Jonathan, un migrante australiano con residencia temporal y una visa de trabajo vigente, fue deportado por autoridades migratorias de Estados Unidos tras regresar de su país natal, donde había viajado por dos días para participar del funeral de su hermana. A pesar de tener todos sus papeles en regla, le negaron su reingreso en el aeropuerto de Houston, le cancelaron su visa y lo expulsaron. Además, le prohibieron volver durante cinco años. “Toda mi vida está allá”, lamentó.
Deportado de EE.UU. tras regresar de Australia: había ido al funeral de su hermana
Jonathan le contó a The Guardian que había partido a Australia solo con una mochila pequeña. Su objetivo era asistir a una ceremonia para esparcir las cenizas de su hermana y regresar lo antes posible a Estados Unidos, donde vive hace siete años con su pareja y trabaja como profesional independiente.
Tras cumplir con su compromiso familiar, Jonathan, que no quiso revelar su identidad por temor, tomó un vuelo con escala en Houston, Texas, sin imaginar lo que sucedería al aterrizar. Durante el tránsito, agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) lo separaron del resto de los pasajeros y lo llevaron a una sala repleta de personas detenidas, entre ellas ciudadanos sudamericanos, canadienses, británicos y una joven de Berlín.
En un primer momento, según contó, los oficiales le ofrecieron comunicarse con el consulado australiano, pero él creyó que no era necesario. “Pensé que simplemente me darían el pasaporte y me dejarían ir”, recordó.
Duras acusaciones
Sin embargo, la situación se tornó grave cuando los funcionarios lo acusaron de tráfico de drogas. Le dijeron: “Sabemos que tienes dos teléfonos móviles. Hemos estado rastreando tus llamadas. Sabemos que has estado vendiendo drogas”.
Confundido, afirmó que solo tenía un celular, que no bebía, fumaba ni consumía ningún tipo de estupefaciente. Cuando se negó a entregar la contraseña de su dispositivo, pidió hablar con un abogado. Le respondieron que no tenía ese derecho, le entregaron un folleto con instrucciones y lo obligaron a entregar su teléfono y su reloj inteligente.
El australiano explicó que el agente insinuaba que había trabajado para personas inadecuadas y que transportaba restos humanos. Incluso convocaron a representantes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades para inspeccionar la urna vacía.
Todo empeoró cuando explicó que residía en Estados Unidos desde hacía años. Entonces, le preguntaron: “¿Vive usted aquí?”. Acto seguido, le informaron que esa respuesta demostraba “intención de permanencia” y que, por tanto, su visa quedaba anulada.
Visa cancelada y prohibición de reingreso por cinco años a Estados Unidos
Jonathan aseguró que había utilizado esa misma visa al menos 20 veces, sin inconvenientes. Pero esta vez, el agente le informó que la cancelaban y que no podría ingresar a Estados Unidos durante cinco años, ni siquiera en tránsito. Le dieron a firmar un documento oficial donde constaba que era considerado un inmigrante sin visa válida según la Ley de Inmigración y Nacionalidad.
Sin otra opción, firmó. “Trump ha vuelto. Estamos haciendo las cosas como siempre deberíamos haberlas hecho”, aseguró que le dijo uno de los agentes.
Jonathan pasó más de 30 horas sin contacto con el exterior. Durmió en una sala común con mantas térmicas y recibió comida que, según describió, parecía “alimento para perros”. Finalmente, un agente lo escoltó hasta el avión. Le devolvieron su celular, su reloj y su pasaporte momentos antes del aterrizaje en Australia.
“No me dieron ninguna razón válida para cancelar mi visa”, expresó desde Sidney. Su pareja, que sigue en Estados Unidos, le dijo por correo electrónico a The Guardian: “Vivimos juntos y, aunque no puedo tomarme un tiempo libre del trabajo en este momento, lo único que quiero es reunirme con él lo antes posible”.
Jonathan, un migrante australiano con residencia temporal y una visa de trabajo vigente, fue deportado por autoridades migratorias de Estados Unidos tras regresar de su país natal, donde había viajado por dos días para participar del funeral de su hermana. A pesar de tener todos sus papeles en regla, le negaron su reingreso en el aeropuerto de Houston, le cancelaron su visa y lo expulsaron. Además, le prohibieron volver durante cinco años. “Toda mi vida está allá”, lamentó.
Deportado de EE.UU. tras regresar de Australia: había ido al funeral de su hermana
Jonathan le contó a The Guardian que había partido a Australia solo con una mochila pequeña. Su objetivo era asistir a una ceremonia para esparcir las cenizas de su hermana y regresar lo antes posible a Estados Unidos, donde vive hace siete años con su pareja y trabaja como profesional independiente.
Tras cumplir con su compromiso familiar, Jonathan, que no quiso revelar su identidad por temor, tomó un vuelo con escala en Houston, Texas, sin imaginar lo que sucedería al aterrizar. Durante el tránsito, agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) lo separaron del resto de los pasajeros y lo llevaron a una sala repleta de personas detenidas, entre ellas ciudadanos sudamericanos, canadienses, británicos y una joven de Berlín.
En un primer momento, según contó, los oficiales le ofrecieron comunicarse con el consulado australiano, pero él creyó que no era necesario. “Pensé que simplemente me darían el pasaporte y me dejarían ir”, recordó.
Duras acusaciones
Sin embargo, la situación se tornó grave cuando los funcionarios lo acusaron de tráfico de drogas. Le dijeron: “Sabemos que tienes dos teléfonos móviles. Hemos estado rastreando tus llamadas. Sabemos que has estado vendiendo drogas”.
Confundido, afirmó que solo tenía un celular, que no bebía, fumaba ni consumía ningún tipo de estupefaciente. Cuando se negó a entregar la contraseña de su dispositivo, pidió hablar con un abogado. Le respondieron que no tenía ese derecho, le entregaron un folleto con instrucciones y lo obligaron a entregar su teléfono y su reloj inteligente.
El australiano explicó que el agente insinuaba que había trabajado para personas inadecuadas y que transportaba restos humanos. Incluso convocaron a representantes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades para inspeccionar la urna vacía.
Todo empeoró cuando explicó que residía en Estados Unidos desde hacía años. Entonces, le preguntaron: “¿Vive usted aquí?”. Acto seguido, le informaron que esa respuesta demostraba “intención de permanencia” y que, por tanto, su visa quedaba anulada.
Visa cancelada y prohibición de reingreso por cinco años a Estados Unidos
Jonathan aseguró que había utilizado esa misma visa al menos 20 veces, sin inconvenientes. Pero esta vez, el agente le informó que la cancelaban y que no podría ingresar a Estados Unidos durante cinco años, ni siquiera en tránsito. Le dieron a firmar un documento oficial donde constaba que era considerado un inmigrante sin visa válida según la Ley de Inmigración y Nacionalidad.
Sin otra opción, firmó. “Trump ha vuelto. Estamos haciendo las cosas como siempre deberíamos haberlas hecho”, aseguró que le dijo uno de los agentes.
Jonathan pasó más de 30 horas sin contacto con el exterior. Durmió en una sala común con mantas térmicas y recibió comida que, según describió, parecía “alimento para perros”. Finalmente, un agente lo escoltó hasta el avión. Le devolvieron su celular, su reloj y su pasaporte momentos antes del aterrizaje en Australia.
“No me dieron ninguna razón válida para cancelar mi visa”, expresó desde Sidney. Su pareja, que sigue en Estados Unidos, le dijo por correo electrónico a The Guardian: “Vivimos juntos y, aunque no puedo tomarme un tiempo libre del trabajo en este momento, lo único que quiero es reunirme con él lo antes posible”.
Un ciudadano australiano fue expulsado a su país natal tras regresar a Estados Unidos; por qué cancelaron su visa Read More