Murió Marcelo Grosman, artista de la imagen que reflexionó sobre el movimiento

Difícil procesar la sorpresiva partida de un artista y gestor cultural prolífico, en plena actividad. Quienes conocieron y quisieron a Marcelo Grosman, que murió hoy, a los 65 años, rescatan el valor de su trabajo y algo tanto o más importante: su calidad de buena persona. Deja una obra que insistió en reflexionar sobre el concepto de la imagen y el sujeto en movimiento.

Informó la noticia esta mañana la galerista Nora Fisch, en nombre de sus familiares y amigos. Con tristeza, el mundo del arte se hizo eco para despedirlo.

Grosman era actualmente coordinador de Comunicación Institucional del Teatro Colón. Una operación que se complicó inesperadamente puso punto final en su historia, que comenzó en 1959 en Buenos Aires. Se había formado como Arquitecto y en Ciencias Políticas. Como gestor fue creador y director de las ediciones de Estudio Abierto que revitalizaron la escena de las artes visuales en la ciudad, fue director de los Festivales de Buenos Aires, codirector de los Encuentros de Pensamiento Urbano.

“Una gran persona, muy noble, un intelectual profundo, correctísimo. Y un gran artista. Exploró el lenguaje de la fotografía de manera experimental, basándose en abordajes conceptuales relevantes y en prácticas formales novedosas. Su trabajo deja una huella importante en la historia de este medio y del arte en Argentina. Marcelo fue un pensador profundo, una persona sensible y respetuosa, un ser humano noble. Fue un real placer haber podido trabajar en proyectos en conjunto”, dijo a LA NACION la galerista Nora Fisch. “Artista de un talento enorme, con un compromiso ético inquebrantable y un sentido del humor único”, lo recordó en redes Jorge Telerman, director del Colón.

La obra de Grosman está cargada de ideas sobre el cuerpo –su imagen-, las instituciones de control y la perdida de verdad en la imagen (a favor de la idea de verosimilitud). Profundiza en un concepto al que él llamaba proceso de captura óptica.

Comenzó experimentando con la fotografía tradicional y con el correr del tiempo fue incorporando una idea de teatralidad, en la que la obra se completa con el recorrido del espectador, a través de sistemas que desestabilizan el camino de la objetividad de la cámara, construyendo a la vez nuevos sentidos. Sus últimos trabajos se sitúan entre el objeto escultórico, la imagen móvil y la fija, y la evolución de las imágenes estáticas hacia las imágenes cinéticas.

Su última exposición, La invención del cielo, ocurrió en Fundación Andreani en el verano de 2023. En una instalación, creó cartografías falsas con nuevas constelaciones jamás imaginadas, para poner en cuestión la verdad de saberes científicos hegemónicos y de las imágenes que vemos y consumimos. Proyectores retro, lupas, mesas de luz e impresiones de cartografías antiguas intervenidas con fotografías, sobre papeles y vidrios. “Estamos conformados por el eco de imágenes del pasado y del presente”, dijo entonces el artista.

Toda su obra está resguardada en el libro La invariante temporal, que editó junto con su compañera, Valeria Balut, en el sello Arta Ediciones, en 2019. Es una selección de trabajos desde finales de los ochenta hasta la actualidad. Su producción recorre varios medios (la fotografía, los archivos de imágenes, la instalación, el video y múltiples formas de reproducción y captura óptica). La publicación está organizada en torno de las diferentes exploraciones del artista: la domesticación del cuerpo, las taxonomías sociales, los lenguajes secretos, la iconografía del gesto y los usos de la técnica, entre sus múltiples búsquedas, con textos de Ariel Schettini, Virginia Castro, Santiago García Navarro y Amanda de la Garza Mata.

En los años ochenta, realizó una serie de retratos de jóvenes soldados y oficiales navales, cuando la dictadura militar en Argentina era un recuerdo fresco. Más adelante, pasó a utilizar el medio fotográfico de una manera diferente, abandonando la captura de imágenes y empleando imágenes encontradas. Le interesaba indagar cómo se usan las imágenes para controlar el cuerpo: desde la propaganda hasta el primer uso de la foto como identificación policial. En Guilty! usó fotos clásicas de frente y de perfil del aparato judicial-policial para construir retratos que son todo lo opuesto a un identikit: un retrato a partir de cuarenta fotos de hombres detenidos entre 31 y 36 años.

La evolución de su trabajo continuó en imágenes producidas con tecnologías lenticulares que condensan varios segundos de metraje extraído de películas educativas de mediados del siglo XX, destinadas a enseñar sobre sexualidad, higiene personal, buenas posturas o primeros auxilios. “Me fascina investigar nuevas técnicas y modos de expresión. Considero que el arte es una forma de conocimiento, un proceso constante que no se puede detener”, contaba el artista a propósito de una muestra de 2016, La Humana Máquina.

Entre las exposiciones individuales más recordadas está The Mission Projects, Chicago, EE.UU.; Galería Municipale des Arts, Sidi Bou Said, Túnez; La Casa de América, Madrid, España; Galería Foster Catena, Buenos Aires y Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires. Entre las numerosas exposiciones colectivas que incluyeron su obra se encuentran Desde la Caverna en el Centro Cultural MOCA en 2008; La Ciudad y el Río en Fundación Proa en 2006, y la V Bienal de Porto Alegre. “Tuvo una carrera impresionante”, dijo Balut, desconsolada con su partida. Sus obras quedan resguardadas en las colecciones del Malba, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Musée de Charleroi de Bélgica y colecciones privadas importantes en América Latina, Estados Unidos y Europa.

Difícil procesar la sorpresiva partida de un artista y gestor cultural prolífico, en plena actividad. Quienes conocieron y quisieron a Marcelo Grosman, que murió hoy, a los 65 años, rescatan el valor de su trabajo y algo tanto o más importante: su calidad de buena persona. Deja una obra que insistió en reflexionar sobre el concepto de la imagen y el sujeto en movimiento.

Informó la noticia esta mañana la galerista Nora Fisch, en nombre de sus familiares y amigos. Con tristeza, el mundo del arte se hizo eco para despedirlo.

Grosman era actualmente coordinador de Comunicación Institucional del Teatro Colón. Una operación que se complicó inesperadamente puso punto final en su historia, que comenzó en 1959 en Buenos Aires. Se había formado como Arquitecto y en Ciencias Políticas. Como gestor fue creador y director de las ediciones de Estudio Abierto que revitalizaron la escena de las artes visuales en la ciudad, fue director de los Festivales de Buenos Aires, codirector de los Encuentros de Pensamiento Urbano.

“Una gran persona, muy noble, un intelectual profundo, correctísimo. Y un gran artista. Exploró el lenguaje de la fotografía de manera experimental, basándose en abordajes conceptuales relevantes y en prácticas formales novedosas. Su trabajo deja una huella importante en la historia de este medio y del arte en Argentina. Marcelo fue un pensador profundo, una persona sensible y respetuosa, un ser humano noble. Fue un real placer haber podido trabajar en proyectos en conjunto”, dijo a LA NACION la galerista Nora Fisch. “Artista de un talento enorme, con un compromiso ético inquebrantable y un sentido del humor único”, lo recordó en redes Jorge Telerman, director del Colón.

La obra de Grosman está cargada de ideas sobre el cuerpo –su imagen-, las instituciones de control y la perdida de verdad en la imagen (a favor de la idea de verosimilitud). Profundiza en un concepto al que él llamaba proceso de captura óptica.

Comenzó experimentando con la fotografía tradicional y con el correr del tiempo fue incorporando una idea de teatralidad, en la que la obra se completa con el recorrido del espectador, a través de sistemas que desestabilizan el camino de la objetividad de la cámara, construyendo a la vez nuevos sentidos. Sus últimos trabajos se sitúan entre el objeto escultórico, la imagen móvil y la fija, y la evolución de las imágenes estáticas hacia las imágenes cinéticas.

Su última exposición, La invención del cielo, ocurrió en Fundación Andreani en el verano de 2023. En una instalación, creó cartografías falsas con nuevas constelaciones jamás imaginadas, para poner en cuestión la verdad de saberes científicos hegemónicos y de las imágenes que vemos y consumimos. Proyectores retro, lupas, mesas de luz e impresiones de cartografías antiguas intervenidas con fotografías, sobre papeles y vidrios. “Estamos conformados por el eco de imágenes del pasado y del presente”, dijo entonces el artista.

Toda su obra está resguardada en el libro La invariante temporal, que editó junto con su compañera, Valeria Balut, en el sello Arta Ediciones, en 2019. Es una selección de trabajos desde finales de los ochenta hasta la actualidad. Su producción recorre varios medios (la fotografía, los archivos de imágenes, la instalación, el video y múltiples formas de reproducción y captura óptica). La publicación está organizada en torno de las diferentes exploraciones del artista: la domesticación del cuerpo, las taxonomías sociales, los lenguajes secretos, la iconografía del gesto y los usos de la técnica, entre sus múltiples búsquedas, con textos de Ariel Schettini, Virginia Castro, Santiago García Navarro y Amanda de la Garza Mata.

En los años ochenta, realizó una serie de retratos de jóvenes soldados y oficiales navales, cuando la dictadura militar en Argentina era un recuerdo fresco. Más adelante, pasó a utilizar el medio fotográfico de una manera diferente, abandonando la captura de imágenes y empleando imágenes encontradas. Le interesaba indagar cómo se usan las imágenes para controlar el cuerpo: desde la propaganda hasta el primer uso de la foto como identificación policial. En Guilty! usó fotos clásicas de frente y de perfil del aparato judicial-policial para construir retratos que son todo lo opuesto a un identikit: un retrato a partir de cuarenta fotos de hombres detenidos entre 31 y 36 años.

La evolución de su trabajo continuó en imágenes producidas con tecnologías lenticulares que condensan varios segundos de metraje extraído de películas educativas de mediados del siglo XX, destinadas a enseñar sobre sexualidad, higiene personal, buenas posturas o primeros auxilios. “Me fascina investigar nuevas técnicas y modos de expresión. Considero que el arte es una forma de conocimiento, un proceso constante que no se puede detener”, contaba el artista a propósito de una muestra de 2016, La Humana Máquina.

Entre las exposiciones individuales más recordadas está The Mission Projects, Chicago, EE.UU.; Galería Municipale des Arts, Sidi Bou Said, Túnez; La Casa de América, Madrid, España; Galería Foster Catena, Buenos Aires y Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires. Entre las numerosas exposiciones colectivas que incluyeron su obra se encuentran Desde la Caverna en el Centro Cultural MOCA en 2008; La Ciudad y el Río en Fundación Proa en 2006, y la V Bienal de Porto Alegre. “Tuvo una carrera impresionante”, dijo Balut, desconsolada con su partida. Sus obras quedan resguardadas en las colecciones del Malba, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Musée de Charleroi de Bélgica y colecciones privadas importantes en América Latina, Estados Unidos y Europa.

 Prolífico creador y activo gestor cultural, sostuvo una carrera brillante que trascendió los parámetros de la fotografía; “fue un pensador profundo, una persona sensible y respetuosa, un ser humano noble”, destaca su galerista  Read More

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *