Sting celebró su historia con el público argentino y recibió a Charly García en camarines

En la memorabilia de los fans de Sting se atesorarán especialmente los conciertos de la gira 3.0 que el músico inglés viene dando, porque resumen y amalgaman de manera perfecta su carrera solista con los años que fue cantante y compositor de The Police, la banda con la que se dio a conocer al mundo, a finales de la década del setenta.

La síntesis está muy bien lograda y, además, subraya un aspecto singular de estos tiempos: la necesidad de un músico veterano y consagrado, de seguir subiendo a los escenarios por el simple hecho de hacer música. Tres músicos en escena (incluido el protagonista), instrumentos acústicos y eléctricos sin fantasías sonoras. Sting y su bajo, uno de esos que usa de toda la vida, y un micrófono pegado a su cara, que le da más libertad de movimiento. Eso es todo. Música. Y eso fue lo que entregó en el primero de los dos shows agendados en el Movistar Arena de Buenos Aires, con un repertorio que es prácticamente el mismo al de otras ciudades que viene visitando en el último tiempo.

En este espectáculo con el que gira por el mundo “Mensaje en una botella” abre el juego de un show que comienza con puntualidad inglesa y se desarrolla durante una hora cincuenta minutos, a través de poco más de veinte canciones. Tiene la medida justa. Lo primero que se escucha es el vector que fija todo el movimiento. Un trío de rock (guitarra, bajo y batería) y una serie de cuatro acordes. Pero no es una serie cualquiera sino una inspiradísima ecuación creada hace más de cuatro décadas por Andy Summers, quien entonces era socio de Sting en el mundo de la música. Luego, el estribillo y la vuelta a esos acordes que, en la palabras que llevan consigo, pondrán un aire fresco, algo nuevo para decir, para pensar. De esto habló Sting hace unos años, en una charla que se viralizó. Habló de la forma circular de la composición actual y del formato clásico del que él había aprendido, para hacer música. Por el modo actual mencionó al loop y la composición circular. En cambio, el sentido clásico de creación es aquel que expone una idea y puede (o no) encontrar un punto de tensión fuerte (de “crisis”). Luego la situación arriba a un puente musical que conduce otra vez a las estrofas que están al otro lado, con nuevas ideas, con otras reflexiones.

Las canciones de Sting (al menos la mayoría de ellas) tienen ese formato clásico y ofrecen esa posibilidad de encontrar algo distinto, al otro lado del estribillo. Y a esto hay que sumarle las ideas musicales que tienen más de inspiración que de complejidad. Una línea de bajo sencilla, una melodía emotiva, un riff que se queda pegado al oído y puede durar allí horas o días. El show que pensó Sting para esta gira es un compendio de todo aquello. Las canciones que su público quiere escuchar y cantar. Un formato imbatible que lo hizo famoso hace casi medio siglo y que hoy lo pone otra vez en la ruta para un tour de largo alcance, sabiendo que esa retrospectiva es la nostalgia que miles quieren convertir en música.

El halo The Police, obviamente, ronda por el estadio todo el tiempo. Lo que suena no es una emulación, al menos no lo es en cada canción. Porque si lo fuera este show no sería otra cosa que una banda tributo a sí mismo. Y lo cierto es que hay canciones que son verdaderos cánones del sonido Police y de su “modus” compositivo (pensemos en “Driven To Tears”, por ejemplo) que no suenan a copia sino con el estilo de cada músico que acompaña al cantante inglés. Aun así, en los temas de su vieja banda el baterista Chris Maas (un sobresaliente sesionista que aquí asume con hidalguía el rol de músicos de banda de rock, y no un rol secundario) rescata con absoluta maestría los yeites (sincopás, contratiempos) del baterista de The Police Stewart Copeland. Y el guitarrista y mano derecha de Sting desde hace décadas, Dominic Miller,recurre a la armonización de Summers, todas las veces que considera necesario. El Sting solista, en cambio, trae menos prescripciones de pentagrama. Los músicos son mas libres y el público participa de otra manera. Al menos el argentino, que lo viva con cantitos típicos de recital y devuelve algún guiño cuando escucha ciertas frases del tema “Englishman in New York”.

Englishman in Buenos Aires 🇦🇷 🇦🇷🇦🇷

Increíble comienzo de show de #Sting en el @MovistarArenaAR 🎶

Los mejores shows los vivís en LA NACION 104.9 📻 MÁS MÚSICA 🎵@dfallaccess pic.twitter.com/NHP05sETCj

— LA NACIÓN 104.9 (@lanacionmusica) February 24, 2025

El manejo rítmico es otra de las claves de este show, porque es pura acción y reacción por sus cambios de paso. El salto de “Everything She Does is Magic” a la placidez de “Fields of Gold” es verdaderamente un giro abrupto que se vive con fluidez. En otro tramo pasa de “Never Coming Home” a “Synchronicity Il”, que es ese estallido molecular (del álbum de The Police de 1983), pero en este caso con limitador de velocidad y otros matices que aportan los músicos. Incluso, minutos después suena “Wrapped Around Your Finger”, que da paso a esos momentos para que Miller se luzca con sus propias invenciones.

La calidad musical se manifiesta, además, en la prescindencia de efectos visuales. Apenas dos pantallas, en los extremos superiores, con los primeros planos de Sting alcanzan para decorar semejante desfile de canciones que siempre dan en el blanco. Porque aunque algunos tuvieron más difusión que otros, todos estos títulos tienen la misma buena factura. Y el hecho de que volviera a sus propias fuentes, en cuando a formato, es algo que le sienta muy bien a este inglés de 73, para quien el tiempo pareciera no transcurrir. No faltaron otros temas muy significativos para el público: “So Lonely”, “King Of Pain”, “Walking On The Moon”, Every Breath You Take” y las que reservó para el final, “Roxanne” y “Fragile” (único momento en el que Sting dejó el bajo y se sentó con una guitarra). Tampoco faltó Charly García, que lo visitó en el camarín, minutos antes del concierto; un reencuentro que también llevará a los fans más añosos a recordar el escenario que compartieron en 1988, en River, durante la gira de Amnistía Internacional.

En la memorabilia de los fans de Sting se atesorarán especialmente los conciertos de la gira 3.0 que el músico inglés viene dando, porque resumen y amalgaman de manera perfecta su carrera solista con los años que fue cantante y compositor de The Police, la banda con la que se dio a conocer al mundo, a finales de la década del setenta.

La síntesis está muy bien lograda y, además, subraya un aspecto singular de estos tiempos: la necesidad de un músico veterano y consagrado, de seguir subiendo a los escenarios por el simple hecho de hacer música. Tres músicos en escena (incluido el protagonista), instrumentos acústicos y eléctricos sin fantasías sonoras. Sting y su bajo, uno de esos que usa de toda la vida, y un micrófono pegado a su cara, que le da más libertad de movimiento. Eso es todo. Música. Y eso fue lo que entregó en el primero de los dos shows agendados en el Movistar Arena de Buenos Aires, con un repertorio que es prácticamente el mismo al de otras ciudades que viene visitando en el último tiempo.

En este espectáculo con el que gira por el mundo “Mensaje en una botella” abre el juego de un show que comienza con puntualidad inglesa y se desarrolla durante una hora cincuenta minutos, a través de poco más de veinte canciones. Tiene la medida justa. Lo primero que se escucha es el vector que fija todo el movimiento. Un trío de rock (guitarra, bajo y batería) y una serie de cuatro acordes. Pero no es una serie cualquiera sino una inspiradísima ecuación creada hace más de cuatro décadas por Andy Summers, quien entonces era socio de Sting en el mundo de la música. Luego, el estribillo y la vuelta a esos acordes que, en la palabras que llevan consigo, pondrán un aire fresco, algo nuevo para decir, para pensar. De esto habló Sting hace unos años, en una charla que se viralizó. Habló de la forma circular de la composición actual y del formato clásico del que él había aprendido, para hacer música. Por el modo actual mencionó al loop y la composición circular. En cambio, el sentido clásico de creación es aquel que expone una idea y puede (o no) encontrar un punto de tensión fuerte (de “crisis”). Luego la situación arriba a un puente musical que conduce otra vez a las estrofas que están al otro lado, con nuevas ideas, con otras reflexiones.

Las canciones de Sting (al menos la mayoría de ellas) tienen ese formato clásico y ofrecen esa posibilidad de encontrar algo distinto, al otro lado del estribillo. Y a esto hay que sumarle las ideas musicales que tienen más de inspiración que de complejidad. Una línea de bajo sencilla, una melodía emotiva, un riff que se queda pegado al oído y puede durar allí horas o días. El show que pensó Sting para esta gira es un compendio de todo aquello. Las canciones que su público quiere escuchar y cantar. Un formato imbatible que lo hizo famoso hace casi medio siglo y que hoy lo pone otra vez en la ruta para un tour de largo alcance, sabiendo que esa retrospectiva es la nostalgia que miles quieren convertir en música.

El halo The Police, obviamente, ronda por el estadio todo el tiempo. Lo que suena no es una emulación, al menos no lo es en cada canción. Porque si lo fuera este show no sería otra cosa que una banda tributo a sí mismo. Y lo cierto es que hay canciones que son verdaderos cánones del sonido Police y de su “modus” compositivo (pensemos en “Driven To Tears”, por ejemplo) que no suenan a copia sino con el estilo de cada músico que acompaña al cantante inglés. Aun así, en los temas de su vieja banda el baterista Chris Maas (un sobresaliente sesionista que aquí asume con hidalguía el rol de músicos de banda de rock, y no un rol secundario) rescata con absoluta maestría los yeites (sincopás, contratiempos) del baterista de The Police Stewart Copeland. Y el guitarrista y mano derecha de Sting desde hace décadas, Dominic Miller,recurre a la armonización de Summers, todas las veces que considera necesario. El Sting solista, en cambio, trae menos prescripciones de pentagrama. Los músicos son mas libres y el público participa de otra manera. Al menos el argentino, que lo viva con cantitos típicos de recital y devuelve algún guiño cuando escucha ciertas frases del tema “Englishman in New York”.

Englishman in Buenos Aires 🇦🇷 🇦🇷🇦🇷

Increíble comienzo de show de #Sting en el @MovistarArenaAR 🎶

Los mejores shows los vivís en LA NACION 104.9 📻 MÁS MÚSICA 🎵@dfallaccess pic.twitter.com/NHP05sETCj

— LA NACIÓN 104.9 (@lanacionmusica) February 24, 2025

El manejo rítmico es otra de las claves de este show, porque es pura acción y reacción por sus cambios de paso. El salto de “Everything She Does is Magic” a la placidez de “Fields of Gold” es verdaderamente un giro abrupto que se vive con fluidez. En otro tramo pasa de “Never Coming Home” a “Synchronicity Il”, que es ese estallido molecular (del álbum de The Police de 1983), pero en este caso con limitador de velocidad y otros matices que aportan los músicos. Incluso, minutos después suena “Wrapped Around Your Finger”, que da paso a esos momentos para que Miller se luzca con sus propias invenciones.

La calidad musical se manifiesta, además, en la prescindencia de efectos visuales. Apenas dos pantallas, en los extremos superiores, con los primeros planos de Sting alcanzan para decorar semejante desfile de canciones que siempre dan en el blanco. Porque aunque algunos tuvieron más difusión que otros, todos estos títulos tienen la misma buena factura. Y el hecho de que volviera a sus propias fuentes, en cuando a formato, es algo que le sienta muy bien a este inglés de 73, para quien el tiempo pareciera no transcurrir. No faltaron otros temas muy significativos para el público: “So Lonely”, “King Of Pain”, “Walking On The Moon”, Every Breath You Take” y las que reservó para el final, “Roxanne” y “Fragile” (único momento en el que Sting dejó el bajo y se sentó con una guitarra). Tampoco faltó Charly García, que lo visitó en el camarín, minutos antes del concierto; un reencuentro que también llevará a los fans más añosos a recordar el escenario que compartieron en 1988, en River, durante la gira de Amnistía Internacional.

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