Príncipe de los Ingenios del siglo XX, merecedor de tres de los premios más codiciados por cualquier escritor –Príncipe de Asturias en 1986, Cervantes en 1994, y Nobel de Literatura en 2010–, la larga, compleja y complicada vida personal de Mario Vargas Llosa, quien murió hoy a los 89 años, logró opacar algunas veces una obra literaria cuyo verdadero valor todavía estamos lejos de poder discernir con exactitud y sin prejuicios, independientemente de que todos reconocen en él a uno de los máximos exponentes de la escritura en idioma español en toda su capacidad de expresión y belleza.
Nacido en Arequipa como Jorge Mario Pedro Vargas Llosa el 28 de marzo de 1936, sus desencuentros familiares –que marcarían definitivamente vocación y obra– habían empezado ya, porque sus padres Ernesto Vargas Maldonado y Dora Llosa Ureta se habían separado meses antes, para divorciarse después del nacimiento de su único hijo. Al año, toda la familia de su madre, con la que vivía, se trasladó a Cochabamba, Bolivia, viaje y nueva residencia que iban a ser los primeros de una increíble serie de ellos en la vida del futuro escritor.
En 1945, volvió a Perú la familia materna y Mario y su madre se instalaron en Piura. Dos años después, iba a conocer la existencia de su padre, al que creía fallecido, y con ello también desdichas y enfrentamientos, porque Ernesto y Dora reanudaron la relación y volvieron a vivir juntos, esta vez en Lima, cerca de Miraflores.
Vargas Llosa estudió en el colegio La Salle y, a los 14 años, en 1950, fue enviado por su padre, tan temido y tan odiado siempre, al colegio militar Leoncio Prado, en el Callao, como pupilo, clara estrategia para que abandonara la idea de ser escritor, lo que obró como reactivo y le dio al joven ocasión para leer vorazmente a los clásicos y empezar a escribir.
Esos primeros pasos los dio como periodista, en el diario limeño La Crónica y, más tarde –ya en Piura, abandonado el colegio militar–, en La Industria, para los que hizo reportajes, notas y entrevistas, al mismo tiempo que producía su primera obra como dramaturgo, La huida del Inca.
A partir de entonces todo parece precipitarse en una vida que no ha desdeñado casi nada: todos los géneros literarios, incluido hasta un breve paso por la poesía; grandes amores; polémica participación política de muchas maneras, y aun la actuación (en 2015, interpretó al duque Ugolino en su obra Los cuentos de la peste, en Madrid). En 1953, Vargas Llosa ingresa en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima para estudiar Derecho y Literatura, y participa de la política universitaria en el partido comunista peruano, entonces perseguido por el gobierno de Manuel A. Odría, aunque no por mucho tiempo, porque pronto se inscribe en el partido demócrata cristiano.
En 1955, ya acomete uno de sus primeros actos polémicos: a los 19 años se casa con su tía política Julia Urquidi, que le lleva diez. Para que las respectivas familias los dejen estar unidos, el joven llega a tener hasta siete trabajos; finalmente, entrará como periodista en Radio Panamericana. Casi simultáneamente, se empiezan a publicar sus primeros relatos: “El abuelo” y “Los jefes”, que integrarían más tarde su primer libro de cuentos, Los jefes, de 1959. El cuento “El desafío” no solo le vale su primer premio literario, sino un viaje a Francia, en 1958. Todo se acelera una vez más: se gradúa como bachiller en humanidades con una tesis sobre “Bases para una interpretación de Rubén Darío” y obtiene una beca para seguir sus estudios en la Universidad Complutense de Madrid hasta 1960. Después se muda a París con Julia y allí comienza la etapa de un escritor a tiempo completo: termina su primera novela La ciudad y los perros, que se publica en 1963, después de ganar en 1962 el premio Biblioteca Breve de Seix Barral. Además de consagrarlo ya como el gran nombre de la literatura peruana del siglo XX, esta obra consigue, también, su inscripción definitiva en el llamado boom latinoamericano, entre otras glorias de las letras de América Latina, como Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Guillermo Cabrera Infante, Augusto Roa Bastos, José Donoso y su amigo, en aquel entonces, Gabriel García Márquez, (fenómeno literario del que Mario Vargas Llosa fue probablemente uno de los pocos que no despotricó en su contra).
En 1964, se divorció de Julia y, en 1965, se casó con su prima, Patricia Llosa, con quien tuvo tres hijos –Álvaro (1966), escritor y ensayista político; Gonzalo (1967), empresario, y Morgana (1974), consagrada fotógrafa– y cincuenta años de armónica y amorosa convivencia, que terminaron en 2016, tras un sonado divorcio, luego de que, un año antes, se conociera la nueva relación de Vargas Llosa con la celeb Isabel Preysler.
Sus relaciones con las mujeres incluyen también una más, no amorosa pero sí fundamental para su carrera como narrador y ensayista: en 1966, contemporáneamente a la publicación de La casa verde, premio Rómulo Gallegos, conoce a Carmen Balcells, del área de derechos de autor de la editorial Seix Barral, quien le ofreció representarlo como su agente literario y sostenerlo económicamente para que se dedicara por entero a la literatura. Nace así una prolongada relación comercial y al mismo tiempo una entrañable amistad de parte de ambos a la que solo la muerte de Carmen, en 2015, puso punto final.
La consagración
Bajo el ala protectora de Balcells, concluye otra novela, Conversación en La Catedral (1969), que lo consagrará definitivamente como un gran narrador y un testigo lúcido e implacable de todas las dictaduras del continente. A partir de allí, con intervalos de pocos años, publica catorce títulos más, algunos fundamentales en su extensa obra: Pantaleón y las visitadoras (1973) y La tía Julia y el escribidor (1977), en donde hace gala de un increíble sentido del humor; La guerra del fin del mundo (1981), en la que vuelve a contar la rebelión de Canudos, materia del libro capital Os Sertoes (1902), de Euclides da Cunha; Historia de Mayta (1984); ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986); El hablador (1987); Elogio de la madrastra (1988); Lituma en los Andes (1993), premio Planeta; Los cuadernos de don Rigoberto (Alfaguara, 1997); La Fiesta del Chivo (2000); El Paraíso en la otra esquina (2003); Travesuras de la niña mala (2006); El sueño del celta (2010); El héroe discreto (2013), y Cinco esquinas (2016), una cruda denuncia contra el gobierno de Fujimori y su oportuna connivencia con el periodismo amarillo. Varias de estas obras fueron llevadas al cine.
De sus diez textos para teatro, dos fueron los más conocidos y representados en todo el mundo hispanoamericano: La señorita de Tacna (1981) y Kathie y el hipopótamo (1983). Del resto de su vastísima obra podrían en principio rescatarse dos obras de crítica literaria superiores: García Márquez: historia de un deicidio (1971), sobre la obra de su gran amigo –con el cual se peleó a muerte, nunca se supo por qué, en 1976–, y La orgía perpetua, Flaubert y Madame Bovary (1975), además de sus colaboraciones periodísticas que fueron, muchas de ellas, reunidas en libro.
Si hubo quienes pensaron que Mario Vargas Llosa, alcanzados los 80 años, iba a disminuir en algo su actividad literaria y social, se equivocaron por completo.
Nuevos títulos se fueron agregando a la ya muy larga lista: en 2018, La llamada de la tribu, una biografía intelectual sobre las lecturas que moldearon su forma de pensar y de ver el mundo; en 2019, Tiempos recios, una novela sobre Guatemala en los años 50, cuyo nombre está tomado de una cita de Teresa de Jesús; en 2020, Medio siglo con Borges, un ensayo sobre el autor argentino en artículos, notas testimoniales, entrevistas y reseñas que MVL le dedicó a través de 50 años de lecturas, y, en 2022, La mirada quieta (de Pérez Galdós), un ensayo escrito durante el confinamiento de la pandemia por Covid, que presentó en la Feria del Libro argentina, en mayo de ese año.
Su final literario estuvo precedido, casi como un ritual, por su “escandalosa” separación de Preysler –con una huida de novela de la casa de ella, ampliamente cubierta por todos los medios– y una decisión definitiva, después de contraer por segunda vez Covid y a punto de cumplir 88 años: dejar de escribir su columna “Piedra de toque” en el diario El País de España, después de 33 años, para retirarse oficialmente del periodismo, y publicar su última obra de ficción, Le dedico mi silencio (2023), aunque quedó en el aire una vaga promesa de un último ensayo, dedicado a Sartre.
Su paso por la política efectiva, en 1990, como candidato a la presidencia de Perú, por la alianza liberal Frente Democrático Nacional (Fredemo), elección en la que fue derrotado en segunda vuelta por Alberto Fujimori, fue lamentado muchas veces por él, lo cual no le impidió seguir oponiéndose, desde un virtual exilio en Europa, a todas las dictaduras, tema omnipresente en su obra literaria. Como colofón de esta frustrada experiencia, escribió su libro autobiográfico El pez en el agua (1993).
Un galardón que no podía faltar en el cuadro de honor de este magnífico escritor fue, por supuesto, su pertenencia a la Real Academia Española: en 1996, Mario Vargas Llosa fue elegido para ocupar el sillón “L”.
En 2020 fue reconocido también con el premio Festival Eñe, por su trayectoria y obra.
A estas distinciones hay que agregar una más, poco frecuente pero de enorme importancia: en 2021, el premio Cervantes 1994 fue admitido en la Academia Francesa, con lo que se convirtió en el primer miembro de esa institución que no ha escrito en lengua francesa. Por supuesto, esto también despertó críticas entre algunos intelectuales franceses, poco felices con las ideas “de derecha” de MVL. Vargas Llosa entró a la Academia el 9 de febrero de 2023 con un discurso pronunciado en francés en el que recorrió la historia literaria de Francia y destacó la importancia de cuidar la libertad, también a través de la literatura.
La relación de Vargas Llosa con la cultura, además de los numerosos reconocimientos enumerados, se extendió naturalmente al área de distinciones que llevan su nombre: en el año 2011, había surgido la Cátedra Vargas Llosa como una iniciativa de la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y diez universidades españolas, con el proyecto de buscar fomentar y apoyar el estudio de la literatura contemporánea, apoyar la nueva creación literaria iberoamericana, difundir la obra de Vargas Llosa y promover estudios de investigación, entre otros temas. Esta misma cátedra creó, en septiembre de 2013, el Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, dotado de una recompensa de 100.000 dólares (75.000 euros). Antes, en abril de 2013, se había lanzado también, en Lima, el Premio Vargas Llosa de novela iberoamericana.
Príncipe de los Ingenios del siglo XX, merecedor de tres de los premios más codiciados por cualquier escritor –Príncipe de Asturias en 1986, Cervantes en 1994, y Nobel de Literatura en 2010–, la larga, compleja y complicada vida personal de Mario Vargas Llosa, quien murió hoy a los 89 años, logró opacar algunas veces una obra literaria cuyo verdadero valor todavía estamos lejos de poder discernir con exactitud y sin prejuicios, independientemente de que todos reconocen en él a uno de los máximos exponentes de la escritura en idioma español en toda su capacidad de expresión y belleza.
Nacido en Arequipa como Jorge Mario Pedro Vargas Llosa el 28 de marzo de 1936, sus desencuentros familiares –que marcarían definitivamente vocación y obra– habían empezado ya, porque sus padres Ernesto Vargas Maldonado y Dora Llosa Ureta se habían separado meses antes, para divorciarse después del nacimiento de su único hijo. Al año, toda la familia de su madre, con la que vivía, se trasladó a Cochabamba, Bolivia, viaje y nueva residencia que iban a ser los primeros de una increíble serie de ellos en la vida del futuro escritor.
En 1945, volvió a Perú la familia materna y Mario y su madre se instalaron en Piura. Dos años después, iba a conocer la existencia de su padre, al que creía fallecido, y con ello también desdichas y enfrentamientos, porque Ernesto y Dora reanudaron la relación y volvieron a vivir juntos, esta vez en Lima, cerca de Miraflores.
Vargas Llosa estudió en el colegio La Salle y, a los 14 años, en 1950, fue enviado por su padre, tan temido y tan odiado siempre, al colegio militar Leoncio Prado, en el Callao, como pupilo, clara estrategia para que abandonara la idea de ser escritor, lo que obró como reactivo y le dio al joven ocasión para leer vorazmente a los clásicos y empezar a escribir.
Esos primeros pasos los dio como periodista, en el diario limeño La Crónica y, más tarde –ya en Piura, abandonado el colegio militar–, en La Industria, para los que hizo reportajes, notas y entrevistas, al mismo tiempo que producía su primera obra como dramaturgo, La huida del Inca.
A partir de entonces todo parece precipitarse en una vida que no ha desdeñado casi nada: todos los géneros literarios, incluido hasta un breve paso por la poesía; grandes amores; polémica participación política de muchas maneras, y aun la actuación (en 2015, interpretó al duque Ugolino en su obra Los cuentos de la peste, en Madrid). En 1953, Vargas Llosa ingresa en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima para estudiar Derecho y Literatura, y participa de la política universitaria en el partido comunista peruano, entonces perseguido por el gobierno de Manuel A. Odría, aunque no por mucho tiempo, porque pronto se inscribe en el partido demócrata cristiano.
En 1955, ya acomete uno de sus primeros actos polémicos: a los 19 años se casa con su tía política Julia Urquidi, que le lleva diez. Para que las respectivas familias los dejen estar unidos, el joven llega a tener hasta siete trabajos; finalmente, entrará como periodista en Radio Panamericana. Casi simultáneamente, se empiezan a publicar sus primeros relatos: “El abuelo” y “Los jefes”, que integrarían más tarde su primer libro de cuentos, Los jefes, de 1959. El cuento “El desafío” no solo le vale su primer premio literario, sino un viaje a Francia, en 1958. Todo se acelera una vez más: se gradúa como bachiller en humanidades con una tesis sobre “Bases para una interpretación de Rubén Darío” y obtiene una beca para seguir sus estudios en la Universidad Complutense de Madrid hasta 1960. Después se muda a París con Julia y allí comienza la etapa de un escritor a tiempo completo: termina su primera novela La ciudad y los perros, que se publica en 1963, después de ganar en 1962 el premio Biblioteca Breve de Seix Barral. Además de consagrarlo ya como el gran nombre de la literatura peruana del siglo XX, esta obra consigue, también, su inscripción definitiva en el llamado boom latinoamericano, entre otras glorias de las letras de América Latina, como Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Guillermo Cabrera Infante, Augusto Roa Bastos, José Donoso y su amigo, en aquel entonces, Gabriel García Márquez, (fenómeno literario del que Mario Vargas Llosa fue probablemente uno de los pocos que no despotricó en su contra).
En 1964, se divorció de Julia y, en 1965, se casó con su prima, Patricia Llosa, con quien tuvo tres hijos –Álvaro (1966), escritor y ensayista político; Gonzalo (1967), empresario, y Morgana (1974), consagrada fotógrafa– y cincuenta años de armónica y amorosa convivencia, que terminaron en 2016, tras un sonado divorcio, luego de que, un año antes, se conociera la nueva relación de Vargas Llosa con la celeb Isabel Preysler.
Sus relaciones con las mujeres incluyen también una más, no amorosa pero sí fundamental para su carrera como narrador y ensayista: en 1966, contemporáneamente a la publicación de La casa verde, premio Rómulo Gallegos, conoce a Carmen Balcells, del área de derechos de autor de la editorial Seix Barral, quien le ofreció representarlo como su agente literario y sostenerlo económicamente para que se dedicara por entero a la literatura. Nace así una prolongada relación comercial y al mismo tiempo una entrañable amistad de parte de ambos a la que solo la muerte de Carmen, en 2015, puso punto final.
La consagración
Bajo el ala protectora de Balcells, concluye otra novela, Conversación en La Catedral (1969), que lo consagrará definitivamente como un gran narrador y un testigo lúcido e implacable de todas las dictaduras del continente. A partir de allí, con intervalos de pocos años, publica catorce títulos más, algunos fundamentales en su extensa obra: Pantaleón y las visitadoras (1973) y La tía Julia y el escribidor (1977), en donde hace gala de un increíble sentido del humor; La guerra del fin del mundo (1981), en la que vuelve a contar la rebelión de Canudos, materia del libro capital Os Sertoes (1902), de Euclides da Cunha; Historia de Mayta (1984); ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986); El hablador (1987); Elogio de la madrastra (1988); Lituma en los Andes (1993), premio Planeta; Los cuadernos de don Rigoberto (Alfaguara, 1997); La Fiesta del Chivo (2000); El Paraíso en la otra esquina (2003); Travesuras de la niña mala (2006); El sueño del celta (2010); El héroe discreto (2013), y Cinco esquinas (2016), una cruda denuncia contra el gobierno de Fujimori y su oportuna connivencia con el periodismo amarillo. Varias de estas obras fueron llevadas al cine.
De sus diez textos para teatro, dos fueron los más conocidos y representados en todo el mundo hispanoamericano: La señorita de Tacna (1981) y Kathie y el hipopótamo (1983). Del resto de su vastísima obra podrían en principio rescatarse dos obras de crítica literaria superiores: García Márquez: historia de un deicidio (1971), sobre la obra de su gran amigo –con el cual se peleó a muerte, nunca se supo por qué, en 1976–, y La orgía perpetua, Flaubert y Madame Bovary (1975), además de sus colaboraciones periodísticas que fueron, muchas de ellas, reunidas en libro.
Si hubo quienes pensaron que Mario Vargas Llosa, alcanzados los 80 años, iba a disminuir en algo su actividad literaria y social, se equivocaron por completo.
Nuevos títulos se fueron agregando a la ya muy larga lista: en 2018, La llamada de la tribu, una biografía intelectual sobre las lecturas que moldearon su forma de pensar y de ver el mundo; en 2019, Tiempos recios, una novela sobre Guatemala en los años 50, cuyo nombre está tomado de una cita de Teresa de Jesús; en 2020, Medio siglo con Borges, un ensayo sobre el autor argentino en artículos, notas testimoniales, entrevistas y reseñas que MVL le dedicó a través de 50 años de lecturas, y, en 2022, La mirada quieta (de Pérez Galdós), un ensayo escrito durante el confinamiento de la pandemia por Covid, que presentó en la Feria del Libro argentina, en mayo de ese año.
Su final literario estuvo precedido, casi como un ritual, por su “escandalosa” separación de Preysler –con una huida de novela de la casa de ella, ampliamente cubierta por todos los medios– y una decisión definitiva, después de contraer por segunda vez Covid y a punto de cumplir 88 años: dejar de escribir su columna “Piedra de toque” en el diario El País de España, después de 33 años, para retirarse oficialmente del periodismo, y publicar su última obra de ficción, Le dedico mi silencio (2023), aunque quedó en el aire una vaga promesa de un último ensayo, dedicado a Sartre.
Su paso por la política efectiva, en 1990, como candidato a la presidencia de Perú, por la alianza liberal Frente Democrático Nacional (Fredemo), elección en la que fue derrotado en segunda vuelta por Alberto Fujimori, fue lamentado muchas veces por él, lo cual no le impidió seguir oponiéndose, desde un virtual exilio en Europa, a todas las dictaduras, tema omnipresente en su obra literaria. Como colofón de esta frustrada experiencia, escribió su libro autobiográfico El pez en el agua (1993).
Un galardón que no podía faltar en el cuadro de honor de este magnífico escritor fue, por supuesto, su pertenencia a la Real Academia Española: en 1996, Mario Vargas Llosa fue elegido para ocupar el sillón “L”.
En 2020 fue reconocido también con el premio Festival Eñe, por su trayectoria y obra.
A estas distinciones hay que agregar una más, poco frecuente pero de enorme importancia: en 2021, el premio Cervantes 1994 fue admitido en la Academia Francesa, con lo que se convirtió en el primer miembro de esa institución que no ha escrito en lengua francesa. Por supuesto, esto también despertó críticas entre algunos intelectuales franceses, poco felices con las ideas “de derecha” de MVL. Vargas Llosa entró a la Academia el 9 de febrero de 2023 con un discurso pronunciado en francés en el que recorrió la historia literaria de Francia y destacó la importancia de cuidar la libertad, también a través de la literatura.
La relación de Vargas Llosa con la cultura, además de los numerosos reconocimientos enumerados, se extendió naturalmente al área de distinciones que llevan su nombre: en el año 2011, había surgido la Cátedra Vargas Llosa como una iniciativa de la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y diez universidades españolas, con el proyecto de buscar fomentar y apoyar el estudio de la literatura contemporánea, apoyar la nueva creación literaria iberoamericana, difundir la obra de Vargas Llosa y promover estudios de investigación, entre otros temas. Esta misma cátedra creó, en septiembre de 2013, el Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, dotado de una recompensa de 100.000 dólares (75.000 euros). Antes, en abril de 2013, se había lanzado también, en Lima, el Premio Vargas Llosa de novela iberoamericana.
El ganador del Premio Nobel en 2010, quien murió hoy a los 89 años, fue una figura central del boom latinoamericano, dueño de una voz incomparable en la literatura en español; incursionó en la política y se destacó por una vida personal de gran intensidad Read More