Una vez que el tipo de cambio oficial se acomode dentro de la nueva banda que comenzó a regir ayer, la lupa estará puesta en qué proporción de la devaluación oficial se trasladará a los precios de la economía. Si bien todavía es prematuro hacer una estimación con precisión, los analistas proyectan que la inflación en el año podría terminar cerca del 27%, lo cual seguiría siendo una baja importante con relación al 118% del año pasado.
En el corto plazo, sin embargo, se espera una suba de la inflación mensual, que podría ser de 5% en abril y mayo, como dijo la consultora 1816. “El 18-23% de inflación que estima el FMI para 2025 en su Staff Report luce casi imposible, porque requiere un IPC [índice de precios al consumidor] promedio mensual de no más de 1,4% de abril en adelante”, agregó.
La estimación del 27% anual, en tanto, no varía prácticamente con respecto a la inflación que esperaban los analistas previo a los anuncios del Gobierno, según el relevamiento de expectativas de mercado (REM) que publica todos los meses el Banco Central (BCRA). Sin embargo, en ese entonces ya se intuía un cambio en la política cambiaria.
A fines de marzo, cuando se hizo la última encuesta de la entidad, el promedio del mercado esperaba para este año una inflación de entre 26,4% y 27,5%. Pero esa estimación estuvo cinco puntos porcentuales por arriba de lo que se proyectaba a fines de enero (entre 20% y 22,2%), por lo cual podría desprenderse que el mercado estaba a la expectativa de un salto devaluatorio a mediados del mes pasado.
El Banco Galicia, por caso, indicó que, si se asume un pass-through bajo como en la última salida del cepo (fines de 2015 y principios de 2016) y un salto en línea con los futuros de dólar de abril, la inflación de 2025 tendría un piso en torno al 27%. Aclaró, sin embargo, que un salto del tipo de cambio del doble de magnitud añadiría unos cinco puntos adicionales a la inflación anual.
“Si bien la inflación mensual de abril y mayo acusarán recibo, la probabilidad de observar valores mensuales en torno al 1% para fin de año se incrementa con el esquema presentado“, dijo el Galicia.
El banco J.P. Morgan, por su parte, sostuvo que espera una inflación “ligeramente superior” a la de su anterior estimación, “pero de forma muy moderada”, en alrededor de 26 y 27% anual. “Más importante aún, la inflación [anual] de diciembre de 2026 se revisa a la baja, al 10%-12%”, señaló.
La consultora Outlier, en tanto, dijo que la desinflación es innegable, pero que el proceso no es lineal y que antes estaba “cebado” en su velocidad por el ancla cambiaria y los efectos en los precios de la quita del impuesto PAIS.
“Ahora tenemos una redefinición del esquema cambiario con abandono del ancla y eso seguramente tendrá impacto. Esperamos que sea transitorio en la dinámica de los precios. Con lo cual, es probable que el proceso de desinflación se desacelere y no cumpla las proyecciones del Gobierno. De hecho, el mercado ya había ajustado sus previsiones de forma bastante contundente”, señalaron.
La gran pregunta hacia adelante es cuánto del aumento del 10% del tipo de cambio oficial se podrá trasladar a precios (lo que en la jerga se dice pass-through). Durante la gestión económica de Sergio Massa, el traslado fue lineal: todo lo que se devaluó, al poco tiempo se reflejó en una suba de precios.
En este caso, el Gobierno cuenta con varias ventajas: tiene superávit fiscal y no depende de la emisión monetaria del Banco Central; el consumo masivo sigue deprimido porque ni la construcción ni el comercio reactivaron todavía (ambos sectores son intensivos en mano de obra), y el flujo de ingreso de divisas es positivo hacia adelante gracias al crecimiento del sector energético.
En contra de este optimismo se encuentra el nivel de los salarios, que, al estar todavía bajos, hace que no haya mucho margen para otra licuación.
Una vez que el tipo de cambio oficial se acomode dentro de la nueva banda que comenzó a regir ayer, la lupa estará puesta en qué proporción de la devaluación oficial se trasladará a los precios de la economía. Si bien todavía es prematuro hacer una estimación con precisión, los analistas proyectan que la inflación en el año podría terminar cerca del 27%, lo cual seguiría siendo una baja importante con relación al 118% del año pasado.
En el corto plazo, sin embargo, se espera una suba de la inflación mensual, que podría ser de 5% en abril y mayo, como dijo la consultora 1816. “El 18-23% de inflación que estima el FMI para 2025 en su Staff Report luce casi imposible, porque requiere un IPC [índice de precios al consumidor] promedio mensual de no más de 1,4% de abril en adelante”, agregó.
La estimación del 27% anual, en tanto, no varía prácticamente con respecto a la inflación que esperaban los analistas previo a los anuncios del Gobierno, según el relevamiento de expectativas de mercado (REM) que publica todos los meses el Banco Central (BCRA). Sin embargo, en ese entonces ya se intuía un cambio en la política cambiaria.
A fines de marzo, cuando se hizo la última encuesta de la entidad, el promedio del mercado esperaba para este año una inflación de entre 26,4% y 27,5%. Pero esa estimación estuvo cinco puntos porcentuales por arriba de lo que se proyectaba a fines de enero (entre 20% y 22,2%), por lo cual podría desprenderse que el mercado estaba a la expectativa de un salto devaluatorio a mediados del mes pasado.
El Banco Galicia, por caso, indicó que, si se asume un pass-through bajo como en la última salida del cepo (fines de 2015 y principios de 2016) y un salto en línea con los futuros de dólar de abril, la inflación de 2025 tendría un piso en torno al 27%. Aclaró, sin embargo, que un salto del tipo de cambio del doble de magnitud añadiría unos cinco puntos adicionales a la inflación anual.
“Si bien la inflación mensual de abril y mayo acusarán recibo, la probabilidad de observar valores mensuales en torno al 1% para fin de año se incrementa con el esquema presentado“, dijo el Galicia.
El banco J.P. Morgan, por su parte, sostuvo que espera una inflación “ligeramente superior” a la de su anterior estimación, “pero de forma muy moderada”, en alrededor de 26 y 27% anual. “Más importante aún, la inflación [anual] de diciembre de 2026 se revisa a la baja, al 10%-12%”, señaló.
La consultora Outlier, en tanto, dijo que la desinflación es innegable, pero que el proceso no es lineal y que antes estaba “cebado” en su velocidad por el ancla cambiaria y los efectos en los precios de la quita del impuesto PAIS.
“Ahora tenemos una redefinición del esquema cambiario con abandono del ancla y eso seguramente tendrá impacto. Esperamos que sea transitorio en la dinámica de los precios. Con lo cual, es probable que el proceso de desinflación se desacelere y no cumpla las proyecciones del Gobierno. De hecho, el mercado ya había ajustado sus previsiones de forma bastante contundente”, señalaron.
La gran pregunta hacia adelante es cuánto del aumento del 10% del tipo de cambio oficial se podrá trasladar a precios (lo que en la jerga se dice pass-through). Durante la gestión económica de Sergio Massa, el traslado fue lineal: todo lo que se devaluó, al poco tiempo se reflejó en una suba de precios.
En este caso, el Gobierno cuenta con varias ventajas: tiene superávit fiscal y no depende de la emisión monetaria del Banco Central; el consumo masivo sigue deprimido porque ni la construcción ni el comercio reactivaron todavía (ambos sectores son intensivos en mano de obra), y el flujo de ingreso de divisas es positivo hacia adelante gracias al crecimiento del sector energético.
En contra de este optimismo se encuentra el nivel de los salarios, que, al estar todavía bajos, hace que no haya mucho margen para otra licuación.
Los analistas económicos proyectan que la inflación en el año podría terminar cerca del 27%, lo cual seguiría siendo una baja importante con relación al 118% del año pasado Read More