Con la misión de ayudar a Bahía Blanca, la selección mayor juega con la Sub 20 en el estadio de Huracán. El Palacio Tomás Adolfo Ducó se viste de gala para recibir a los campeones del mundo. Muchos de ellos no tocarán siquiera la pelota, pero estarán cerca de la gente, que compró su entrada para colaborar con la causa y, sobre todo, para verlos en primera persona. El fútbol queda de lado cuando para muchos -la mayoría- este sábado lluvioso en Parque Patricios es su bautismo con ese grupo de jugadores que les dio la gran alegría en Qatar 2022.
La camiseta albiceleste le gana por goleada a cualquier atuendo. La portan chicos, felices por ver a los ídolos. Sus padres, algunos de los cuales ni siquiera habían visto a la Argentina campeona. Y los abuelos, porque se sienten identificados con el equipo. A Franco Mastantuono, el futuro del equipo, le brillan los ojos: “La selección es un sueño”, dice el mejor de River, el de la cláusula de los 41 millones de euros, el de apenas 17 años. El que tiene la ropa de entrenamiento con los colores argentinos y también se va a poner los pantalones cortos para ayudar. “Hoy es mi cumple y vine a verlos”, reza una bandera. “Gracias campeones”, otra. En los cuatro puntos cardinales, celeste y blanco.
También infla el pecho Claudio “Chiqui” Tapia, el presidente de la AFA, el que se congratula de ser el hincha número uno de la selección. “Esto es pura responsabilidad del cuerpo técnico y de los jugadores. Lo que han logrado con la gente. La gente se ve identificada con toda la selección”, resume en uno de los pasillos del estadio en un breve contacto con la prensa. Lionel Scaloni, el entrenador, es más directo. Sabe que el fútbol, al menos por hoy, no importa. No tanto. “Voy a hablar con los jugadores y les voy a decir que la gente los viene a ver a ellos. No tanto a jugar a la pelota, pero los quiere ver cerca. Los que han jugado con Uruguay descansarán, pero saldrán y estarán con su gente. Está bueno. Cuando era chico me hubiera gustado poder venir a ver un partido de la selección y estar cerca”, confiesa.
Las tribunas rebosan de gente de todas lasa edades, todos con una sonrisa y un distintivo celeste y blanco. Alguno estrena tatuaje alusivo al Mundial. Otros muestran carteles con pedidos o mensajes cariñosos. A Dibu Martínez, por ejemplo. En el vestuario está Rodrigo De Paul, preservado contra Uruguay, pero casi confirmado para el clásico con Brasil. Ese gran partido de las Américas en el que Tapia & Scaloni y 46 millones de hinchas esperan certificar la clasificación al Mundial 2026. Alcanza con un empate. El presidente de la AFA quiere goles. Porque cada grito equivale a una casa en Bahía Blanca. Ya hay una, gracias al tanto de Thiago Almada en Montevideo. “Ojalá tengamos dos o tres con el clásico de las Américas”, se ilusiona el presidente de la AFA. Y asegura: “Cuando la ONG lo imponga las empezaremos a hacer. El contrato es hasta fin de año en cada fecha FIFA”. En Bahía Blanca, a la distancia, sonríen (y agradecen) por anticipado. Nadie se olvida de ellos.
“ESTO ES PURA RESPONSABILIDAD DEL CUERPO TÉCNICO Y DE LOS JUGADORES.” El Chiqui Tapia habló de la unión entre la Selección y los hinchas.
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— SportsCenter (@SC_ESPN) March 22, 2025
Cerca de las 17, los “titulares” de la selección mayor salen a calentar. Hacen dos pasadas de calentamiento, a un ritmo lento. Parecen vueltas olímpicos, porque todos saludan, todos devuelven el cariño de la gente en Parque Patricios. En la primera línea del grupo, los generales de la victoria qatarí: esta el Dibu, claro, con sus guantes rojos. Está De Paul, y es un indicio de que no tiene problemas físicos. Está Nicolás Otamendi, el emblema de la defensa. Está Cristian “Cuti” Romero, el mariscal. También, Germán Pezzella (bahiense, claro) y Nahuel Molina. Falta el comandante en jefe, ausente con aviso. Falta Lionel Andrés Messi, pero es como si estuviera presente.
La gente ovaciona al Dibu y el arquero responde con uno de sus tradicionales bailecitos. A pura risa, todo es alegría. “Dale campeón, dale campeón”, grita un hincha de años, que se identifica como nunca con estos futbolistas. Un niño le pide un regalo al Dibu en un cartel: “Soy arquero, ¿me das tu camiseta?”. Hay una foto de Qatar 2022 que se repite en el Ducó. Lionel Scaloni, Pablo Aimar, Walter Samuel y Roberto Ayala, el cuerpo técnico del equipo, observa todo con una evidente muestra de satisfacción. Nunca protagonistas, siempre espectadoes, sienten que este baño de multitudes -y de cariño- es mérito de los jugadores. Suena “Muchachos”, el hit del torneo qatarí; el himno de la consagración. Y se acerca el comienzo de un partido de fútbol en el que el fútbol será lo de menos.
EL BAILE DEL DIBU NO PODÍA FALTAR 😅#JuntosPorBahíaBlanca pic.twitter.com/KUbDN2XLKq
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Los jugadores se forman alrededor de Hernán Mastrángelo, el árbitro principal. Los arqueros dejan sus trabajos específicos y se suman a la fila india. La Sub20 tiene a Gerónimo Rulli a préstamo, mientras que la titular cuenta con Walter Benítez. Dibu, por ahora, descansa. De Paul colabora con el carrito, es utilero por unos segundos. Canta el Himno Fabio Santana, excombatiente de Malvinas, que lleva una remera blanca y las islas en celeste. Los jugadores se abrazan, como manda la liturgia. Los hinchas entonan las estrofas de la canción. “¡Viva la Patria!”, remata Santana. El estadio se cierra en un aplauso, que sirve de introducción para otro clásico: “Y ya lo ve, y ya lo ve… el que no salta… es un inglés”.
El equipo principal no tiene a ningún titular de los que iniciaron el encuentro ante Uruguay en el Centenario, hace unas horas. Sí, un diseño táctico inusitado: 3-5-2, con dos que se conocen de memoria en la mitad de la cancha: Nicolás Paz y Maximo Perrone, compañeros en el Como de Italia. De Paul tiene el brazalete que tuvo Otamendi en la capital uruguayo; la insignia de Messi. La del Sub 20 es de Tobías Ramírez, que antes era Tobías Palacio, y que se cambió el apellido en honor a su padre del corazón; el hombre que lo crió.
La selección de los grandes no la pasa bien. El fútbol lo ponen los pibes. Facundo Medina y De Paul tienen que esforzarse al máximo para evitar el gol de los jóvenes. Benítez tiene algún sofocón en el área. Los dirigidos por Diego Placente son más intensos, sobre todo en la mitad de la cancha, donde crece Milton Delgado, el chico que se ganó la titularidad en Boca. Algunos hinchas protestan por una falta sobre Nicolás González, expulsado en Montevideo, que juega de lateral izquierdo, allí donde comenzó su carrera en la selección. De Paul se equivoca en la entrega y casi nace un contragolpe para la Sub 20.
Al cuarto de hora, la historia cambia. Ángel Correa -tal vez el el suplente más decisivo de Europa- remata cruzado y deja sin acción a Rulli para marcar el 1-0. Es un gol con ADN de la Argentina. De Paul encuentra la pelota con la cancha a su favor y lanza el pase en carrera para Correa, como si fuera un partido en Madrid. Es en Buenos Aires, y con un fin benéfico. Scaloni no festeja, sino que le da una indicación a Benjamín Domínguez, el chico criado en Gimnasia (La Plata) y ahora juega en Bologna con Santiago Castro, también titular para la mayor.
LA SCALONETA SE PUSO EN VENTAJA ⚽
Rodrigo De Paul recuperó y asistió a Ángel Correa para el 1-0 ante la Sub-20#JuntosPorBahíaBlanca pic.twitter.com/4EKmQwayZn
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A los 20, la Argentina mayor encuentra el segundo gol. Lo hace con un jugador (casi) con edad de menor. Es Nicolás Paz, el niño maravilla de Como, que se formó en Real Madrid -nada menos- y es hijo de Pablo Paz, ex zaguero de Newell’s y Tenerife de España. Su zurdazo vulnera la resistencia de Rulli y anota el 2-0. La mejor noticia de la primera parte de 20 minutos es la presencia de De Paul. Protagonista, activo, pide siempre la pelota y no muestra ningún signo de un problema físico.
En la segunda parte hay cambio de nombres, minutos para otros chicos en la Sub 20. Santiago Hidalgo, de Independiente, baja a De Paul (formado en Racing) y el motor de la mitad de la cancha lo mira fijo mientras se levanta. No le dice nada. No hace falta. El juvenil le da una palmada en la espalda a modo de disculpa. Más tarde, Paz queda solo ante Rulli después de una gran asistencia de Benjamín Domínguez. Tapa Benítez, que se cambió de equipo y ataja para los juveniles. Rulli pasó al conjunto de los grandes. Dylan Aquino tiene el descuento en un unipersonal. De Paul no llega a cubrirlo, y el chico de Lanús amaga para un lado y va hacia el otro. Remata de zurda y la pelota se va besando el palo.
Hidalgo lo bajó a De Paul y al Motorcito no le gustó nada#JuntosPorBahíaBlanca pic.twitter.com/BpmxwxNhtv
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Con la misión de ayudar a Bahía Blanca, la selección mayor juega con la Sub 20 en el estadio de Huracán. El Palacio Tomás Adolfo Ducó se viste de gala para recibir a los campeones del mundo. Muchos de ellos no tocarán siquiera la pelota, pero estarán cerca de la gente, que compró su entrada para colaborar con la causa y, sobre todo, para verlos en primera persona. El fútbol queda de lado cuando para muchos -la mayoría- este sábado lluvioso en Parque Patricios es su bautismo con ese grupo de jugadores que les dio la gran alegría en Qatar 2022.
La camiseta albiceleste le gana por goleada a cualquier atuendo. La portan chicos, felices por ver a los ídolos. Sus padres, algunos de los cuales ni siquiera habían visto a la Argentina campeona. Y los abuelos, porque se sienten identificados con el equipo. A Franco Mastantuono, el futuro del equipo, le brillan los ojos: “La selección es un sueño”, dice el mejor de River, el de la cláusula de los 41 millones de euros, el de apenas 17 años. El que tiene la ropa de entrenamiento con los colores argentinos y también se va a poner los pantalones cortos para ayudar. “Hoy es mi cumple y vine a verlos”, reza una bandera. “Gracias campeones”, otra. En los cuatro puntos cardinales, celeste y blanco.
También infla el pecho Claudio “Chiqui” Tapia, el presidente de la AFA, el que se congratula de ser el hincha número uno de la selección. “Esto es pura responsabilidad del cuerpo técnico y de los jugadores. Lo que han logrado con la gente. La gente se ve identificada con toda la selección”, resume en uno de los pasillos del estadio en un breve contacto con la prensa. Lionel Scaloni, el entrenador, es más directo. Sabe que el fútbol, al menos por hoy, no importa. No tanto. “Voy a hablar con los jugadores y les voy a decir que la gente los viene a ver a ellos. No tanto a jugar a la pelota, pero los quiere ver cerca. Los que han jugado con Uruguay descansarán, pero saldrán y estarán con su gente. Está bueno. Cuando era chico me hubiera gustado poder venir a ver un partido de la selección y estar cerca”, confiesa.
Las tribunas rebosan de gente de todas lasa edades, todos con una sonrisa y un distintivo celeste y blanco. Alguno estrena tatuaje alusivo al Mundial. Otros muestran carteles con pedidos o mensajes cariñosos. A Dibu Martínez, por ejemplo. En el vestuario está Rodrigo De Paul, preservado contra Uruguay, pero casi confirmado para el clásico con Brasil. Ese gran partido de las Américas en el que Tapia & Scaloni y 46 millones de hinchas esperan certificar la clasificación al Mundial 2026. Alcanza con un empate. El presidente de la AFA quiere goles. Porque cada grito equivale a una casa en Bahía Blanca. Ya hay una, gracias al tanto de Thiago Almada en Montevideo. “Ojalá tengamos dos o tres con el clásico de las Américas”, se ilusiona el presidente de la AFA. Y asegura: “Cuando la ONG lo imponga las empezaremos a hacer. El contrato es hasta fin de año en cada fecha FIFA”. En Bahía Blanca, a la distancia, sonríen (y agradecen) por anticipado. Nadie se olvida de ellos.
“ESTO ES PURA RESPONSABILIDAD DEL CUERPO TÉCNICO Y DE LOS JUGADORES.” El Chiqui Tapia habló de la unión entre la Selección y los hinchas.
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Cerca de las 17, los “titulares” de la selección mayor salen a calentar. Hacen dos pasadas de calentamiento, a un ritmo lento. Parecen vueltas olímpicos, porque todos saludan, todos devuelven el cariño de la gente en Parque Patricios. En la primera línea del grupo, los generales de la victoria qatarí: esta el Dibu, claro, con sus guantes rojos. Está De Paul, y es un indicio de que no tiene problemas físicos. Está Nicolás Otamendi, el emblema de la defensa. Está Cristian “Cuti” Romero, el mariscal. También, Germán Pezzella (bahiense, claro) y Nahuel Molina. Falta el comandante en jefe, ausente con aviso. Falta Lionel Andrés Messi, pero es como si estuviera presente.
La gente ovaciona al Dibu y el arquero responde con uno de sus tradicionales bailecitos. A pura risa, todo es alegría. “Dale campeón, dale campeón”, grita un hincha de años, que se identifica como nunca con estos futbolistas. Un niño le pide un regalo al Dibu en un cartel: “Soy arquero, ¿me das tu camiseta?”. Hay una foto de Qatar 2022 que se repite en el Ducó. Lionel Scaloni, Pablo Aimar, Walter Samuel y Roberto Ayala, el cuerpo técnico del equipo, observa todo con una evidente muestra de satisfacción. Nunca protagonistas, siempre espectadoes, sienten que este baño de multitudes -y de cariño- es mérito de los jugadores. Suena “Muchachos”, el hit del torneo qatarí; el himno de la consagración. Y se acerca el comienzo de un partido de fútbol en el que el fútbol será lo de menos.
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Los jugadores se forman alrededor de Hernán Mastrángelo, el árbitro principal. Los arqueros dejan sus trabajos específicos y se suman a la fila india. La Sub20 tiene a Gerónimo Rulli a préstamo, mientras que la titular cuenta con Walter Benítez. Dibu, por ahora, descansa. De Paul colabora con el carrito, es utilero por unos segundos. Canta el Himno Fabio Santana, excombatiente de Malvinas, que lleva una remera blanca y las islas en celeste. Los jugadores se abrazan, como manda la liturgia. Los hinchas entonan las estrofas de la canción. “¡Viva la Patria!”, remata Santana. El estadio se cierra en un aplauso, que sirve de introducción para otro clásico: “Y ya lo ve, y ya lo ve… el que no salta… es un inglés”.
El equipo principal no tiene a ningún titular de los que iniciaron el encuentro ante Uruguay en el Centenario, hace unas horas. Sí, un diseño táctico inusitado: 3-5-2, con dos que se conocen de memoria en la mitad de la cancha: Nicolás Paz y Maximo Perrone, compañeros en el Como de Italia. De Paul tiene el brazalete que tuvo Otamendi en la capital uruguayo; la insignia de Messi. La del Sub 20 es de Tobías Ramírez, que antes era Tobías Palacio, y que se cambió el apellido en honor a su padre del corazón; el hombre que lo crió.
La selección de los grandes no la pasa bien. El fútbol lo ponen los pibes. Facundo Medina y De Paul tienen que esforzarse al máximo para evitar el gol de los jóvenes. Benítez tiene algún sofocón en el área. Los dirigidos por Diego Placente son más intensos, sobre todo en la mitad de la cancha, donde crece Milton Delgado, el chico que se ganó la titularidad en Boca. Algunos hinchas protestan por una falta sobre Nicolás González, expulsado en Montevideo, que juega de lateral izquierdo, allí donde comenzó su carrera en la selección. De Paul se equivoca en la entrega y casi nace un contragolpe para la Sub 20.
Al cuarto de hora, la historia cambia. Ángel Correa -tal vez el el suplente más decisivo de Europa- remata cruzado y deja sin acción a Rulli para marcar el 1-0. Es un gol con ADN de la Argentina. De Paul encuentra la pelota con la cancha a su favor y lanza el pase en carrera para Correa, como si fuera un partido en Madrid. Es en Buenos Aires, y con un fin benéfico. Scaloni no festeja, sino que le da una indicación a Benjamín Domínguez, el chico criado en Gimnasia (La Plata) y ahora juega en Bologna con Santiago Castro, también titular para la mayor.
LA SCALONETA SE PUSO EN VENTAJA ⚽
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A los 20, la Argentina mayor encuentra el segundo gol. Lo hace con un jugador (casi) con edad de menor. Es Nicolás Paz, el niño maravilla de Como, que se formó en Real Madrid -nada menos- y es hijo de Pablo Paz, ex zaguero de Newell’s y Tenerife de España. Su zurdazo vulnera la resistencia de Rulli y anota el 2-0. La mejor noticia de la primera parte de 20 minutos es la presencia de De Paul. Protagonista, activo, pide siempre la pelota y no muestra ningún signo de un problema físico.
En la segunda parte hay cambio de nombres, minutos para otros chicos en la Sub 20. Santiago Hidalgo, de Independiente, baja a De Paul (formado en Racing) y el motor de la mitad de la cancha lo mira fijo mientras se levanta. No le dice nada. No hace falta. El juvenil le da una palmada en la espalda a modo de disculpa. Más tarde, Paz queda solo ante Rulli después de una gran asistencia de Benjamín Domínguez. Tapa Benítez, que se cambió de equipo y ataja para los juveniles. Rulli pasó al conjunto de los grandes. Dylan Aquino tiene el descuento en un unipersonal. De Paul no llega a cubrirlo, y el chico de Lanús amaga para un lado y va hacia el otro. Remata de zurda y la pelota se va besando el palo.
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— TNT Sports Argentina (@TNTSportsAR) March 22, 2025 El partido, destinado a recaudar fondos para Bahía Blanca, sirve también para que miles de hinchas vean a sus ídolos por primera vez Read More