aritmética judicial, que no es nunca una ciencia exacta, le indica a Cristina Kirchner que con un poco más de presión al Gobierno podría conseguir una teórica mayoría en la Corte Suprema de Justicia. Si lograra cambiar el nombre del prestigioso académico Manuel García-Mansilla, propuesto ya por Javier Milei, por el de la fanática cristinista María de los Ángeles Sacnun, una exsenadora santafesina que perdió la banca en 2021, podría sumar a esta los nombres de Ricardo Lorenzetti y eventualmente el de Ariel Lijo. Tres contra dos en el tribunal más decisivo del país, que está integrado por cinco jueces. Habrá que ver después qué harán Lorenzetti y Lijo, si este llegara a una de las poltronas más empinadas de la Justicia. Pero Cristina Kirchner nunca pierde la esperanza de controlar al Poder Judicial, ya sea promoviendo proyectos de leyes que lo desnaturalizan o negociando cargos para que los ocupen jueces que en principio le responderían. Sacnun es recordada en Santa Fe porque contribuyó a aprobar en el Senado nacional una ley regulatoria del biodiésel, cuando su provincia es la mayor productora nacional de ese combustible. “El voto de Sacnun lo decidió no el texto del proyecto, que afectaba a muchos productores santafesinos, sino porque Máximo Kirchner lo firmó”, recordó la actual senadora santafesina Carolina Losada, para probar el grado de sometimiento de Sacnun a Cristina Kirchner; no es raro que la expresidenta quiera ver ahora a Sacnun en la Corte. Cristina Kirchner se encamina a estar permanentemente en los próximos días, y también en los próximos años, en la agenda de la Corte, siempre por causas que la juzgan en gran medida por prácticas corruptas. ¿Será ella la que ayude a Milei a integrar un inapelable tribunal que la juzgará? El conflicto de intereses que afecta a la expresidenta está expuesto, mientras las constancias de una negociación entre el Gobierno y el kirchnerismo son más que evidentes. “Santiago Caputo habla con todos, todo el tiempo. Los acuerdos con el kirchnerismo son hasta palpables”, aseguró uno de los principales dirigentes del desairado Pro, autor inicial, aunque no final, del proyecto de ficha limpia que naufragó el jueves en la Cámara de Diputados en medio de una miserable serie de deserciones políticas. Cuidado: las sociedades perdonan los cambios políticos y hasta las traiciones, pero nunca las deserciones. Esta vez Martín Menem tuvo razón cuando levantó la sesión a la hora justa, porque faltaban 13 diputados, no uno como sucedió la semana anterior. De esos 13 diputados que desertaron, ocho son de La Libertad Avanza, el partido del Presidente. Fue el oficialismo, entonces, el mayor responsable de que no hubiese sesión de los diputados para establecer un sistema que habría hecho imposible que los políticos corruptos se protegieran en los fueros parlamentarios. La afectada más destacada por esa ley hubiera sido Cristina Kirchner, pero no tenía por qué ser la única. Dos días antes, la señora de Kirchner le había enviado una prueba de amor al Presidente cuando autorizó a la senadora Lucía Corpacci, tan cristinista como Sacnun, a firmar el dictamen de la Comisión de Acuerdos en favor del juez Lijo como miembro de la Corte. Vale la pena hacer un paréntesis: ¿cuándo pedirá licencia Lijo como juez federal? Ya no está en condiciones de juzgar a funcionarios del gobierno de Milei ni a ningún senador nacional porque en manos de todos ellos está su discutido ascenso a la cima del Poder Judicial. Si, en cambio, fuera nombrado por decreto en comisión como integrante del máximo tribunal, Lijo deberá renunciar como juez federal. El conflicto de intereses que acorrala a Lijo es tan riesgoso como el de Cristina Kirchner.Las constancias de una negociación entre el Gobierno y el kirchnerismo son más que evidentes“Hay muchas cosas para negociar con el Gobierno, no solo los dos jueces de la Corte. Están también el nombre del futuro procurador general de la Nación (el jefe de la acusación en el país) y los nombres de 140 jueces federales en todo el país”. La frase corresponde al jefe del bloque peronista de senadores, José Mayans, deslizada entre legisladores propios. La diferencia entre el kirchnerismo y el Gobierno es que a este le da vergüenza después, y hasta lo persigue el temor de un escándalo social, cuando se conoce la negociación secreta con Cristina, mientras al kirchnerismo le sientan bien esas tratativas. Las pruebas no solo son aquellas ocho deserciones que protegieron a Cristina Kirchner, sino también varias más. ¿Ejemplo? Uno: se ausentaron dos diputados de Pro que responden a Patricia Bullrich, ministra de Milei. Por esas mismas horas, el Presidente retuiteó en X un tuit (que pertenece a la mileísta cuenta Escuela Austriaca de Economía) que mostraba una foto de Bullrich con la siguiente frase: “Veo fórmula”. Ese mileísta escondido detrás del anonimato promovía para 2027 la fórmula Milei-Patricia Bullrich. No fue solo una opinión personal porque el Presidente la retuiteó y amplió su difusión. Victoria Villarruel quedó, de esa manera, liberada definitivamente de compromisos futuros con el jefe del Estado; está ahora en condiciones de establecer por sí sola su propio camino electoral, lejos de la diarquía política de los Milei, que no la tolera desde los tiempos de la reciente campaña electoral. Al revés, no puede provocar ninguna suspicacia la ausencia de Ricardo López Murphy de la crucial reunión fallida de la Cámara de Diputados por la “ficha limpia”. El exministro avisó con muchos días de anticipación que debía viajar a Estados Unidos para cumplir con un compromiso con sus nietos. Una hija de López Murphy murió hace poco en Estados Unidos. ¿Otro ejemplo? La incansable diputada Silvia Lospennato, que lucha desde hace años por una ley de ficha limpia, reflexionó en la noche del jueves ingrato: “No puedo salir de mi asombro. 133 diputados comprometieron su asistencia hasta poco antes de la sesión para votar el proyecto de ficha limpia y estuvieron solo 116. Las ocho ausencias de La Libertad Avanza fueron decisivas para el fracaso”. El proyecto, inicialmente de Lospennato, lo terminaron firmando en primer lugar dos encumbrados diputados del mileísmo: Nicolás Mayoraz, presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales, y Manuel Quintar, titular de la Comisión de Justicia de la Cámara baja. Mayoraz y Quintar hicieron mucho más restrictivos los alcances de la “ficha limpia” (establecieron que solo afectaría a los políticos con condena en dos instancias de la Justicia y no en una sola) y limitaron sus alcances al delito de corrupción. Al mismo tiempo, fue el mileísmo el que tranquilizó el futuro electoral de Cristina Kirchner. Estaba en juego una negociación mucho más importante, incluida la reelección de Martín Menem como presidente de la cámara. Afuera la “ficha limpia”. La influyente AEA, que nuclea a los dueños de las grandes empresas; IDEA; la Cámara de Comercio, y, lo que es más significativo para Milei, la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina (presidida por Facundo Gómez Minujín, un hombre sensato y consensual) hicieron pública su preocupación por la falta de quorum parlamentario para sancionar la corrupción. Los empresarios se indignaron.“Una alianza electoral con La Libertad Avanza está ahora mucho más lejos que en cualquier momento”, se enojó un dirigente de Pro muy cercano a Mauricio Macri, autor a su vez de un documento en el que criticó duramente las deserciones de diputados en la reunión por la “ficha limpia”. “Con dirigentes corruptos no hay futuro”, se despachó el expresidente antes de iniciar un breve viaje al exterior. Para peor, poco después de esa sesión malograda, un ejército de tuiteros mileístas atacó de manera furibunda a Pro y a sus dirigentes. Amigos de Macri lo escucharon decir que está dispuesto a que Pro vaya con una alianza distinta a la de La Libertad Avanza en las elecciones del próximo año hasta en la Capital Federal. “Habrá tres tercios en la Capital y veremos cuál sale primero”, dijo, mencionando al mileísmo, a Pro y al peronismo, que en el distrito federal siempre retiene entre un 22 y un 25 por ciento de los votos. Versiones confiables aseguran que a Milei no le gustaron las últimas declaraciones públicas de Macri, que defendió elementales principios institucionales. Se opuso a las políticas que niegan el cambio climático (Milei las apoya); no estuvo de acuerdo con una “caza de brujas” en la Cancillería como se anunció; promovió que la Argentina sea “amiga de todos los países siempre que respeten las cosas en las que creemos” (Milei privilegia la relación casi exclusiva con Estados Unidos e Israel), y señaló que a “Milei le falta equipo” para gobernar la administración. Cuando le preguntaron a Macri si esas definiciones podían poner en riesgo su relación con Milei, el expresidente respondió: “Digo y hago lo que creo correcto, aunque no sea lo conveniente”. Al Presidente lo incomodó encontrarse de pronto con un político que no le tiene pánico, porque a él le gusta pavonearse contando que, después de haber echado a figuras notables de su administración, gobierna con un equipo en estado de pánico. Mala compañía.El pánico se notó en la reunión anual de la Unión Industrial, a la que no fue ningún funcionario luego de que el jefe del Estado anunciara su inasistencia. Los industriales están preocupados por los anuncios de apertura de la economía. El Gobierno tiene razón cuando señala que hay una parte del empresariado acostumbrado a la protección permanente de la economía y a decidir, por lo tanto, sobre la calidad y los precios de los productos nacionales. Los industriales tienen su parte de razón cuando responden que no están en condiciones de competir con productos extranjeros cuando aquí deben lidiar con una fenomenal carga impositiva, con los sucesivos impuestos nacionales, provinciales y municipales, y con una industria del juicio que todavía existe. Una discusión seria debería darse en esos términos. El converso mileísta José Luis Espert los mandó “a cagar” a los empresarios industriales. Cuesta escribir semejante grosería, y cuesta más imaginar que solo así se puede quedar bien con gobernantes parciales, fríos e implacables. Read More