Cómo es la vida de Robinho en la cárcel, a un año de iniciar su condena por violación grupal

El 23 de marzo se cumplió un año desde que el exfutbolista brasileño Robinho ingresó en la cárcel para cumplir una condena de nueve años por violación grupal. El delito, perpetrado en 2013 en un boliche de Milán, fue confirmado en todas las instancias judiciales de Italia, aunque el exjugador siempre negó haber cometido el crimen. Sin posibilidad de extradición, cumple su sentencia en la penitenciaría de Tremembé, en São Paulo, conocida como la “cárcel de los famosos”.

Mientras sus abogados continúan apelando la pena en Brasil, Robinho, de 41 años, busca reducir su condena a través del trabajo y el buen comportamiento. Según informan medios brasileños, se adaptó bien al régimen carcelario y mantiene una relación armoniosa con los otros reclusos. Participa en el club de lectura, cuida el huerto, repara televisores y radios gracias a un curso de electrónica de 600 horas, y completó los 10 módulos del Programa de Educación para el Trabajo y la Ciudadanía. Cada 12 horas de trabajo representan un día menos de pena. “Es un preso ejemplar”, dicen quienes lo custodian y conviven con él.

El exfutbolista comparte una celda de ocho metros cuadrados con un joven de 22 años, condenado por inducir al suicidio. Solo recibe visitas de familiares directos, incluyendo a su hijo, Robinho Jr., de 17 años, recientemente incorporado al Santos. Las visitas están restringidas a una vez al mes, y solo puede recibir ciertos alimentos, ropa y materiales de lectura o escritura, siempre dentro de lo permitido por el reglamento penitenciario.

Las polémicas en torno al caso continúan. Robinho insistió en su inocencia y sostuvo que la relación con la víctima fue de común acuerdo. “Nunca lo negué. Fue consensuado. Podría haberlo negado, porque mi ADN no está allí. Pero no soy un mentiroso”, declaró el exdelantero, quien en 2020 había sido reincorporado al Santos, pero el club rescindió su contrato tras la presión social. En su defensa, sostiene que la justicia italiana no respetó su derecho de defensa y que su condena es excesiva, aunque el fallo del Tribunal de Casación de Roma confirmó la pena en última instancia.

En Tremembé, donde conviven políticos, empresarios y criminales de alto perfil, Robinho también encontró un refugio en el fútbol. Juega ocasionalmente con otros reclusos en los partidos organizados dentro de la prisión. En su primer encuentro, protagonizó un episodio particular: tras una serie de gambetas, recibió una fuerte patada que lo dejó en el suelo. “Ya lo bautizaron”, exclamaron otros presos, marcando así su integración en la dinámica del penal.

La justicia italiana fue contundente en su fallo. En 2020, el Tribunal de Casación de Roma confirmó la condena contra Robinho y su amigo Ricardo Falco por “violencia sexual en grupo”. Otros cuatro brasileños también estuvieron implicados, pero lograron eludir la notificación judicial tras abandonar Italia. La sentencia se basó en pruebas y escuchas telefónicas que revelaban detalles del hecho, y que fueron consideradas determinantes por los jueces para confirmar la culpabilidad del exjugador.

La cárcel en la que se encuentra Robinho está en el interior de San Pablo, en un establecimiento que cuenta con diferentes espacios para buscar la reinserción de los presos. Hay una biblioteca, una sala para juegos como el ajedrez, un huerta, una iglesia y hasta varias canchas de fútbol. El ex futbolista pasó diez días en una celda de aislamiento y, tras cumplir este período, pasó a un habitáculo de poco más de ocho metros cuadrados que comparte con otro preso.

En un giro trágico, esta semana se conoció que Rudney Gomes, de 46 años y exguardaespaldas de Robinho, fue hallado muerto en circunstancias que apuntan a un posible suicidio. Su nombre figuraba entre los involucrados en el caso, aunque nunca llegó a ser condenado por la justicia italiana.

Robinho, quien brilló en clubes como Santos, Real Madrid, Manchester City y Milan, enfrenta un presente muy distinto al que soñó en sus días de gloria. Mientras aguarda novedades sobre su situación judicial, su realidad se reduce a los muros de Tremembé, donde intenta obtener un régimen semiabierto para acortar su permanencia en prisión.

Para ello, su conducta debe seguir siendo intachable y tendrá que completar más programas de reinserción laboral. Sin embargo, la posibilidad de que su condena sea reducida aún es incierta, ya que el proceso de revisión de penas en Brasil es complejo y suele demorar años.

El 23 de marzo se cumplió un año desde que el exfutbolista brasileño Robinho ingresó en la cárcel para cumplir una condena de nueve años por violación grupal. El delito, perpetrado en 2013 en un boliche de Milán, fue confirmado en todas las instancias judiciales de Italia, aunque el exjugador siempre negó haber cometido el crimen. Sin posibilidad de extradición, cumple su sentencia en la penitenciaría de Tremembé, en São Paulo, conocida como la “cárcel de los famosos”.

Mientras sus abogados continúan apelando la pena en Brasil, Robinho, de 41 años, busca reducir su condena a través del trabajo y el buen comportamiento. Según informan medios brasileños, se adaptó bien al régimen carcelario y mantiene una relación armoniosa con los otros reclusos. Participa en el club de lectura, cuida el huerto, repara televisores y radios gracias a un curso de electrónica de 600 horas, y completó los 10 módulos del Programa de Educación para el Trabajo y la Ciudadanía. Cada 12 horas de trabajo representan un día menos de pena. “Es un preso ejemplar”, dicen quienes lo custodian y conviven con él.

El exfutbolista comparte una celda de ocho metros cuadrados con un joven de 22 años, condenado por inducir al suicidio. Solo recibe visitas de familiares directos, incluyendo a su hijo, Robinho Jr., de 17 años, recientemente incorporado al Santos. Las visitas están restringidas a una vez al mes, y solo puede recibir ciertos alimentos, ropa y materiales de lectura o escritura, siempre dentro de lo permitido por el reglamento penitenciario.

Las polémicas en torno al caso continúan. Robinho insistió en su inocencia y sostuvo que la relación con la víctima fue de común acuerdo. “Nunca lo negué. Fue consensuado. Podría haberlo negado, porque mi ADN no está allí. Pero no soy un mentiroso”, declaró el exdelantero, quien en 2020 había sido reincorporado al Santos, pero el club rescindió su contrato tras la presión social. En su defensa, sostiene que la justicia italiana no respetó su derecho de defensa y que su condena es excesiva, aunque el fallo del Tribunal de Casación de Roma confirmó la pena en última instancia.

En Tremembé, donde conviven políticos, empresarios y criminales de alto perfil, Robinho también encontró un refugio en el fútbol. Juega ocasionalmente con otros reclusos en los partidos organizados dentro de la prisión. En su primer encuentro, protagonizó un episodio particular: tras una serie de gambetas, recibió una fuerte patada que lo dejó en el suelo. “Ya lo bautizaron”, exclamaron otros presos, marcando así su integración en la dinámica del penal.

La justicia italiana fue contundente en su fallo. En 2020, el Tribunal de Casación de Roma confirmó la condena contra Robinho y su amigo Ricardo Falco por “violencia sexual en grupo”. Otros cuatro brasileños también estuvieron implicados, pero lograron eludir la notificación judicial tras abandonar Italia. La sentencia se basó en pruebas y escuchas telefónicas que revelaban detalles del hecho, y que fueron consideradas determinantes por los jueces para confirmar la culpabilidad del exjugador.

La cárcel en la que se encuentra Robinho está en el interior de San Pablo, en un establecimiento que cuenta con diferentes espacios para buscar la reinserción de los presos. Hay una biblioteca, una sala para juegos como el ajedrez, un huerta, una iglesia y hasta varias canchas de fútbol. El ex futbolista pasó diez días en una celda de aislamiento y, tras cumplir este período, pasó a un habitáculo de poco más de ocho metros cuadrados que comparte con otro preso.

En un giro trágico, esta semana se conoció que Rudney Gomes, de 46 años y exguardaespaldas de Robinho, fue hallado muerto en circunstancias que apuntan a un posible suicidio. Su nombre figuraba entre los involucrados en el caso, aunque nunca llegó a ser condenado por la justicia italiana.

Robinho, quien brilló en clubes como Santos, Real Madrid, Manchester City y Milan, enfrenta un presente muy distinto al que soñó en sus días de gloria. Mientras aguarda novedades sobre su situación judicial, su realidad se reduce a los muros de Tremembé, donde intenta obtener un régimen semiabierto para acortar su permanencia en prisión.

Para ello, su conducta debe seguir siendo intachable y tendrá que completar más programas de reinserción laboral. Sin embargo, la posibilidad de que su condena sea reducida aún es incierta, ya que el proceso de revisión de penas en Brasil es complejo y suele demorar años.

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