Vargas Llosa, el espectador voraz que lloraba en las películas, fanático de los westerns y policiales, que odiaba las adaptaciones de su obra

A Mario Vargas Llosa no le quedó un buen recuerdo de la única vez que aceptó sumarse a una película inspirada en una novela suya. Fue en 1975, cuando escribió el guion y codirigió la primera adaptación para el cine de Pantaleón y las visitadoras. “Aunque trabajé con mucho entusiasmo el resultado fue bastante catastrófico”, confesó años después sobre esa experiencia, filmada en República Dominicana (por las restricciones políticas que existían en ese momento en Perú) y con el español José Sacristán en el papel de Pantaleón.

Una segunda versión, con más repercusión internacional, se hizo en 1999 bajo la dirección de Francisco Lombardi. La película llegó a estrenarse en los cines argentinos gracias a la presencia protagónica de Angie Cepeda (en el papel de Pochita), por entonces novia del cantante y actor Diego Torres. En esa ocasión, Vargas Llosa prefirió mantener una distancia prudente del proyecto. “Me hizo leer los guiones y alguna sugerencia le hice, pero mínima. Procuré no intervenir”, recordó años después sobre esa adaptación y la de La ciudad y los perros, que Lombardi dirigió en 1985.

La relación entre el cine y la obra de Vargas Llosa empezó en 1973, cuando el español Jorge Fons dirigió en México una versión de Los cachorros. Al autor peruano no le gustó la película y tampoco la que el estadounidense Jon Amiel hizo en 1990 a partir de La tía Julia y el escribidor, con Barbara Hershey, Keanu Reeves y Peter Falk como protagonistas. Nunca se estrenó en los cines argentinos.

La última vez que un texto de Vargas Llosa se adaptó para la pantalla fue en 2005. Fue La fiesta del Chivo, con la dirección de Luis Llosa, primo del novelista y único director de origen peruano que logró hacer carrera en Hollywood en las últimas décadas. Isabella Rossellini interpretaba allí a Urania Cabral; el cubano Tomás Milian, a Rafael Leónidas Trujillo, y el argentino Juan Diego Botto a Amadito, en una versión hablada originalmente en inglés.

En diferentes conversaciones y reportajes, Vargas Llosa siempre habló con mucho cariño de su precoz vínculo con el cine. “Mi madre me contaba que las primeras veces que me llevó al cine, cuando era muy chico, era imposible que llegara al final de la película porque apenas apagaban las luces me ponía a llorar y tenía que sacarme. Pero cuando me acostumbré, me convertí en un cinéfilo voraz”, contó en 2002 en el programa de la TV peruana El placer de los ojos.

“En el cine me gustan cosas que en la literatura detesto, por ejemplo el western. Me pasa lo mismo con las películas policiales”, dijo también allí. A Vargas Llosa siempre lo atrajeron en el cine las historias relacionadas con la lucha entre el bien y el mal “encarnados en personajes antagónicos”. Del lado del western, al igual que Borges, el peruano alababa el sentido épico de esas aventuras, que en su visión lograban llegar a un lugar que muy pocas novelas alcanzaban.

La lista de grandes directores admirados por Vargas Llosa incluye a Luis Buñuel, Luchino Visconti, Orson Welles, Ingmar Bergman y sobre todo John Ford. “Admiro mucho a los directores que han sido capaces de crear un mundo a partir de obsesiones, de manías”, señaló. Livia (Visconti), El tercer hombre (Carol Reed, a partir de la obra de Graham Greene), Los siete samuráis (Akira Kurosawa), El verdugo (Luis García Berlanga), Río Bravo (Howard Hawks) y Apocalipsis Now (Francis Ford Coppola) fueron algunas de las películas que más lo marcaron.

Estaba convencido además de que sin el cine “no sería posible una literatura como la de Hemingway, ya que sus relatos parecen haber sido concebidos como textos visuales, casi como guiones cinematográficos”. Su vocación cinéfila hizo que el Festival de San Sebastián lo convocara en 2004 para presidir el jurado de la competencia oficial, en la que participaron tres películas argentinas: El perro (Carlos Sorín), Roma (Adolfo Aristarain) y El cielito (María Victoria Menis).

A Mario Vargas Llosa no le quedó un buen recuerdo de la única vez que aceptó sumarse a una película inspirada en una novela suya. Fue en 1975, cuando escribió el guion y codirigió la primera adaptación para el cine de Pantaleón y las visitadoras. “Aunque trabajé con mucho entusiasmo el resultado fue bastante catastrófico”, confesó años después sobre esa experiencia, filmada en República Dominicana (por las restricciones políticas que existían en ese momento en Perú) y con el español José Sacristán en el papel de Pantaleón.

Una segunda versión, con más repercusión internacional, se hizo en 1999 bajo la dirección de Francisco Lombardi. La película llegó a estrenarse en los cines argentinos gracias a la presencia protagónica de Angie Cepeda (en el papel de Pochita), por entonces novia del cantante y actor Diego Torres. En esa ocasión, Vargas Llosa prefirió mantener una distancia prudente del proyecto. “Me hizo leer los guiones y alguna sugerencia le hice, pero mínima. Procuré no intervenir”, recordó años después sobre esa adaptación y la de La ciudad y los perros, que Lombardi dirigió en 1985.

La relación entre el cine y la obra de Vargas Llosa empezó en 1973, cuando el español Jorge Fons dirigió en México una versión de Los cachorros. Al autor peruano no le gustó la película y tampoco la que el estadounidense Jon Amiel hizo en 1990 a partir de La tía Julia y el escribidor, con Barbara Hershey, Keanu Reeves y Peter Falk como protagonistas. Nunca se estrenó en los cines argentinos.

La última vez que un texto de Vargas Llosa se adaptó para la pantalla fue en 2005. Fue La fiesta del Chivo, con la dirección de Luis Llosa, primo del novelista y único director de origen peruano que logró hacer carrera en Hollywood en las últimas décadas. Isabella Rossellini interpretaba allí a Urania Cabral; el cubano Tomás Milian, a Rafael Leónidas Trujillo, y el argentino Juan Diego Botto a Amadito, en una versión hablada originalmente en inglés.

En diferentes conversaciones y reportajes, Vargas Llosa siempre habló con mucho cariño de su precoz vínculo con el cine. “Mi madre me contaba que las primeras veces que me llevó al cine, cuando era muy chico, era imposible que llegara al final de la película porque apenas apagaban las luces me ponía a llorar y tenía que sacarme. Pero cuando me acostumbré, me convertí en un cinéfilo voraz”, contó en 2002 en el programa de la TV peruana El placer de los ojos.

“En el cine me gustan cosas que en la literatura detesto, por ejemplo el western. Me pasa lo mismo con las películas policiales”, dijo también allí. A Vargas Llosa siempre lo atrajeron en el cine las historias relacionadas con la lucha entre el bien y el mal “encarnados en personajes antagónicos”. Del lado del western, al igual que Borges, el peruano alababa el sentido épico de esas aventuras, que en su visión lograban llegar a un lugar que muy pocas novelas alcanzaban.

La lista de grandes directores admirados por Vargas Llosa incluye a Luis Buñuel, Luchino Visconti, Orson Welles, Ingmar Bergman y sobre todo John Ford. “Admiro mucho a los directores que han sido capaces de crear un mundo a partir de obsesiones, de manías”, señaló. Livia (Visconti), El tercer hombre (Carol Reed, a partir de la obra de Graham Greene), Los siete samuráis (Akira Kurosawa), El verdugo (Luis García Berlanga), Río Bravo (Howard Hawks) y Apocalipsis Now (Francis Ford Coppola) fueron algunas de las películas que más lo marcaron.

Estaba convencido además de que sin el cine “no sería posible una literatura como la de Hemingway, ya que sus relatos parecen haber sido concebidos como textos visuales, casi como guiones cinematográficos”. Su vocación cinéfila hizo que el Festival de San Sebastián lo convocara en 2004 para presidir el jurado de la competencia oficial, en la que participaron tres películas argentinas: El perro (Carlos Sorín), Roma (Adolfo Aristarain) y El cielito (María Victoria Menis).

 Desde Los cachorros, en 1973, su desagrado ver a sus relatos en pantalla, que incluyeron versiones hollywoodenses de “La tía Julia y el escribidor”, contrastaba con el fanatismo que tenía por el séptimo arte desde muy pequeño  Read More