Por su timbre cálido y luminoso de tenor lírico, por su técnica sólida y depurada, por el estilo y el repertorio, Ramón Vargas (64) es sinónimo de belcanto a nivel mundial. Desde su espectacular debut —nada menos que en en el Met (Metropolitan Opera House de New York) reemplazando a Luciano Pavarotti y en La Scala de Milán bajo la batuta de Riccardo Muti—, el nombre del famoso tenor mexicano radicado en Viena desde hace cuatro décadas ha encabezado las carteleras de los mejores teatros líricos. Distinguido desde el comienzo —desde el primer premio del Concurso Enrico Caruso en Milán, el Echo Klassik de Alemania o el Artista del año en Inglaterra, hasta el más prestigioso reconocimiento para un cantante: la condecoración como Kammersänger que otorga Austria—, su trayectoria ha gozado de un reconocimiento constante. Al Colón llegó por primera vez para cantar La Favorita en 1995, y solo regresó en 2019 para Los cuentos de Hoffmann. En virtud de su vasta experiencia artística colaborando con las grandes casas de ópera y una vida intensa como ciudadano del mundo, no solo de su rol en la presente producción verdiana de la cual es estrella indiscutida, LA NACION quiso también conocer la experta mirada del músico sobre otros temas que afectan a la actividad como son la política y la gestión de la cultura.
-¿Cómo estás viviendo este regreso a la Argentina? Un momento particular para el Colón, que acaba de presentar sus nuevas autoridades.
-Estoy muy contento de volver a Buenos Aires, porque vine muy poco. Y este Un Ballo in Maschera, que es mi tercera vez aquí, con la puesta con Rita Cosentino tiene lo necesario para que funcione muy bien. En cuanto al cambio de autoridades, sabemos cómo son nuestros países y toda la región: siempre oscilando en una gran inestabilidad, no solo a nivel económico. Nos falta, y hablo en general, una política cultural clara.
-¿Qué sería “una política cultural clara”?
-Que, suceda lo que suceda, pase quien pase y cambie quien cambie en la institución, la línea de trabajo, la visión y el nivel se mantengan. Creo que Andrés Rodríguez es una persona capaz. Espero que tenga los elementos suficientes para volver a levantar este gran teatro.
-Más allá de las fluctuaciones de la moneda y la incertidumbre económica, ¿en qué se refleja la inestabilidad en un teatro vinculado con el mundo?
-En sus grandes altibajos. Cuando percibís que hay vaivenes en materia de calidad, te das cuenta de que algo no funciona. El Met también puede tener altibajos, pero la fluctuación nunca es pronunciada. Lo mismo para La Scala de Milán, Staatsoper de Viena, Ópera de París. Todas esas casas tienen momentos mejores que otros, pero la diferencia entre lo muy bueno y lo no tanto es mínima, no hay extremos en cuanto a la calidad y organización de sus espectáculos. Lo que sucede en nuestros países es que la inestabilidad es tan grande que los directores no pueden planear una temporada ni diseñar una programación porque no saben con qué presupuesto cuentan, ni si el dinero les llega a tiempo o ni siquiera les llega, o les llega menos, o les avisan que de repente hay un plan de austeridad. Y así no se puede invitar a los artistas de categoría porque tampoco pueden quedar mal con ellos, diciéndoles primero que sí y después que no. O que sí te invitan y después no tienen para pagarte, te pagan menos o te pagan tarde. Todo eso va creando una pésima imagen en el mundo. Y el Colón lo ha sufrido. Es una pena porque debería seguir siendo un teatro referencia, después del Met, el de mayor prestigio para toda América.
-Es conocida la historia y es apreciada la acústica ¿En qué más radica el prestigio?
-En que históricamente convocaba a los mejores. Estuvieron todos los grandes cantantes del mundo. Aquí, la ópera es una reminiscencia de las raíces europeas que tiene la mayoría de los argentinos. Ya sean italianos o alemanes, la ópera los conecta con las raíces y el pasado europeo. Por eso la lírica se vive de una manera diferente, aquí todo es mucho más pasional que en otros lugares. En México no tenemos ese origen ni esos lazos. Nosotros nos sentimos mexicanos. Aquí en cambio, los padres, los abuelos o bisabuelos que llegaron de Europa crearon un determinado ambiente. Los elencos que llegaban al Colón eran excepcionales. En el siglo XX, con las dos guerras, Europa quedó destruida. No había dónde hacer nada, pero para los cantantes estaba la posibilidad de venir aquí. Tenían el Met y el Colón. Y después venía México, que quedaba de paso, y así se creó un circuito internacional prestigioso donde las dos puntas (Buenos Aires y New York) fueron los objetivos principales. Con el tiempo, las cosas cambiaron, pero al Colón le quedó su gran nombre y hoy, a pesar de los altibajos y las vacas flacas, sigue siendo un teatro importante. Por eso me refiero a tener una política cultural clara donde pase lo que pase, el teatro tenga la capacidad de producir espectáculos de primer nivel. Y es curioso, pero es así: mucho del desarrollo de una ciudad se refleja en el nivel de su ópera. Londres, París, Berlín, Madrid… Todas capitales donde el altísimo nivel de su teatro de ópera refleja el desarrollo cultural del país. Y el desarrollo cultural implica todo, incluido lo económico.
“En el siglo XX, con las dos guerras, Europa quedó destruida. No había dónde hacer nada, pero para los cantantes estaba la posibilidad de venir aquí. Tenían el Met y tenían el Colón”
-¿Por ejemplo?
-La Argentina ha tenido vaivenes políticos -no me voy a referir a ese punto-, y la política provocó una enorme inestabilidad económica que se refleja en la capacidad productiva. A veces presentan cosas extraordinarias y otras que prácticamente son un relleno para salvar la situación. ¿Ejemplo? Si para la selección de fútbol convocás a los campeones del mundo, pero completás el equipo con jugadores de la segunda división porque en un punto no te alcanzó para traer a los mejores, solo estás armando algo para salir del paso. Eso es la calidad. Aun así, el Colón sigue teniendo su prestigio, y yo estoy muy contento y orgulloso de cantar aquí.
Disfraces: de la política al romance
-Con referencia a esa idea (la metáfora de una selección de fútbol), ¿cómo te sentís en esta producción?
-Rita Cosentino, argentina radicada en España, tiene mucha experiencia y no está haciendo nada loco ni raro. No hay nada disruptivo en esta puesta. Trasladó la historia a principios del siglo XX sin cambiar la esencia del drama. A la directora Beatrice Venezi, no la conocía, pero creo que está bien preparada, sabe los textos y el repertorio de Verdi. Tiene un camino por desarrollar y una oportunidad importante en esta posición artística que le ofrece el Colón. En cuanto a mi colega, la soprano Alessandra Di Giorgio, es una cantante emocionante. Canta con emoción y musicalidad y logra transmitir la tragedia de su personaje, una víctima incluso de ella misma.
-¿Qué cuenta Verdi en Un Ballo in Maschera y tu personaje, Riccardo?
-Esta ópera sufrió muchos cambios, porque Verdi quería contar la historia de Gustavo III de Suecia, que tuvo un atentado en un baile de máscaras. En ese momento acababa de ocurrir otro atentado, entonces le pidieron que desistiera del argumento. No le quedó más que modificarlo y poner a un gobernador en Boston. La estructura es la misma y compuso con la idea de Gustavo en mente: un autoritario al que le gustaba el teatro y la actuación, de hecho, se preparaba como actor, le gustaban los disfraces y se divertía con las representaciones. Por eso en la obra hay tantas escenas de ese tipo. Tenía esa veta artística y superficial que lo alejaba de la imagen soberana. Vocalmente eso está claro porque el rol no fue escrito para un tenor dramático sino lírico, con trinos y recursos del belcanto y la comedia. Es un rol complicado que requiere de una voz capaz de sostener tanto tiempo de canto y una personalidad que le de interés y credibilidad. Verdi además incorpora un rol travestito, que para su época estaba completamente en desuso. Es una obra singular con un final hermoso cuando Riccardo, un descarado total, asume su equivocación, su abuso del poder y la amistad. Y como les pasa a muchos héroes románticos: el error lo paga con la vida. Verdi quiso hacer una ópera política, pero como no se lo permitieron, terminó escribiendo un típico triángulo amoroso, romántico y pasional.
Ciudadano del mundo
-Como mexicano respecto de los Estados Unidos y latinoamericano radicado en Viena, sería bueno conocer tu mirada frente a la política actual.
-Europa y los Estados Unidos están aprovechando el fenómeno de la inmigración para tomar decisiones políticas muy graves. “Los inmigrantes son peligrosos”. Yo mismo soy un inmigrante en Europa. Puedo afirmar que gran mayoría de los mexicanos que van a los Estados Unidos, desde gente humilde hasta profesionales como yo, son en un 95% gente buena que quiere trabajar. No ves mexicanos tirados en la calle, pidiendo limosna. Son trabajadores de bajo perfil que lo último que quieren es causar problemas, porque saben que los echan. Y esa situación fue utilizada por Donald Trump para instalar el miedo.
-Otro tema muy distinto es la migración musulmana en Europa.
-Y también diferente la inmigración musulmana de Austria de la de Francia. porque los franceses hicieron colonias de las cuales se enriquecieron. Ahora son ciudadanos propios que exigen que les respeten su religiosidad. Austria. en cambio. es un país católico con una constitución católica. entonces cuando llegan las minorías reclamando en nombre de la libertad religiosa que les construyan sus mezquitas, Austria les dice: “¿Qué libertad religiosa? Aquí somos católicos. No te construimos nada ni te damos dinero para tus mezquitas. Y si no te gusta, por favor vete”. Ellos se quedan, pero no son una comunidad conflictiva como en Alemania, donde sí hay violencia. En Austria hay un control estricto. ¡Claro que es un país más chico, que necesita mano de obra! Allí no tenemos gente para trabajos manuales, no hay albañiles por ejemplo, entonces los traen de Rusia, Polonia, Croacia… Trabajan un tiempo y se llevan los euros. Los países ricos siempre se han aprovechado de los más pobres, aun a sabiendas de que es un esquema autodestructivo. ¡Y Europa se está muriendo! Italia, España… Son todos países viejos. Esa inseguridad frente al inmigrante se está aprovechando a nivel político. Hoy hay una extrema derecha fuerte en Alemania -preocupante, porque los alemanes no se andan con vueltas-, en Austria y en Francia. Se está sembrando otra vez el miedo al extranjero, atemorizando a la gente con que “vendrán a quitarnos todo” ¡Y a México le pasa eso mismo! Nos vamos a Europa o a los Estados Unidos mientras México recibe aluviones de gente escapando del “paraíso venezolano”. ¡Qué ironía este mundo!
Para agendar
Un ballo in maschera. Ópera en 3 actos de Giuseppe Verdi, con libreto de Antonio Somma. Dirección Musical: Beatrice Venezi. Dirección de escena y coreografía: Rita Cosentino. Escenografía: Enrique Bordolini. Orquesta Estable y Coro Estable del Teatro Colón con dirección de Miguel Martínez. Intérpretes: Ramón Vargas (Riccardo), Alessandra di Giorgio (Amelia), Germán Enrique Alcántara (Renato), Guadalupe Barrientos (Ulrika) y elenco. Nueva producción del Teatro Colón. Estreno: jueves 28 a las 20. Próximas funciones: viernes 29; 1°, 3, 4 y 5 de diciembre.
Por su timbre cálido y luminoso de tenor lírico, por su técnica sólida y depurada, por el estilo y el repertorio, Ramón Vargas (64) es sinónimo de belcanto a nivel mundial. Desde su espectacular debut —nada menos que en en el Met (Metropolitan Opera House de New York) reemplazando a Luciano Pavarotti y en La Scala de Milán bajo la batuta de Riccardo Muti—, el nombre del famoso tenor mexicano radicado en Viena desde hace cuatro décadas ha encabezado las carteleras de los mejores teatros líricos. Distinguido desde el comienzo —desde el primer premio del Concurso Enrico Caruso en Milán, el Echo Klassik de Alemania o el Artista del año en Inglaterra, hasta el más prestigioso reconocimiento para un cantante: la condecoración como Kammersänger que otorga Austria—, su trayectoria ha gozado de un reconocimiento constante. Al Colón llegó por primera vez para cantar La Favorita en 1995, y solo regresó en 2019 para Los cuentos de Hoffmann. En virtud de su vasta experiencia artística colaborando con las grandes casas de ópera y una vida intensa como ciudadano del mundo, no solo de su rol en la presente producción verdiana de la cual es estrella indiscutida, LA NACION quiso también conocer la experta mirada del músico sobre otros temas que afectan a la actividad como son la política y la gestión de la cultura.
-¿Cómo estás viviendo este regreso a la Argentina? Un momento particular para el Colón, que acaba de presentar sus nuevas autoridades.
-Estoy muy contento de volver a Buenos Aires, porque vine muy poco. Y este Un Ballo in Maschera, que es mi tercera vez aquí, con la puesta con Rita Cosentino tiene lo necesario para que funcione muy bien. En cuanto al cambio de autoridades, sabemos cómo son nuestros países y toda la región: siempre oscilando en una gran inestabilidad, no solo a nivel económico. Nos falta, y hablo en general, una política cultural clara.
-¿Qué sería “una política cultural clara”?
-Que, suceda lo que suceda, pase quien pase y cambie quien cambie en la institución, la línea de trabajo, la visión y el nivel se mantengan. Creo que Andrés Rodríguez es una persona capaz. Espero que tenga los elementos suficientes para volver a levantar este gran teatro.
-Más allá de las fluctuaciones de la moneda y la incertidumbre económica, ¿en qué se refleja la inestabilidad en un teatro vinculado con el mundo?
-En sus grandes altibajos. Cuando percibís que hay vaivenes en materia de calidad, te das cuenta de que algo no funciona. El Met también puede tener altibajos, pero la fluctuación nunca es pronunciada. Lo mismo para La Scala de Milán, Staatsoper de Viena, Ópera de París. Todas esas casas tienen momentos mejores que otros, pero la diferencia entre lo muy bueno y lo no tanto es mínima, no hay extremos en cuanto a la calidad y organización de sus espectáculos. Lo que sucede en nuestros países es que la inestabilidad es tan grande que los directores no pueden planear una temporada ni diseñar una programación porque no saben con qué presupuesto cuentan, ni si el dinero les llega a tiempo o ni siquiera les llega, o les llega menos, o les avisan que de repente hay un plan de austeridad. Y así no se puede invitar a los artistas de categoría porque tampoco pueden quedar mal con ellos, diciéndoles primero que sí y después que no. O que sí te invitan y después no tienen para pagarte, te pagan menos o te pagan tarde. Todo eso va creando una pésima imagen en el mundo. Y el Colón lo ha sufrido. Es una pena porque debería seguir siendo un teatro referencia, después del Met, el de mayor prestigio para toda América.
-Es conocida la historia y es apreciada la acústica ¿En qué más radica el prestigio?
-En que históricamente convocaba a los mejores. Estuvieron todos los grandes cantantes del mundo. Aquí, la ópera es una reminiscencia de las raíces europeas que tiene la mayoría de los argentinos. Ya sean italianos o alemanes, la ópera los conecta con las raíces y el pasado europeo. Por eso la lírica se vive de una manera diferente, aquí todo es mucho más pasional que en otros lugares. En México no tenemos ese origen ni esos lazos. Nosotros nos sentimos mexicanos. Aquí en cambio, los padres, los abuelos o bisabuelos que llegaron de Europa crearon un determinado ambiente. Los elencos que llegaban al Colón eran excepcionales. En el siglo XX, con las dos guerras, Europa quedó destruida. No había dónde hacer nada, pero para los cantantes estaba la posibilidad de venir aquí. Tenían el Met y el Colón. Y después venía México, que quedaba de paso, y así se creó un circuito internacional prestigioso donde las dos puntas (Buenos Aires y New York) fueron los objetivos principales. Con el tiempo, las cosas cambiaron, pero al Colón le quedó su gran nombre y hoy, a pesar de los altibajos y las vacas flacas, sigue siendo un teatro importante. Por eso me refiero a tener una política cultural clara donde pase lo que pase, el teatro tenga la capacidad de producir espectáculos de primer nivel. Y es curioso, pero es así: mucho del desarrollo de una ciudad se refleja en el nivel de su ópera. Londres, París, Berlín, Madrid… Todas capitales donde el altísimo nivel de su teatro de ópera refleja el desarrollo cultural del país. Y el desarrollo cultural implica todo, incluido lo económico.
“En el siglo XX, con las dos guerras, Europa quedó destruida. No había dónde hacer nada, pero para los cantantes estaba la posibilidad de venir aquí. Tenían el Met y tenían el Colón”
-¿Por ejemplo?
-La Argentina ha tenido vaivenes políticos -no me voy a referir a ese punto-, y la política provocó una enorme inestabilidad económica que se refleja en la capacidad productiva. A veces presentan cosas extraordinarias y otras que prácticamente son un relleno para salvar la situación. ¿Ejemplo? Si para la selección de fútbol convocás a los campeones del mundo, pero completás el equipo con jugadores de la segunda división porque en un punto no te alcanzó para traer a los mejores, solo estás armando algo para salir del paso. Eso es la calidad. Aun así, el Colón sigue teniendo su prestigio, y yo estoy muy contento y orgulloso de cantar aquí.
Disfraces: de la política al romance
-Con referencia a esa idea (la metáfora de una selección de fútbol), ¿cómo te sentís en esta producción?
-Rita Cosentino, argentina radicada en España, tiene mucha experiencia y no está haciendo nada loco ni raro. No hay nada disruptivo en esta puesta. Trasladó la historia a principios del siglo XX sin cambiar la esencia del drama. A la directora Beatrice Venezi, no la conocía, pero creo que está bien preparada, sabe los textos y el repertorio de Verdi. Tiene un camino por desarrollar y una oportunidad importante en esta posición artística que le ofrece el Colón. En cuanto a mi colega, la soprano Alessandra Di Giorgio, es una cantante emocionante. Canta con emoción y musicalidad y logra transmitir la tragedia de su personaje, una víctima incluso de ella misma.
-¿Qué cuenta Verdi en Un Ballo in Maschera y tu personaje, Riccardo?
-Esta ópera sufrió muchos cambios, porque Verdi quería contar la historia de Gustavo III de Suecia, que tuvo un atentado en un baile de máscaras. En ese momento acababa de ocurrir otro atentado, entonces le pidieron que desistiera del argumento. No le quedó más que modificarlo y poner a un gobernador en Boston. La estructura es la misma y compuso con la idea de Gustavo en mente: un autoritario al que le gustaba el teatro y la actuación, de hecho, se preparaba como actor, le gustaban los disfraces y se divertía con las representaciones. Por eso en la obra hay tantas escenas de ese tipo. Tenía esa veta artística y superficial que lo alejaba de la imagen soberana. Vocalmente eso está claro porque el rol no fue escrito para un tenor dramático sino lírico, con trinos y recursos del belcanto y la comedia. Es un rol complicado que requiere de una voz capaz de sostener tanto tiempo de canto y una personalidad que le de interés y credibilidad. Verdi además incorpora un rol travestito, que para su época estaba completamente en desuso. Es una obra singular con un final hermoso cuando Riccardo, un descarado total, asume su equivocación, su abuso del poder y la amistad. Y como les pasa a muchos héroes románticos: el error lo paga con la vida. Verdi quiso hacer una ópera política, pero como no se lo permitieron, terminó escribiendo un típico triángulo amoroso, romántico y pasional.
Ciudadano del mundo
-Como mexicano respecto de los Estados Unidos y latinoamericano radicado en Viena, sería bueno conocer tu mirada frente a la política actual.
-Europa y los Estados Unidos están aprovechando el fenómeno de la inmigración para tomar decisiones políticas muy graves. “Los inmigrantes son peligrosos”. Yo mismo soy un inmigrante en Europa. Puedo afirmar que gran mayoría de los mexicanos que van a los Estados Unidos, desde gente humilde hasta profesionales como yo, son en un 95% gente buena que quiere trabajar. No ves mexicanos tirados en la calle, pidiendo limosna. Son trabajadores de bajo perfil que lo último que quieren es causar problemas, porque saben que los echan. Y esa situación fue utilizada por Donald Trump para instalar el miedo.
-Otro tema muy distinto es la migración musulmana en Europa.
-Y también diferente la inmigración musulmana de Austria de la de Francia. porque los franceses hicieron colonias de las cuales se enriquecieron. Ahora son ciudadanos propios que exigen que les respeten su religiosidad. Austria. en cambio. es un país católico con una constitución católica. entonces cuando llegan las minorías reclamando en nombre de la libertad religiosa que les construyan sus mezquitas, Austria les dice: “¿Qué libertad religiosa? Aquí somos católicos. No te construimos nada ni te damos dinero para tus mezquitas. Y si no te gusta, por favor vete”. Ellos se quedan, pero no son una comunidad conflictiva como en Alemania, donde sí hay violencia. En Austria hay un control estricto. ¡Claro que es un país más chico, que necesita mano de obra! Allí no tenemos gente para trabajos manuales, no hay albañiles por ejemplo, entonces los traen de Rusia, Polonia, Croacia… Trabajan un tiempo y se llevan los euros. Los países ricos siempre se han aprovechado de los más pobres, aun a sabiendas de que es un esquema autodestructivo. ¡Y Europa se está muriendo! Italia, España… Son todos países viejos. Esa inseguridad frente al inmigrante se está aprovechando a nivel político. Hoy hay una extrema derecha fuerte en Alemania -preocupante, porque los alemanes no se andan con vueltas-, en Austria y en Francia. Se está sembrando otra vez el miedo al extranjero, atemorizando a la gente con que “vendrán a quitarnos todo” ¡Y a México le pasa eso mismo! Nos vamos a Europa o a los Estados Unidos mientras México recibe aluviones de gente escapando del “paraíso venezolano”. ¡Qué ironía este mundo!
Para agendar
Un ballo in maschera. Ópera en 3 actos de Giuseppe Verdi, con libreto de Antonio Somma. Dirección Musical: Beatrice Venezi. Dirección de escena y coreografía: Rita Cosentino. Escenografía: Enrique Bordolini. Orquesta Estable y Coro Estable del Teatro Colón con dirección de Miguel Martínez. Intérpretes: Ramón Vargas (Riccardo), Alessandra di Giorgio (Amelia), Germán Enrique Alcántara (Renato), Guadalupe Barrientos (Ulrika) y elenco. Nueva producción del Teatro Colón. Estreno: jueves 28 a las 20. Próximas funciones: viernes 29; 1°, 3, 4 y 5 de diciembre.
El famoso tenor mexicano —estrella de la lírica mundial— regresa a Buenos Aires para protagonizar la nueva producción del Teatro Colón; será la figura de Un ballo in maschera, la ópera de Verdi que cerrará la temporada lírica del coliseo porteño Read More