El Mencho, el discreto y violento narco que lidera el cartel más poderoso de México

CIUDAD DE MÉXICO.- A principios de siglo, la policía de Guadalajara entró a una casa de una zona acomodada donde encontraron dos AK 47, fusiles de asalto soviéticos que en México tienen nombre propio, cuernos de chivo, muy utilizados por los narcotraficantes. Pero aquellos eran especiales, tenían cachas de oro. El uno llevaba en la mira un caballo y el otro, un gallo: la firma inequívoca del Mencho, líder del Cartel Jalisco Nueva Generación, el más poderoso en la actualidad, si se tiene en cuenta la debilidad del crimen en Sinaloa, que se desangra ahora en guerras intestinas. Al Mencho lo han “matado” decenas de veces, pero ahí sigue, vivito y coleando, por tierras de Jalisco, bien localizado. En tiempos como estos, en los que arrecian las exigencias de Estados Unidos para acabar con los capos y frenar el tráfico de fentanilo, muchos se preguntan por qué este hombre no está ya entre rejas, en lugar de pedir sumas millonarias por quién dé una pista que cientos podrían dar, incluida la policía. Se puede especular, pero no hay respuestas certeras. El 27 de febrero, México entregó a Estados Unidos a 29 capos que tenía encarcelados, uno de ellos era el hermano del Mencho, Antonio. Fue el mismo día que su esposa, Rosalinda González, salió de prisión. Del Mencho se dice que sabe jugar sus fichas con discreción.

Rubén Oseguera Cervantes nació un 17 de julio de 1966 en Naranjo de Chila, Michoacán, entre campos de amapolas, pero descubrió pronto el poder de la metanfetamina, que no necesita el arraigo de la tierra para que florezca el negocio. Era hijo de campesinos que emigraron a California, donde el muchacho ensayó sus primeras ventas de droga, que le pusieron ante la cámara policial por primera vez. Es la única foto que se maneja de su juventud, con el pelo rizado; la otra es más conocida, la de rostro sereno y un bigotillo que le perfila el labio. Y poco más. No fue hijo de la aristocracia del narcotráfico, de modo que labró su ficha criminal desde los puestos más bajos: narcomenudeo, sicario, jefe de sicarios, jefe de plaza, de región. El que nace plebeyo sabe que un ascenso social solo lo proporciona un buen matrimonio y él casó con Rosalinda González Valencia, el apellido que lo introdujo por la puerta grande en uno de los poderosos clanes del narcotráfico, el de los hermanos Valencia, los Cuinis.

Rubén, o Nemesio, que de las dos formas se le conoce, jalonó su carrera criminal de traiciones y alianzas. Los papeles de inteligencia que manejan quienes tuvieron que vérselas con él señalan que detrás de la detención del Lobo Valencia en 2009 se escondía la mano traicionera del Mencho, que lo vendió a petición de Nacho Coronel, del cartel de Sinaloa. Aquel lance le dejó al frente de Los Torcidos, una escisión de los Valencia, que andando el tiempo se convirtió en el Cartel Jalisco Nueva Generación. La formación del capo es de perfil paramilitar, muy violenta, que encontró buen campo de ensayo en la lucha contra los temibles Zetas, allá por Veracruz. Pero la extensión y el fuerte asentamiento del cartel no puede explicarse sin otro factor, el de los arreglos con los poderes políticos, sostiene Carlos Flores, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. “Actores políticos locales de primer nivel fueron clave en Veracruz para el crecimiento de la organización, también gobiernos estatales y federales de ese Estado y de Michoacán o Tabasco”, explica este experto en las complicidades entre los criminales y el poder político. El sometimiento de mandos policiales que trabajan a su servicio se revela con brutalidad en un audio en que el gran líder embiste contra uno de ellos, en Jalisco, a quien le reprocha la actitud de los uniformados y le ordena que los contenga de inmediato. No ahorra en gritos e insultos para esa “bola de cabrones” que cobran de su bolsillo.

Es frío y calculador, pero discreto. Al Mencho no le han perdido las faldas que sembraron las pistas hasta llevar a otros a la cárcel, lo que no quiere decir que no tenga amantes entre sus círculos nocturnos, asegura David Saucedo, especialista en narcodelincuencia. Tampoco ha dejado rebosar las mieles del poder encargando a famosos cantantes narcocorridos que glosen sus hazañas criminales. “Siempre ha cultivado un perfil bajo, pero esa estrategia de contención no solo es atribuible a su sagacidad, sino al aprendizaje de otras organizaciones delictivas y a las estructuras que los secundan, entre ellas mercenarios importados de otros países con una capacitación sofisticada, por no hablar de los apoyos del poder político y empresarial con los que ha contado”, cuenta Flores.

Si Oseguera Cervantes hubiera pisado una cárcel mexicana, ahora se tendría una ficha psicológica sobre él, se conocerían sus excentricidades, quizás, sus manías y sus gustos, pero el capo parece rodeado de un denso silencio, que solo se rompe en ocasiones. “Maneja su seguridad en tres círculos concéntricos. Primero le rodean los halcones, después un grupo de sicarios y por último, policías y exmilitares a su servicio”, explica una fuente que pide permanecer en el anonimato. Flores tampoco descarta que esa fantasmagoría que se cierne sobre su persona “tenga la finalidad de construir una figura mítica como cabeza de un cartel que tienen más cúspides”, asegura.

Se dice que está afectado de una enfermedad renal, lo que hace sospechar a los expertos que quizá él mismo no sea tan poderoso como su propia organización. Entre las localidades de El Grullo, Cuautitlán y Villa Purificación, en el corazón de Jalisco tequilero, tiene sus dominios, sus mansiones y un hospital propio donde, dicen, se trata las dolencias. Y quién sabe si otras operaciones de estética, apunta Flores. En las decenas de películas y series que se ruedan sobre los carteles toda ficción es pura realidad. Choca ver el aspecto de su hermano Abraham, detenido estos días (cuando quieren los encuentran), un hombre entrado en edad, y mirar al mismo tiempo la foto del bigotillo del Mencho, congelado en el tiempo. Si algún día lo detienen o lo matan, lo primero que sorprenderá será la imagen de un hombre arrugado, seguramente.

El Mencho ha gobernado el cartel de las cuatro letras con mano firme y audacia empresarial. “Al inicio de 2015 se iniciaron investigaciones sobre él que conducían a la Universidad de Guadalajara, donde andaba buscando jóvenes inteligentes que brillaran en carreras de Derecho, Contaduría. El objetivo era darles becas para reclutarlos cuando se licenciaran. Su red está bien estructurada y sus actividades se multiplicaron por oficinas con muchos teléfonos, como en las películas”, dice la fuente anónima. Pero hasta 2013 no tenía todavía una ficha policial. Las primeras las abrieron las policías de Jalisco por la muerte de un cocinero que fue a atender una fiesta y desapareció. A saber qué les disgustó a los dueños del cuerno de chivo. Y una segunda por la muerte de unos pescadores. Dicen que compra restaurantes, les coloca a un contable de sus filas y les deja proseguir la actividad. Con la extendida red de carteles en México, nadie sabe a qué manos va a parar el dinero de una buena comida o de unos medicamentos. “Una de las empresas que le proporcionaba precursores químicos pertenecía a un ciudadano de origen chino y no eran unos laboratorios cualquiera”, señala Flores.

Hasta en el nombre, el cartel ha jugado siempre de local, dando gusto con ello a vecinos de Jalisco que se sentían cobijados por la marca. Siempre venden la imagen de protectores del pueblo, de jueces de paz en el mundo rural, de benéficos mecenas en el campo educativo, de generosos y solidarios cuando los pobres tienen que pasar por el médico. Y no es incierto. En el apresamiento de un líder de la familia se le requisó un cuaderno con una contabilidad propia de siglos pasados. “En él se leía, por ejemplo, cómo en tal fecha una señora vino a pedir auxilio a la familia porque tal fulano le debía dinero; o el permiso que solicitaba una pareja para casarse. En agradecimiento les dejaba 1000 pesos. El control ha sido absoluto”, sostiene la fuente. Todos estos permisos y arreglos engordan a los cuadros medios y bajos del negocio mientras los capos hacen acuerdos de altura para tener puerta franca en los grandes puertos del país, el de Lázaro Cárdenas en Michoacán, el de Veracruz o el de Manzanillo en Colima, por ejemplo. “El Mencho ha sabido moverse bien y con las personas adecuadas”, sostienen.

Del poderío social que mantiene en Jalisco, allá por sus dominios domésticos, dan cuenta las fiestas de los pueblos, cuando los vendedores se colocan sin empacho un mandil con la cara del bigotillo. Ahí es cuando el capo se rasca el bolsillo, patrocina jaripeos, otorga alimentos en tiempos de pandemia, regala juguetes o roscas de Reyes. Y los animadores, micrófono en mano, dejan claro quién paga el agasajo. Hay multitud de videos sobre estos momentos, que se celebran sin reserva alguna, no en vano, la policía también recibe de la misma cartera. En algunas cajas de esos regalos aparece el logo del gallo. Como en sus cuernos de chivo con cachas de oro, los gallos han sido la debilidad del líder criminal. Las peleas de gallo, para ser más exactos, que se celebran en los palenques con animación de billetes y sangre. El señor de los gallos, así le llaman.

Así como El Chapo tiene sus Chapitos y El Mayo sus Mayitos, la sucesión del Mencho está interrumpida, con un hijo capturado y extraditado a Estados Unidos, lo mismo que su hermano Antonio, y Abraham encarcelado con un incierto camino todavía en tribunales que podría, de igual modo, sacarlo de México por la frontera norte. “Si es capturado, esa falta de herencia dinástica podría desencadenar en una guerra civil al interior del Cartel Jalisco Nueva Generación”, presume David Saucedo. Mientras eso ocurre, el señor de los gallos cuida sus arrugas lejos del foco público, que solo abandona de tarde en tarde para poner orden entre los policías díscolos o dejar algún mensaje sonrojante contra altos dirigentes de cualquier gobierno. Lo han “matado” muchas veces, pero el muerto está en pie.

Por Carmen Morán Breña

CIUDAD DE MÉXICO.- A principios de siglo, la policía de Guadalajara entró a una casa de una zona acomodada donde encontraron dos AK 47, fusiles de asalto soviéticos que en México tienen nombre propio, cuernos de chivo, muy utilizados por los narcotraficantes. Pero aquellos eran especiales, tenían cachas de oro. El uno llevaba en la mira un caballo y el otro, un gallo: la firma inequívoca del Mencho, líder del Cartel Jalisco Nueva Generación, el más poderoso en la actualidad, si se tiene en cuenta la debilidad del crimen en Sinaloa, que se desangra ahora en guerras intestinas. Al Mencho lo han “matado” decenas de veces, pero ahí sigue, vivito y coleando, por tierras de Jalisco, bien localizado. En tiempos como estos, en los que arrecian las exigencias de Estados Unidos para acabar con los capos y frenar el tráfico de fentanilo, muchos se preguntan por qué este hombre no está ya entre rejas, en lugar de pedir sumas millonarias por quién dé una pista que cientos podrían dar, incluida la policía. Se puede especular, pero no hay respuestas certeras. El 27 de febrero, México entregó a Estados Unidos a 29 capos que tenía encarcelados, uno de ellos era el hermano del Mencho, Antonio. Fue el mismo día que su esposa, Rosalinda González, salió de prisión. Del Mencho se dice que sabe jugar sus fichas con discreción.

Rubén Oseguera Cervantes nació un 17 de julio de 1966 en Naranjo de Chila, Michoacán, entre campos de amapolas, pero descubrió pronto el poder de la metanfetamina, que no necesita el arraigo de la tierra para que florezca el negocio. Era hijo de campesinos que emigraron a California, donde el muchacho ensayó sus primeras ventas de droga, que le pusieron ante la cámara policial por primera vez. Es la única foto que se maneja de su juventud, con el pelo rizado; la otra es más conocida, la de rostro sereno y un bigotillo que le perfila el labio. Y poco más. No fue hijo de la aristocracia del narcotráfico, de modo que labró su ficha criminal desde los puestos más bajos: narcomenudeo, sicario, jefe de sicarios, jefe de plaza, de región. El que nace plebeyo sabe que un ascenso social solo lo proporciona un buen matrimonio y él casó con Rosalinda González Valencia, el apellido que lo introdujo por la puerta grande en uno de los poderosos clanes del narcotráfico, el de los hermanos Valencia, los Cuinis.

Rubén, o Nemesio, que de las dos formas se le conoce, jalonó su carrera criminal de traiciones y alianzas. Los papeles de inteligencia que manejan quienes tuvieron que vérselas con él señalan que detrás de la detención del Lobo Valencia en 2009 se escondía la mano traicionera del Mencho, que lo vendió a petición de Nacho Coronel, del cartel de Sinaloa. Aquel lance le dejó al frente de Los Torcidos, una escisión de los Valencia, que andando el tiempo se convirtió en el Cartel Jalisco Nueva Generación. La formación del capo es de perfil paramilitar, muy violenta, que encontró buen campo de ensayo en la lucha contra los temibles Zetas, allá por Veracruz. Pero la extensión y el fuerte asentamiento del cartel no puede explicarse sin otro factor, el de los arreglos con los poderes políticos, sostiene Carlos Flores, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. “Actores políticos locales de primer nivel fueron clave en Veracruz para el crecimiento de la organización, también gobiernos estatales y federales de ese Estado y de Michoacán o Tabasco”, explica este experto en las complicidades entre los criminales y el poder político. El sometimiento de mandos policiales que trabajan a su servicio se revela con brutalidad en un audio en que el gran líder embiste contra uno de ellos, en Jalisco, a quien le reprocha la actitud de los uniformados y le ordena que los contenga de inmediato. No ahorra en gritos e insultos para esa “bola de cabrones” que cobran de su bolsillo.

Es frío y calculador, pero discreto. Al Mencho no le han perdido las faldas que sembraron las pistas hasta llevar a otros a la cárcel, lo que no quiere decir que no tenga amantes entre sus círculos nocturnos, asegura David Saucedo, especialista en narcodelincuencia. Tampoco ha dejado rebosar las mieles del poder encargando a famosos cantantes narcocorridos que glosen sus hazañas criminales. “Siempre ha cultivado un perfil bajo, pero esa estrategia de contención no solo es atribuible a su sagacidad, sino al aprendizaje de otras organizaciones delictivas y a las estructuras que los secundan, entre ellas mercenarios importados de otros países con una capacitación sofisticada, por no hablar de los apoyos del poder político y empresarial con los que ha contado”, cuenta Flores.

Si Oseguera Cervantes hubiera pisado una cárcel mexicana, ahora se tendría una ficha psicológica sobre él, se conocerían sus excentricidades, quizás, sus manías y sus gustos, pero el capo parece rodeado de un denso silencio, que solo se rompe en ocasiones. “Maneja su seguridad en tres círculos concéntricos. Primero le rodean los halcones, después un grupo de sicarios y por último, policías y exmilitares a su servicio”, explica una fuente que pide permanecer en el anonimato. Flores tampoco descarta que esa fantasmagoría que se cierne sobre su persona “tenga la finalidad de construir una figura mítica como cabeza de un cartel que tienen más cúspides”, asegura.

Se dice que está afectado de una enfermedad renal, lo que hace sospechar a los expertos que quizá él mismo no sea tan poderoso como su propia organización. Entre las localidades de El Grullo, Cuautitlán y Villa Purificación, en el corazón de Jalisco tequilero, tiene sus dominios, sus mansiones y un hospital propio donde, dicen, se trata las dolencias. Y quién sabe si otras operaciones de estética, apunta Flores. En las decenas de películas y series que se ruedan sobre los carteles toda ficción es pura realidad. Choca ver el aspecto de su hermano Abraham, detenido estos días (cuando quieren los encuentran), un hombre entrado en edad, y mirar al mismo tiempo la foto del bigotillo del Mencho, congelado en el tiempo. Si algún día lo detienen o lo matan, lo primero que sorprenderá será la imagen de un hombre arrugado, seguramente.

El Mencho ha gobernado el cartel de las cuatro letras con mano firme y audacia empresarial. “Al inicio de 2015 se iniciaron investigaciones sobre él que conducían a la Universidad de Guadalajara, donde andaba buscando jóvenes inteligentes que brillaran en carreras de Derecho, Contaduría. El objetivo era darles becas para reclutarlos cuando se licenciaran. Su red está bien estructurada y sus actividades se multiplicaron por oficinas con muchos teléfonos, como en las películas”, dice la fuente anónima. Pero hasta 2013 no tenía todavía una ficha policial. Las primeras las abrieron las policías de Jalisco por la muerte de un cocinero que fue a atender una fiesta y desapareció. A saber qué les disgustó a los dueños del cuerno de chivo. Y una segunda por la muerte de unos pescadores. Dicen que compra restaurantes, les coloca a un contable de sus filas y les deja proseguir la actividad. Con la extendida red de carteles en México, nadie sabe a qué manos va a parar el dinero de una buena comida o de unos medicamentos. “Una de las empresas que le proporcionaba precursores químicos pertenecía a un ciudadano de origen chino y no eran unos laboratorios cualquiera”, señala Flores.

Hasta en el nombre, el cartel ha jugado siempre de local, dando gusto con ello a vecinos de Jalisco que se sentían cobijados por la marca. Siempre venden la imagen de protectores del pueblo, de jueces de paz en el mundo rural, de benéficos mecenas en el campo educativo, de generosos y solidarios cuando los pobres tienen que pasar por el médico. Y no es incierto. En el apresamiento de un líder de la familia se le requisó un cuaderno con una contabilidad propia de siglos pasados. “En él se leía, por ejemplo, cómo en tal fecha una señora vino a pedir auxilio a la familia porque tal fulano le debía dinero; o el permiso que solicitaba una pareja para casarse. En agradecimiento les dejaba 1000 pesos. El control ha sido absoluto”, sostiene la fuente. Todos estos permisos y arreglos engordan a los cuadros medios y bajos del negocio mientras los capos hacen acuerdos de altura para tener puerta franca en los grandes puertos del país, el de Lázaro Cárdenas en Michoacán, el de Veracruz o el de Manzanillo en Colima, por ejemplo. “El Mencho ha sabido moverse bien y con las personas adecuadas”, sostienen.

Del poderío social que mantiene en Jalisco, allá por sus dominios domésticos, dan cuenta las fiestas de los pueblos, cuando los vendedores se colocan sin empacho un mandil con la cara del bigotillo. Ahí es cuando el capo se rasca el bolsillo, patrocina jaripeos, otorga alimentos en tiempos de pandemia, regala juguetes o roscas de Reyes. Y los animadores, micrófono en mano, dejan claro quién paga el agasajo. Hay multitud de videos sobre estos momentos, que se celebran sin reserva alguna, no en vano, la policía también recibe de la misma cartera. En algunas cajas de esos regalos aparece el logo del gallo. Como en sus cuernos de chivo con cachas de oro, los gallos han sido la debilidad del líder criminal. Las peleas de gallo, para ser más exactos, que se celebran en los palenques con animación de billetes y sangre. El señor de los gallos, así le llaman.

Así como El Chapo tiene sus Chapitos y El Mayo sus Mayitos, la sucesión del Mencho está interrumpida, con un hijo capturado y extraditado a Estados Unidos, lo mismo que su hermano Antonio, y Abraham encarcelado con un incierto camino todavía en tribunales que podría, de igual modo, sacarlo de México por la frontera norte. “Si es capturado, esa falta de herencia dinástica podría desencadenar en una guerra civil al interior del Cartel Jalisco Nueva Generación”, presume David Saucedo. Mientras eso ocurre, el señor de los gallos cuida sus arrugas lejos del foco público, que solo abandona de tarde en tarde para poner orden entre los policías díscolos o dejar algún mensaje sonrojante contra altos dirigentes de cualquier gobierno. Lo han “matado” muchas veces, pero el muerto está en pie.

Por Carmen Morán Breña

 El capo del Cartel de Jalisco no pisó nunca una cárcel mexicana; empezó desde abajo con más violencia que ostentación y convirtió a la organización criminal en la más fuerte del país  Read More