El martes a la tarde el precario entramado de intereses y conveniencias que movilizan a las distintas fuerzas políticas pareció crujir como nunca antes. En la reunión de Labor Parlamentaria de Diputados el líder de los peronistas, Germán Martínez, dejó atónitos a los que estaban allí. Planteó que si no se daba de baja del temario el proyecto de ficha limpia se caían “todos los acuerdos, los de Diputados, y también los del Senado”. Habló también de que corría riesgos “la gobernabilidad de la cámara”. Nunca antes el kirchnerismo había jugado tan fuerte para presionar al oficialismo. Los jefes de bloque presentes tradujeron inmediatamente a qué se refería el diputado santafesino: las conversaciones por la eliminación de las PASO, las negociaciones por los jueces de la Corte y la continuidad de Martin Menem al frente de la Cámara de Diputados. Más que un pacto, una advertencia basada en intereses convergentes. En el mercado de la realpolitik, la ética cotiza en baja.
Si bien se mantuvo en pie la sesión para tratar ficha limpia, Silvia Lospennato, la autora de la iniciativa, empezó a intuir una emboscada. Habló con el diputado Nicolás Mayoraz, referente libertario en el tema, quien le garantizó que aportarían 38 legisladores y que sólo se ausentaría Marcela Pagano. Como le había llegado el rumor de que Menem estaba convenciendo a algunos colegas para que no estuvieran en la sesión, intentó hablar con él. No la atendió. En la reunión de su propio bloque, el Pro, Lospennato buscó asegurarse la asistencia y apuntó sobre todo a Gabriel Chumpitaz y José Nuñez, quienes se habían ausentado la semana anterior. Nuñez se excusó con la voz quebrada por no haber llegado por inconvenientes en la ruta a Santa Fe y prometió estar. En tono de broma le ofrecieron una cama para que se quedara en la Capital y un despertador para que no se durmiera. El miércoles a la noche, Lospennato reportó en el grupo de chat que creó especialmente para el tema que tenían 131 votos. Buen descanso y felices sueños.
El amanecer del día siguiente mostró otra realidad: en el recinto sólo había 116 diputados. Faltaron legisladores de todos los bloques, incluidos 8 libertarios. “A mí me llamaron y me dijeron que no tenía que bajar”, admitió uno de los oficialistas ausentes. En LLA reconocieron que quienes sí intentaron dar quorum ignoraban que había una indicación de la Casa Rosada para hacer naufragar la sesión y que ellos eran parte de una coreografía. Unos debían aportar bancas a favor, y otros restarle. Chumpitaz y Nuñez volvieron a tener problemas de acceso, según el Pro generados por alguna gestión de Patricia Bullrich. Se dieron situaciones verdaderamente bizarras, como el cruce de acusaciones entre llantos y gritos de Lourdes Arrieta con Emilia Orozco, cuando ambas habían estado ausentes al momento de sesionar y recién bajaron para las expresiones de catarsis posterior. La imagen de Germán Martínez parado en un pasillo con actitud de supervisor, completó la escena.
Lospennato entendió rápido que todo se trataba de un grotesco y estalló: “Estoy hace dos semanas juntando los votos y nadie tuvo al menos la gentileza de avisarnos que no bajarían así no hacíamos el ridículo de quedarnos en el recinto mirando el tablero para ver cuántos diputados había. Firmamos el dictamen el 30 de septiembre, y algunos de los libertarios ausentes también lo acompañaron ¿Qué les pasó?”. Los libertarios, en reserva, retrucaron: “Hoy les agarró un ataque de purismo, pero el miércoles cuando se trató el proyecto de ludopatía varios no votaron el artículo 8 sobre la publicidad porque los presionaba el Tano Angelici”. La sensación es que este episodio marcó el punto más alto de desconfianza entre el Pro y LLA, una relación que atraviesa su peor momento. Juan Manuel López, otro promotor de la iniciativa fue más directo y habló de un “pacto” entre el kirchnerismo y el Gobierno. Incluso Oscar Zago, exjefe de bloque de LLA, ironizó con una frase ácida: “La casta no tiene miedo”. Trompetas, coros, fuegos artificiales y un final de sesiones ordinarias a todo esplendor con una gran puesta en escena.
Más allá de la trastienda de una sesión imposible, emerge un dato insoslayable: el Congreso se transformó en un territorio caótico. Históricamente el período ordinario terminaba con una megasesión en la que todos los bloques acordaban una agenda con los temas que le interesaba a cada uno. Era la gran gala de la casta. Esta vez en la última semana hubo cuatro convocatorias a sesiones, impulsadas desde distintos bloques, de las cuales sólo prosperó la de ludopatía el miércoles. Se cayeron la de ficha limpia, la de reforma sindical y el rechazo al DNU 846 sobre canje de deuda. Para el Gobierno representa un doble triunfo, porque no sólo evitó leyes incómodas, sino que logró su objetivo de que la política no converse a su espalda. En su debilidad legislativa, la fragmentación es el mejor escenario. Es la hipótesis que plantea Nassin Taleb en su libro Antifrágil: “Algunas cosas se benefician de los sobresaltos, prosperan y crecen cuando se exponen a la volatilidad, la aleatoriedad, el desorden y los factores estresantes y aman la aventura, el riesgo y la incertidumbre”.
La ética y la estética
Pero este logro le exigió a LLA una contorsión ética que le generó un inevitable ruido interno, como siempre expresado en las redes, el ágora del debate libertario. Es difícil de explicar cómo una fuerza llamada a romper con la casta no vota contra la reelección indefinida de los sindicalistas o contra la postulación de los condenados por corrupción, más allá de los déficits formales de ambos proyectos. Es como si la transformación moral no pudiera alcanzar la misma profundidad que la económica, a pesar del combate a los “gerentes de la pobreza” o la erradicación de “los curros de la casta”. El presidente Javier Milei decidió intervenir. Llamó a Lospennato y transmitió desde Olivos un mensaje interno para tranquilizar: “Vamos a dar todas las batallas, pero evaluando el músculo político. No podemos abrir tantos frentes al mismo tiempo”. El león sabe que no puede rugir todo el tiempo.
En el caso puntual de ficha limpia en el Gobierno esgrimieron dos argumentos. Uno vinculado a los riesgos que implica delegarle el poder de obturar la postulación de un dirigente al arbitrio de un sistema judicial que en varias provincias está dominado por la política. “Pensá en la Formosa de Gildo Insfrán”, ilustran para asustar. Por eso en el proyecto que dicen que impulsarán quieren cambiar el requisito de la condena confirmada en segunda instancia por condena firme. Eso representaría el fin de la ficha limpia, porque para el Pro sería de una laxitud indigerible.
El otro argumento está relacionado con el personaje omnisciente de toda esta historia: Cristina Kirchner. Guillermo Francos esgrimió la explicación de que no querían que se interpretara como una proscripción a la expresidenta. Hay un dato temporal que abona esta lectura y es que ficha limpia llegó al recinto después de que se confirmara la condena en su contra en la causa Vialidad (por eso algunos juristas entienden que no se podría aplicar el principio de retroactividad, ya que se trataría de una ley posterior al fallo). Pero también es cierto que denota la incomodidad libertaria a la hora de lidiar con la líder del peronismo. Pocos planteos disgustan más a Milei que la posibilidad de que le atribuyan un intento de polarización con Cristina Kirchner. “Preferimos la fragmentación”, dicen en su entorno. Pero más le desagrada que se hable de un posible pacto con una condenada por corrupción. Es el reflejo de un dilema inevitable.
Desde su llegada al poder Milei encarna un mandato de ruptura del sistema político, basado en el hartazgo social y las frustraciones del pasado. Pero al mismo tiempo está forzado a articular con ese mismo sistema que está decidido a reformatear. Se produce entonces una colisión entre el mandamiento y la obligación de gestionar que lo lleva a un ejercicio de pragmatismo constante. En este escenario, Cristina Kirchner es una figura ineludible.
Una prueba de ello es la negociación por la designación de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla para la Corte Suprema. Si bien nunca hubo una mesa de negociación como tal, las conversaciones hoy están paralizadas. Santiago Caputo y Sebastián Amerio de un lado, y Juan Manuel Olmos, Wado de Pedro y Martín Mena (con intervenciones de Gerardo Zamora), del otro, llevaron durante meses diálogos cruzados sin resultados. La última propuesta que acercó Cristina fue: apoyamos a Lijo, reemplazamos a García-Mansilla por una mujer y ustedes nombran al Procurador. El Gobierno lo rechazó y empezó a hablar de nombrarlos por decreto.
Cristina movió su ficha y mandó a Lucía Corpacci a aportar la última firma para que haya dictamen, pero sólo para Lijo. La intención declarada fue obligar a Milei a negociar y separar la suerte de los dos postulantes. Algunos observadores judiciales aseguran que la expresidenta también le hizo llegar un mensaje a Lijo. “Fue un guiño a Ariel para decirle: bancame que tengo una negociación más amplia en camino. No te voy a desatender”. En cualquier caso, la respuesta de la Casa Rosada fue la misma. “Los dos o ninguno”. Milei está determinado a emitir un decreto para nombrarlos en comisión si para fin de año no hay resolución, aunque admite que desearía contar con el aval legislativo. En la Corte observan esta escenografía desde afuera, y quieren que se sepa que se sienten marginados de la conversación, excepto Ricardo Lorenzetti, que es el padre intelectual de la movida.
La otra prueba de la tensión entre el mandato y las necesidades prácticas surge de la ofensiva oficialista para eliminar las PASO, donde otra vez aparecen Milei y Cristina como contrapartes involuntarias. El tema se instaló con tal orden de prioridad que podría estar incluido en el temario si hay sesiones extraordinarias. En el Gobierno lo venden con un sentido fiscalista, pero en el fondo tiene un hondo sentido político, ya que sin internas cualquier acuerdo electoral con los libertarios obligaría al Pro a negociar desde una posición de debilidad.
En el peronismo hay ánimo favorable, pero no unanimidad. Hay un sector entusiasta que algunos en broma denominan “La 2023″, porque está compuesta por los mismos que querían borrar las PASO del año pasado, básicamente Sergio Massa y los gobernadores. Cristina, al igual que su hijo Máximo, no está tan segura. “¿Nos conviene ahora sacar las internas?”, se preguntan con sentido práctico en el núcleo kirchnerista, donde admiten que la experiencia demuestra que siempre el mayor beneficiado por su invento de 2009 fueron las fuerzas opositoras.
Estas tratativas tienen un circuito distinto al de la Corte. Por el oficialismo hablan Martín y Lule Menem, y por el kirchnerismo Germán Martínez, Cecilia Moreau y Paula Penacca. Los libertarios admiten que es difícil que los cambios (que también incluyen la financiación de los partidos y mayores exigencias para que las fuerzas más chicas puedan participar de las elecciones), puedan estar aprobados para el año próximo. Pero la consideran una iniciativa esencial de su proyecto reformista, por lo cual negociarán todo lo que se requiera.
Milei siente muy poca atracción por todos estos temas que desviven al sistema de poderes. Para él pertenecen a una de las tres “autopistas” en las que divide su trabajo, “la política”, la que más desdeña. Las otras dos le atraen más: “la gestión”, que en su mirada se refiere en esencia al plano económico y al internacional, y la “batalla cultural”. Eso sí lo apasiona. Prepara una cadena nacional en horario central para el 10 de diciembre, cuando se cumple un año de su llegada al poder. Amasa una batería de datos económicos que le permiten mostrar un balance favorable.
También proyecta una serie de anuncios para demostrar que su agenda no queda anclada en el 2024, incluyendo la perspectiva de una baja de impuestos si la economía crece, la salida del cepo (un objetivo que lo obsesiona y que ve más cerca de lograr) e incluso algún mensaje de carácter social. Después planea ir a Davos, con una escala en Israel, como este año, y otra en Alemania, donde le darán dos premios, también como este año. Se exhibe despreocupado por las elecciones legislativas, como si no estuviera en juego parte de su futuro político. De todos modos en su entorno preparan medidas para los meses de campaña porque a las fuerzas del cielo también hay que ayudarlas.
Trump, Brasil y la industria
Un anticipo de uno de los principales debates que se avecinan para el año próximo se produjo esta semana por la coincidencia de tres hechos: los anuncios de subas arancelarias por parte de Donald Trump, la devaluación del real en Brasil y las fricciones entre el oficialismo y el sector industrial en la conferencia anual de la UIA. Probablemente sea el debate más significativo si el ordenamiento de la macroeconomía sigue su curso natural, porque se refiere a las posibilidades de que la Argentina reencuentre un modelo productivo sustentable, más allá de los actores dinamizantes como el campo, la minería y la energía, porque como resalta Jorge Vasconcelos, economista del Ieral, existe una fuerte disparidad entre sectores: mientras la minería y los hidrocarburos crecieron a un ritmo de 5,9% anual acumulativo desde diciembre de 2019, los industriales lo hicieron a un promedio de 0,8%.
Algunos ven con preocupación la combinación de un peso alto en un contexto de monedas que se devalúan frente al dólar, sumado a una apertura comercial en un entorno de países que se repliegan en distintos formatos proteccionistas. La palabra fetiche es “reconversión”, pero no es tan sencillo. Los industriales aseguran que ya no piden como antes una devaluación porque saben que el Gobierno no los escucharía, pero sí reclaman mejoras impositivas. Milei y Luis Caputo repiten que sólo podrán hacerlo en un marco de crecimiento económico vigoroso. El tema estará presente en la reunión que tendrá esta semana la UIA con el ministro. El secretario de Producción, Juan Pazo, se anticipó con su proyecto RIGI para pymes, un gesto que los industriales valoraron, pese a considerarlo insuficiente.
El Presidente está convencido de que la Argentina no va a padecer las subas arancelarias de Trump, porque las ve dirigidas esencialmente hacia China, y porque piensa que no responde a un espíritu realmente proteccionista sino que tiene un fin de domesticación. Golpear primero, para negociar después. Milei volvió entusiasmado por su diálogo con el líder republicano y con la certeza de que el país recibirá un tratamiento preferencial. Por eso esta semana irá a la cumbre del Mercosur con una idea clara: convencer a sus socios de que es necesaria una mayor flexibilización arancelaria que le permita avanzar hacia un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Planea jugar fuerte, pero no romper. La Argentina asume la presidencia pro témpore del bloque y no sería una buena señal. Una cosa es el mandato, otra es la realidad. Se autodefine como anarcocapitalista, pero Milei aprendió a moverse en el mundo de lo posible.
El martes a la tarde el precario entramado de intereses y conveniencias que movilizan a las distintas fuerzas políticas pareció crujir como nunca antes. En la reunión de Labor Parlamentaria de Diputados el líder de los peronistas, Germán Martínez, dejó atónitos a los que estaban allí. Planteó que si no se daba de baja del temario el proyecto de ficha limpia se caían “todos los acuerdos, los de Diputados, y también los del Senado”. Habló también de que corría riesgos “la gobernabilidad de la cámara”. Nunca antes el kirchnerismo había jugado tan fuerte para presionar al oficialismo. Los jefes de bloque presentes tradujeron inmediatamente a qué se refería el diputado santafesino: las conversaciones por la eliminación de las PASO, las negociaciones por los jueces de la Corte y la continuidad de Martin Menem al frente de la Cámara de Diputados. Más que un pacto, una advertencia basada en intereses convergentes. En el mercado de la realpolitik, la ética cotiza en baja.
Si bien se mantuvo en pie la sesión para tratar ficha limpia, Silvia Lospennato, la autora de la iniciativa, empezó a intuir una emboscada. Habló con el diputado Nicolás Mayoraz, referente libertario en el tema, quien le garantizó que aportarían 38 legisladores y que sólo se ausentaría Marcela Pagano. Como le había llegado el rumor de que Menem estaba convenciendo a algunos colegas para que no estuvieran en la sesión, intentó hablar con él. No la atendió. En la reunión de su propio bloque, el Pro, Lospennato buscó asegurarse la asistencia y apuntó sobre todo a Gabriel Chumpitaz y José Nuñez, quienes se habían ausentado la semana anterior. Nuñez se excusó con la voz quebrada por no haber llegado por inconvenientes en la ruta a Santa Fe y prometió estar. En tono de broma le ofrecieron una cama para que se quedara en la Capital y un despertador para que no se durmiera. El miércoles a la noche, Lospennato reportó en el grupo de chat que creó especialmente para el tema que tenían 131 votos. Buen descanso y felices sueños.
El amanecer del día siguiente mostró otra realidad: en el recinto sólo había 116 diputados. Faltaron legisladores de todos los bloques, incluidos 8 libertarios. “A mí me llamaron y me dijeron que no tenía que bajar”, admitió uno de los oficialistas ausentes. En LLA reconocieron que quienes sí intentaron dar quorum ignoraban que había una indicación de la Casa Rosada para hacer naufragar la sesión y que ellos eran parte de una coreografía. Unos debían aportar bancas a favor, y otros restarle. Chumpitaz y Nuñez volvieron a tener problemas de acceso, según el Pro generados por alguna gestión de Patricia Bullrich. Se dieron situaciones verdaderamente bizarras, como el cruce de acusaciones entre llantos y gritos de Lourdes Arrieta con Emilia Orozco, cuando ambas habían estado ausentes al momento de sesionar y recién bajaron para las expresiones de catarsis posterior. La imagen de Germán Martínez parado en un pasillo con actitud de supervisor, completó la escena.
Lospennato entendió rápido que todo se trataba de un grotesco y estalló: “Estoy hace dos semanas juntando los votos y nadie tuvo al menos la gentileza de avisarnos que no bajarían así no hacíamos el ridículo de quedarnos en el recinto mirando el tablero para ver cuántos diputados había. Firmamos el dictamen el 30 de septiembre, y algunos de los libertarios ausentes también lo acompañaron ¿Qué les pasó?”. Los libertarios, en reserva, retrucaron: “Hoy les agarró un ataque de purismo, pero el miércoles cuando se trató el proyecto de ludopatía varios no votaron el artículo 8 sobre la publicidad porque los presionaba el Tano Angelici”. La sensación es que este episodio marcó el punto más alto de desconfianza entre el Pro y LLA, una relación que atraviesa su peor momento. Juan Manuel López, otro promotor de la iniciativa fue más directo y habló de un “pacto” entre el kirchnerismo y el Gobierno. Incluso Oscar Zago, exjefe de bloque de LLA, ironizó con una frase ácida: “La casta no tiene miedo”. Trompetas, coros, fuegos artificiales y un final de sesiones ordinarias a todo esplendor con una gran puesta en escena.
Más allá de la trastienda de una sesión imposible, emerge un dato insoslayable: el Congreso se transformó en un territorio caótico. Históricamente el período ordinario terminaba con una megasesión en la que todos los bloques acordaban una agenda con los temas que le interesaba a cada uno. Era la gran gala de la casta. Esta vez en la última semana hubo cuatro convocatorias a sesiones, impulsadas desde distintos bloques, de las cuales sólo prosperó la de ludopatía el miércoles. Se cayeron la de ficha limpia, la de reforma sindical y el rechazo al DNU 846 sobre canje de deuda. Para el Gobierno representa un doble triunfo, porque no sólo evitó leyes incómodas, sino que logró su objetivo de que la política no converse a su espalda. En su debilidad legislativa, la fragmentación es el mejor escenario. Es la hipótesis que plantea Nassin Taleb en su libro Antifrágil: “Algunas cosas se benefician de los sobresaltos, prosperan y crecen cuando se exponen a la volatilidad, la aleatoriedad, el desorden y los factores estresantes y aman la aventura, el riesgo y la incertidumbre”.
La ética y la estética
Pero este logro le exigió a LLA una contorsión ética que le generó un inevitable ruido interno, como siempre expresado en las redes, el ágora del debate libertario. Es difícil de explicar cómo una fuerza llamada a romper con la casta no vota contra la reelección indefinida de los sindicalistas o contra la postulación de los condenados por corrupción, más allá de los déficits formales de ambos proyectos. Es como si la transformación moral no pudiera alcanzar la misma profundidad que la económica, a pesar del combate a los “gerentes de la pobreza” o la erradicación de “los curros de la casta”. El presidente Javier Milei decidió intervenir. Llamó a Lospennato y transmitió desde Olivos un mensaje interno para tranquilizar: “Vamos a dar todas las batallas, pero evaluando el músculo político. No podemos abrir tantos frentes al mismo tiempo”. El león sabe que no puede rugir todo el tiempo.
En el caso puntual de ficha limpia en el Gobierno esgrimieron dos argumentos. Uno vinculado a los riesgos que implica delegarle el poder de obturar la postulación de un dirigente al arbitrio de un sistema judicial que en varias provincias está dominado por la política. “Pensá en la Formosa de Gildo Insfrán”, ilustran para asustar. Por eso en el proyecto que dicen que impulsarán quieren cambiar el requisito de la condena confirmada en segunda instancia por condena firme. Eso representaría el fin de la ficha limpia, porque para el Pro sería de una laxitud indigerible.
El otro argumento está relacionado con el personaje omnisciente de toda esta historia: Cristina Kirchner. Guillermo Francos esgrimió la explicación de que no querían que se interpretara como una proscripción a la expresidenta. Hay un dato temporal que abona esta lectura y es que ficha limpia llegó al recinto después de que se confirmara la condena en su contra en la causa Vialidad (por eso algunos juristas entienden que no se podría aplicar el principio de retroactividad, ya que se trataría de una ley posterior al fallo). Pero también es cierto que denota la incomodidad libertaria a la hora de lidiar con la líder del peronismo. Pocos planteos disgustan más a Milei que la posibilidad de que le atribuyan un intento de polarización con Cristina Kirchner. “Preferimos la fragmentación”, dicen en su entorno. Pero más le desagrada que se hable de un posible pacto con una condenada por corrupción. Es el reflejo de un dilema inevitable.
Desde su llegada al poder Milei encarna un mandato de ruptura del sistema político, basado en el hartazgo social y las frustraciones del pasado. Pero al mismo tiempo está forzado a articular con ese mismo sistema que está decidido a reformatear. Se produce entonces una colisión entre el mandamiento y la obligación de gestionar que lo lleva a un ejercicio de pragmatismo constante. En este escenario, Cristina Kirchner es una figura ineludible.
Una prueba de ello es la negociación por la designación de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla para la Corte Suprema. Si bien nunca hubo una mesa de negociación como tal, las conversaciones hoy están paralizadas. Santiago Caputo y Sebastián Amerio de un lado, y Juan Manuel Olmos, Wado de Pedro y Martín Mena (con intervenciones de Gerardo Zamora), del otro, llevaron durante meses diálogos cruzados sin resultados. La última propuesta que acercó Cristina fue: apoyamos a Lijo, reemplazamos a García-Mansilla por una mujer y ustedes nombran al Procurador. El Gobierno lo rechazó y empezó a hablar de nombrarlos por decreto.
Cristina movió su ficha y mandó a Lucía Corpacci a aportar la última firma para que haya dictamen, pero sólo para Lijo. La intención declarada fue obligar a Milei a negociar y separar la suerte de los dos postulantes. Algunos observadores judiciales aseguran que la expresidenta también le hizo llegar un mensaje a Lijo. “Fue un guiño a Ariel para decirle: bancame que tengo una negociación más amplia en camino. No te voy a desatender”. En cualquier caso, la respuesta de la Casa Rosada fue la misma. “Los dos o ninguno”. Milei está determinado a emitir un decreto para nombrarlos en comisión si para fin de año no hay resolución, aunque admite que desearía contar con el aval legislativo. En la Corte observan esta escenografía desde afuera, y quieren que se sepa que se sienten marginados de la conversación, excepto Ricardo Lorenzetti, que es el padre intelectual de la movida.
La otra prueba de la tensión entre el mandato y las necesidades prácticas surge de la ofensiva oficialista para eliminar las PASO, donde otra vez aparecen Milei y Cristina como contrapartes involuntarias. El tema se instaló con tal orden de prioridad que podría estar incluido en el temario si hay sesiones extraordinarias. En el Gobierno lo venden con un sentido fiscalista, pero en el fondo tiene un hondo sentido político, ya que sin internas cualquier acuerdo electoral con los libertarios obligaría al Pro a negociar desde una posición de debilidad.
En el peronismo hay ánimo favorable, pero no unanimidad. Hay un sector entusiasta que algunos en broma denominan “La 2023″, porque está compuesta por los mismos que querían borrar las PASO del año pasado, básicamente Sergio Massa y los gobernadores. Cristina, al igual que su hijo Máximo, no está tan segura. “¿Nos conviene ahora sacar las internas?”, se preguntan con sentido práctico en el núcleo kirchnerista, donde admiten que la experiencia demuestra que siempre el mayor beneficiado por su invento de 2009 fueron las fuerzas opositoras.
Estas tratativas tienen un circuito distinto al de la Corte. Por el oficialismo hablan Martín y Lule Menem, y por el kirchnerismo Germán Martínez, Cecilia Moreau y Paula Penacca. Los libertarios admiten que es difícil que los cambios (que también incluyen la financiación de los partidos y mayores exigencias para que las fuerzas más chicas puedan participar de las elecciones), puedan estar aprobados para el año próximo. Pero la consideran una iniciativa esencial de su proyecto reformista, por lo cual negociarán todo lo que se requiera.
Milei siente muy poca atracción por todos estos temas que desviven al sistema de poderes. Para él pertenecen a una de las tres “autopistas” en las que divide su trabajo, “la política”, la que más desdeña. Las otras dos le atraen más: “la gestión”, que en su mirada se refiere en esencia al plano económico y al internacional, y la “batalla cultural”. Eso sí lo apasiona. Prepara una cadena nacional en horario central para el 10 de diciembre, cuando se cumple un año de su llegada al poder. Amasa una batería de datos económicos que le permiten mostrar un balance favorable.
También proyecta una serie de anuncios para demostrar que su agenda no queda anclada en el 2024, incluyendo la perspectiva de una baja de impuestos si la economía crece, la salida del cepo (un objetivo que lo obsesiona y que ve más cerca de lograr) e incluso algún mensaje de carácter social. Después planea ir a Davos, con una escala en Israel, como este año, y otra en Alemania, donde le darán dos premios, también como este año. Se exhibe despreocupado por las elecciones legislativas, como si no estuviera en juego parte de su futuro político. De todos modos en su entorno preparan medidas para los meses de campaña porque a las fuerzas del cielo también hay que ayudarlas.
Trump, Brasil y la industria
Un anticipo de uno de los principales debates que se avecinan para el año próximo se produjo esta semana por la coincidencia de tres hechos: los anuncios de subas arancelarias por parte de Donald Trump, la devaluación del real en Brasil y las fricciones entre el oficialismo y el sector industrial en la conferencia anual de la UIA. Probablemente sea el debate más significativo si el ordenamiento de la macroeconomía sigue su curso natural, porque se refiere a las posibilidades de que la Argentina reencuentre un modelo productivo sustentable, más allá de los actores dinamizantes como el campo, la minería y la energía, porque como resalta Jorge Vasconcelos, economista del Ieral, existe una fuerte disparidad entre sectores: mientras la minería y los hidrocarburos crecieron a un ritmo de 5,9% anual acumulativo desde diciembre de 2019, los industriales lo hicieron a un promedio de 0,8%.
Algunos ven con preocupación la combinación de un peso alto en un contexto de monedas que se devalúan frente al dólar, sumado a una apertura comercial en un entorno de países que se repliegan en distintos formatos proteccionistas. La palabra fetiche es “reconversión”, pero no es tan sencillo. Los industriales aseguran que ya no piden como antes una devaluación porque saben que el Gobierno no los escucharía, pero sí reclaman mejoras impositivas. Milei y Luis Caputo repiten que sólo podrán hacerlo en un marco de crecimiento económico vigoroso. El tema estará presente en la reunión que tendrá esta semana la UIA con el ministro. El secretario de Producción, Juan Pazo, se anticipó con su proyecto RIGI para pymes, un gesto que los industriales valoraron, pese a considerarlo insuficiente.
El Presidente está convencido de que la Argentina no va a padecer las subas arancelarias de Trump, porque las ve dirigidas esencialmente hacia China, y porque piensa que no responde a un espíritu realmente proteccionista sino que tiene un fin de domesticación. Golpear primero, para negociar después. Milei volvió entusiasmado por su diálogo con el líder republicano y con la certeza de que el país recibirá un tratamiento preferencial. Por eso esta semana irá a la cumbre del Mercosur con una idea clara: convencer a sus socios de que es necesaria una mayor flexibilización arancelaria que le permita avanzar hacia un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Planea jugar fuerte, pero no romper. La Argentina asume la presidencia pro témpore del bloque y no sería una buena señal. Una cosa es el mandato, otra es la realidad. Se autodefine como anarcocapitalista, pero Milei aprendió a moverse en el mundo de lo posible.
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