Opinión: las enseñanzas del campo, el caso del camino rural que debería servir a todos y el ejemplo del comercio de granos

La tragedia acontecida en Bahía Blanca muestra a las claras y pone en evidencia como ciertas “frases hechas”, casi a modo de muletillas, no solo no se sostienen, sino que hoy se caen a pedazos. Comencé a trabajar en este rubro en 1985. Podría decir que durante décadas escuché y siempre me opuse a aquella falsa dicotomía de “campo o ciudad”. Trabajé con la Fundación Barbechando un tiempo y ahí terminé de entender que no estaba errado en mi forma de pensar.

Cuántas veces habremos leído o escuchado aquello de que el campo reclama casi insaciablemente o solo para su propio beneficio. Hoy, con los hechos a la vista, entenderemos que el camino rural que utiliza un productor sojero, lechero o ganadero para sacar su producción y abastecer a esa gran red comercial que es la agroindustria, es el mismo que debió haber estado en condiciones para que en esta tragedia pudiera haber circulado en tiempo y forma ayuda de todo tipo. Ambulancias, bomberos, fuerzas de seguridad y socorristas se vieron en muchas oportunidades impedidos de poder llevar adelante su trabajo por el deplorable estado de esos caminos. Si logramos entender estas cuestiones, fundamentales, por cierto, entenderemos que el beneficio es para toda la comunidad.

Flagelo: denuncian un exponencial crecimiento del robo de carne en una región y los productores ponen vigilancia propia

Un claro ejemplo de esto a lo que hago referencia podría ser lo que la cadena comercial ha construido, mantenido y consolidado desde el inicio mismo de nuestra organización como Nación. El comercio de granos en la Argentina es casi único. Todos y cada uno de los integrantes de la cadena comercial, hoy en día transformada en una gran red, han hecho su aporte desde las instituciones. Por ello, nacieron las Bolsas, Cámaras y Mercados. Desde esos lugares de vanguardia se plasmaron las bases de un sistema en el cual prevaleció la búsqueda del bien común por sobre los enfoques sectoriales, algunas de sus consecuencias positivas fueron la transparente formación y publicidad de los precios, la estandarización de contratos, la constante preocupación por estándares y calidades, la formación de tribunales arbitrales de amigables componedores y la democratización de la oferta (precios iguales más allá de las cantidades) este sistema institucional posibilitó, potenció y acompaño el crecimiento de la producción.

En oportunidad de asistir a la fiesta de los 70 años de la compañía Cargill, ese día el presidente de la filial argentina de dicha multinacional dijo que nuestro país fue el primero en donde esa compañía desembarcó cuando decidió salir de los Estados Unidos y expandirse por el mundo. Eso no fue algo librado al azar. La Argentina ha sido la cuna de estos y otros ejemplos que hablan a las claras del rol que hemos tenido y debemos mantener en el comercio internacional.

Es por todo lo explicado que cuando un sector institucionalmente maduro como el campo argentino reclama reglas claras, obras de infraestructura, un sistema impositivo justo y progresivo que fomente la producción y el agregado de valor, lo hace, no con la mirada en sí mismo, sino con el convencimiento de que se producirá crecimiento y desarrollo que mejorará a la economía nacional, impactando en los índices sociales lo cual aportará al bienestar general de todos los ciudadanos de nuestro querido país. Así, no solo declamándolo, sino con el ejemplo, nuestro campo muestra a la clase política que la búsqueda del bien común es la solución y el camino a seguir, a través de diálogos y consensos necesarios para que nuestro país supere la crisis que desde hace décadas lo aqueja.

La pandemia nos dejó una enseñanza a modo de legado. Para estar bien uno, debo ocuparme y preocuparme por el prójimo. Hoy por ti y mañana por mí. Así funciona, no es tan complejo. Debemos como sociedad recuperar el interés por el bien común. Pensemos que la fortaleza de nuestras acciones se sostiene por el propio convencimiento de que la realidad puede cambiarse.

Trabajemos por todo ello, apostemos por el cambio y la transformación que debemos asumir. No más dicotomías, no más muletillas, no más excusas. El tiempo, lo único que no podemos recuperar, nos apremia. Jamás renunciemos a nuestras convicciones. No dejemos de soñar. Pensemos que, en cualquier orden de la vida, con esfuerzo y voluntad, cualquier objetivo podremos alcanzar.

El autor es presidente del Centro de Corredores y Agentes de la Bolsa de Cereales

La tragedia acontecida en Bahía Blanca muestra a las claras y pone en evidencia como ciertas “frases hechas”, casi a modo de muletillas, no solo no se sostienen, sino que hoy se caen a pedazos. Comencé a trabajar en este rubro en 1985. Podría decir que durante décadas escuché y siempre me opuse a aquella falsa dicotomía de “campo o ciudad”. Trabajé con la Fundación Barbechando un tiempo y ahí terminé de entender que no estaba errado en mi forma de pensar.

Cuántas veces habremos leído o escuchado aquello de que el campo reclama casi insaciablemente o solo para su propio beneficio. Hoy, con los hechos a la vista, entenderemos que el camino rural que utiliza un productor sojero, lechero o ganadero para sacar su producción y abastecer a esa gran red comercial que es la agroindustria, es el mismo que debió haber estado en condiciones para que en esta tragedia pudiera haber circulado en tiempo y forma ayuda de todo tipo. Ambulancias, bomberos, fuerzas de seguridad y socorristas se vieron en muchas oportunidades impedidos de poder llevar adelante su trabajo por el deplorable estado de esos caminos. Si logramos entender estas cuestiones, fundamentales, por cierto, entenderemos que el beneficio es para toda la comunidad.

Flagelo: denuncian un exponencial crecimiento del robo de carne en una región y los productores ponen vigilancia propia

Un claro ejemplo de esto a lo que hago referencia podría ser lo que la cadena comercial ha construido, mantenido y consolidado desde el inicio mismo de nuestra organización como Nación. El comercio de granos en la Argentina es casi único. Todos y cada uno de los integrantes de la cadena comercial, hoy en día transformada en una gran red, han hecho su aporte desde las instituciones. Por ello, nacieron las Bolsas, Cámaras y Mercados. Desde esos lugares de vanguardia se plasmaron las bases de un sistema en el cual prevaleció la búsqueda del bien común por sobre los enfoques sectoriales, algunas de sus consecuencias positivas fueron la transparente formación y publicidad de los precios, la estandarización de contratos, la constante preocupación por estándares y calidades, la formación de tribunales arbitrales de amigables componedores y la democratización de la oferta (precios iguales más allá de las cantidades) este sistema institucional posibilitó, potenció y acompaño el crecimiento de la producción.

En oportunidad de asistir a la fiesta de los 70 años de la compañía Cargill, ese día el presidente de la filial argentina de dicha multinacional dijo que nuestro país fue el primero en donde esa compañía desembarcó cuando decidió salir de los Estados Unidos y expandirse por el mundo. Eso no fue algo librado al azar. La Argentina ha sido la cuna de estos y otros ejemplos que hablan a las claras del rol que hemos tenido y debemos mantener en el comercio internacional.

Es por todo lo explicado que cuando un sector institucionalmente maduro como el campo argentino reclama reglas claras, obras de infraestructura, un sistema impositivo justo y progresivo que fomente la producción y el agregado de valor, lo hace, no con la mirada en sí mismo, sino con el convencimiento de que se producirá crecimiento y desarrollo que mejorará a la economía nacional, impactando en los índices sociales lo cual aportará al bienestar general de todos los ciudadanos de nuestro querido país. Así, no solo declamándolo, sino con el ejemplo, nuestro campo muestra a la clase política que la búsqueda del bien común es la solución y el camino a seguir, a través de diálogos y consensos necesarios para que nuestro país supere la crisis que desde hace décadas lo aqueja.

La pandemia nos dejó una enseñanza a modo de legado. Para estar bien uno, debo ocuparme y preocuparme por el prójimo. Hoy por ti y mañana por mí. Así funciona, no es tan complejo. Debemos como sociedad recuperar el interés por el bien común. Pensemos que la fortaleza de nuestras acciones se sostiene por el propio convencimiento de que la realidad puede cambiarse.

Trabajemos por todo ello, apostemos por el cambio y la transformación que debemos asumir. No más dicotomías, no más muletillas, no más excusas. El tiempo, lo único que no podemos recuperar, nos apremia. Jamás renunciemos a nuestras convicciones. No dejemos de soñar. Pensemos que, en cualquier orden de la vida, con esfuerzo y voluntad, cualquier objetivo podremos alcanzar.

El autor es presidente del Centro de Corredores y Agentes de la Bolsa de Cereales

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