“Volvimos a perder todo”. La frase resume el sentimiento de impotencia que arrastra Cristóbal Doiny desde hace más de 25 días. Junto a su hermano, Emilio, son productores agropecuarios en el sur bonaerense. Hacía poco habían logrado terminar de reconstruir los daños de un temporal con ráfagas de viento superiores a los 100 kilómetros por hora que arrasó con uno de sus campos hace poco más de un año. Pero a comienzos del mes pasado recibieron un nuevo golpe: las lluvias volvieron a hacer estragos. Esta vez, el agua tapó todo: tres campos inundados, dos casas bajo el agua, un galpón, los corrales, la maquinaria y, además, la pérdida de al menos 22 terneros.
“La verdad, ha sido una catástrofe en toda esta región”, dijo Cristóbal Doiny. La estructura productiva de la familia Doiny está dividida en tres fracciones. Dos campos están ubicados en el sur bonaerense, en Puan, y uno en el oeste de Tornquist. Justamente ese último había sido el que sufrió el impacto del temporal anterior. “Durante un año trabajamos para reconstruir lo que se pudo. El campo había quedado nuevamente en funcionamiento”, contó. Agregó: “Pero ahora este temporal nos afectó en los tres establecimientos. No nos perdonó”.
El 7 de marzo pasado cayeron entre 450 y 500 milímetros en apenas ocho horas. “Fue una locura. Es lo que, teóricamente, debería llover en todo un año. Como referencia, el año pasado nosotros, en el campo de Tornquist, habíamos medido 360 milímetros en todo el año”, señaló. “Fue una cosa jamás pensada, jamás vista. Absolutamente impensada para nosotros en esta región”, añadió.
“Se inundó todo: el galpón, los corrales, las dos casas y hasta las dependencias donde guardábamos insumos veterinarios. Todo sigue bajo agua”, relató.
El agua no solo tapó construcciones. También arrastró alambrados, rompió corrales y dejó caminos destruidos. Estiman que perdieron entre 1000 y 1500 metros de alambre.
Regreso
Hoy, más de 20 días después de la tormenta, todavía no pueden llegar bien a los campos. “Nuestro empleado está ahí, pero puede llegar al pueblo solo por caminos de campos vecinos, porque los caminos principales están destruidos. Desde Villa Blanca, para llegar, hay que cruzar el arroyo de Casco por la ruta 35, pero el puente está cortado: la corriente lo rompió”, detalló.
Por eso, teme por lo que podrá salvar y todavía no puede hacer una estimación de los daños. “Recién el sábado pudimos entrar al galpón y todavía había 20 centímetros de agua. En su punto más alto, la inundación superó el metro. Pero a la casa no. Saqué fotos con zoom, porque no me puedo acercar a menos de 100 metros. Recién cuando podamos entrar sabremos qué se puede reparar y cuánto costará. Es difícil estimar los daños hasta no estar ahí”, dijo. Y agregó: “Tal vez la semana que viene podamos entrar con botas. El agua sigue alta”.
Por eso, a diferencia del temporal anterior, que ocurrió en diciembre de 2023 y que derribó más de 150 árboles, seis silos de 180 toneladas, dos molinos, cinco silos de autoconsumo, el techo de una casa, el portón del galpón, un carro que dio vuelta y dos sinfines, esta vez la recuperación se volverá mucho más compleja. “Aquella vez fue un evento puntual: al día siguiente ya estábamos arreglando. Hoy, no se puede, porque ni siquiera podemos acceder”, afirmó.
En este contexto, el productor explicó el peso emocional de esta situación. “Es una empresa familiar. Y más allá de lo económico, hay un vínculo afectivo con el lugar. La casa estaba llena de recuerdos, adornos, fotos… cosas que uno pone con cariño. Algunas las encontramos desparramadas por el campo: flotaron cuando el agua entró. La casa tiene ventanas rotas, así que muchas cosas se las llevó la corriente”, expresó.
También expresó su malestar ante lo que siente como una falta de apoyo al sector rural. “En Bahía Blanca hubo un decreto provincial que exime a la planta urbana del pago de impuestos. Pero no se dice nada de las zonas rurales. Hay como un abandono. Entiendo que en la ciudad hubo afectación grave, hubo gente que perdió todo e incluso vidas. Pero en el campo también hay gente, aunque menos, y también necesita ayuda”, señaló.
Pese a todo, no baja los brazos. “Vamos a seguir. No queda otra. No se puede volver el tiempo atrás. Hay que hacerle frente”, remarcó con la convicción de quien, aun en medio del barro y la pérdida, sabe que la única salida es avanzar.
“Volvimos a perder todo”. La frase resume el sentimiento de impotencia que arrastra Cristóbal Doiny desde hace más de 25 días. Junto a su hermano, Emilio, son productores agropecuarios en el sur bonaerense. Hacía poco habían logrado terminar de reconstruir los daños de un temporal con ráfagas de viento superiores a los 100 kilómetros por hora que arrasó con uno de sus campos hace poco más de un año. Pero a comienzos del mes pasado recibieron un nuevo golpe: las lluvias volvieron a hacer estragos. Esta vez, el agua tapó todo: tres campos inundados, dos casas bajo el agua, un galpón, los corrales, la maquinaria y, además, la pérdida de al menos 22 terneros.
“La verdad, ha sido una catástrofe en toda esta región”, dijo Cristóbal Doiny. La estructura productiva de la familia Doiny está dividida en tres fracciones. Dos campos están ubicados en el sur bonaerense, en Puan, y uno en el oeste de Tornquist. Justamente ese último había sido el que sufrió el impacto del temporal anterior. “Durante un año trabajamos para reconstruir lo que se pudo. El campo había quedado nuevamente en funcionamiento”, contó. Agregó: “Pero ahora este temporal nos afectó en los tres establecimientos. No nos perdonó”.
El 7 de marzo pasado cayeron entre 450 y 500 milímetros en apenas ocho horas. “Fue una locura. Es lo que, teóricamente, debería llover en todo un año. Como referencia, el año pasado nosotros, en el campo de Tornquist, habíamos medido 360 milímetros en todo el año”, señaló. “Fue una cosa jamás pensada, jamás vista. Absolutamente impensada para nosotros en esta región”, añadió.
“Se inundó todo: el galpón, los corrales, las dos casas y hasta las dependencias donde guardábamos insumos veterinarios. Todo sigue bajo agua”, relató.
El agua no solo tapó construcciones. También arrastró alambrados, rompió corrales y dejó caminos destruidos. Estiman que perdieron entre 1000 y 1500 metros de alambre.
Regreso
Hoy, más de 20 días después de la tormenta, todavía no pueden llegar bien a los campos. “Nuestro empleado está ahí, pero puede llegar al pueblo solo por caminos de campos vecinos, porque los caminos principales están destruidos. Desde Villa Blanca, para llegar, hay que cruzar el arroyo de Casco por la ruta 35, pero el puente está cortado: la corriente lo rompió”, detalló.
Por eso, teme por lo que podrá salvar y todavía no puede hacer una estimación de los daños. “Recién el sábado pudimos entrar al galpón y todavía había 20 centímetros de agua. En su punto más alto, la inundación superó el metro. Pero a la casa no. Saqué fotos con zoom, porque no me puedo acercar a menos de 100 metros. Recién cuando podamos entrar sabremos qué se puede reparar y cuánto costará. Es difícil estimar los daños hasta no estar ahí”, dijo. Y agregó: “Tal vez la semana que viene podamos entrar con botas. El agua sigue alta”.
Por eso, a diferencia del temporal anterior, que ocurrió en diciembre de 2023 y que derribó más de 150 árboles, seis silos de 180 toneladas, dos molinos, cinco silos de autoconsumo, el techo de una casa, el portón del galpón, un carro que dio vuelta y dos sinfines, esta vez la recuperación se volverá mucho más compleja. “Aquella vez fue un evento puntual: al día siguiente ya estábamos arreglando. Hoy, no se puede, porque ni siquiera podemos acceder”, afirmó.
En este contexto, el productor explicó el peso emocional de esta situación. “Es una empresa familiar. Y más allá de lo económico, hay un vínculo afectivo con el lugar. La casa estaba llena de recuerdos, adornos, fotos… cosas que uno pone con cariño. Algunas las encontramos desparramadas por el campo: flotaron cuando el agua entró. La casa tiene ventanas rotas, así que muchas cosas se las llevó la corriente”, expresó.
También expresó su malestar ante lo que siente como una falta de apoyo al sector rural. “En Bahía Blanca hubo un decreto provincial que exime a la planta urbana del pago de impuestos. Pero no se dice nada de las zonas rurales. Hay como un abandono. Entiendo que en la ciudad hubo afectación grave, hubo gente que perdió todo e incluso vidas. Pero en el campo también hay gente, aunque menos, y también necesita ayuda”, señaló.
Pese a todo, no baja los brazos. “Vamos a seguir. No queda otra. No se puede volver el tiempo atrás. Hay que hacerle frente”, remarcó con la convicción de quien, aun en medio del barro y la pérdida, sabe que la única salida es avanzar.
Cristóbal y Emilio Doiny son hermanos y productores agropecuarios; el año pasado sufrieron el paso de un temporal en el sur bonaerense y ahora pasaron por un fenómeno más grave Read More