“Creen que canto porque estoy loco”: Mike Amigorena, entre la música, el teatro y su mayor desafío, su hija Miel

Mike Amigorena prefiere centrarse en un proyecto a la vez, porque si hay algo que no le gusta es no tener tiempo. Ahora está inmerso en La cena de los tontos, la comedia del dramaturgo francés Francis Veber que acaba de estrenar en el teatro El Nacional junto a Martín Bossi y Laurita Fernández, con dirección de Marcos Carnevale y producción de Guillermo Francella y Adrián Suar, los protagonistas de la obra que fue un éxito de taquilla allá por el año 2000. “Queremos que el espectador disfrute, que se ría durante una hora y media, y nosotros nos alimentaremos de esas ricas carcajadas”, dice el artista a LA NACIÓN -en realidad, él se considera un performer- y asegura que “hacer reír, cantar y comer” es lo que más le gusta en el mundo. Porque, si bien la actuación es una de sus virtudes más reconocidas por el público, para este geminiano oriundo de Mendoza “la música es sagrada”, y es por eso que hoy, su deseo artístico se inclina más por su rol de cantante, ese que ya experimentó con agrupaciones como Ambulancia y Mox, u otras incursiones como solista en las que, reconoce, nunca tuvo la constancia suficiente. Porque, ante todo, Mike Amigorena se define como una persona “impermanente”.

-Volvés al teatro después de ART, en 2023. ¿Qué te atrajo de este proyecto?

-Estoy muy entusiasmado, muy expectante. Es un clásico que acá habían hecho Francella y Suar, entonces era una certeza, algo que no falla. Y la verdad es que me entusiasmó el hecho de que sea un elenco tan ecléctico. Con Martín no había trabajado nunca, con Laurita un toque en una tira, y la dirección de Marcos Carnevale hace que sea mucho más orgánico para mí, para para el actor. Y nos dimos cuenta que es muy difícil. Uno, por ahí, tiende a subestimar a la comedia, y es igual o mucho más precisa que el drama o la tragedia.

-¿Qué representa el humor en tu vida, más allá de tu trabajo?

-[Piensa y baja el tono de voz] El humor en mí representa un sello, una naturaleza, un antídoto, un atajo, un puente, un bálsamo, inteligencia. ¡Mirá lo que es el humor! Me acompañó toda la vida. Yo soy gracias al humor. ¡Me vas a hacer llorar!

-La sensibilidad es una de las características que te define…

-Preguntás por el humor y me pongo a llorar, imaginate.

-¿Y esa sensibilidad siempre te acompañó o llegó con el tiempo?

-Con el tiempo. Siempre fui sensible, pero no al punto de esto, de tenerlo que controlar porque me desmorono ante cualquier cosa. Ese es el paso del tiempo. Se juntan las cosas logradas con las que no, se juntan la naturaleza de uno, que no cambia, y lo que nunca será, el agradecimiento. Y lo que más me gusta en el mundo es hacer reír. Hacer reír, cantar y comer. Después, por ahí, vienen las caricias.

-Alguna vez dijiste que sos actor gracias a la música. ¿Cómo es eso?

-Soy un performer. El performer primero se mete en disciplinas no exploradas para hacer un cuadro entre el cuerpo y esa disciplina. Por ejemplo, la pintura, el humor, el canto, la cocina. Entonces, la música y la actuación fueron paralelos. Soy el más chico de mi casa y jugaba mucho tiempo solo, les ponía sonido a los autitos, voces a los a los soldaditos. Y el oído es lo que siempre tuve más desarrollado. Empecé a escuchar a los Pet Shop Boys, Earth, Wind & Fire, Bee Gees y empecé a imitar y a cantar. Jugué toda la vida a cantar como Prince, como Thompson Twin. Me muero por los 80, me vuelvo loco. Emerson, Lake & Palmer, Alan Parsons Project. Y eso a mí me volvió loco desde muy chico. No me fui por los Beatles, los Rolling. Fui cultivando un aparato que es como binorma. ¡Qué palabra vieja! Algo dual, donde la música y la actuación iban paralelamente.

-Todo eso que fuiste desarrollando, lo artístico, lo performático, ¿fue algo que mamaste en tu casa?

-Fui autodidacta. Está bien que mi abuelo era bandoneonista, tenía una orquesta y hacía teatro, y mi hermana es artista plástica. Pero no tuve influencias familiares. Todo esto que soy siempre lo fui, y lo fui desarrollado lentamente, solo. No es que en Mendoza iba a teatro o a talleres, no hice nada más que jugar e hinchar las pelotas. Solamente lo que pulí fue el niño mágico. Después, vine a Buenos Aires y empecé a hacer workshop, mimo, máscara neutra, improvisación. Todo eso despierta cosas tuyas que tenés guardadas y que después, en algún momento, las sacás. No existe el actor sólido si no tiene vida carreteada. Es imposible. Recién a esta edad, o un poquito antes, podés afrontar una experiencia dramática. No a los 20. Yo creo que el actor que soy ahora tiene que ver con una consecuencia de todo lo vivido y de lo no vivido también.

-¿Te pesa lo no vivido?

-Ya no. En algún momento, sí me pesó. Es muy importante saber cuál es tu rol, pero de eso te das cuenta medio tardón. Porque vos creés que sos Freddie Mercury, y la vida te empieza a mostrar lo que realmente sos, y tenés que amigarte con eso. Cada uno tiene su tiempo para esa amistad.

-Vos, ¿te amigaste con eso?

-Sí, obvio, no te queda otra. Aparte soy papá, ¿viste? Eso cambia todo. La paternidad es otro planeta.

-¿Te imaginabas que iba a ser así, que te iba a cambiar tanto?

-La verdad, nunca lo elegí porque sabía que era para otra instancia. Yo sabía que, si llegaba, iba a llegar cuando estuviera sólido, cuando supiera lo que significa traer una persona a este mundo. Encontrar a la persona primero, no el hijo, primero encontrar a la persona y que eso sea consecuente. Y es como un prólogo a otra vida, a una responsabilidad que jamás tuviste. Entonces, eso modifica tu comportamiento. Mirá si me voy a preocupar porque no me salió una película en España o en Estados Unidos y no me reconocieron por tal cosa. En algún momento era “¿pero cómo que no soy Daniel Day-Lewis?”. Y, porque no, no lo sos.

-¿Qué otras cosas te pesaban?

-Ser argentino también me pesó. Decía “¿por qué nací acá?”, con todos los problemas que tiene el país, con la característica que tenemos como sociedad. Yo soy una persona bastante ordenada, me gusta el respeto hacia el otro y el respeto por lo otro. Y acá, bueno, no me quedó otra cosa que ser salvaje y estar atento a no herir, pero ser un salvaje. Salvaje significa no quejarme si no tengo un mango, por ejemplo. Pero eso fue antes de Miel [su hija]. Y gracias a esa fluctuación me di cuenta de que lo mejor que me puede pasar es ser padre.

-¿Cómo es tu hija Miel?

-Es ridícula [dice con amor].

-En uno de tus videoclips, el de “Chacarita”, aparece bailando al lado tuyo y hace todo tipo de muecas y gestos muy graciosos.

-Yo le dije “quedate con papá a bailar”, y cuando vi lo que había hecho pensé: “¡Mirá!”. Si le pedís que haga eso, no lo hace, no le gusta.

-¿Es de carácter fuerte?

-Mal, es tremenda. Tenés que apuntalarla, respetándola, porque tiene un temperamento muy marcado, y al mismo tiempo, bueno, no puede hacer lo que quiera porque tiene cinco años. No sé lo que va a ser cuando tenga siete, pero lo que sí sé es que me enseña todo el tiempo a afrontar el rol más difícil que tiene una persona, que es la crianza de un hijo.

-¿Tenés algún temor en torno a su crianza?

-No soy miedoso. Soy muy respetuoso de lo que ella es, le enseño a que sea libre, a que elija lo que quiera. Hay que ver un poquito más adelante, cuando sea grande y me toree o se vaya de la casa. Espero poder controlar el paso del tiempo, porque también tengo mi carácter. Entonces, ahí, ponele, tengo miedo a no poder manejar la situación. Pero estoy muy atento a no atrofiarla con cosas mías.

-Volviendo a tu a tu profesión, el músico está muy presente en este último tiempo.

-La música es sagrada.

-¿Más que la actuación?

-A esta altura, sí. Y lo difícil que es siendo actor, porque la gente dice “este canta porque está loco”. Entonces, a fuerza de permanencia, perseverancia, buen sonido, voy construyendo al músico y se va respetando. Pero esto lo entendí en los últimos años porque antes era muy volátil todo [su constancia como músico]. Imaginate que todavía me preguntan por Ambulancia [la agrupación se disolvió hace mucho tiempo].

-Acabás de sacar un nuevo EP, Rooftop 2.

-El año pasado saqué un álbum, El increíble cool, y ahora, este EP. Y el próximo disco será para fin de año, o veré, tampoco [quiero] sacar y sacar porque deja de surtir efecto. Y haciendo teatro no puedo estar tocando porque se cruzan y no me gusta estar sin tiempo. En abril voy a estar en el Quilmes Rock [el sábado 12 a las 14.30 en el escenario Enigma], que me vuelve loco, y también me encantaría viajar con el show.

-¿Sentís que en la música encontrás más permanencia que en otros aspectos de tu vida? Has dicho que la impermanencia es algo que te caracteriza.

-Es una japa [dice sobre su autodenominada “impermanencia”]. No podría hacer una canción por mes. Me repetiría, no lo haría con gusto. Y eso es la consecuencia de por qué la gente no me reconoce ahora como cantante [sino, más bien, como actor]. Por eso, por la impermanencia. Estuve años sin hacer nada de música. Pero son maduraciones.

-Y esa impermanencia…

-[Interrumpe para decir] Me separé. Todo tiene que ver con eso. Empieza a ser un sacerdocio, algo que no, que no puedo, no me sale, saca lo peor de mí.

-O sea, sos de soltar, como se dice ahora.

-Como soy impermanente, suelto cualquier cosa. ¡Mi hija, por ejemplo, mi hija! [dice con énfasis]. O sea, yo estoy dos días con Miel y ya quiero que se vaya. Con mi hija, o sea, flaco, no tenés cura [se dice a sí mismo]. Imaginate con cualquier droga, con cualquier vicio. No lo puedo sostener. La consecuencia de la impermanencia es la liviandad. Yo no puedo arrastrar nada, no tengo fuerza, no tengo temperamento, entonces, lo suelto. Un trabajo, una pareja, o a la madre de mi hija.

-En esta libertad tuya, a veces sos bastante políticamente incorrecto en tus declaraciones y acciones. Hace poco en la mesa de Juana Viale dijiste que te encanta la morgue, el ser humano abierto…

-Cuento una experiencia. No contaría una experiencia de matadero o un carneo, o que iba a cazar con mi cuñado en los 80, horrible. O el video bailando en el cementerio [dice en referencia a su videoclip de “Chacarita”, una de sus canciones]. Si yo sé que va a traer cola, no lo hago. Por eso pasa, porque lo hago ingenuamente. Volviendo a tu pregunta, cuando es genuino y no complico a otro, me sale contarlo. Lo de la morgue, mucha gente lo sabe. Tengo a mi hermana que es médica. Y lo conté ahí también porque estábamos riéndonos con Martín [Bossi]. Me parecía como simpático. Entiendo que alguien impresionable pueda decir “Che, flaco, me hablás de una cabeza”. Pero bueno, ahora soy mucho más discreto. Ya no soy tan desmedido, tan incorrectamente político.

El polémico video de Mike Amigorena bailando en un cementerio

-¿Y eso es buscado, ser más medido?

-Claro, tengo menos hambre. Estoy más amigado con lo que ocurre, no quiero buscar como antes que me ponía la pollera. Ahora puede pasar eso, pero se respeta, no hablan de mí porque me pinto los labios.

-O sea, si lo hacés es por algo orgánico, no en busca de algo.

-Mirá si me voy a poner a bailar en el cementerio para…¿en busca de qué? Pero, no me extraña que vaya un día a lo de Mirtha y la saque a bailar. La adoro. A mí me crio mi abuela, entonces tengo una afinidad enorme con las personas grandes.

-¿Seguís con Jubilandia, el proyecto que crearon con Gerardo Chendo y Andrés D’Adamo, con el que van a cantar a los geriátricos?

-Sí, ahora estamos suspendidos, al menos hasta abril, porque yo estaba con los ensayos del teatro, y por lo general vamos a los geriátricos a las 11 de la mañana, los miércoles o los jueves.

-¿De dónde nace esa vocación de servicio?

-Es solo con la gente grande.

¿Y tiene que ver con esto que decís vos de que te crio tu abuela?

-Y, crecí rodeado de gente grande. Viví mucho tiempo con mi abuela, que tenía hermanas y venían a mi casa. Y dormí con ella mucho tiempo en la misma cama. Hasta los 10, y después dormíamos en la misma habitación pero en camas separadas, hasta mis 18. Entonces, había algo de cercanía con una persona muy grande, ella tenía 80 años. Y también iba mucho a misa con mi mamá, donde me codeaba con las señoras. Pero bueno, hubo algo algo tácito con la gente grande. Y la vida te encausa para juntarte con gente igual a vos y empieza a florecer la posibilidad de hacer un proyecto donde vamos a los geriátricos ad honorem a cantar clásicos para que el abuelo se sienta útil. Eso es como que te diga un payamédico o un bombero. Te tiene que gustar, tiene que haber algo de servicio que es inexplicable, porque a mí no me pasa con ninguna otra cosa.

-¿Y cómo salís de ahí?

-Ohhh, imaginate. Hablando de liviandad, salís de ahí sin ningún problema. Es muy movilizante cómo te agradecen. Salís como volando. Mi madre dice “Claro, por eso Dios es indulgente con vos, porque has sido un gran hijo de p*ta”.

Para agendar

La cena de los tontos, con Mike Amigorena, Martín Bossi y Laurita Fernández. Funciones: de jueves a domingo. Sala: teatro El Nacional (Av. Corrientes 960)

Mike Amigorena prefiere centrarse en un proyecto a la vez, porque si hay algo que no le gusta es no tener tiempo. Ahora está inmerso en La cena de los tontos, la comedia del dramaturgo francés Francis Veber que acaba de estrenar en el teatro El Nacional junto a Martín Bossi y Laurita Fernández, con dirección de Marcos Carnevale y producción de Guillermo Francella y Adrián Suar, los protagonistas de la obra que fue un éxito de taquilla allá por el año 2000. “Queremos que el espectador disfrute, que se ría durante una hora y media, y nosotros nos alimentaremos de esas ricas carcajadas”, dice el artista a LA NACIÓN -en realidad, él se considera un performer- y asegura que “hacer reír, cantar y comer” es lo que más le gusta en el mundo. Porque, si bien la actuación es una de sus virtudes más reconocidas por el público, para este geminiano oriundo de Mendoza “la música es sagrada”, y es por eso que hoy, su deseo artístico se inclina más por su rol de cantante, ese que ya experimentó con agrupaciones como Ambulancia y Mox, u otras incursiones como solista en las que, reconoce, nunca tuvo la constancia suficiente. Porque, ante todo, Mike Amigorena se define como una persona “impermanente”.

-Volvés al teatro después de ART, en 2023. ¿Qué te atrajo de este proyecto?

-Estoy muy entusiasmado, muy expectante. Es un clásico que acá habían hecho Francella y Suar, entonces era una certeza, algo que no falla. Y la verdad es que me entusiasmó el hecho de que sea un elenco tan ecléctico. Con Martín no había trabajado nunca, con Laurita un toque en una tira, y la dirección de Marcos Carnevale hace que sea mucho más orgánico para mí, para para el actor. Y nos dimos cuenta que es muy difícil. Uno, por ahí, tiende a subestimar a la comedia, y es igual o mucho más precisa que el drama o la tragedia.

-¿Qué representa el humor en tu vida, más allá de tu trabajo?

-[Piensa y baja el tono de voz] El humor en mí representa un sello, una naturaleza, un antídoto, un atajo, un puente, un bálsamo, inteligencia. ¡Mirá lo que es el humor! Me acompañó toda la vida. Yo soy gracias al humor. ¡Me vas a hacer llorar!

-La sensibilidad es una de las características que te define…

-Preguntás por el humor y me pongo a llorar, imaginate.

-¿Y esa sensibilidad siempre te acompañó o llegó con el tiempo?

-Con el tiempo. Siempre fui sensible, pero no al punto de esto, de tenerlo que controlar porque me desmorono ante cualquier cosa. Ese es el paso del tiempo. Se juntan las cosas logradas con las que no, se juntan la naturaleza de uno, que no cambia, y lo que nunca será, el agradecimiento. Y lo que más me gusta en el mundo es hacer reír. Hacer reír, cantar y comer. Después, por ahí, vienen las caricias.

-Alguna vez dijiste que sos actor gracias a la música. ¿Cómo es eso?

-Soy un performer. El performer primero se mete en disciplinas no exploradas para hacer un cuadro entre el cuerpo y esa disciplina. Por ejemplo, la pintura, el humor, el canto, la cocina. Entonces, la música y la actuación fueron paralelos. Soy el más chico de mi casa y jugaba mucho tiempo solo, les ponía sonido a los autitos, voces a los a los soldaditos. Y el oído es lo que siempre tuve más desarrollado. Empecé a escuchar a los Pet Shop Boys, Earth, Wind & Fire, Bee Gees y empecé a imitar y a cantar. Jugué toda la vida a cantar como Prince, como Thompson Twin. Me muero por los 80, me vuelvo loco. Emerson, Lake & Palmer, Alan Parsons Project. Y eso a mí me volvió loco desde muy chico. No me fui por los Beatles, los Rolling. Fui cultivando un aparato que es como binorma. ¡Qué palabra vieja! Algo dual, donde la música y la actuación iban paralelamente.

-Todo eso que fuiste desarrollando, lo artístico, lo performático, ¿fue algo que mamaste en tu casa?

-Fui autodidacta. Está bien que mi abuelo era bandoneonista, tenía una orquesta y hacía teatro, y mi hermana es artista plástica. Pero no tuve influencias familiares. Todo esto que soy siempre lo fui, y lo fui desarrollado lentamente, solo. No es que en Mendoza iba a teatro o a talleres, no hice nada más que jugar e hinchar las pelotas. Solamente lo que pulí fue el niño mágico. Después, vine a Buenos Aires y empecé a hacer workshop, mimo, máscara neutra, improvisación. Todo eso despierta cosas tuyas que tenés guardadas y que después, en algún momento, las sacás. No existe el actor sólido si no tiene vida carreteada. Es imposible. Recién a esta edad, o un poquito antes, podés afrontar una experiencia dramática. No a los 20. Yo creo que el actor que soy ahora tiene que ver con una consecuencia de todo lo vivido y de lo no vivido también.

-¿Te pesa lo no vivido?

-Ya no. En algún momento, sí me pesó. Es muy importante saber cuál es tu rol, pero de eso te das cuenta medio tardón. Porque vos creés que sos Freddie Mercury, y la vida te empieza a mostrar lo que realmente sos, y tenés que amigarte con eso. Cada uno tiene su tiempo para esa amistad.

-Vos, ¿te amigaste con eso?

-Sí, obvio, no te queda otra. Aparte soy papá, ¿viste? Eso cambia todo. La paternidad es otro planeta.

-¿Te imaginabas que iba a ser así, que te iba a cambiar tanto?

-La verdad, nunca lo elegí porque sabía que era para otra instancia. Yo sabía que, si llegaba, iba a llegar cuando estuviera sólido, cuando supiera lo que significa traer una persona a este mundo. Encontrar a la persona primero, no el hijo, primero encontrar a la persona y que eso sea consecuente. Y es como un prólogo a otra vida, a una responsabilidad que jamás tuviste. Entonces, eso modifica tu comportamiento. Mirá si me voy a preocupar porque no me salió una película en España o en Estados Unidos y no me reconocieron por tal cosa. En algún momento era “¿pero cómo que no soy Daniel Day-Lewis?”. Y, porque no, no lo sos.

-¿Qué otras cosas te pesaban?

-Ser argentino también me pesó. Decía “¿por qué nací acá?”, con todos los problemas que tiene el país, con la característica que tenemos como sociedad. Yo soy una persona bastante ordenada, me gusta el respeto hacia el otro y el respeto por lo otro. Y acá, bueno, no me quedó otra cosa que ser salvaje y estar atento a no herir, pero ser un salvaje. Salvaje significa no quejarme si no tengo un mango, por ejemplo. Pero eso fue antes de Miel [su hija]. Y gracias a esa fluctuación me di cuenta de que lo mejor que me puede pasar es ser padre.

-¿Cómo es tu hija Miel?

-Es ridícula [dice con amor].

-En uno de tus videoclips, el de “Chacarita”, aparece bailando al lado tuyo y hace todo tipo de muecas y gestos muy graciosos.

-Yo le dije “quedate con papá a bailar”, y cuando vi lo que había hecho pensé: “¡Mirá!”. Si le pedís que haga eso, no lo hace, no le gusta.

-¿Es de carácter fuerte?

-Mal, es tremenda. Tenés que apuntalarla, respetándola, porque tiene un temperamento muy marcado, y al mismo tiempo, bueno, no puede hacer lo que quiera porque tiene cinco años. No sé lo que va a ser cuando tenga siete, pero lo que sí sé es que me enseña todo el tiempo a afrontar el rol más difícil que tiene una persona, que es la crianza de un hijo.

-¿Tenés algún temor en torno a su crianza?

-No soy miedoso. Soy muy respetuoso de lo que ella es, le enseño a que sea libre, a que elija lo que quiera. Hay que ver un poquito más adelante, cuando sea grande y me toree o se vaya de la casa. Espero poder controlar el paso del tiempo, porque también tengo mi carácter. Entonces, ahí, ponele, tengo miedo a no poder manejar la situación. Pero estoy muy atento a no atrofiarla con cosas mías.

-Volviendo a tu a tu profesión, el músico está muy presente en este último tiempo.

-La música es sagrada.

-¿Más que la actuación?

-A esta altura, sí. Y lo difícil que es siendo actor, porque la gente dice “este canta porque está loco”. Entonces, a fuerza de permanencia, perseverancia, buen sonido, voy construyendo al músico y se va respetando. Pero esto lo entendí en los últimos años porque antes era muy volátil todo [su constancia como músico]. Imaginate que todavía me preguntan por Ambulancia [la agrupación se disolvió hace mucho tiempo].

-Acabás de sacar un nuevo EP, Rooftop 2.

-El año pasado saqué un álbum, El increíble cool, y ahora, este EP. Y el próximo disco será para fin de año, o veré, tampoco [quiero] sacar y sacar porque deja de surtir efecto. Y haciendo teatro no puedo estar tocando porque se cruzan y no me gusta estar sin tiempo. En abril voy a estar en el Quilmes Rock [el sábado 12 a las 14.30 en el escenario Enigma], que me vuelve loco, y también me encantaría viajar con el show.

-¿Sentís que en la música encontrás más permanencia que en otros aspectos de tu vida? Has dicho que la impermanencia es algo que te caracteriza.

-Es una japa [dice sobre su autodenominada “impermanencia”]. No podría hacer una canción por mes. Me repetiría, no lo haría con gusto. Y eso es la consecuencia de por qué la gente no me reconoce ahora como cantante [sino, más bien, como actor]. Por eso, por la impermanencia. Estuve años sin hacer nada de música. Pero son maduraciones.

-Y esa impermanencia…

-[Interrumpe para decir] Me separé. Todo tiene que ver con eso. Empieza a ser un sacerdocio, algo que no, que no puedo, no me sale, saca lo peor de mí.

-O sea, sos de soltar, como se dice ahora.

-Como soy impermanente, suelto cualquier cosa. ¡Mi hija, por ejemplo, mi hija! [dice con énfasis]. O sea, yo estoy dos días con Miel y ya quiero que se vaya. Con mi hija, o sea, flaco, no tenés cura [se dice a sí mismo]. Imaginate con cualquier droga, con cualquier vicio. No lo puedo sostener. La consecuencia de la impermanencia es la liviandad. Yo no puedo arrastrar nada, no tengo fuerza, no tengo temperamento, entonces, lo suelto. Un trabajo, una pareja, o a la madre de mi hija.

-En esta libertad tuya, a veces sos bastante políticamente incorrecto en tus declaraciones y acciones. Hace poco en la mesa de Juana Viale dijiste que te encanta la morgue, el ser humano abierto…

-Cuento una experiencia. No contaría una experiencia de matadero o un carneo, o que iba a cazar con mi cuñado en los 80, horrible. O el video bailando en el cementerio [dice en referencia a su videoclip de “Chacarita”, una de sus canciones]. Si yo sé que va a traer cola, no lo hago. Por eso pasa, porque lo hago ingenuamente. Volviendo a tu pregunta, cuando es genuino y no complico a otro, me sale contarlo. Lo de la morgue, mucha gente lo sabe. Tengo a mi hermana que es médica. Y lo conté ahí también porque estábamos riéndonos con Martín [Bossi]. Me parecía como simpático. Entiendo que alguien impresionable pueda decir “Che, flaco, me hablás de una cabeza”. Pero bueno, ahora soy mucho más discreto. Ya no soy tan desmedido, tan incorrectamente político.

El polémico video de Mike Amigorena bailando en un cementerio

-¿Y eso es buscado, ser más medido?

-Claro, tengo menos hambre. Estoy más amigado con lo que ocurre, no quiero buscar como antes que me ponía la pollera. Ahora puede pasar eso, pero se respeta, no hablan de mí porque me pinto los labios.

-O sea, si lo hacés es por algo orgánico, no en busca de algo.

-Mirá si me voy a poner a bailar en el cementerio para…¿en busca de qué? Pero, no me extraña que vaya un día a lo de Mirtha y la saque a bailar. La adoro. A mí me crio mi abuela, entonces tengo una afinidad enorme con las personas grandes.

-¿Seguís con Jubilandia, el proyecto que crearon con Gerardo Chendo y Andrés D’Adamo, con el que van a cantar a los geriátricos?

-Sí, ahora estamos suspendidos, al menos hasta abril, porque yo estaba con los ensayos del teatro, y por lo general vamos a los geriátricos a las 11 de la mañana, los miércoles o los jueves.

-¿De dónde nace esa vocación de servicio?

-Es solo con la gente grande.

¿Y tiene que ver con esto que decís vos de que te crio tu abuela?

-Y, crecí rodeado de gente grande. Viví mucho tiempo con mi abuela, que tenía hermanas y venían a mi casa. Y dormí con ella mucho tiempo en la misma cama. Hasta los 10, y después dormíamos en la misma habitación pero en camas separadas, hasta mis 18. Entonces, había algo de cercanía con una persona muy grande, ella tenía 80 años. Y también iba mucho a misa con mi mamá, donde me codeaba con las señoras. Pero bueno, hubo algo algo tácito con la gente grande. Y la vida te encausa para juntarte con gente igual a vos y empieza a florecer la posibilidad de hacer un proyecto donde vamos a los geriátricos ad honorem a cantar clásicos para que el abuelo se sienta útil. Eso es como que te diga un payamédico o un bombero. Te tiene que gustar, tiene que haber algo de servicio que es inexplicable, porque a mí no me pasa con ninguna otra cosa.

-¿Y cómo salís de ahí?

-Ohhh, imaginate. Hablando de liviandad, salís de ahí sin ningún problema. Es muy movilizante cómo te agradecen. Salís como volando. Mi madre dice “Claro, por eso Dios es indulgente con vos, porque has sido un gran hijo de p*ta”.

Para agendar

La cena de los tontos, con Mike Amigorena, Martín Bossi y Laurita Fernández. Funciones: de jueves a domingo. Sala: teatro El Nacional (Av. Corrientes 960)

 El actor, que protagoniza La cena de los tontos junto a Martín Bossi y Laurita Fernández, habla de las consecuencias de su autodenominada “impermanencia”, los desafíos de la paternidad y su papel como músico  Read More

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *