El abordaje de los suicidios

Los niños de entre 8 y 11 años no tienen noción clara de que la muerte es para siempre. Muchos adolescentes, tampoco. Aun cuando el subregistro y la clasificación errónea son frecuentes, según información de la Organización Mundial de la Salud, el suicidio fue la segunda causa principal de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años en 2021.

En la Argentina, muere una persona cada tres horas por suicidio, según información de la Dirección Nacional de Estadísticas e Información de la Salud. Desgraciadamente, en lo que hace a suicidio de jóvenes y adolescentes, las curvas de los últimos años van siempre hacia arriba.

Tratándose de un tema tan delicado, indigna que la política local pretenda sacar partido también de este tipo de cuestiones que son preocupación en todo el mundo. En referencia a las cifras provinciales preliminares, el tan cuestionado ministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplac, informó que los suicidios se duplicaron “en el primer año de gestión de Milei”. Pretendiendo alejar el foco del grave problema de la inseguridad desatada en su territorio, destacó, asimismo, que los suicidios superan la cantidad de homicidios y que su aumento se concentra en la población de adultos mayores.

Desde comienzos de la década de1990 hasta hoy, la mortalidad por suicidio en adolescentes se triplicó a nivel nacional, según datos oficiales. Claramente no se trata de un fenómeno nuevo por el que se pueda responsabilizar a quienes gobiernan desde hace un año y medio.

Quienes culpan al supuesto “modelo neoliberal de miseria planificada” pasan por alto décadas de pésimas gestiones no solo en el terreno económico sino también en el educativo, que nos trajeron hasta aquí y que también expulsan jóvenes al exterior. Lo que no se atendió debidamente durante tanto tiempo ha sido un funesto caldo de cultivo para varias generaciones de argentinos que no encuentran opciones a la cooptación populista llena de vacuas promesas.

La reducción de la tasa de suicidios es un indicador de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. En 2015, se sancionó en la Argentina la ley nacional de prevención del suicidio, pero urge trabajar mancomunadamente, sin chicanas políticas ni distinción de banderías, en la construcción de un mejor porvenir, para que nuestros jóvenes progresen y sean felices en su país. Sin presente no hay futuro, mucho menos cuando la profunda crisis de valores que nos atraviesa logra reducir el valor de la vida a su mínima expresión.

Los niños de entre 8 y 11 años no tienen noción clara de que la muerte es para siempre. Muchos adolescentes, tampoco. Aun cuando el subregistro y la clasificación errónea son frecuentes, según información de la Organización Mundial de la Salud, el suicidio fue la segunda causa principal de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años en 2021.

En la Argentina, muere una persona cada tres horas por suicidio, según información de la Dirección Nacional de Estadísticas e Información de la Salud. Desgraciadamente, en lo que hace a suicidio de jóvenes y adolescentes, las curvas de los últimos años van siempre hacia arriba.

Tratándose de un tema tan delicado, indigna que la política local pretenda sacar partido también de este tipo de cuestiones que son preocupación en todo el mundo. En referencia a las cifras provinciales preliminares, el tan cuestionado ministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplac, informó que los suicidios se duplicaron “en el primer año de gestión de Milei”. Pretendiendo alejar el foco del grave problema de la inseguridad desatada en su territorio, destacó, asimismo, que los suicidios superan la cantidad de homicidios y que su aumento se concentra en la población de adultos mayores.

Desde comienzos de la década de1990 hasta hoy, la mortalidad por suicidio en adolescentes se triplicó a nivel nacional, según datos oficiales. Claramente no se trata de un fenómeno nuevo por el que se pueda responsabilizar a quienes gobiernan desde hace un año y medio.

Quienes culpan al supuesto “modelo neoliberal de miseria planificada” pasan por alto décadas de pésimas gestiones no solo en el terreno económico sino también en el educativo, que nos trajeron hasta aquí y que también expulsan jóvenes al exterior. Lo que no se atendió debidamente durante tanto tiempo ha sido un funesto caldo de cultivo para varias generaciones de argentinos que no encuentran opciones a la cooptación populista llena de vacuas promesas.

La reducción de la tasa de suicidios es un indicador de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. En 2015, se sancionó en la Argentina la ley nacional de prevención del suicidio, pero urge trabajar mancomunadamente, sin chicanas políticas ni distinción de banderías, en la construcción de un mejor porvenir, para que nuestros jóvenes progresen y sean felices en su país. Sin presente no hay futuro, mucho menos cuando la profunda crisis de valores que nos atraviesa logra reducir el valor de la vida a su mínima expresión.

 Los niños de entre 8 y 11 años no tienen noción clara de que la muerte es para siempre. Muchos adolescentes, tampoco. Aun cuando el subregistro y la clasificación errónea son frecuentes, según información de la Organización Mundial de la Salud, el suicidio fue la segunda causa principal de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años en 2021.En la Argentina, muere una persona cada tres horas por suicidio, según información de la Dirección Nacional de Estadísticas e Información de la Salud. Desgraciadamente, en lo que hace a suicidio de jóvenes y adolescentes, las curvas de los últimos años van siempre hacia arriba.Tratándose de un tema tan delicado, indigna que la política local pretenda sacar partido también de este tipo de cuestiones que son preocupación en todo el mundo. En referencia a las cifras provinciales preliminares, el tan cuestionado ministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplac, informó que los suicidios se duplicaron “en el primer año de gestión de Milei”. Pretendiendo alejar el foco del grave problema de la inseguridad desatada en su territorio, destacó, asimismo, que los suicidios superan la cantidad de homicidios y que su aumento se concentra en la población de adultos mayores.Desde comienzos de la década de1990 hasta hoy, la mortalidad por suicidio en adolescentes se triplicó a nivel nacional, según datos oficiales. Claramente no se trata de un fenómeno nuevo por el que se pueda responsabilizar a quienes gobiernan desde hace un año y medio.Quienes culpan al supuesto “modelo neoliberal de miseria planificada” pasan por alto décadas de pésimas gestiones no solo en el terreno económico sino también en el educativo, que nos trajeron hasta aquí y que también expulsan jóvenes al exterior. Lo que no se atendió debidamente durante tanto tiempo ha sido un funesto caldo de cultivo para varias generaciones de argentinos que no encuentran opciones a la cooptación populista llena de vacuas promesas.La reducción de la tasa de suicidios es un indicador de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. En 2015, se sancionó en la Argentina la ley nacional de prevención del suicidio, pero urge trabajar mancomunadamente, sin chicanas políticas ni distinción de banderías, en la construcción de un mejor porvenir, para que nuestros jóvenes progresen y sean felices en su país. Sin presente no hay futuro, mucho menos cuando la profunda crisis de valores que nos atraviesa logra reducir el valor de la vida a su mínima expresión.  Read More

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