Racing cree: camisetas, amuletos y costumbres que transforman a la Academia en un plantel empoderado por la fe

ASUNCION (Enviado especial(.- Racing parece tener el gol como máxima virtud: en 16 de los 51 partidos que jugó en este 2024 convirtió tres goles o más. Pero la fortaleza del cuadro de Gustavo Costas también pasa por otro lado: es un equipo que cree. Convencido de hacer historia, la Academia llegó hasta esta final en Asunción por un camino de fe. No hace falta más que prestar atención a lo que ocurre cuando el equipo marca un gol o cuando termina un partido con resultado a favor. Los besos de Costas al crucifijo de su rosario, con rezo incluido, antes de que el juez pite el inicio, se han vuelto virales. Pero hay más.

“No es por mi fuerza, es por tu gracia”, dice la remera que lleva Adrián Martínez debajo de la de Racing. Maravilla acumula 28 tantos en 46 encuentros. “Toda la gloria es para Dios”, es la leyenda de la que usa Marco Di Césare, que después de cada grito académico o luego de cada triunfo se arrodilla y levanta sus manos en agradecimiento a Dios. “Con Cristo todo lo puedo”, se lee en la musculosa que usa Santiago Solari, una de las ruedas de auxilio de Costas. Algo similar ocurre con los colombianos Roger Martínez y Juan Fernando Quintero, que en cada celebración y declaración ante los micrófonos destacan el aporte divino en sus logros. En lo que va de este año incluso las redes oficiales del club se han sumado a la fe religiosa con la publicación de pasajes de la biblia para celebrar algunas victorias.

Si bien en los vestuarios del fútbol argentino la presencia religiosa es habitual, en Racing llama la atención su protagonismo. “Siempre tratamos de ser agradecidos a Dios, porque él nos cambió la vida. Así lo creemos varios integrantes del plantel. Falta un paso más, pero estamos muy felices de haber llegado hasta acá. Por eso, cada vez que arranca un partido, yo trato de arrodillarme y agradecerle por el momento que estamos viviendo. Es nuestra forma de ser”, explica Di Césare, el central que vivió un 2024 inolvidable con participación en los Juegos Olímpicos de París 2024 incluídos.

La historia de película de Maravilla Martínez empezó a escribirse durante los siete meses que pasó preso en la Unidad 21 de Campana, en 2014. Allí conoció a Dios. Con una mano herida, imposibilitado de sostener sus trabajos de albañil o recolector de basura, le prometió que si podía jugar al fútbol perdonaría a los asesinos de su hermano y a quienes lo llevaron a la cárcel por falso testimonio. Una vez fuera, llegaron los goles. En 2017, en Atlanta, fue dirigido por Francisco Bersce, el actual ayudante de Costas. En aquella época, a Bersce lo secundaba un joven Martín Anselmi. Aún hoy, como encumbrado DT de Cruz Azul, Anselmi recuerda una escena con Maravilla en un partido que el Bohemio ya tenía ganado y que el 9 ya había hecho su aporte en la red. Desde el banco decidieron reemplazarlo. Martínez pidió que lo esperaran, que Dios le había dicho que iba a hacer dos goles ese partido. Y así fue. “Mi fe es la base de todo, la base del fútbol. Desde que salí de la cárcel mi vida fue Dios, él me fue abriendo puertas. Racing podía traer al 9 que quisiera, porque tiene el dinero, podía elegir. Y me buscó a mi. A veces es Dios el que pone esa gracia. Después todo pasa por los goles”, resume Maravilla.

Pocos clubes se han abrazado tanto a lo esotérico a lo largo de su historia como Racing. Ya el Equipo de José tuvo sus cábalas para transformarse en el primer equipo argentino en ser campeón del mundo, en 1967. El ingreso a la cancha era siempre en el mismo orden, con el Chango Cárdenas y Yaya Rodríguez cerrando la fila, después de hacer el saludo mosquetero (“uno para todos y todos para uno”). La estatua de Reinaldo Merlo que habita en la planta baja del Cilindro está haciendo los cuernitos con su mano izquierda, una manera de ahuyentar las malas ondas. En aquel Apertura 2001 que cortó 35 años sin títulos, una de las cábalas de Mostaza era comer en la previa un “sánguche de chorizo”, como él lo llamaba en lugar de choripán. Solo una vez no lo pudo hacer: ante Boca, en La Bombonera, la única derrota del torneo.

Ni hace falta detallar la devoción por las costumbres que tiene Alfio “Coco” Basile, campeón de la Supercopa 88 con la Academia. Eduardo “Chacho” Coudet, en la Superliga 2018/19, usó su bufanda de la suerte incluso cuando la temperatura superaba los 30 grados. Y en 2014, aquel equipo que se llevó el título tras ganar los últimos seis partidos de manera consecutiva se había entregado a la consigna Racing Positivo, una movida que inició un grupo de socios del club con el propósito de alejar la idea de que la mitad celeste y blanca de Avellaneda era el centro de todas las desgracias y los infortunios.

Es creer o reventar, dicen. Y Racing cree. Es parte de su identidad, esa que Costas busca inyectar en sus jugadores desde la primera práctica del año. El 14 de febrero de 1998, quince mil hinchas fueron al Cilindro pero no había fútbol: peregrinaron en una misa conducida por el expresidente Daniel Lalín y el capellán Jorge Della Barca, donde actuó Alfredo Caseros y tocó Vox Dei para tratar de exorcizar la mala suerte.

Durante años se creyó que las décadas oscuras que vivió Racing entre el 70 y el inicio de este siglo se debieron a una brujería que hicieron unos hinchas de Independiente, que enterraron siete gatos muertos en el Cilindro. La leyenda dice que alguna vez Juan Carlos “Toto” Lorenzo mandó a enterrar siete sapos para neutralizar esas energías. Y que el Coco Basile los buscó pero nunca los encontró. Mitos.

Unos cuantos años más tarde ese arco sufrió otro conjuro involuntario. El 21 de junio de 2013, tras el descenso del Rojo, los hinchas organizaron un velorio multitudinario durante un partido ante Unión: fantasmas, velas gigantes, humo negro, ataúdes con gente adentro disfrazada de esqueleto, apagón de luces en todo el estadio y la marcha fúnebre que sonaba en los altoparlantes. Aquel fue el último partido del Torneo Final. Al campeonato siguiente, la Academia terminó 19° y tuvieron que pasar ocho fechas como local para que un futbolista de Racing pudiera volver a convertir en el Cilindro: fue Bruno Zuculini, actual jugador del plantel, en un ajustado triunfo por 1 a 0 ante el River de Ramón Díaz.

En esta campaña de Copa Sudamericana también aparecen las intervenciones mágicas. La noche que por fin Racing rompió la barrera de los cuartos de final en una copa internacional, ante Athletico Paranaense, Agustín Almendra anotó a los 18 segundos de partido, apenas el cuarto jugador local en tocar la pelota. Un milagro en Avellaneda. También aporta su condimento esa lluvia bíblica en el Arena Corinthians, con los golazos de Salas y Martirena, y los resbalones de Costas para el empate 2 a 2 de la idea de la semifinal. Más allá de la rapidez del alcanzapelotas Martín Santoro que se volvió famosa en la previa al segundo zurdazo de Juanfer ante el Timao, hubo un guiño previo en la jugada. Antes, la bola se había ido a la tribuna; cuando volvió desde quedó apoyada justo en la línea lateral, lista para que Santoro y Salas apuren la jugada. Tiempo y espacio divinos.

El empuje de esa ilusión y de esa fe es lo que moviliza a unas 40 mil almas racinguistas a peregrinar hasta Asunción. Todo se pondrá a prueba para Racing nada menos que en la capital del país más religioso de Latinoamérica, con una especial adhesión a la Iglesia Católica de un 88% de la población, según los datos del Latinobarómetro, en 2017. Fue aquí, en 1547, diez años después la fundación de Asunción, que se creó la primera diócesis del Río de la Plata. Además de fantasear con los goles de Maravilla o con la pegada de Quintero, lo que les quita el sueño a los hinchas por estas horas es poder ingresar al estadio la Nueva Olla. Una cancha redonda como el Cilindro. O como el Nacional de Santiago, donde Racing se consagró campeón de la Libertadores 1967. O como el Centenario de Montevideo, donde la Academia conquistó el mundo ese mismo año. O como el Mineirão de Belo Horizonte, donde el propio Costas dio la vuelta olímpica con la Supercopa en la mano en 1988. Coincidencias, argumentos, supersticiones a los que los hinchas se aferran para hacer crecer la confianza. Porque para Racing, por estas horas, todo es cuestión de fe.

ASUNCION (Enviado especial(.- Racing parece tener el gol como máxima virtud: en 16 de los 51 partidos que jugó en este 2024 convirtió tres goles o más. Pero la fortaleza del cuadro de Gustavo Costas también pasa por otro lado: es un equipo que cree. Convencido de hacer historia, la Academia llegó hasta esta final en Asunción por un camino de fe. No hace falta más que prestar atención a lo que ocurre cuando el equipo marca un gol o cuando termina un partido con resultado a favor. Los besos de Costas al crucifijo de su rosario, con rezo incluido, antes de que el juez pite el inicio, se han vuelto virales. Pero hay más.

“No es por mi fuerza, es por tu gracia”, dice la remera que lleva Adrián Martínez debajo de la de Racing. Maravilla acumula 28 tantos en 46 encuentros. “Toda la gloria es para Dios”, es la leyenda de la que usa Marco Di Césare, que después de cada grito académico o luego de cada triunfo se arrodilla y levanta sus manos en agradecimiento a Dios. “Con Cristo todo lo puedo”, se lee en la musculosa que usa Santiago Solari, una de las ruedas de auxilio de Costas. Algo similar ocurre con los colombianos Roger Martínez y Juan Fernando Quintero, que en cada celebración y declaración ante los micrófonos destacan el aporte divino en sus logros. En lo que va de este año incluso las redes oficiales del club se han sumado a la fe religiosa con la publicación de pasajes de la biblia para celebrar algunas victorias.

Si bien en los vestuarios del fútbol argentino la presencia religiosa es habitual, en Racing llama la atención su protagonismo. “Siempre tratamos de ser agradecidos a Dios, porque él nos cambió la vida. Así lo creemos varios integrantes del plantel. Falta un paso más, pero estamos muy felices de haber llegado hasta acá. Por eso, cada vez que arranca un partido, yo trato de arrodillarme y agradecerle por el momento que estamos viviendo. Es nuestra forma de ser”, explica Di Césare, el central que vivió un 2024 inolvidable con participación en los Juegos Olímpicos de París 2024 incluídos.

La historia de película de Maravilla Martínez empezó a escribirse durante los siete meses que pasó preso en la Unidad 21 de Campana, en 2014. Allí conoció a Dios. Con una mano herida, imposibilitado de sostener sus trabajos de albañil o recolector de basura, le prometió que si podía jugar al fútbol perdonaría a los asesinos de su hermano y a quienes lo llevaron a la cárcel por falso testimonio. Una vez fuera, llegaron los goles. En 2017, en Atlanta, fue dirigido por Francisco Bersce, el actual ayudante de Costas. En aquella época, a Bersce lo secundaba un joven Martín Anselmi. Aún hoy, como encumbrado DT de Cruz Azul, Anselmi recuerda una escena con Maravilla en un partido que el Bohemio ya tenía ganado y que el 9 ya había hecho su aporte en la red. Desde el banco decidieron reemplazarlo. Martínez pidió que lo esperaran, que Dios le había dicho que iba a hacer dos goles ese partido. Y así fue. “Mi fe es la base de todo, la base del fútbol. Desde que salí de la cárcel mi vida fue Dios, él me fue abriendo puertas. Racing podía traer al 9 que quisiera, porque tiene el dinero, podía elegir. Y me buscó a mi. A veces es Dios el que pone esa gracia. Después todo pasa por los goles”, resume Maravilla.

Pocos clubes se han abrazado tanto a lo esotérico a lo largo de su historia como Racing. Ya el Equipo de José tuvo sus cábalas para transformarse en el primer equipo argentino en ser campeón del mundo, en 1967. El ingreso a la cancha era siempre en el mismo orden, con el Chango Cárdenas y Yaya Rodríguez cerrando la fila, después de hacer el saludo mosquetero (“uno para todos y todos para uno”). La estatua de Reinaldo Merlo que habita en la planta baja del Cilindro está haciendo los cuernitos con su mano izquierda, una manera de ahuyentar las malas ondas. En aquel Apertura 2001 que cortó 35 años sin títulos, una de las cábalas de Mostaza era comer en la previa un “sánguche de chorizo”, como él lo llamaba en lugar de choripán. Solo una vez no lo pudo hacer: ante Boca, en La Bombonera, la única derrota del torneo.

Ni hace falta detallar la devoción por las costumbres que tiene Alfio “Coco” Basile, campeón de la Supercopa 88 con la Academia. Eduardo “Chacho” Coudet, en la Superliga 2018/19, usó su bufanda de la suerte incluso cuando la temperatura superaba los 30 grados. Y en 2014, aquel equipo que se llevó el título tras ganar los últimos seis partidos de manera consecutiva se había entregado a la consigna Racing Positivo, una movida que inició un grupo de socios del club con el propósito de alejar la idea de que la mitad celeste y blanca de Avellaneda era el centro de todas las desgracias y los infortunios.

Es creer o reventar, dicen. Y Racing cree. Es parte de su identidad, esa que Costas busca inyectar en sus jugadores desde la primera práctica del año. El 14 de febrero de 1998, quince mil hinchas fueron al Cilindro pero no había fútbol: peregrinaron en una misa conducida por el expresidente Daniel Lalín y el capellán Jorge Della Barca, donde actuó Alfredo Caseros y tocó Vox Dei para tratar de exorcizar la mala suerte.

Durante años se creyó que las décadas oscuras que vivió Racing entre el 70 y el inicio de este siglo se debieron a una brujería que hicieron unos hinchas de Independiente, que enterraron siete gatos muertos en el Cilindro. La leyenda dice que alguna vez Juan Carlos “Toto” Lorenzo mandó a enterrar siete sapos para neutralizar esas energías. Y que el Coco Basile los buscó pero nunca los encontró. Mitos.

Unos cuantos años más tarde ese arco sufrió otro conjuro involuntario. El 21 de junio de 2013, tras el descenso del Rojo, los hinchas organizaron un velorio multitudinario durante un partido ante Unión: fantasmas, velas gigantes, humo negro, ataúdes con gente adentro disfrazada de esqueleto, apagón de luces en todo el estadio y la marcha fúnebre que sonaba en los altoparlantes. Aquel fue el último partido del Torneo Final. Al campeonato siguiente, la Academia terminó 19° y tuvieron que pasar ocho fechas como local para que un futbolista de Racing pudiera volver a convertir en el Cilindro: fue Bruno Zuculini, actual jugador del plantel, en un ajustado triunfo por 1 a 0 ante el River de Ramón Díaz.

En esta campaña de Copa Sudamericana también aparecen las intervenciones mágicas. La noche que por fin Racing rompió la barrera de los cuartos de final en una copa internacional, ante Athletico Paranaense, Agustín Almendra anotó a los 18 segundos de partido, apenas el cuarto jugador local en tocar la pelota. Un milagro en Avellaneda. También aporta su condimento esa lluvia bíblica en el Arena Corinthians, con los golazos de Salas y Martirena, y los resbalones de Costas para el empate 2 a 2 de la idea de la semifinal. Más allá de la rapidez del alcanzapelotas Martín Santoro que se volvió famosa en la previa al segundo zurdazo de Juanfer ante el Timao, hubo un guiño previo en la jugada. Antes, la bola se había ido a la tribuna; cuando volvió desde quedó apoyada justo en la línea lateral, lista para que Santoro y Salas apuren la jugada. Tiempo y espacio divinos.

El empuje de esa ilusión y de esa fe es lo que moviliza a unas 40 mil almas racinguistas a peregrinar hasta Asunción. Todo se pondrá a prueba para Racing nada menos que en la capital del país más religioso de Latinoamérica, con una especial adhesión a la Iglesia Católica de un 88% de la población, según los datos del Latinobarómetro, en 2017. Fue aquí, en 1547, diez años después la fundación de Asunción, que se creó la primera diócesis del Río de la Plata. Además de fantasear con los goles de Maravilla o con la pegada de Quintero, lo que les quita el sueño a los hinchas por estas horas es poder ingresar al estadio la Nueva Olla. Una cancha redonda como el Cilindro. O como el Nacional de Santiago, donde Racing se consagró campeón de la Libertadores 1967. O como el Centenario de Montevideo, donde la Academia conquistó el mundo ese mismo año. O como el Mineirão de Belo Horizonte, donde el propio Costas dio la vuelta olímpica con la Supercopa en la mano en 1988. Coincidencias, argumentos, supersticiones a los que los hinchas se aferran para hacer crecer la confianza. Porque para Racing, por estas horas, todo es cuestión de fe.

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