River y el partido que jugó un montón de veces: sin gol y mareado en su laberinto

Sin hinchas en las tribunas y sin alma en la cancha. Vacío total en el Monumental. Un equipo que a duras penas avanza cuando lo empuja su gente, no tuvo energías para superar a un rival limitado, que debería haber sido un simple trámite para un equipo que aspirar a ser campeón de la Copa Libertadores. Con esta actualidad tan precaria, solo puede fijarse el objetivo terrenal de intentar superar el grupo. No está para mucho más. La jerarquía sigue ausente.

Un 0-0 que se pareció a tantos otros partidos que jugó River durante este año, y un poco más atrás también. Ni siquiera eleva la nota por haber convertido en figura al arquero José Contreras. Sin quitarle mérito a sus atajadas (siete en total), River paga por sus deficiencias, especialmente por su esterilidad ofensiva. Es un equipo que no convierte ni de penal. Anoche falló Sebastián Driussi, como Borja lo había hecho en dos partidos anteriores.

River desperdició la posibilidad de bajar la ansiedad e incrementar la confianza en una de las primeras jugadas del partido. Pudo profundizar con un toque de Driussi y la llegada de Colidio, tapado por la salida del arquero, que no pudo retener la pelota y derribó a Driussi. Penal. “Me lo hicieron a mí, yo lo pateo”, pareció la postura de Driussi, si bien estaba Montiel, a quien le apuraron la recuperación del desgarro porque River necesita de su temple y determinación, en tiempos en los que las dudas y la falta de resolución atenazan al equipo.

Lo más destacado de River 0 – Barcelona 0

Para Driussi era la oportunidad de convertir su primer gol desde un regreso por el que River gestionó durante largo tiempo e invirtió más de 10 millones de dólares. La ejecución no estuvo acorde al valor de su pase: a media altura, poco esquinado, a la medida para la intuición del arquero Contreras, que consiguió lo que pretendía: agrandarse, pasar a ser una de las figuras de la primera etapa, con otras intervenciones meritorias.

Al penal le siguió un fuerte choque de cabezas entre Martínez Quarta y Chalá. Fueron cinco minutos iniciales con un par de incidencias que le cedieron lugar a un dominio tan constante como improductivo de River. Gallardo mantuvo la formación del triunfo en Lima, con la reaparición de Montiel. El triángulo Martínez Quarta, Paulo Díaz y Enzo Pérez evitaba que Barcelona progresara más allá de mitad de cancha. Los rivales ya saben que uno de los puntos débiles de River es la espalda de Acuña, y hacia allí fueron un par de pelotazos para que el conjunto ecuatoriano saliera un poco del ahogo.

River afrontó su sudoku habitual: acompañar su dominio de eficacia, llegar y convertir. Sigue dando vueltas en ese laberinto, se marea solo, a veces le facilita la tarea al rival. Y eso que Barcelona le jugó con un respeto que más hubieran merecido otros River de Gallardo. Equipos de la Liga Profesional se le animan más que este Barcelona que llegaba con un sostén respetable, tras vencer en la primera fecha a Independiente del Valle y ser puntero de la liga de su país.

Con estilos diferentes, Mastantuono y Meza se aplicaron a ser los generadores de juego. El juvenil traslada y gambetea; el ex Independiente es más de toque y descarga. La sensación de gol era constante, pero a este River se le baja la persiana a medida que se acerca al área. Driussi volvió a perder en un mano a mano con Contreras, que también se agigantó cuando Montiel le llegó hasta sus dominios.

El desarrollo tuvo una única dirección, a River no le hacía falta Armani, salvador en más de un partido. Una posesión que promedió el 70 por ciento, más de una decena de remates, todo servido… y River que no metía bocado, con lo hambriento que está de fútbol y goles.

Gallardo confió en la promesa de gol de su equipo y no hizo cambios para el segundo tiempo. Pero se mantuvo el guion, con Contreras en plan Superman, inclusive para tapar definiciones seguidas de Driussi y Mastantuono. El reloj empezaba a apurar a River, cuyo nerviosismo avanza más rápido. Las soluciones no aparecían, todo tendía a complicarse.

Eran inevitables los cambios y Gallardo optó por sustituir a Meza y Colidio, que no habían estado por debajo de otros compañeros, caso Driussi. Ingresaron Borja y Simón, sin producir un impacto inmediato. Casi nadie escapaba de la inercia, la meseta se había convertido en un agujero que se estaba tragando a la mayoría. Si Barcelona se había asustado en algún momento, ya se le había pasado, el objetivo de conseguir un empate estaba cada vez más cerca, y hasta se ilusionó con el milagro de un triunfo en una mala salida de Paulo Díaz, que corrigió su error.

Entraron Rojas y Subiabre, pero a River no había quien lo levantara. Se siguió desinflando. En una noche de desolación arriba y abajo, el único toque de distinción lo puso el inefable entrenador Segundo Castillo, que vestido con un esmoquin de color rosa viejo paró una pelota como si todavía tuviera puestos los botines.

Sin hinchas en las tribunas y sin alma en la cancha. Vacío total en el Monumental. Un equipo que a duras penas avanza cuando lo empuja su gente, no tuvo energías para superar a un rival limitado, que debería haber sido un simple trámite para un equipo que aspirar a ser campeón de la Copa Libertadores. Con esta actualidad tan precaria, solo puede fijarse el objetivo terrenal de intentar superar el grupo. No está para mucho más. La jerarquía sigue ausente.

Un 0-0 que se pareció a tantos otros partidos que jugó River durante este año, y un poco más atrás también. Ni siquiera eleva la nota por haber convertido en figura al arquero José Contreras. Sin quitarle mérito a sus atajadas (siete en total), River paga por sus deficiencias, especialmente por su esterilidad ofensiva. Es un equipo que no convierte ni de penal. Anoche falló Sebastián Driussi, como Borja lo había hecho en dos partidos anteriores.

River desperdició la posibilidad de bajar la ansiedad e incrementar la confianza en una de las primeras jugadas del partido. Pudo profundizar con un toque de Driussi y la llegada de Colidio, tapado por la salida del arquero, que no pudo retener la pelota y derribó a Driussi. Penal. “Me lo hicieron a mí, yo lo pateo”, pareció la postura de Driussi, si bien estaba Montiel, a quien le apuraron la recuperación del desgarro porque River necesita de su temple y determinación, en tiempos en los que las dudas y la falta de resolución atenazan al equipo.

Lo más destacado de River 0 – Barcelona 0

Para Driussi era la oportunidad de convertir su primer gol desde un regreso por el que River gestionó durante largo tiempo e invirtió más de 10 millones de dólares. La ejecución no estuvo acorde al valor de su pase: a media altura, poco esquinado, a la medida para la intuición del arquero Contreras, que consiguió lo que pretendía: agrandarse, pasar a ser una de las figuras de la primera etapa, con otras intervenciones meritorias.

Al penal le siguió un fuerte choque de cabezas entre Martínez Quarta y Chalá. Fueron cinco minutos iniciales con un par de incidencias que le cedieron lugar a un dominio tan constante como improductivo de River. Gallardo mantuvo la formación del triunfo en Lima, con la reaparición de Montiel. El triángulo Martínez Quarta, Paulo Díaz y Enzo Pérez evitaba que Barcelona progresara más allá de mitad de cancha. Los rivales ya saben que uno de los puntos débiles de River es la espalda de Acuña, y hacia allí fueron un par de pelotazos para que el conjunto ecuatoriano saliera un poco del ahogo.

River afrontó su sudoku habitual: acompañar su dominio de eficacia, llegar y convertir. Sigue dando vueltas en ese laberinto, se marea solo, a veces le facilita la tarea al rival. Y eso que Barcelona le jugó con un respeto que más hubieran merecido otros River de Gallardo. Equipos de la Liga Profesional se le animan más que este Barcelona que llegaba con un sostén respetable, tras vencer en la primera fecha a Independiente del Valle y ser puntero de la liga de su país.

Con estilos diferentes, Mastantuono y Meza se aplicaron a ser los generadores de juego. El juvenil traslada y gambetea; el ex Independiente es más de toque y descarga. La sensación de gol era constante, pero a este River se le baja la persiana a medida que se acerca al área. Driussi volvió a perder en un mano a mano con Contreras, que también se agigantó cuando Montiel le llegó hasta sus dominios.

El desarrollo tuvo una única dirección, a River no le hacía falta Armani, salvador en más de un partido. Una posesión que promedió el 70 por ciento, más de una decena de remates, todo servido… y River que no metía bocado, con lo hambriento que está de fútbol y goles.

Gallardo confió en la promesa de gol de su equipo y no hizo cambios para el segundo tiempo. Pero se mantuvo el guion, con Contreras en plan Superman, inclusive para tapar definiciones seguidas de Driussi y Mastantuono. El reloj empezaba a apurar a River, cuyo nerviosismo avanza más rápido. Las soluciones no aparecían, todo tendía a complicarse.

Eran inevitables los cambios y Gallardo optó por sustituir a Meza y Colidio, que no habían estado por debajo de otros compañeros, caso Driussi. Ingresaron Borja y Simón, sin producir un impacto inmediato. Casi nadie escapaba de la inercia, la meseta se había convertido en un agujero que se estaba tragando a la mayoría. Si Barcelona se había asustado en algún momento, ya se le había pasado, el objetivo de conseguir un empate estaba cada vez más cerca, y hasta se ilusionó con el milagro de un triunfo en una mala salida de Paulo Díaz, que corrigió su error.

Entraron Rojas y Subiabre, pero a River no había quien lo levantara. Se siguió desinflando. En una noche de desolación arriba y abajo, el único toque de distinción lo puso el inefable entrenador Segundo Castillo, que vestido con un esmoquin de color rosa viejo paró una pelota como si todavía tuviera puestos los botines.

 Empató 0-0 ante Barcelona en un Monumental sin público por la sanción de la Conmebol; Driussi falló un penal al principio  Read More