Técnica Alexander: la práctica para deshacerse de hábitos arraigados en busca del equilibrio

La Técnica Alexander es una práctica de reeducación psicofísica, un proceso de aprendizaje que permite desarrollar la habilidad de deshacer hábitos inconscientes y automáticos que tienden a interferir con el funcionamiento general del organismo a partir de un uso más eficiente para optimizarlo.

Se basa en las observaciones personales de Frederick Matthias Alexander (1869-1955), un actor australiano que sostenía que la postura podía mejorar si uno era más consciente de sus propios movimientos corporales.

“Si observamos a un niño pequeño moviéndose, podemos reconocer equilibrio y coordinación natural. Gran parte del trabajo con la Técnica Alexander es recuperar ese equilibrio y facilidad de movimiento y coordinación en nuestra estructura para aportarnos plenitud, potencia y vitalidad a nuestras vidas”, explica Verónica Bellón, directora del Centro de Estudio de Técnica Alexander (CETA) y profesora de la Escuela de Técnica Alexander Buenos Aires (Etaba).

Así como el organismo trabaja de manera integrada, este método se aplica a la persona como totalidad. Desde ese punto de vista, un hábito particular (ya sea físico, mental o emocional) es parte de cierta manera general de usarse a sí mismo y el cambio fundamental de cualquier hábito no es posible mientras esta manera de uso persista.

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“Las clases de TA son, en general, individuales. Se utilizan procesos cotidianos como sentarse, pararse, acostarse o alguna otra actividad simple, para poder hacer foco en la manera en la que nos “usamos” habitualmente, concepto esencial de la técnica, que significa el patrón general de cómo me muevo, me pienso, me equilibro y me estabilizo en el mundo en términos globales”, señala por su parte Violeta Winograd, directora de Etaba, facilitadora en comunicación no violenta y autora del libro Más allá de los hábitos.

Durante la práctica, el docente acompaña con el contacto de sus manos, como una herramienta más de observación y para transmitir las experiencias sensoriales y las direcciones que se requieren para deshacer tensiones y acortamientos innecesarios. Con la ayuda de ciertas instrucciones verbales, los practicantes se vuelven cada vez más conscientes de los hábitos que los interfieren y aprenden de a poco a dejarlos ir, lo que permite una mayor eficiencia, coordinación y soltura en la manera de funcionar.

“Podríamos pensar el devenir de las clases como un proceso de reorganización general del organismo. No tratamos con dolores, malestares o síntomas específicos. Sin embargo, durante el proceso, muchas veces estos malestares tienden a desaparecer. El organismo, según cómo esté organizado, va a percibir el mundo desde ese lugar al que está acostumbrado y esa percepción va a condicionar la forma en que interpreta y siente aquello que percibe. Todo es un solo engranaje indivisible”, sigue Winograd.

En particular, la técnica hace foco y presta mayor atención a la relación cabeza-cuello, o cabeza-cuello-espalda, según Alexander, una relación esencial al organismo: “Hablar de la relación cabeza-columna es hablar también del sistema nervioso central. El lugar por donde pasan todos los estímulos del exterior, por donde procesamos toda esa información, le damos sentido y coordinamos nuestro organismo para responder al medio. En las clases se habla mucho de soltar o dejar de hacer”, explica Winograd.

La práctica que gana cada vez más adeptos por sus múltiples beneficios y enfoque personalizado

“Es difícil hacer una descripción precisa de los posibles beneficios de las clases de Técnica Alexander. La manera en que cada uno de nosotros interfiere con su coordinación y equilibrio es singular. En la Técnica atendemos al uso general que cada persona hace de sí misma. Cuando dejamos de interferir pueden darse muchos cambios. En mi caso, el dolor de ciática desapareció. Lo mismo puede suceder con una molestia en un brazo, dolor de espalda, de cabeza, mareos, bruxismo o algo por el estilo, pero también es una gran herramienta de autocuidado y prevención”, sigue Verónica Bellón, bailarina y coreógrafa que realizó su formación de Técnica Alexander en Alexander Technique Opleiding Nederland (ATON), en Amsterdam, Holanda.

“La forma en que nos organizamos internamente tiene un efecto directo en el disfrute que podemos tener o no de la experiencia de vivir. Cuando ese organismo se ordena, la vida transcurre de manera radicalmente diferente”, señala Winograd. Y añade: “Como la vida es compleja y las intervenciones nos llevan por caminos inesperados, no nos centramos en la búsqueda de un fin, sino que trabajamos con lo que Alexander llamó ‘los medios por los cuales’. Nuestro foco está puesto en el cómo mucho más que en el qué”.

Bellón aclara que lo que enseñan no es, por ejemplo, una forma diferente de levantarse de una silla, sino una forma de activar la unidad cuerpo/mente, para recuperar una organización y soporte natural sin esfuerzo. “De alguna manera lo que aprendés es a estar más presente en cada acto de tu vida, a reconocer tus hábitos y preferencias y a distinguir cuándo están condicionando o interfiriendo en tu equilibrio y vitalidad”, concluye la bailarina.

La Técnica Alexander es una práctica de reeducación psicofísica, un proceso de aprendizaje que permite desarrollar la habilidad de deshacer hábitos inconscientes y automáticos que tienden a interferir con el funcionamiento general del organismo a partir de un uso más eficiente para optimizarlo.

Se basa en las observaciones personales de Frederick Matthias Alexander (1869-1955), un actor australiano que sostenía que la postura podía mejorar si uno era más consciente de sus propios movimientos corporales.

“Si observamos a un niño pequeño moviéndose, podemos reconocer equilibrio y coordinación natural. Gran parte del trabajo con la Técnica Alexander es recuperar ese equilibrio y facilidad de movimiento y coordinación en nuestra estructura para aportarnos plenitud, potencia y vitalidad a nuestras vidas”, explica Verónica Bellón, directora del Centro de Estudio de Técnica Alexander (CETA) y profesora de la Escuela de Técnica Alexander Buenos Aires (Etaba).

Así como el organismo trabaja de manera integrada, este método se aplica a la persona como totalidad. Desde ese punto de vista, un hábito particular (ya sea físico, mental o emocional) es parte de cierta manera general de usarse a sí mismo y el cambio fundamental de cualquier hábito no es posible mientras esta manera de uso persista.

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Durante la práctica, el docente acompaña con el contacto de sus manos, como una herramienta más de observación y para transmitir las experiencias sensoriales y las direcciones que se requieren para deshacer tensiones y acortamientos innecesarios. Con la ayuda de ciertas instrucciones verbales, los practicantes se vuelven cada vez más conscientes de los hábitos que los interfieren y aprenden de a poco a dejarlos ir, lo que permite una mayor eficiencia, coordinación y soltura en la manera de funcionar.

“Podríamos pensar el devenir de las clases como un proceso de reorganización general del organismo. No tratamos con dolores, malestares o síntomas específicos. Sin embargo, durante el proceso, muchas veces estos malestares tienden a desaparecer. El organismo, según cómo esté organizado, va a percibir el mundo desde ese lugar al que está acostumbrado y esa percepción va a condicionar la forma en que interpreta y siente aquello que percibe. Todo es un solo engranaje indivisible”, sigue Winograd.

En particular, la técnica hace foco y presta mayor atención a la relación cabeza-cuello, o cabeza-cuello-espalda, según Alexander, una relación esencial al organismo: “Hablar de la relación cabeza-columna es hablar también del sistema nervioso central. El lugar por donde pasan todos los estímulos del exterior, por donde procesamos toda esa información, le damos sentido y coordinamos nuestro organismo para responder al medio. En las clases se habla mucho de soltar o dejar de hacer”, explica Winograd.

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“Es difícil hacer una descripción precisa de los posibles beneficios de las clases de Técnica Alexander. La manera en que cada uno de nosotros interfiere con su coordinación y equilibrio es singular. En la Técnica atendemos al uso general que cada persona hace de sí misma. Cuando dejamos de interferir pueden darse muchos cambios. En mi caso, el dolor de ciática desapareció. Lo mismo puede suceder con una molestia en un brazo, dolor de espalda, de cabeza, mareos, bruxismo o algo por el estilo, pero también es una gran herramienta de autocuidado y prevención”, sigue Verónica Bellón, bailarina y coreógrafa que realizó su formación de Técnica Alexander en Alexander Technique Opleiding Nederland (ATON), en Amsterdam, Holanda.

“La forma en que nos organizamos internamente tiene un efecto directo en el disfrute que podemos tener o no de la experiencia de vivir. Cuando ese organismo se ordena, la vida transcurre de manera radicalmente diferente”, señala Winograd. Y añade: “Como la vida es compleja y las intervenciones nos llevan por caminos inesperados, no nos centramos en la búsqueda de un fin, sino que trabajamos con lo que Alexander llamó ‘los medios por los cuales’. Nuestro foco está puesto en el cómo mucho más que en el qué”.

Bellón aclara que lo que enseñan no es, por ejemplo, una forma diferente de levantarse de una silla, sino una forma de activar la unidad cuerpo/mente, para recuperar una organización y soporte natural sin esfuerzo. “De alguna manera lo que aprendés es a estar más presente en cada acto de tu vida, a reconocer tus hábitos y preferencias y a distinguir cuándo están condicionando o interfiriendo en tu equilibrio y vitalidad”, concluye la bailarina.

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