Dólar, FMI y encuestas. El delicado equilibrio que desafía a Javier Milei

No daba lo mismo. Para el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, el decreto de necesidad y urgencia (DNU) que validara el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) tenía que ser aprobado esta semana. Así se lo hizo saber al presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, quien finalmente logró su cometido con 129 votos positivos, 108 rechazos y 6 abstenciones en un Congreso blindado por una nueva protesta por los jubilados y la amenaza de un nuevo para general para el 10 de abril.

Para llegar a ese momento hubo dos cuestiones técnicas que se volvieron fundamentales. Una fue que el diputado Oscar Zago, del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), fue elegido como presidente de la Comisión Bicameral Permanente de Trámite Legislativo, en reemplazo del senador Juan Carlos Pagotto, de La Libertad Avanza (LLA), luego de un empate entre las propuestas del kirchnerismo, que impulsaba a Nicolás Massot (Encuentro Federal), y de LLA, que buscaba la reelección de Pagotto. “Hasta último momento hubo una intención del kirchnerismo de evitar ese nombramiento y hasta la propia Cristina estuvo involucrada”, aseguran en el entorno de Menem. Si eso no ocurría no se podía debatir el DNU y la postergación cimentaba una mayor incertidumbre política y económica tras días difíciles para el gobierno nacional.

De ahí la tensión con la que en el Congreso recibieron a José Luis Daza, secretario de Política Económica y hombre de extrema confianza del ministro Caputo, quien puso en palabras algo que es una preocupación mayúscula en el mundo de los negocios.

“Estamos en un mundo complejo. Entiendo que ustedes no son especialistas financieros y es natural. En la intersección entre finanzas y economía se desarrollaron una serie de indicadores de mercado como índices de tensión e índices de fragilidad. Esos índices están en los niveles más altos desde la pandemia. La Argentina, gracias al programa de política económica, ha resistido shocks externos”, afirmó ante un salón azul semivacío tras “los insultos e improperios personales -según sus propias palabras- de quienes luego salieron corriendo”. Esos índices reflejan lejos del microclima argentino que el macroclima de la economía global vive cambios repentinos y profundos como pocas veces se vivieron en la historia reciente. Esos índices sumados a la realidad local hacen que los debates en torno del cepo están hoy más activos que nunca en el Gobierno. Su salida está definida pero no así el cuándo que baila al compás del nuevo mundo.

Daza, con su tono calmado, fue directo al momento de plantear el carácter de urgencia que supone para el Gobierno resolver la foto actual del Banco Central. “Agarramos un país que estaba al borde de una crisis muy grande. No es un cliché político. Poco a poco fuimos desarmando las fuentes de crisis: el déficit fiscal, los pasivos remunerados, el exceso monetario. Nos queda una sola vulnerabilidad que nos ha obligado a mantener el cepo cambiario… La urgencia es dar un paso adelante para terminar de estabilizar la economía y salir de la pobreza. La solvencia del Banco Central es fundamental para avanzar en el desarrollo de la Argentina. Esa es la urgencia”, agregó ante pocos escuchas tras la demora de más de dos horas producto del raid político que se vivía tras bambalinas en el Congreso.

A río revuelto…

El Banco Central (BCRA) no pudo escapar de la peor racha vendedora de reservas que enfrenta desde que Javier Milei llegó al Gobierno: vendió otros US$196 millones el viernes. Lo hizo en una rueda en la que el volumen de negocios en operaciones a ser liquidadas el martes -luego del fin de semana largo por el feriado del lunes- repuntó y llegó a US$495,4 millones.

El dólar lleva ya varios días en los portales de noticias y varios economistas locales advirtieron a sus clientes sobre la desconfianza en torno a la continuidad del crawling peg -devaluación administrada- al ritmo actual. La ansiedad por el acuerdo con el FMI, los detalles no revelados de los fondos a desembolsar ni del fondo del contenido, sumado a la historia de las recomendaciones del organismo que preside Kristalina Georgieva, acentuaron la incertidumbre. El propio Ricardo Arriazu, muy respetado por el presidente, sugirió hace pocos días en un encuentro en el Jockey Club que: “Me dicen que hay alguna diferencia entre el presidente que quiere flotar y el Banco Central y Economía, que no quieren flotar. Devaluación no va a haber. El peligro es que me pongan una banda cambiaria que me genere cierta incertidumbre”, insistió.

“No puedo fijar la base monetaria y al mismo tiempo flotar el tipo de cambio. Eso es lo que me preocupa. Cuando la Argentina deje de pensar en dólares, posiblemente sea el mejor sistema. Pero no para la Argentina de hoy”, apuntó Arriazu.

Nada de lo que sucedió en los últimos días fue casualidad. El vuelco del mercado se dio en medio de las gestiones para cerrar el nuevo programa con el Fondo -que tiene una historia bien marcada de idas y vueltas con la Argentina en la cuestión cambiaria- y después de que el ministro de Economía, evitara, en dos apariciones públicas, confirmar si se mantendrá o no la estrategia actual con el dólar, que apunta a mantenerlo muy estabilizado para propiciar un descenso mayor de la inflación. Esto en un contexto en el que -tal como indicó Javier Blanco en LA NACION- se habían multiplicado las apuestas mayoritariamente de corto plazo al denominado carry trade (hacer colocaciones en pesos para multiplicarlos y pasarlos a dólares luego) y en momentos en que quienes tienen que demandar divisas anticiparon sus compras y quienes tienen que liquidarlas postergan sus ventas.

“¿Qué habría pasado si la Argentina hubiese flotado en diciembre del año pasado? Deja el tipo de cambio libre y elimina el cepo con una deuda por importaciones impagas de US$ 40.000 millones y con reservas netas negativas. La gente va a comprar US$ 40.000 millones y no hay. ¿Qué cree que va a pasar?”, sumó Arriazu.

En esa misma línea opinó un exministro de Economía quien prefirió el off the record: “El blanqueo fue clave para la estabilidad en 2024 y ahora se busca que el Fondo sea eso también, un garante de estabilidad con fondos frescos que refuercen las reservas. Pero hay un gran tema del que poco se habla en el gobierno libertario y es que no tiene acceso al mercado internacional. Al menos no por ahora”.

El exministro agregó también que “A mí no me parece mal un esquema de bandas pero eso derriba gran parte del relato construido en torno al régimen cambiario y al ancla que eso significa en materia de inflación. ¿Qué pasa si el techo de la banda es superado?, ¿Cómo se revierte? Es claro que la situación no es sencilla y menos en este escenario global”. Desde el Ministerio de Economía se excusaron de hacer comentarios ante la consulta de LA NACION.

La excepción hace la regla

Martín Redrado, extitular del Banco Central, está convencido que la política cambiaria actual es de transición. “El país debe clarificar cuanto antes un horizonte. Con nuestro equipo analizamos cuáles son los países que comparten con la Argentina la política de devaluación preanunciada, conocida como crawling peg y son tres en el mundo: Nicaragua, Botsuana y la Argentina. Esta política no puede ser permanente”.

El dilema no es para nada sencillo. Sobre todo por la historia económica local. “La Argentina debe ir acumulando reservas durante este año y lograr que el tipo de cambio flote con un Banco Central que haga política anticíclica”, añadió Redrado y tomó como ejemplo el caso de Perú: “Ellos profundizaron algo que ya se hizo en el país, que es el bimonetarismo”. Las preguntas sobre el futuro cambiario están a la orden del día en todos los foros económicos locales. De hecho, Mariana Camino, titular de Abeceb, puso su acento esta semana en una reunión que tuvo a puertas cerradas con empresarios pyme en el marco de IDEA. “Estados Unidos está siendo desafiado por China y elige nuevos aliados. Promueve una guerra comercial con los aranceles como instrumento de geopolítica. Eso genera un cambio en la influencia en las regiones y Europa redefine su política de seguridad e internacional”, afirmó. E hizo referencia, tal como Daza en el Congreso, a la infinidad de indicadores globales que marcan una incertidumbre futura a nivel internacional. “Contra todos los pronósticos el crawling peg se sostuvo desde la devaluación e incluso se ajustó a la baja. Las anclas funcionaron y ahora hay que despejar las dudas respecto de la consolidación. Hay un punto importante y es que este nuevo mundo no es lejano sino que afecta directamente en nuestra realidad”, graficó.

El desafío no es menor para el Gobierno. Las encuestas de opinión pública que mantienen la aceptación presidencial se sustentan en dos activos principales: la baja de la inflación y el control de las calles. Una última encuesta que aún no se publicó revela que la intención de voto a la Libertad Avanza se mantiene intacta pese al caso cripto, la pelea entre Santiago Caputo y Facundo Manes en el Congreso y hasta los incidentes durante la marcha de la semana pasada que terminó con destrozos, 114 detenidos y un fotógrafo gravemente herido.

“La confianza está firme principalmente en dos hitos: precios a la baja y la idea de buenos y malos que construyó el Gobierno. El dólar también aparece en los verbatims -respuestas abiertas- en los focus groups porque la estabilidad cambiaria es otro mérito para los ciudadanos. Independientemente que lo pueden comprar o no. Pero aquí todos piensan en dólares”, resumió el líder de esa encuesta que circula hoy en los despachos más influyentes.

En otra encuesta de uno de los consultores más respetados se revela también que la penetración de Milei en el universo de votantes peronistas se da especialmente por el control de la inflación y la idea de “los buenos son los azules” en aquellas localidades del conurbano bonaerense en las que la inseguridad y el narcotráfico desvela a las familias de menores recursos. “Pero eso sí: la misma tolerancia cero que quieren para los delincuentes la plantean para la corrupción. El lazo de confianza se puede romper muy rápido si los errores políticos no forzados se aceleran o si la estabilidad económica se desvanece. La memoria y el péndulo ideológico en la Argentina son muy frágiles. Casi tanto como el romance entre el peso y el dólar”, sentenció el consultor.

No daba lo mismo. Para el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, el decreto de necesidad y urgencia (DNU) que validara el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) tenía que ser aprobado esta semana. Así se lo hizo saber al presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, quien finalmente logró su cometido con 129 votos positivos, 108 rechazos y 6 abstenciones en un Congreso blindado por una nueva protesta por los jubilados y la amenaza de un nuevo para general para el 10 de abril.

Para llegar a ese momento hubo dos cuestiones técnicas que se volvieron fundamentales. Una fue que el diputado Oscar Zago, del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), fue elegido como presidente de la Comisión Bicameral Permanente de Trámite Legislativo, en reemplazo del senador Juan Carlos Pagotto, de La Libertad Avanza (LLA), luego de un empate entre las propuestas del kirchnerismo, que impulsaba a Nicolás Massot (Encuentro Federal), y de LLA, que buscaba la reelección de Pagotto. “Hasta último momento hubo una intención del kirchnerismo de evitar ese nombramiento y hasta la propia Cristina estuvo involucrada”, aseguran en el entorno de Menem. Si eso no ocurría no se podía debatir el DNU y la postergación cimentaba una mayor incertidumbre política y económica tras días difíciles para el gobierno nacional.

De ahí la tensión con la que en el Congreso recibieron a José Luis Daza, secretario de Política Económica y hombre de extrema confianza del ministro Caputo, quien puso en palabras algo que es una preocupación mayúscula en el mundo de los negocios.

“Estamos en un mundo complejo. Entiendo que ustedes no son especialistas financieros y es natural. En la intersección entre finanzas y economía se desarrollaron una serie de indicadores de mercado como índices de tensión e índices de fragilidad. Esos índices están en los niveles más altos desde la pandemia. La Argentina, gracias al programa de política económica, ha resistido shocks externos”, afirmó ante un salón azul semivacío tras “los insultos e improperios personales -según sus propias palabras- de quienes luego salieron corriendo”. Esos índices reflejan lejos del microclima argentino que el macroclima de la economía global vive cambios repentinos y profundos como pocas veces se vivieron en la historia reciente. Esos índices sumados a la realidad local hacen que los debates en torno del cepo están hoy más activos que nunca en el Gobierno. Su salida está definida pero no así el cuándo que baila al compás del nuevo mundo.

Daza, con su tono calmado, fue directo al momento de plantear el carácter de urgencia que supone para el Gobierno resolver la foto actual del Banco Central. “Agarramos un país que estaba al borde de una crisis muy grande. No es un cliché político. Poco a poco fuimos desarmando las fuentes de crisis: el déficit fiscal, los pasivos remunerados, el exceso monetario. Nos queda una sola vulnerabilidad que nos ha obligado a mantener el cepo cambiario… La urgencia es dar un paso adelante para terminar de estabilizar la economía y salir de la pobreza. La solvencia del Banco Central es fundamental para avanzar en el desarrollo de la Argentina. Esa es la urgencia”, agregó ante pocos escuchas tras la demora de más de dos horas producto del raid político que se vivía tras bambalinas en el Congreso.

A río revuelto…

El Banco Central (BCRA) no pudo escapar de la peor racha vendedora de reservas que enfrenta desde que Javier Milei llegó al Gobierno: vendió otros US$196 millones el viernes. Lo hizo en una rueda en la que el volumen de negocios en operaciones a ser liquidadas el martes -luego del fin de semana largo por el feriado del lunes- repuntó y llegó a US$495,4 millones.

El dólar lleva ya varios días en los portales de noticias y varios economistas locales advirtieron a sus clientes sobre la desconfianza en torno a la continuidad del crawling peg -devaluación administrada- al ritmo actual. La ansiedad por el acuerdo con el FMI, los detalles no revelados de los fondos a desembolsar ni del fondo del contenido, sumado a la historia de las recomendaciones del organismo que preside Kristalina Georgieva, acentuaron la incertidumbre. El propio Ricardo Arriazu, muy respetado por el presidente, sugirió hace pocos días en un encuentro en el Jockey Club que: “Me dicen que hay alguna diferencia entre el presidente que quiere flotar y el Banco Central y Economía, que no quieren flotar. Devaluación no va a haber. El peligro es que me pongan una banda cambiaria que me genere cierta incertidumbre”, insistió.

“No puedo fijar la base monetaria y al mismo tiempo flotar el tipo de cambio. Eso es lo que me preocupa. Cuando la Argentina deje de pensar en dólares, posiblemente sea el mejor sistema. Pero no para la Argentina de hoy”, apuntó Arriazu.

Nada de lo que sucedió en los últimos días fue casualidad. El vuelco del mercado se dio en medio de las gestiones para cerrar el nuevo programa con el Fondo -que tiene una historia bien marcada de idas y vueltas con la Argentina en la cuestión cambiaria- y después de que el ministro de Economía, evitara, en dos apariciones públicas, confirmar si se mantendrá o no la estrategia actual con el dólar, que apunta a mantenerlo muy estabilizado para propiciar un descenso mayor de la inflación. Esto en un contexto en el que -tal como indicó Javier Blanco en LA NACION- se habían multiplicado las apuestas mayoritariamente de corto plazo al denominado carry trade (hacer colocaciones en pesos para multiplicarlos y pasarlos a dólares luego) y en momentos en que quienes tienen que demandar divisas anticiparon sus compras y quienes tienen que liquidarlas postergan sus ventas.

“¿Qué habría pasado si la Argentina hubiese flotado en diciembre del año pasado? Deja el tipo de cambio libre y elimina el cepo con una deuda por importaciones impagas de US$ 40.000 millones y con reservas netas negativas. La gente va a comprar US$ 40.000 millones y no hay. ¿Qué cree que va a pasar?”, sumó Arriazu.

En esa misma línea opinó un exministro de Economía quien prefirió el off the record: “El blanqueo fue clave para la estabilidad en 2024 y ahora se busca que el Fondo sea eso también, un garante de estabilidad con fondos frescos que refuercen las reservas. Pero hay un gran tema del que poco se habla en el gobierno libertario y es que no tiene acceso al mercado internacional. Al menos no por ahora”.

El exministro agregó también que “A mí no me parece mal un esquema de bandas pero eso derriba gran parte del relato construido en torno al régimen cambiario y al ancla que eso significa en materia de inflación. ¿Qué pasa si el techo de la banda es superado?, ¿Cómo se revierte? Es claro que la situación no es sencilla y menos en este escenario global”. Desde el Ministerio de Economía se excusaron de hacer comentarios ante la consulta de LA NACION.

La excepción hace la regla

Martín Redrado, extitular del Banco Central, está convencido que la política cambiaria actual es de transición. “El país debe clarificar cuanto antes un horizonte. Con nuestro equipo analizamos cuáles son los países que comparten con la Argentina la política de devaluación preanunciada, conocida como crawling peg y son tres en el mundo: Nicaragua, Botsuana y la Argentina. Esta política no puede ser permanente”.

El dilema no es para nada sencillo. Sobre todo por la historia económica local. “La Argentina debe ir acumulando reservas durante este año y lograr que el tipo de cambio flote con un Banco Central que haga política anticíclica”, añadió Redrado y tomó como ejemplo el caso de Perú: “Ellos profundizaron algo que ya se hizo en el país, que es el bimonetarismo”. Las preguntas sobre el futuro cambiario están a la orden del día en todos los foros económicos locales. De hecho, Mariana Camino, titular de Abeceb, puso su acento esta semana en una reunión que tuvo a puertas cerradas con empresarios pyme en el marco de IDEA. “Estados Unidos está siendo desafiado por China y elige nuevos aliados. Promueve una guerra comercial con los aranceles como instrumento de geopolítica. Eso genera un cambio en la influencia en las regiones y Europa redefine su política de seguridad e internacional”, afirmó. E hizo referencia, tal como Daza en el Congreso, a la infinidad de indicadores globales que marcan una incertidumbre futura a nivel internacional. “Contra todos los pronósticos el crawling peg se sostuvo desde la devaluación e incluso se ajustó a la baja. Las anclas funcionaron y ahora hay que despejar las dudas respecto de la consolidación. Hay un punto importante y es que este nuevo mundo no es lejano sino que afecta directamente en nuestra realidad”, graficó.

El desafío no es menor para el Gobierno. Las encuestas de opinión pública que mantienen la aceptación presidencial se sustentan en dos activos principales: la baja de la inflación y el control de las calles. Una última encuesta que aún no se publicó revela que la intención de voto a la Libertad Avanza se mantiene intacta pese al caso cripto, la pelea entre Santiago Caputo y Facundo Manes en el Congreso y hasta los incidentes durante la marcha de la semana pasada que terminó con destrozos, 114 detenidos y un fotógrafo gravemente herido.

“La confianza está firme principalmente en dos hitos: precios a la baja y la idea de buenos y malos que construyó el Gobierno. El dólar también aparece en los verbatims -respuestas abiertas- en los focus groups porque la estabilidad cambiaria es otro mérito para los ciudadanos. Independientemente que lo pueden comprar o no. Pero aquí todos piensan en dólares”, resumió el líder de esa encuesta que circula hoy en los despachos más influyentes.

En otra encuesta de uno de los consultores más respetados se revela también que la penetración de Milei en el universo de votantes peronistas se da especialmente por el control de la inflación y la idea de “los buenos son los azules” en aquellas localidades del conurbano bonaerense en las que la inseguridad y el narcotráfico desvela a las familias de menores recursos. “Pero eso sí: la misma tolerancia cero que quieren para los delincuentes la plantean para la corrupción. El lazo de confianza se puede romper muy rápido si los errores políticos no forzados se aceleran o si la estabilidad económica se desvanece. La memoria y el péndulo ideológico en la Argentina son muy frágiles. Casi tanto como el romance entre el peso y el dólar”, sentenció el consultor.

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