Submarinos nazis en Argentina: los U-Boots que se rindieron en Mar del Plata, los avistajes confirmados y los posibles desembarcos

Durante la Segunda Guerra Mundial, hubo un total de 1171 (mil ciento setenta y un) submarinos puestos al servicio de la Alemania Nazi. Cuando los alemanes capitularon, en mayo de 1945, estas temibles naves sumergibles conocidas como U-Boot superaban las 300 unidades. Muchas de ellas fueron hundidas por su propia tripulación cuando supieron que la derrota bélica era inevitable. Otras se rindieron en puertos aliados o neutrales.

Pero existen unos 50 submarinos cuyo paradero se desconoce hasta hoy. Este hecho creó una cadena de especulaciones acerca del destino de estos sumergibles. Así afloraron fuertes creencias de que algunas de esas naves pueden haber terminado en las costas del Mar Argentino. De paso también se cimentaron mitos acerca de que estos sumergibles podían también traer consigo algunos jerarcas nazis.

Pero más allá de las especulaciones y teorías, las pruebas fehacientes y registradas de la presencia en la Argentina de los “lobos grises” alemanes al fin de la Segunda Guerra son contadas y todas ellas fueron recopiladas por el escritor e investigador argentino Julio Mutti, especializado en la historia del nazismo, en su libro Los verdaderos últimos días de la Segunda Guerra Mundial; sumergibles alemanes en Argentina y Sudamérica.

Lo que efectivamente consta allí, basándose en las crónicas periodísticas de aquel tiempo y en los archivos de la Marina Argentina es la aparición de dos submarinos, el U-530 y el U-977, que vinieron a rendirse en al puerto de Mar del Plata en julio y agosto de 1945.

Por otra parte, existe también una serie de avistamientos de estas naves registrados por la armada argentina, e incluso hay un reporte de un posible desembarco nazi cerca de Necochea.

Se entrega el U-530

En la brumosa madrugada del 10 de julio de 1945 un suceso completamente inesperado sacudió la tranquilidad del puerto de Mar del Plata. Los pescadores que estaban en sus embarcaciones antes de la salida del sol divisaron una figura alargada, metálica de color marrón que emergía de las aguas. Para ellos no era extraño ver submarinos, pues hay una base de ellos en la ciudad, pero este era distinto: tenía un tamaño bastante mayor de los que solían ver, no presentaba inscripciones en su exterior y estaba cubierto de óxido.

De inmediato, los hombres de mar sospecharon que podría tratarse de un submarino alemán -se hablaba ya de avistamientos de estas naves e incluso de desembarcos clandestinos- y dieron aviso a la base militar del puerto. Dos lanchas de la Marina se acercaron a la nave intrusa mientras ingresaba a la base de submarinos y muy pronto, con la salida a superficie de la tripulación del sumergible, que resultó ser el U-530, quedó claro que los marinos alemanes venían a entregarse.

El “lobo gris” que emergió en Mar del Plata era del tipo IX C/40, contaba con 54 tripulantes y estaba bajo el mando del comandante Otto Wermuth, un joven oficial que aún no había cumplido los veinticinco años. De hecho, el resto de los marinos tenían su misma edad, o incluso menos. Solo un suboficial, Paul Hahn, tenía más de 40 años.

Mientras las autoridades militares discernían qué actitud tomar ante esta aparición poco esperada, los tripulantes del U-530 fueron alojados en las instalaciones preparadas para la colonia de vacaciones de los hijos de los suboficiales de la base. Allí fueron alimentados con platos típicos de la Argentina: puchero y asado.

En el libro de Mutti se cuenta que, según el testimonio de la base naval de Mar del Plata, Teniente Julio Mallea, muchos marinos se encontraban “algo afectados” por las condiciones de encierro y por no haber consumido por mucho tiempo alimentos frescos.

Hundir los sumergibles para siempre

La presencia de este submarino en las costas de la Argentina, así como el que se entregó después, tiene que ver con las decisiones tomadas por los U-Boots al final de la Segunda Guerra Mundial. Ante la inminente derrota alemana, el 30 de abril, la Kriegsmarine (Marina de Guerra alemana) dio la orden radiada a los comandantes de sus submarinos que se encontraban fuera de sus bases que debían evacuar la tripulación y luego hundir sus naves antes que entregarlas a los aliados.

Aunque el 4 de mayo el almirante Karl Doenitz, líder de la Kriegsmarine, dio la contraorden para interrumpir el autohundimiento de las naves, muchos comandantes creyeron que se trataba de un mensaje falso y enviaron definitivamente sus sumergibles al fondo del mar. Según un informe de LA NACION del año 1997, fueron 218 los lobos grises que acabaron de esa manera.

Pero hubo también otros comandantes de sumergibles que pensaron en otra opción. Serían aquellos que encararon para América del Sur, como el U-530 y el U-977. Según el libro de Mutti, las jóvenes tripulaciones de estas naves temían rendirse en Europa por temor a terminar cayendo en manos de los rusos, que los harían sufrir las peores humillaciones. Podían caer en un campo de prisioneros en Siberia o también se había corrido la versión en Alemania de que los soviéticos querían transformar Alemania en un desierto e incluso esterilizar a todos los hombres. Este plan se había conocido como Morgenthau.

Ante ese panorama oscuro, la mejor opción para algunos comandantes de la Kriegsmarine era apuntar hacia la Argentina, un país que consideraban amigo y neutral (Wermuth no se había enterado que la Argentina le había declarado la guerra al Eje el 27 de marzo de 1945). Así llegó a Mar del Plata el U-530, que a finales de abril de 1945 se encontraba cerca de las costas de Nueva York.

El misterio del bote de goma

Así fue como esos U-Boots alemanes escaparon a las garras soviéticas pero no al alcance de los aliados. Por presión de distintos países extranjeros, la tripulación del U-530 fue trasladada hacia los Estados Unidos. Y lo mismo sucedió con la nave sumergible. Tras un paso por los astilleros Río Santiago, donde fue pintado y arreglado, el submarino viajó hacia el país del norte, donde fue utilizado para realizar ejercicios. Finalmente, el 28 de noviembre de 1947, la nave que había conducido Otto Wermuth fue hundida definitivamente a millas de la costa de Massachussets.

Este sumergible dejó tras de sí un hecho que sirvió para las más vastas especulaciones. Resulta que, cuando fue inspeccionado al llegar a Mar del Plata, los observadores notaron que le faltaba un bote salvavidas de goma. A su vez, unos días antes del arribo del sumergible a Mar del Plata, se había denunciado la aparición de uno de estos botes en las playas de Necochea.

Como sea, la aparición del bote salvavidas dio pie a imaginativas teorías. Si bien Mutti considera absolutamente imposible que en los sumergibles que pulularon por la costa Argentina hayan llegado altos mandos o jerarcas nazis (los más renombrados llegaron a Sudamérica en barcos comerciales y con identidades falsas), lo que sí puede demostrar ese bote es la posibilidad, lejana para el autor, de que algún otro submarino haya desembarcado a su tripulación en esas naves de goma, para luego hundir el sumergible para siempre.

Pero hasta ahora no hay pruebas fehacientes, corroboradas por las autoridades pertinentes, de que se haya encontrado ningún submarino nazi hundido en las costas argentinas.

Llega otro submarino a Mar del Plata

El 17 de agosto de 1945, la costa marplatense volvió a ser testigo de la llegada de otro sumergible de la Kriegsmarine. El U-977. Esta vez fueron pescadores italianos quienes desde sus embarcaciones descubrieron la presencia de esta nave. Eran las 6 de la mañana. Un comunicado oficial de las autoridades argentinas daba cuenta de que a las 9.20 el submarino se había entregado oficialmente y dos horas más tarde ingresaba, con escolta de la Armada Argentina, al puerto de Mar del Plata.

Un segundo comunicado daba un informe completo: “El submarino alemán, que se encuentra ya fondeado en el puerto de Mar del Plata, es el U-977, de 600 toneladas. Su tripulación se compone de treinta y dos hombres de los cuales cuatro son oficiales. Su comandante es el teniente de fragata Heinz Schäffer y se encuentra ya a bordo del (acorazado) Belgrano”.

El comandante Schaffer también escapó de la posibilidad de caer junto a su tripulación en manos rusas. Así lo cuenta en su libro, El secreto del U-977, donde también cuenta que, en la noche del 10 de mayo, dejó 16 de sus tripulantes en una isla de Noruega, para luego partir en su travesía hacia el sur.

La parte más sacrificada de esta travesía, según lo que cuenta el comandante en su libro, fueron los 66 días que debió navegar sumergido para evitar ser avistados por los aviones aliados. Fueron días en los que los marinos comían pan en mal estado, y se movían entre la mugre y sus propios desechos, que no podían expulsar por los lanzatorpedos para no delatar su presencia. El U-Boot volvió a emerger a la superficie recién a la altura del Peñón de Gibraltar, antes de poner rumbo a Sudamérica.

Mutti cuenta que la tripulación del U-977 se había enterado por radio de que los marinos del U-530 habían sido enviados a los Estados Unidos tras entregarse en Mar del Plata. Así y todo, y en contra de lo que parte de su tripulación quería, Shaffer decidió entregarse también él con su gente, por el temor que tenía a desembarcar clandestinamente en un lugar por completo desconocido.

Avistamientos en San Clemente

El 22 de mayo de 1945, cuando faltaba un mes y medio para la rendición del U-530 en Mar del Plata, el vicealmirante Héctor Vernengo Díaz, Jefe del Estado Mayor de la Armada Argentina, detallaba a través de un memorando oficial reservado que, según informaba el Ministerio de Asuntos Exteriores, se había constatado la presencia de submarinos alemanes en el Atlántico Sur. El memo añadía que la intención de estos sumergibles era llegar hasta aguas japonesas, por lo que el Jefe del Estado Mayor proponía que una escuadra marítima vigilara la costa del Atlántico. Además, junto con la armada chilena, se controlaría el paso por el Estrecho de Magallanes.

Este mensaje, mencionado en el libro de Mutti, es una de las pruebas oficiales de la presencia de submarinos nazis en el litoral marítimo argentino luego de la Segunda Guerra Mundial. Pero a ese memorando se le sumarían, especialmente entre julio y agosto de 1945, una serie de avistamientos que también confirmarán que los lobos grises estuvieron por esta zona del mundo.

Los avistamientos registrados ocurrieron entre la llegada al puerto marplatense del primero y el segundo U-Boot. El primero de ellos ocurrió a la altura de San Clemente del Tuyú el 17 de julio de 1945, donde varios vecinos aseguraban haber visto, a unos 3000 metros de la costa, una torreta de submarino. Primero se acercó al lugar la policía bonaerense, pero días más tarde se montó un operativo que incluyó seis barcos y hasta aviones de la Armada Argentina. Si bien el resultado de la búsqueda resultó infructuoso, la cantidad de naves movilizadas demuestra que era un tema que tenía en vilo la Marina Argentina.

Un sumergible perseguido y atacado

Cuando el Estado nacional desclasificó documentos de la Marina con fecha en julio de 1945, pudo saberse que el 18 de julio de ese año, a 900 kilómetros al sur de San Clemente, el destructor ARA Mendoza de la Marina Argentina identificó la presencia de un sumergible. Lo hizo por observar su periscopio (“especie de caño sobresalía del agua color gris claro”, dice la bitácora de la nave argentina), como por detectar los sonidos submarinos en sus hidrófonos.

El lugar del avistamiento era San Antonio Este, al norte del Golfo San Matías. La hora, las 17.30. La bitácora del destructor señalaba que, ante la presencia de aquel sumergible, “se tocó alarma antisubmarina, máxima velocidad y se puso proa al lugar indicado, donde comenzó a largarse cargas de profundidad”. Allí se informaba también que se patrulló la zona por una hora 40 minutos y luego se recorrió “la costa norte abordable del golfo”.

En este único caso, el avistamiento del submarino fue acompañado, como consta en la bitácora, de un ataque desde el destructor argentino. Pero no existió ninguna prueba de que el submarino haya sido alcanzado por los proyectiles.

En Copetonas, una localidad ubicada 100 kilómetros al sur de Necochea, también se realizó un avistamiento que llegó a las autoridades. José Alfaro, dueño de una pequeña compañía pesquera, denunció el 23 de julio, ante el subprefecto Demetrio Vergara que había divisado la torreta gris de un submarino a unos 4000 metros de la costa.

En su informe a los jefes de la Marina, Vergara escribió: “Al parecer el avistamiento es cierto, ya que tres tripulantes de un lancha de pesca `Alfaro II´ declararon, ante el subprefecto e inspector, haber avistado el sumergible. Las versiones coinciden en todos los detalles, incluidos la hora, la distancia de la costa y el rumbo del sumergible.”

¿Pruebas de un desembarco?

Un último incidente que consta en el libro de Mutti relata lo que podría ser el único caso que registra lo que podría ser un desembarco de un submarino nazi. Ocurrió en la noche del 27 al 28 de julio en inmediaciones de un paraje a pocos kilómetros al sur de Necochea llamado Punta Negra. El reporte de este caso está documentado en un memorandum que Prefectura General Marítima elevó al Ministerio de la Marina.

Todo comenzó cuando el destacamento policial de Punta Negra recibió la denuncia de que una nave hacía señales luminosas cerca de la costa, las cuales eran respondidas por alguien desde tierra. Luego de una intensa búsqueda, la policía encontró a una persona de nacionalidad alemana, que sería el que emitía las luces, y que no tardó en confesar que frente a la playa había un sumergible de Alemania intentando desembarcar y enviando señales en Código Morse.

El hombre fue detenido y a la mañana siguiente, cuatro agentes policiales exploraron la playa y hallaron, 15 minutos al norte de la detención del alemán, lo que describe el informe: “Huellas que iban y venían, desde la costa hasta la entrada arbolada de una estancia. Había también huellas de lanchas o botes de goma que había sido arrastrados y las marcas inequívocas de cajas o cajones muy pesados que habían sido llevados hasta un lugar donde había huellas de ruedas de camión”.

Pero lo mejor del relato está por venir. Cuando los policías se dirigieron a la mencionada estancia “se encontraron con cuatro hombres que hablaban alemán, con ametralladoras en la mano, que les impidieron seguir y los echaron violentamente”.

“Levantar patrullado”

El memorandum termina diciendo que los agentes debieron retirarse al no tener orden de allanamiento, y cuando reportaron el asunto a la Jefatura Provincial de Policía de La Plata, desde allí recibieron la orden de “dejar sin efecto la búsqueda de alemanes, retirándose de inmediato de la estancia”.

La incomprensible orden emanada de la policía provincial se encuadra con la que había dado unos días antes, el 21 de julio, el Jefe del Estado Mayor General de la Armada, Héctor Vernengo Lima, cuando, a través de un comunicado había ordenado a sus subalternos que dejen de buscar naves alemanas en las aguas argentinas.

“Comandante en jefe de Escumar y Escurio: Levantar patrullado de la costa”, decía el escueto comunicado, emitido incluso un mes antes de la rendición en Mar del Plata del U-977. Pero el por qué de esa decisión de la oficialidad argentina entra en el terreno de las especulaciones geopolíticas que exceden esta nota.

Durante la Segunda Guerra Mundial, hubo un total de 1171 (mil ciento setenta y un) submarinos puestos al servicio de la Alemania Nazi. Cuando los alemanes capitularon, en mayo de 1945, estas temibles naves sumergibles conocidas como U-Boot superaban las 300 unidades. Muchas de ellas fueron hundidas por su propia tripulación cuando supieron que la derrota bélica era inevitable. Otras se rindieron en puertos aliados o neutrales.

Pero existen unos 50 submarinos cuyo paradero se desconoce hasta hoy. Este hecho creó una cadena de especulaciones acerca del destino de estos sumergibles. Así afloraron fuertes creencias de que algunas de esas naves pueden haber terminado en las costas del Mar Argentino. De paso también se cimentaron mitos acerca de que estos sumergibles podían también traer consigo algunos jerarcas nazis.

Pero más allá de las especulaciones y teorías, las pruebas fehacientes y registradas de la presencia en la Argentina de los “lobos grises” alemanes al fin de la Segunda Guerra son contadas y todas ellas fueron recopiladas por el escritor e investigador argentino Julio Mutti, especializado en la historia del nazismo, en su libro Los verdaderos últimos días de la Segunda Guerra Mundial; sumergibles alemanes en Argentina y Sudamérica.

Lo que efectivamente consta allí, basándose en las crónicas periodísticas de aquel tiempo y en los archivos de la Marina Argentina es la aparición de dos submarinos, el U-530 y el U-977, que vinieron a rendirse en al puerto de Mar del Plata en julio y agosto de 1945.

Por otra parte, existe también una serie de avistamientos de estas naves registrados por la armada argentina, e incluso hay un reporte de un posible desembarco nazi cerca de Necochea.

Se entrega el U-530

En la brumosa madrugada del 10 de julio de 1945 un suceso completamente inesperado sacudió la tranquilidad del puerto de Mar del Plata. Los pescadores que estaban en sus embarcaciones antes de la salida del sol divisaron una figura alargada, metálica de color marrón que emergía de las aguas. Para ellos no era extraño ver submarinos, pues hay una base de ellos en la ciudad, pero este era distinto: tenía un tamaño bastante mayor de los que solían ver, no presentaba inscripciones en su exterior y estaba cubierto de óxido.

De inmediato, los hombres de mar sospecharon que podría tratarse de un submarino alemán -se hablaba ya de avistamientos de estas naves e incluso de desembarcos clandestinos- y dieron aviso a la base militar del puerto. Dos lanchas de la Marina se acercaron a la nave intrusa mientras ingresaba a la base de submarinos y muy pronto, con la salida a superficie de la tripulación del sumergible, que resultó ser el U-530, quedó claro que los marinos alemanes venían a entregarse.

El “lobo gris” que emergió en Mar del Plata era del tipo IX C/40, contaba con 54 tripulantes y estaba bajo el mando del comandante Otto Wermuth, un joven oficial que aún no había cumplido los veinticinco años. De hecho, el resto de los marinos tenían su misma edad, o incluso menos. Solo un suboficial, Paul Hahn, tenía más de 40 años.

Mientras las autoridades militares discernían qué actitud tomar ante esta aparición poco esperada, los tripulantes del U-530 fueron alojados en las instalaciones preparadas para la colonia de vacaciones de los hijos de los suboficiales de la base. Allí fueron alimentados con platos típicos de la Argentina: puchero y asado.

En el libro de Mutti se cuenta que, según el testimonio de la base naval de Mar del Plata, Teniente Julio Mallea, muchos marinos se encontraban “algo afectados” por las condiciones de encierro y por no haber consumido por mucho tiempo alimentos frescos.

Hundir los sumergibles para siempre

La presencia de este submarino en las costas de la Argentina, así como el que se entregó después, tiene que ver con las decisiones tomadas por los U-Boots al final de la Segunda Guerra Mundial. Ante la inminente derrota alemana, el 30 de abril, la Kriegsmarine (Marina de Guerra alemana) dio la orden radiada a los comandantes de sus submarinos que se encontraban fuera de sus bases que debían evacuar la tripulación y luego hundir sus naves antes que entregarlas a los aliados.

Aunque el 4 de mayo el almirante Karl Doenitz, líder de la Kriegsmarine, dio la contraorden para interrumpir el autohundimiento de las naves, muchos comandantes creyeron que se trataba de un mensaje falso y enviaron definitivamente sus sumergibles al fondo del mar. Según un informe de LA NACION del año 1997, fueron 218 los lobos grises que acabaron de esa manera.

Pero hubo también otros comandantes de sumergibles que pensaron en otra opción. Serían aquellos que encararon para América del Sur, como el U-530 y el U-977. Según el libro de Mutti, las jóvenes tripulaciones de estas naves temían rendirse en Europa por temor a terminar cayendo en manos de los rusos, que los harían sufrir las peores humillaciones. Podían caer en un campo de prisioneros en Siberia o también se había corrido la versión en Alemania de que los soviéticos querían transformar Alemania en un desierto e incluso esterilizar a todos los hombres. Este plan se había conocido como Morgenthau.

Ante ese panorama oscuro, la mejor opción para algunos comandantes de la Kriegsmarine era apuntar hacia la Argentina, un país que consideraban amigo y neutral (Wermuth no se había enterado que la Argentina le había declarado la guerra al Eje el 27 de marzo de 1945). Así llegó a Mar del Plata el U-530, que a finales de abril de 1945 se encontraba cerca de las costas de Nueva York.

El misterio del bote de goma

Así fue como esos U-Boots alemanes escaparon a las garras soviéticas pero no al alcance de los aliados. Por presión de distintos países extranjeros, la tripulación del U-530 fue trasladada hacia los Estados Unidos. Y lo mismo sucedió con la nave sumergible. Tras un paso por los astilleros Río Santiago, donde fue pintado y arreglado, el submarino viajó hacia el país del norte, donde fue utilizado para realizar ejercicios. Finalmente, el 28 de noviembre de 1947, la nave que había conducido Otto Wermuth fue hundida definitivamente a millas de la costa de Massachussets.

Este sumergible dejó tras de sí un hecho que sirvió para las más vastas especulaciones. Resulta que, cuando fue inspeccionado al llegar a Mar del Plata, los observadores notaron que le faltaba un bote salvavidas de goma. A su vez, unos días antes del arribo del sumergible a Mar del Plata, se había denunciado la aparición de uno de estos botes en las playas de Necochea.

Como sea, la aparición del bote salvavidas dio pie a imaginativas teorías. Si bien Mutti considera absolutamente imposible que en los sumergibles que pulularon por la costa Argentina hayan llegado altos mandos o jerarcas nazis (los más renombrados llegaron a Sudamérica en barcos comerciales y con identidades falsas), lo que sí puede demostrar ese bote es la posibilidad, lejana para el autor, de que algún otro submarino haya desembarcado a su tripulación en esas naves de goma, para luego hundir el sumergible para siempre.

Pero hasta ahora no hay pruebas fehacientes, corroboradas por las autoridades pertinentes, de que se haya encontrado ningún submarino nazi hundido en las costas argentinas.

Llega otro submarino a Mar del Plata

El 17 de agosto de 1945, la costa marplatense volvió a ser testigo de la llegada de otro sumergible de la Kriegsmarine. El U-977. Esta vez fueron pescadores italianos quienes desde sus embarcaciones descubrieron la presencia de esta nave. Eran las 6 de la mañana. Un comunicado oficial de las autoridades argentinas daba cuenta de que a las 9.20 el submarino se había entregado oficialmente y dos horas más tarde ingresaba, con escolta de la Armada Argentina, al puerto de Mar del Plata.

Un segundo comunicado daba un informe completo: “El submarino alemán, que se encuentra ya fondeado en el puerto de Mar del Plata, es el U-977, de 600 toneladas. Su tripulación se compone de treinta y dos hombres de los cuales cuatro son oficiales. Su comandante es el teniente de fragata Heinz Schäffer y se encuentra ya a bordo del (acorazado) Belgrano”.

El comandante Schaffer también escapó de la posibilidad de caer junto a su tripulación en manos rusas. Así lo cuenta en su libro, El secreto del U-977, donde también cuenta que, en la noche del 10 de mayo, dejó 16 de sus tripulantes en una isla de Noruega, para luego partir en su travesía hacia el sur.

La parte más sacrificada de esta travesía, según lo que cuenta el comandante en su libro, fueron los 66 días que debió navegar sumergido para evitar ser avistados por los aviones aliados. Fueron días en los que los marinos comían pan en mal estado, y se movían entre la mugre y sus propios desechos, que no podían expulsar por los lanzatorpedos para no delatar su presencia. El U-Boot volvió a emerger a la superficie recién a la altura del Peñón de Gibraltar, antes de poner rumbo a Sudamérica.

Mutti cuenta que la tripulación del U-977 se había enterado por radio de que los marinos del U-530 habían sido enviados a los Estados Unidos tras entregarse en Mar del Plata. Así y todo, y en contra de lo que parte de su tripulación quería, Shaffer decidió entregarse también él con su gente, por el temor que tenía a desembarcar clandestinamente en un lugar por completo desconocido.

Avistamientos en San Clemente

El 22 de mayo de 1945, cuando faltaba un mes y medio para la rendición del U-530 en Mar del Plata, el vicealmirante Héctor Vernengo Díaz, Jefe del Estado Mayor de la Armada Argentina, detallaba a través de un memorando oficial reservado que, según informaba el Ministerio de Asuntos Exteriores, se había constatado la presencia de submarinos alemanes en el Atlántico Sur. El memo añadía que la intención de estos sumergibles era llegar hasta aguas japonesas, por lo que el Jefe del Estado Mayor proponía que una escuadra marítima vigilara la costa del Atlántico. Además, junto con la armada chilena, se controlaría el paso por el Estrecho de Magallanes.

Este mensaje, mencionado en el libro de Mutti, es una de las pruebas oficiales de la presencia de submarinos nazis en el litoral marítimo argentino luego de la Segunda Guerra Mundial. Pero a ese memorando se le sumarían, especialmente entre julio y agosto de 1945, una serie de avistamientos que también confirmarán que los lobos grises estuvieron por esta zona del mundo.

Los avistamientos registrados ocurrieron entre la llegada al puerto marplatense del primero y el segundo U-Boot. El primero de ellos ocurrió a la altura de San Clemente del Tuyú el 17 de julio de 1945, donde varios vecinos aseguraban haber visto, a unos 3000 metros de la costa, una torreta de submarino. Primero se acercó al lugar la policía bonaerense, pero días más tarde se montó un operativo que incluyó seis barcos y hasta aviones de la Armada Argentina. Si bien el resultado de la búsqueda resultó infructuoso, la cantidad de naves movilizadas demuestra que era un tema que tenía en vilo la Marina Argentina.

Un sumergible perseguido y atacado

Cuando el Estado nacional desclasificó documentos de la Marina con fecha en julio de 1945, pudo saberse que el 18 de julio de ese año, a 900 kilómetros al sur de San Clemente, el destructor ARA Mendoza de la Marina Argentina identificó la presencia de un sumergible. Lo hizo por observar su periscopio (“especie de caño sobresalía del agua color gris claro”, dice la bitácora de la nave argentina), como por detectar los sonidos submarinos en sus hidrófonos.

El lugar del avistamiento era San Antonio Este, al norte del Golfo San Matías. La hora, las 17.30. La bitácora del destructor señalaba que, ante la presencia de aquel sumergible, “se tocó alarma antisubmarina, máxima velocidad y se puso proa al lugar indicado, donde comenzó a largarse cargas de profundidad”. Allí se informaba también que se patrulló la zona por una hora 40 minutos y luego se recorrió “la costa norte abordable del golfo”.

En este único caso, el avistamiento del submarino fue acompañado, como consta en la bitácora, de un ataque desde el destructor argentino. Pero no existió ninguna prueba de que el submarino haya sido alcanzado por los proyectiles.

En Copetonas, una localidad ubicada 100 kilómetros al sur de Necochea, también se realizó un avistamiento que llegó a las autoridades. José Alfaro, dueño de una pequeña compañía pesquera, denunció el 23 de julio, ante el subprefecto Demetrio Vergara que había divisado la torreta gris de un submarino a unos 4000 metros de la costa.

En su informe a los jefes de la Marina, Vergara escribió: “Al parecer el avistamiento es cierto, ya que tres tripulantes de un lancha de pesca `Alfaro II´ declararon, ante el subprefecto e inspector, haber avistado el sumergible. Las versiones coinciden en todos los detalles, incluidos la hora, la distancia de la costa y el rumbo del sumergible.”

¿Pruebas de un desembarco?

Un último incidente que consta en el libro de Mutti relata lo que podría ser el único caso que registra lo que podría ser un desembarco de un submarino nazi. Ocurrió en la noche del 27 al 28 de julio en inmediaciones de un paraje a pocos kilómetros al sur de Necochea llamado Punta Negra. El reporte de este caso está documentado en un memorandum que Prefectura General Marítima elevó al Ministerio de la Marina.

Todo comenzó cuando el destacamento policial de Punta Negra recibió la denuncia de que una nave hacía señales luminosas cerca de la costa, las cuales eran respondidas por alguien desde tierra. Luego de una intensa búsqueda, la policía encontró a una persona de nacionalidad alemana, que sería el que emitía las luces, y que no tardó en confesar que frente a la playa había un sumergible de Alemania intentando desembarcar y enviando señales en Código Morse.

El hombre fue detenido y a la mañana siguiente, cuatro agentes policiales exploraron la playa y hallaron, 15 minutos al norte de la detención del alemán, lo que describe el informe: “Huellas que iban y venían, desde la costa hasta la entrada arbolada de una estancia. Había también huellas de lanchas o botes de goma que había sido arrastrados y las marcas inequívocas de cajas o cajones muy pesados que habían sido llevados hasta un lugar donde había huellas de ruedas de camión”.

Pero lo mejor del relato está por venir. Cuando los policías se dirigieron a la mencionada estancia “se encontraron con cuatro hombres que hablaban alemán, con ametralladoras en la mano, que les impidieron seguir y los echaron violentamente”.

“Levantar patrullado”

El memorandum termina diciendo que los agentes debieron retirarse al no tener orden de allanamiento, y cuando reportaron el asunto a la Jefatura Provincial de Policía de La Plata, desde allí recibieron la orden de “dejar sin efecto la búsqueda de alemanes, retirándose de inmediato de la estancia”.

La incomprensible orden emanada de la policía provincial se encuadra con la que había dado unos días antes, el 21 de julio, el Jefe del Estado Mayor General de la Armada, Héctor Vernengo Lima, cuando, a través de un comunicado había ordenado a sus subalternos que dejen de buscar naves alemanas en las aguas argentinas.

“Comandante en jefe de Escumar y Escurio: Levantar patrullado de la costa”, decía el escueto comunicado, emitido incluso un mes antes de la rendición en Mar del Plata del U-977. Pero el por qué de esa decisión de la oficialidad argentina entra en el terreno de las especulaciones geopolíticas que exceden esta nota.

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