Europa, entre dos amenazas: cómo el bloque redefine prioridades tras el shock del Trump 2.0 y la intimidación rusa

BRUSELAS.- Hay algunas frases que se escuchan en todos los edificios de la Unión Europea (UE) en esta ciudad. Que el mundo es distinto desde el 20 de enero. Que todavía están en shock. Que la UE nació de una crisis y se fortalece cada vez que se enfrenta a una nueva. En todas las reuniones, en todas las conferencias de prensa, se habla de la misma persona –Donald Trump-, aunque muchas veces su nombre ni siquiera es pronunciado. “El nuevo gobierno de Estados Unidos”, “nuestro histórico aliado”, “la nueva realidad”, son algunos de los eufemismos que no requieren aclaración.

“Este es un momento geopolítico de máxima gravedad. Se están cuestionando las normas y el marco diplomático que regía desde la Segunda Guerra”, dijo una fuente diplomática europea, al repasar los principales retos para un bloque que está tratando de adaptarse a un nuevo contexto. Como dicen algunos funcionarios, Europa está ahora rodeado por dos “bullies”, dos matones. Por un lado, la amenaza creciente al este de sus fronteras, desde Rusia, especialmente a partir de la guerra en Ucrania. Y el 20 de enero se sumó un presidente de Estados Unidos –histórico aliado de Europa- que desprecia al bloque y que tiene sus propias ambiciones expansionistas, con Groenlandia (que forma parte de Dinamarca) entre sus objetivos.

Desde inteligencia artificial a cambio climático, pasando por migración y derechos humanos, los diplomáticos de la UE quieren marcar el claro contraste con cada política que está adoptando su histórico aliado. “Trabajar con Estados Unidos es cada vez más difícil”, dicen algunos funcionarios, todavía sorprendidos por el tono que llega desde Washington, como los mensajes revelados la semana pasada, con fuertes críticas del vicepresidente y el ministro de Defensa estadunidenses, en las que tildaban de “patético” al bloque de los 27.

Esta tensión puso al bloque a la ofensiva, con un ambicioso plan de rearme, y en alerta, con una estrategia de preparación para crisis que contempla la posibilidad de una agresión en su territorio, un masivo ciberataque o un sabotaje a su infraestructura, por lo que llamó a sus 450 millones de ciudadanos a armar kits de supervivencia para posibles escenarios dramáticos. Pero los europeos también ven oportunidades en este momento bisagra, como la de alcanzar mayor autonomía militar, expandir su rol en la geopolítica mundial e incluso nutrirse de los científicos que se van de Estados Unidos por las medidas de Trump. “Se nos están acercando la India, Australia, los países del Golfo… todos quieren ahora tratados con la UE. Es muy llamativo”, dice Antonio López-Istúruz White, europarlamentario español del Partido Popular Europeo.

Rearme europeo

En la UE consideran que “la agresión a Ucrania es una cuestión existencial”, a lo que se suma la nueva política de la Casa Blanca, que intermedia –sin la UE- en las negociaciones de paz a través de un vínculo amigable con el Kremlin, lo que despierta temores sobre un desenlace desfavorable para Kiev, mientras amenaza con retirar el paraguas de seguridad de la región.

En este contexto, la defensa y la seguridad pasaron a ser la nueva prioridad del bloque, y también de los ciudadanos, según demostró el último sondeo de Eurobarómetro, que a su vez reveló que la UE alcanzó una popularidad récord entre sus ciudadanos: un 74% que afirma que considera que su país se beneficia de la pertenencia al bloque, la cifra más alta desde que se hace la encuesta, hace más de cuatro décadas.

“La UE ha evidenciado un sentido de urgencia, y pasó de ser un proyecto de paz a un proyecto de guerra, de defensa”, señala a LA NACION Andrea Renda, director de Investigación del CEPS, el mayor think tank de Bruselas, quien reconoce que en el bloque de los 27 se percibe una autocrítica tardía por la dependencia que mantenían con Estados Unidos a nivel tecnológico y militar.

Según un estudio del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, la mayoría de los ciudadanos de la UE (alrededor del 50%) consideran ahora a Estados Unidos como un “socio necesario” para Europa en vez de un “aliado” con el que comparte los mismos intereses y valores (21%), en un cambio de tendencia. Según el informe, este escenario le abre la posibilidad a la UE para recuperar terreno en el tablero geopolítico, pero para ello “deberá levantarse, hacer frente a la crisis de confianza en su influencia global y abordar sus numerosas fallas de una manera pragmática y creativa”.

El primer paso para adaptarse a la era “Trump 2.0″ es avanzar hacia una mayor autonomía para su seguridad, con un plan de rearme para los 27 miembros que prevé movilizar 800.000 millones de euros. “Lo importante que es para nosotros la defensa se demuestra en cuánto invertimos en ella, y en los últimos diez años, no fue muy importante”, reconoció la Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, al presentar la estrategia.

Sin embargo, el plan provocó intensos debates dentro del Parlamento Europeo y al interior de la mayoría de los países que conforman el bloque. Mientras la idea de un ejército común se sigue postergando, y la responsabilidad de ese refuerzo del gasto militar recae en cada país, el mayor punto de disputa es cómo se financiará semejante inyección de dinero –si con mayor deuda pública o con el desvío de fondos desde otras áreas, por ejemplo-, o incluso surgen cuestionamientos a una excesiva militarización del bloque.

Por otro lado, mientras los funcionarios de la UE reiteran su compromiso con Ucrania, el conflicto también abre grietas dentro del bloque, especialmente en el debate por el envío de tropas o de fuerzas de paz al terreno, entre los países más y menos expuestos a la amenaza rusa, y con la resistencia del principal aliado de Putin en Europa, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, que pone constantemente trabas en un sistema que requiere de consenso para avanzar en sus decisiones.

“Nadie quiere paz más que Ucrania, que libra con valentía esta guerra injusta, ilegal y no provocada. Estamos orgullosos en la UE de apoyar a Ucrania desde el primer día y mientras sea necesario. Rusia empezó esta guerra y debe pagar”, dice Anitta Hipper, vocera principal de política exterior y de seguridad de la UE, en un diálogo con periodistas latinoamericanos, entre ellos LA NACION, y reitera que la UE, junto con sus estados miembros, es el mayor aportante de Ucrania. “Queremos paz, pero no queremos cualquier paz. Tiene que ser justa, duradera e integral”, remarca.

Renda evalúa que Europa está ingresando en una “situación de defensa permanente”, sobre todo cuando el escenario más probable de resolución de la guerra en Ucrania parece apuntar a la pérdida de territorios a manos de Rusia, mientras Kiev espera un ingreso al bloque, que pocos en la UE ven como viable en el corto plazo. “La crisis va a continuar porque los ucranianos van a aceptar la situación actual, pero siempre van a desear la integridad de su territorio original. Además, van a seguir las presiones de Putin sobre Moldavia, Georgia, Serbia, todos países alrededor de la UE e interesados a entrar”, señala.

Guerra comercial

El aluvión de anuncios de aranceles de Trump también puso en alerta al bloque, que creó un “task force” anticipando las posibles acciones comerciales en base al antecedente de su primer mandato. Sin embargo, los anuncios –y el tono agresivo contra la UE- fueron más contundentes de lo esperado, lo cual descolocó a los funcionarios, que todavía apuestan a alcanzar un acuerdo antes de la fecha clave del 2 de abril, cuando comenzarán a regir los aranceles recíprocos, a los que se sumarán los impuestos sobre los automóviles.

“Lamentamos profundamente esta medida”, fue la reacción de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, cuando empezaron a regir los primeros aranceles que afectaron al bloque, del 25% al aluminio y acero. En respuesta, el bloque anunció una represalia a las importaciones a productos estadounidenses por valor de unos 26.000 millones de euros, aunque su implementación se postergó hasta mediados de abril mientras siguen las negociaciones, que incluyeron un viaje esta semana del comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, a Washington, sin resultados concretos.

“No entendemos la motivación de los aranceles”, dice una fuente diplomática de la Comisión Europea, que tiene las competencias de comercio del club comunitario. “Nosotros tenemos una lógica win-win, ahora hay un actor que está en la lógica del win-lose”, cuestiona otro funcionario.

El rol de América Latina y el “vacío” de EE.UU.

Mientras Estados Unidos pasa la “motosierra” por los programas de ayuda al exterior, lanza aranceles a nivel global y endurece sus políticas migratorias, en Bruselas creen que se abre una oportunidad para replantear su relación con el mundo, y dicen que llegó la hora de fortalecer la relación con América Latina.

Hay tres apuestas en el marco de este objetivo. Por un lado, organizan con alta expectativa la reunión entre la UE y la Celac de fin de año en Colombia, a pesar de que América Latina llegará en un momento de alta fragmentación. A eso se suma el entusiasmo por la firma, en diciembre pasado (para muchos, no fue casual que haya sido justo después del triunfo de Trump), del acuerdo Mercosur-UE, mientras se cerró un acuerdo con Chile y avanza otro con México.

Sin embargo, el camino para el pacto con el Mercosur todavía no está allanado. En Europa, la mayor preocupación está en Francia, el principal opositor, por preocupaciones mediombientales y la presión de los agricultores. En América Latina, los temores están sobre la Argentina: el documento tiene ahora una cláusula sobre el Acuerdo de París que implica que, si Javier Milei decide salir del tratado sobre el cambio climático, “complicaría mucho las cosas”. En la UE, que tiene canales abiertos con la Casa Rosada, confían en que eso no va a suceder.

Mientras el texto está en proceso de traducción, y está en evaluación la posibilidad de separar la parte comercial del resto para que comience a regir con mayor urgencia, los más optimistas creen que a fin de año podría comenzar a implementarse. Para los más pesimistas, “si se cae de nuevo el acuerdo, será difícil volver a empezar”.

El tercer puente para mejorar el vínculo con la región es Global Gateway, la iniciativa del bloque para inversiones en infraestructura en el exterior. El plan prevé la movilización de 300.000 millones de euros –en préstamos o inversiones del sector público o privado- hasta 2027, de los cuales 45.000 están contemplados para América Latina. En la Argentina, el foco está puesto en hidrógeno verde, transformación digital y las industrias del cobre y el litio. El programa es una estrategia -remarcan- alineada con la Agenda 2030 y el Acuerdo de París, dos instrumentos denostados por Milei. Sin embargo, hasta el momento no se alteraron las negociaciones en curso.

Para Andrea Renda, la retracción de Estados Unidos crea “una oportunidad” para la UE en la región, pero le va a requerir mayor pragmatismo. “Necesitamos ser más inteligentes en presentar soluciones que creen valor a nivel local, no a nivel Europa. En la Argentina, hoy es mejor hacer negocios con los chinos porque no te piden adaptar toda tu legislación”, analiza.

En relación al desmantelamiento de la agencia de Estados Unidos para el envío de asistencia para el desarrollo, Usaid, la UE analiza replantear el destino de algunos de sus fondos al tiempo que se multiplican las organizaciones que ahora acuden a ellos en busca de fondos, pero no alterarán los fondos dedicados a Global Gateway, especialmente por restricciones presupuestarias.

“No vamos a llenar el vacío que está dejando Estados Unidos”, repiten en Bruselas. “Pocos estaban preparados para esos cortes tan radicales”, dice una fuente comunitaria, resumiendo el impacto en Europa por las medidas de la Casa Blanca.

BRUSELAS.- Hay algunas frases que se escuchan en todos los edificios de la Unión Europea (UE) en esta ciudad. Que el mundo es distinto desde el 20 de enero. Que todavía están en shock. Que la UE nació de una crisis y se fortalece cada vez que se enfrenta a una nueva. En todas las reuniones, en todas las conferencias de prensa, se habla de la misma persona –Donald Trump-, aunque muchas veces su nombre ni siquiera es pronunciado. “El nuevo gobierno de Estados Unidos”, “nuestro histórico aliado”, “la nueva realidad”, son algunos de los eufemismos que no requieren aclaración.

“Este es un momento geopolítico de máxima gravedad. Se están cuestionando las normas y el marco diplomático que regía desde la Segunda Guerra”, dijo una fuente diplomática europea, al repasar los principales retos para un bloque que está tratando de adaptarse a un nuevo contexto. Como dicen algunos funcionarios, Europa está ahora rodeado por dos “bullies”, dos matones. Por un lado, la amenaza creciente al este de sus fronteras, desde Rusia, especialmente a partir de la guerra en Ucrania. Y el 20 de enero se sumó un presidente de Estados Unidos –histórico aliado de Europa- que desprecia al bloque y que tiene sus propias ambiciones expansionistas, con Groenlandia (que forma parte de Dinamarca) entre sus objetivos.

Desde inteligencia artificial a cambio climático, pasando por migración y derechos humanos, los diplomáticos de la UE quieren marcar el claro contraste con cada política que está adoptando su histórico aliado. “Trabajar con Estados Unidos es cada vez más difícil”, dicen algunos funcionarios, todavía sorprendidos por el tono que llega desde Washington, como los mensajes revelados la semana pasada, con fuertes críticas del vicepresidente y el ministro de Defensa estadunidenses, en las que tildaban de “patético” al bloque de los 27.

Esta tensión puso al bloque a la ofensiva, con un ambicioso plan de rearme, y en alerta, con una estrategia de preparación para crisis que contempla la posibilidad de una agresión en su territorio, un masivo ciberataque o un sabotaje a su infraestructura, por lo que llamó a sus 450 millones de ciudadanos a armar kits de supervivencia para posibles escenarios dramáticos. Pero los europeos también ven oportunidades en este momento bisagra, como la de alcanzar mayor autonomía militar, expandir su rol en la geopolítica mundial e incluso nutrirse de los científicos que se van de Estados Unidos por las medidas de Trump. “Se nos están acercando la India, Australia, los países del Golfo… todos quieren ahora tratados con la UE. Es muy llamativo”, dice Antonio López-Istúruz White, europarlamentario español del Partido Popular Europeo.

Rearme europeo

En la UE consideran que “la agresión a Ucrania es una cuestión existencial”, a lo que se suma la nueva política de la Casa Blanca, que intermedia –sin la UE- en las negociaciones de paz a través de un vínculo amigable con el Kremlin, lo que despierta temores sobre un desenlace desfavorable para Kiev, mientras amenaza con retirar el paraguas de seguridad de la región.

En este contexto, la defensa y la seguridad pasaron a ser la nueva prioridad del bloque, y también de los ciudadanos, según demostró el último sondeo de Eurobarómetro, que a su vez reveló que la UE alcanzó una popularidad récord entre sus ciudadanos: un 74% que afirma que considera que su país se beneficia de la pertenencia al bloque, la cifra más alta desde que se hace la encuesta, hace más de cuatro décadas.

“La UE ha evidenciado un sentido de urgencia, y pasó de ser un proyecto de paz a un proyecto de guerra, de defensa”, señala a LA NACION Andrea Renda, director de Investigación del CEPS, el mayor think tank de Bruselas, quien reconoce que en el bloque de los 27 se percibe una autocrítica tardía por la dependencia que mantenían con Estados Unidos a nivel tecnológico y militar.

Según un estudio del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, la mayoría de los ciudadanos de la UE (alrededor del 50%) consideran ahora a Estados Unidos como un “socio necesario” para Europa en vez de un “aliado” con el que comparte los mismos intereses y valores (21%), en un cambio de tendencia. Según el informe, este escenario le abre la posibilidad a la UE para recuperar terreno en el tablero geopolítico, pero para ello “deberá levantarse, hacer frente a la crisis de confianza en su influencia global y abordar sus numerosas fallas de una manera pragmática y creativa”.

El primer paso para adaptarse a la era “Trump 2.0″ es avanzar hacia una mayor autonomía para su seguridad, con un plan de rearme para los 27 miembros que prevé movilizar 800.000 millones de euros. “Lo importante que es para nosotros la defensa se demuestra en cuánto invertimos en ella, y en los últimos diez años, no fue muy importante”, reconoció la Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, al presentar la estrategia.

Sin embargo, el plan provocó intensos debates dentro del Parlamento Europeo y al interior de la mayoría de los países que conforman el bloque. Mientras la idea de un ejército común se sigue postergando, y la responsabilidad de ese refuerzo del gasto militar recae en cada país, el mayor punto de disputa es cómo se financiará semejante inyección de dinero –si con mayor deuda pública o con el desvío de fondos desde otras áreas, por ejemplo-, o incluso surgen cuestionamientos a una excesiva militarización del bloque.

Por otro lado, mientras los funcionarios de la UE reiteran su compromiso con Ucrania, el conflicto también abre grietas dentro del bloque, especialmente en el debate por el envío de tropas o de fuerzas de paz al terreno, entre los países más y menos expuestos a la amenaza rusa, y con la resistencia del principal aliado de Putin en Europa, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, que pone constantemente trabas en un sistema que requiere de consenso para avanzar en sus decisiones.

“Nadie quiere paz más que Ucrania, que libra con valentía esta guerra injusta, ilegal y no provocada. Estamos orgullosos en la UE de apoyar a Ucrania desde el primer día y mientras sea necesario. Rusia empezó esta guerra y debe pagar”, dice Anitta Hipper, vocera principal de política exterior y de seguridad de la UE, en un diálogo con periodistas latinoamericanos, entre ellos LA NACION, y reitera que la UE, junto con sus estados miembros, es el mayor aportante de Ucrania. “Queremos paz, pero no queremos cualquier paz. Tiene que ser justa, duradera e integral”, remarca.

Renda evalúa que Europa está ingresando en una “situación de defensa permanente”, sobre todo cuando el escenario más probable de resolución de la guerra en Ucrania parece apuntar a la pérdida de territorios a manos de Rusia, mientras Kiev espera un ingreso al bloque, que pocos en la UE ven como viable en el corto plazo. “La crisis va a continuar porque los ucranianos van a aceptar la situación actual, pero siempre van a desear la integridad de su territorio original. Además, van a seguir las presiones de Putin sobre Moldavia, Georgia, Serbia, todos países alrededor de la UE e interesados a entrar”, señala.

Guerra comercial

El aluvión de anuncios de aranceles de Trump también puso en alerta al bloque, que creó un “task force” anticipando las posibles acciones comerciales en base al antecedente de su primer mandato. Sin embargo, los anuncios –y el tono agresivo contra la UE- fueron más contundentes de lo esperado, lo cual descolocó a los funcionarios, que todavía apuestan a alcanzar un acuerdo antes de la fecha clave del 2 de abril, cuando comenzarán a regir los aranceles recíprocos, a los que se sumarán los impuestos sobre los automóviles.

“Lamentamos profundamente esta medida”, fue la reacción de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, cuando empezaron a regir los primeros aranceles que afectaron al bloque, del 25% al aluminio y acero. En respuesta, el bloque anunció una represalia a las importaciones a productos estadounidenses por valor de unos 26.000 millones de euros, aunque su implementación se postergó hasta mediados de abril mientras siguen las negociaciones, que incluyeron un viaje esta semana del comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, a Washington, sin resultados concretos.

“No entendemos la motivación de los aranceles”, dice una fuente diplomática de la Comisión Europea, que tiene las competencias de comercio del club comunitario. “Nosotros tenemos una lógica win-win, ahora hay un actor que está en la lógica del win-lose”, cuestiona otro funcionario.

El rol de América Latina y el “vacío” de EE.UU.

Mientras Estados Unidos pasa la “motosierra” por los programas de ayuda al exterior, lanza aranceles a nivel global y endurece sus políticas migratorias, en Bruselas creen que se abre una oportunidad para replantear su relación con el mundo, y dicen que llegó la hora de fortalecer la relación con América Latina.

Hay tres apuestas en el marco de este objetivo. Por un lado, organizan con alta expectativa la reunión entre la UE y la Celac de fin de año en Colombia, a pesar de que América Latina llegará en un momento de alta fragmentación. A eso se suma el entusiasmo por la firma, en diciembre pasado (para muchos, no fue casual que haya sido justo después del triunfo de Trump), del acuerdo Mercosur-UE, mientras se cerró un acuerdo con Chile y avanza otro con México.

Sin embargo, el camino para el pacto con el Mercosur todavía no está allanado. En Europa, la mayor preocupación está en Francia, el principal opositor, por preocupaciones mediombientales y la presión de los agricultores. En América Latina, los temores están sobre la Argentina: el documento tiene ahora una cláusula sobre el Acuerdo de París que implica que, si Javier Milei decide salir del tratado sobre el cambio climático, “complicaría mucho las cosas”. En la UE, que tiene canales abiertos con la Casa Rosada, confían en que eso no va a suceder.

Mientras el texto está en proceso de traducción, y está en evaluación la posibilidad de separar la parte comercial del resto para que comience a regir con mayor urgencia, los más optimistas creen que a fin de año podría comenzar a implementarse. Para los más pesimistas, “si se cae de nuevo el acuerdo, será difícil volver a empezar”.

El tercer puente para mejorar el vínculo con la región es Global Gateway, la iniciativa del bloque para inversiones en infraestructura en el exterior. El plan prevé la movilización de 300.000 millones de euros –en préstamos o inversiones del sector público o privado- hasta 2027, de los cuales 45.000 están contemplados para América Latina. En la Argentina, el foco está puesto en hidrógeno verde, transformación digital y las industrias del cobre y el litio. El programa es una estrategia -remarcan- alineada con la Agenda 2030 y el Acuerdo de París, dos instrumentos denostados por Milei. Sin embargo, hasta el momento no se alteraron las negociaciones en curso.

Para Andrea Renda, la retracción de Estados Unidos crea “una oportunidad” para la UE en la región, pero le va a requerir mayor pragmatismo. “Necesitamos ser más inteligentes en presentar soluciones que creen valor a nivel local, no a nivel Europa. En la Argentina, hoy es mejor hacer negocios con los chinos porque no te piden adaptar toda tu legislación”, analiza.

En relación al desmantelamiento de la agencia de Estados Unidos para el envío de asistencia para el desarrollo, Usaid, la UE analiza replantear el destino de algunos de sus fondos al tiempo que se multiplican las organizaciones que ahora acuden a ellos en busca de fondos, pero no alterarán los fondos dedicados a Global Gateway, especialmente por restricciones presupuestarias.

“No vamos a llenar el vacío que está dejando Estados Unidos”, repiten en Bruselas. “Pocos estaban preparados para esos cortes tan radicales”, dice una fuente comunitaria, resumiendo el impacto en Europa por las medidas de la Casa Blanca.

 Las crecientes tensiones tras el regreso del líder republicano a la Casa Blanca pusieron a la UE a la ofensiva, con un ambicioso plan de rearme; la defensa y la seguridad pasaron a ser la nueva prioridad  Read More