Fiesta total en Liniers. Los hinchas que llenan el magnífico escenario cantan, saltan y celebran porque el equipo, en realidad, es una fiesta. Vélez se impuso por 2 a 0 sobre Estudiantes, es más puntero que nunca y le saca una diferencia más grande que los seis puntos que lo separan de Huracán, Talleres y Unión. Entre Vélez y el resto hay un abismo.
“Esto es un equipo, un verdadero equipo”, reflexiona Braian Romero, el autor de los goles y el artillero del torneo, con 9 gritos. Un auténtico espectáculo, en el que hubo destrezas, emociones y hasta tres disparos en los postes. Debió ser una goleada, el exiguo 2-0.
Iban 12 minutos, apenas. La noble propuesta de salir jugando, a veces, provoca serios contratiempos. La combinación entre Matías Mansilla y Luciano Lollo derivó en la apertura del marcador. El arquero tuvo un control defectuoso, la pelota quedó viva en el área y Braian Romero, encendido como nunca en su carrera, capturó el mensaje, se arrojó sobre el césped y definió con alma y vida.
Vélez es el mejor equipo del fútbol argentino. Es el líder, también. Gustavo Quinteros armó una noble estructura, de atrás hacia adelante. Todos aportan en la causa. Un buen arquero, como Tomás Marchiori, solidez en Valentín y proyección en Elías (ambos Gómez), Ordoñez como proyecto serio de volante central, la mejor versión de Pizzini de su carrera (tiró un taco que pegó en un palo), el Gordo Aquino en modo crack, Thiago Fernández como el exponente ideal de las divisiones menores y los goles de Romero. Y todos los demás.
Juega, mete, corre, es disciplinado tácticamente y tiene vuelo audaz. Suele quedarse en los segundos tiempos por el desgaste en continuado, pero casi siempre vale la pena. Vélez atrapa.
Los goles y los tiros en los palos
Perdió la final de la Copa de la Liga pasada por penales, justamente, contra su calificado adversario. El Estudiantes de Eduardo Domínguez, de todos modos, hace tiempo que perdió la solidez y la chispa que lo llevaron a consagrarse en dos vueltas olímpicas. La Copa Argentina y la citada Copa de la Liga. Tiene a la mayoría de los mismos apellidos, pero no juega ya con el colmillo afilado.
Le sobra experiencia, le falta energía. Luciano Lollo (37), Enzo Pérez (38), Pablo Piatti (35) y Guido Carrillo (33), fueron titulares. Federico Fernández (35) y José Sosa (39), esperaron en el banco su oportunidad. Vélez entendió el mensaje: jugar con la valentía de la juventud. Pudo sellar el segundo, pero el bombazo de Aquino, un especialista en el arte de los tiros libres, chocó contra un poste. Mansilla, luego figura con tres tapadas de colección, no llegaba.
El fútbol argentino es tan parejo e indescifrable que cuando Vélez parecía alcanzar el segundo grito, Estudiantes tuvo dos ocasiones claras. La última fue un milagro, que Valentín Gómez sacó en la línea.
El desarrollo ganó en intensidad, porque Estudiantes atacó más y mejor y porque Vélez siempre estuvo cerca de acabar con el suspenso. Lo que ocurrió cerca del final, la mala salida defensiva del León (¡otra vez!) con una asistencia de Pizzini y una definición de Romero de primer nivel. Cinco estrellas, el pase y el gol. Y sobre todo Vélez, un equipo que se escribe con letras de molde.
Fiesta total en Liniers. Los hinchas que llenan el magnífico escenario cantan, saltan y celebran porque el equipo, en realidad, es una fiesta. Vélez se impuso por 2 a 0 sobre Estudiantes, es más puntero que nunca y le saca una diferencia más grande que los seis puntos que lo separan de Huracán, Talleres y Unión. Entre Vélez y el resto hay un abismo.
“Esto es un equipo, un verdadero equipo”, reflexiona Braian Romero, el autor de los goles y el artillero del torneo, con 9 gritos. Un auténtico espectáculo, en el que hubo destrezas, emociones y hasta tres disparos en los postes. Debió ser una goleada, el exiguo 2-0.
Iban 12 minutos, apenas. La noble propuesta de salir jugando, a veces, provoca serios contratiempos. La combinación entre Matías Mansilla y Luciano Lollo derivó en la apertura del marcador. El arquero tuvo un control defectuoso, la pelota quedó viva en el área y Braian Romero, encendido como nunca en su carrera, capturó el mensaje, se arrojó sobre el césped y definió con alma y vida.
Vélez es el mejor equipo del fútbol argentino. Es el líder, también. Gustavo Quinteros armó una noble estructura, de atrás hacia adelante. Todos aportan en la causa. Un buen arquero, como Tomás Marchiori, solidez en Valentín y proyección en Elías (ambos Gómez), Ordoñez como proyecto serio de volante central, la mejor versión de Pizzini de su carrera (tiró un taco que pegó en un palo), el Gordo Aquino en modo crack, Thiago Fernández como el exponente ideal de las divisiones menores y los goles de Romero. Y todos los demás.
Juega, mete, corre, es disciplinado tácticamente y tiene vuelo audaz. Suele quedarse en los segundos tiempos por el desgaste en continuado, pero casi siempre vale la pena. Vélez atrapa.
Los goles y los tiros en los palos
Perdió la final de la Copa de la Liga pasada por penales, justamente, contra su calificado adversario. El Estudiantes de Eduardo Domínguez, de todos modos, hace tiempo que perdió la solidez y la chispa que lo llevaron a consagrarse en dos vueltas olímpicas. La Copa Argentina y la citada Copa de la Liga. Tiene a la mayoría de los mismos apellidos, pero no juega ya con el colmillo afilado.
Le sobra experiencia, le falta energía. Luciano Lollo (37), Enzo Pérez (38), Pablo Piatti (35) y Guido Carrillo (33), fueron titulares. Federico Fernández (35) y José Sosa (39), esperaron en el banco su oportunidad. Vélez entendió el mensaje: jugar con la valentía de la juventud. Pudo sellar el segundo, pero el bombazo de Aquino, un especialista en el arte de los tiros libres, chocó contra un poste. Mansilla, luego figura con tres tapadas de colección, no llegaba.
El fútbol argentino es tan parejo e indescifrable que cuando Vélez parecía alcanzar el segundo grito, Estudiantes tuvo dos ocasiones claras. La última fue un milagro, que Valentín Gómez sacó en la línea.
El desarrollo ganó en intensidad, porque Estudiantes atacó más y mejor y porque Vélez siempre estuvo cerca de acabar con el suspenso. Lo que ocurrió cerca del final, la mala salida defensiva del León (¡otra vez!) con una asistencia de Pizzini y una definición de Romero de primer nivel. Cinco estrellas, el pase y el gol. Y sobre todo Vélez, un equipo que se escribe con letras de molde.
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