A sala llena, en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC), uno de los espacios culturales porteños favoritos de Beatriz Sarlo, hubo anoche una “función” muy especial: lectores, colegas, amigos, discípulos y ex alumnos se reunieron para rendir homenaje a la ensayista que murió el 17 de diciembre a los 82 años. Abierto al público, el encuentro convocó a unas 150 personas que hicieron fila desde temprano para conseguir una de las 130 butacas disponibles, por lo que finalmente se agregaron sillas y algunos, incluso, siguieron de pie la presentación de No entender. Memorias de una intelectual, el libro póstumo de Sarlo.
Seis décadas de Ruth Benzacar: tres generaciones de mujeres audaces
Con una puesta en escena al estilo lectura performática (una mesa amplia con micrófonos y cuatro asientos y, al lado, un piano, una flauta e instrumentos de percusión), la “celebración” a Sarlo (como definieron el acto los editores de Siglo XXI) empezó con unas palabras de bienvenida del músico, compositor y gestor cultural Martín Bauer y continuó con una lectura de fragmentos del libro, a cargo de Bauer, Martín Kohan, Daniel Link e Hinde Pomeraniec. El auditorio escuchó en silencio, aplaudió con emoción y respeto y compartió algunas risas cómplices en determinados momentos, fiel al humor y la ironía de los textos de Sarlo. La selección de los textos fue impecable: una combinación precisa de vida pública, académica y privada.
Con la profesora Sylvia Saítta, discípula de la ensayista, y los editores de Siglo XXI, Carlos Díaz y Caty Galdeano, en la primera fila, y el diseñador y arquitecto Alberto Sato Kotani, exmarido de Sarlo, en la segunda, Bauer eligió empezar por el final: después de recordar a los presentes que el CETC era uno de los espacios culturales más frecuentado por la autora, junto con las salas Casacuberta y Lugones, del Teatro San Martín, y que allí se estrenó en 2013 la ópera VO, que escribieron juntos, leyó las últimas páginas del libro.
Sarlo cuenta su relación habitual con Spotify (”A esta altura sabe que sigo la música contemporánea y que para el jazz me las arreglo sola, sin necesidad de que me ofrezca nada”) y habla sobre Morton Feldman y la experiencia de escuchar durante cinco horas en la sala Casacuberta el Cuarteto para cuerdas número 2 mientras tomaba apuntes a oscuras en su libreta.
Pomeraniec, ex alumna de Sarlo en la carrera de Letras de la UBA, confesó lo difícil que resultó elegir los fragmentos. Y, entre los elegidos, se destaca aquel en el que la “profe” Beatriz cuenta el “infierno social” que vivió en la infancia cuando asistía a un colegio bilingüe y le redactaba las composiciones a su amiga “de la calle Posadas y Schiaffino”.
Kohan eligió el capítulo que Sarlo le dedica a Eva Perón y la competencia nacional de escritos sobre su figura que organizó el Ministerio de Educación en 1953, un año después de la muerte de Evita. “Yo tenía 11 años y gané una mención en ese concurso. El premio fue un ejemplar del libro La razón de mi vida, encuadernado en cuerina roja”. Esa mención significó, para Sarlo, su primera aparición en la prensa (en la publicación Mundo infantil): “Estoy sonriendo, contentísima, entre treinta chicos de todo el país”, escribió en sus memorias, que como consigna la nota de edición fue entregado a la editorial en abril de 2024.
Inquietante y perturbador regreso de Samanta Schweblin con “El buen mal”
Link, que calificó el encuentro como “ceremonia”, optó por leer sobre los hombres que marcaron la vida sentimental de Sarlo. Nombró a Sato, emocionado en la platea, claro, y también al cineasta Rafael Filippelli, su último y gran amor, que murió en marzo de 2023 a los 84. “Filippelli me regaló el cine y el jazz”, confesó Sarlo en sus memorias.
Sobre el final, Pomeraniec volvió a tomar el micrófono para referirse a la frase que da título al libro, “No entender”: un concepto al que Sarlo definió como “mi experiencia primera y definitiva”. “No entender es la promesa de la literatura y el arte”.
Antes del brindis con vino tinto y whisky, donde además de Sato y Saítta conversaban Ricardo Manetti, decano de Filosofía y Letras de la UBA; David Oubiña, también discípulo de Sarlo, y el artista Eduardo Stupía, entre otros invitados, hubo tiempo para escuchar un fragmento de la obra For Philip Gustom, de Feldman, a cargo de Patricia García (flauta), Lucas Urdampilleta (piano) y Bruno Lo Bianco (percusión). Un cierre perfecto que remitió en loop a la escena musical del libro que Bauer había leído en el inicio del homenaje a la gran intelectual argentina.
A sala llena, en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC), uno de los espacios culturales porteños favoritos de Beatriz Sarlo, hubo anoche una “función” muy especial: lectores, colegas, amigos, discípulos y ex alumnos se reunieron para rendir homenaje a la ensayista que murió el 17 de diciembre a los 82 años. Abierto al público, el encuentro convocó a unas 150 personas que hicieron fila desde temprano para conseguir una de las 130 butacas disponibles, por lo que finalmente se agregaron sillas y algunos, incluso, siguieron de pie la presentación de No entender. Memorias de una intelectual, el libro póstumo de Sarlo.
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Con una puesta en escena al estilo lectura performática (una mesa amplia con micrófonos y cuatro asientos y, al lado, un piano, una flauta e instrumentos de percusión), la “celebración” a Sarlo (como definieron el acto los editores de Siglo XXI) empezó con unas palabras de bienvenida del músico, compositor y gestor cultural Martín Bauer y continuó con una lectura de fragmentos del libro, a cargo de Bauer, Martín Kohan, Daniel Link e Hinde Pomeraniec. El auditorio escuchó en silencio, aplaudió con emoción y respeto y compartió algunas risas cómplices en determinados momentos, fiel al humor y la ironía de los textos de Sarlo. La selección de los textos fue impecable: una combinación precisa de vida pública, académica y privada.
Con la profesora Sylvia Saítta, discípula de la ensayista, y los editores de Siglo XXI, Carlos Díaz y Caty Galdeano, en la primera fila, y el diseñador y arquitecto Alberto Sato Kotani, exmarido de Sarlo, en la segunda, Bauer eligió empezar por el final: después de recordar a los presentes que el CETC era uno de los espacios culturales más frecuentado por la autora, junto con las salas Casacuberta y Lugones, del Teatro San Martín, y que allí se estrenó en 2013 la ópera VO, que escribieron juntos, leyó las últimas páginas del libro.
Sarlo cuenta su relación habitual con Spotify (”A esta altura sabe que sigo la música contemporánea y que para el jazz me las arreglo sola, sin necesidad de que me ofrezca nada”) y habla sobre Morton Feldman y la experiencia de escuchar durante cinco horas en la sala Casacuberta el Cuarteto para cuerdas número 2 mientras tomaba apuntes a oscuras en su libreta.
Pomeraniec, ex alumna de Sarlo en la carrera de Letras de la UBA, confesó lo difícil que resultó elegir los fragmentos. Y, entre los elegidos, se destaca aquel en el que la “profe” Beatriz cuenta el “infierno social” que vivió en la infancia cuando asistía a un colegio bilingüe y le redactaba las composiciones a su amiga “de la calle Posadas y Schiaffino”.
Kohan eligió el capítulo que Sarlo le dedica a Eva Perón y la competencia nacional de escritos sobre su figura que organizó el Ministerio de Educación en 1953, un año después de la muerte de Evita. “Yo tenía 11 años y gané una mención en ese concurso. El premio fue un ejemplar del libro La razón de mi vida, encuadernado en cuerina roja”. Esa mención significó, para Sarlo, su primera aparición en la prensa (en la publicación Mundo infantil): “Estoy sonriendo, contentísima, entre treinta chicos de todo el país”, escribió en sus memorias, que como consigna la nota de edición fue entregado a la editorial en abril de 2024.
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Link, que calificó el encuentro como “ceremonia”, optó por leer sobre los hombres que marcaron la vida sentimental de Sarlo. Nombró a Sato, emocionado en la platea, claro, y también al cineasta Rafael Filippelli, su último y gran amor, que murió en marzo de 2023 a los 84. “Filippelli me regaló el cine y el jazz”, confesó Sarlo en sus memorias.
Sobre el final, Pomeraniec volvió a tomar el micrófono para referirse a la frase que da título al libro, “No entender”: un concepto al que Sarlo definió como “mi experiencia primera y definitiva”. “No entender es la promesa de la literatura y el arte”.
Antes del brindis con vino tinto y whisky, donde además de Sato y Saítta conversaban Ricardo Manetti, decano de Filosofía y Letras de la UBA; David Oubiña, también discípulo de Sarlo, y el artista Eduardo Stupía, entre otros invitados, hubo tiempo para escuchar un fragmento de la obra For Philip Gustom, de Feldman, a cargo de Patricia García (flauta), Lucas Urdampilleta (piano) y Bruno Lo Bianco (percusión). Un cierre perfecto que remitió en loop a la escena musical del libro que Bauer había leído en el inicio del homenaje a la gran intelectual argentina.
La editorial Siglo XXI organizó la presentación de “No entender. Memorias de una intelectual”, en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, donde Sarlo era habitué; Martín Bauer, Martín Kohan, Daniel Link e Hinde Pomeraniec leyeron fragmentos del libro póstumo de la ensayista Read More