Tiene 40 años y más de 20 de carrera en el medio. Dueña de un gran currículum en teatro, cine y televisión, Anita Gutiérrez empezó a formarse desde muy pequeña aunque nunca planeó trabajar en la industria. “Había algo del teatro que me daba cierta paz que me costaba encontrar en el cotidiano; era un refugio para mí”, confiesa esta actriz y bailarina (experta en zapateo americano) que dedicó gran parte de su trayectoria al teatro independiente.
A la tele llegó de la mano de Adrián Suar, quien la descubrió casualmente sobre las tablas y la sumó al elenco de Herederos de una venganza; novela que no sólo le dio popularidad sino que fue un trampolín para títulos como Quitapenas, Sres Papis y Esperanza Mía, entre otros. En el cine también tiene sus créditos: Permitidos y El cruce de los Andes, donde interpretó a Remedios de Escalada, fueron sus participaciones más recordadas. En lo que respecta al teatro comercial, su primera oportunidad llegó en 2020 con Los Bonobos, comedia que protagonizó junto a Campi, Osqui Guzmán, Peto Menahem y Lizy Tagliani.
De hecho, esta faceta de comediante le calzó tan bien que Anita acaba de estrenar su propia comedia, @NewMamita, la madre de todas las mentiras; una serie que puede verse por la pantalla de Disney+. “Lucrecia Flores es una publicista que cuando cumple 35 empieza a ser presionada para ser madre. Sus amigas ya tienen hijos, su madre está muy deprimida y dice que lo único que la va a sacar adelante es tener un ‘niete’ (como dice ella) y en el trabajo la dejan afuera de una campaña publicitaria porque no tiene perfil de madre”, cuenta a LA NACION la protagonista de esta historia que, en clave de humor, aborda temas como la maternidad, los mandatos sociales y el fenómeno de los influencers en las redes sociales.
Ante la presión de su entorno, su personaje decide fingir un embarazo; sin embargo, a medida que pasan los meses entra en un espiral de mentiras del cual no puede salir. “La gota que rebalsa el vaso es que su novio Fede (interpretado por Antonio Gaona) le dice que quiere ser padre. Eso le destruye el corazón. Entra en una crisis y dice: ‘¿Quieren una madre? Les voy a dar la mejor mamá del mundo’. Se compra un test de embarazo, falsea el resultado y lo sube a Instagram. Ese posteo lo levanta una mega influencer mexicana y se viraliza. A partir de ahí, toda su vida se empieza a modificar con esa mentira y entra en una bola de nieve que no puede parar”, relata sobre esta trama que consta de nueve capítulos (uno por cada mes de embarazo) y que cuenta con la participación especial de Adrián Uribe, Bárbara de Regil y Eugenia “La China” Suárez.
– ¿Cómo surgió la idea de la serie y cuánto tiempo tardaste en concretarla?
-Es bastante romántica la génesis porque empezamos en 2018 con un amigo productor, Hernán Tchira, con el que ya había trabajado y de casualidad nos empezamos a cruzar en el edificio de mi casa; él hacia terapia ahí. Fuimos a tomar un café y me dijo que tenía ganas de hacer algo de humor con una actriz, así que empezamos a pilotear varias ideas y después de unos meses incorporamos a dos de mis íntimos amigos, Lucas Bianchini y Martín Vatenberg, que son también los creadores de la serie de Cris Miró. Nos interesaba cruzar un poco lo que pasa con las mujeres cuando llegan a cierta edad y los mandatos empiezan a pesar y la construcción de falsas identidades en las redes sociales; esto de lo que somos y lo que mostramos, la mentira y la verdad. Hicimos un trailer pero con un posteo de Facebook porque era 2019 y no estaba tan de moda Instagram.
-Por lo visto fue un proyecto muy a pulmón… ¿Cómo logran llegar a una plataforma como Disney+?
-Hernán logra literalmente correr a un directivo de Disney por un pasillo, le muestra el trailer y Disney nos da el visto bueno para hacerlo. Estoy muy agradecida porque una de las posibilidades era vender la idea y que lo haga otra actriz, pero teníamos un pacto de amistad de tratar de mantener el mismo equipo y que yo sea la protagonista. Nos invitaron a hacerlo en México, que era algo totalmente impensado.
-¿Por qué México?
-Querían un poco de humor argentino; les gusto la acidez y ese modo que tenemos de contar. Creo que vieron que podía haber un buen match entre la cultura mexicana y la nuestra, y evidentemente fue algo muy rico. Encontramos gente muy talentosa allá que compartían las mismas inquietudes que nosotros.
-¿Cómo fue la experiencia de mudarte allá?
-Yo justo estaba haciendo Los Bonobos, terminando la tercera temporada y muy generosa y amorosamente me dijeron: “Andá”. Me fui, tuvimos un mes de preproducción y ensayos y después trabajamos 24/7, literalmente. Fueron cinco meses de rodaje. A mí me resulto intenso porque tenía el rol protagónico, y además al estar metida en el libro trabajaba muy incansablemente en todas las áreas. En lo personal, fue una experiencia transformadora. Básicamente dejé mi vida (risas), pero aprendí mucho.
-No sólo te dejaron protagonizarla sino que también te permitieron mantener tu acento…
-Sí, fue algo que quiso Disney también. Les gustaba que haya un contraste divertido entre la manera de hablar que tenemos nosotros y la manera mexicana. Nos reímos mucho porque todo el día intercambiábamos palabras y peleábamos por cómo se decían las cosas: “Se dice aguacate”, “No, se dice palta” (risas).
-¿Se te pegó alguna costumbre o alguna palabra de allá?
-Sí, las costumbres y la comida. De repente, merendaba manzanas con sal y limón (risas). Y también volví hablando medio así, “güey” (imita la tonada mexicana). Tienen una manera muy particular y hermosa de hablar ellos.
-En una entrevista previa que le diste a LA NACION confesaste que no querías ser madre. ¿Esta serie te cambió un poco la visión respecto a la maternidad?
-Empecé a escribir la serie cuando tenía 33 años y ahora la estoy estrenando con 40, entonces mi idea de la maternidad estaba más difusa en aquel momento. Yo, a mis veintipico, también decía que iba a ser madre por default, no me lo cuestionaba; pero fue pasando el tiempo y me fui dando cuenta que había cosas que no me sentaban bien. Lo que me sucede es que no tengo el deseo de ser madre. Hay una cosa para mi muy importante de encontrar el propio deseo. En mi caso, no hay presión familiar. Sí la sociedad me ha cuestionado, pero tampoco es algo que me afecte. Hay algo más profundo, inclusive por fuera del afuera, que es lo que a uno le pasa cuando se da cuenta que no tiene ese deseo. Hay un proceso interno en el que me pregunté si estaba mal no tener el deseo. Nosotras las mujeres generacionalmente estamos con este mandato de que tenemos que ser madres y que el camino es la maternidad, entonces a veces ese deseo está un poco mezclado con el deber ser. Para mí, la clave está en que las mujeres puedan identificar si tienen o no ese deseo genuino.
-Además de los mandatos para ser madre, la serie habla con humor de la construcción de identidades digitales… ¿Cómo te llevás con las redes?
-Tengo épocas. A mí me gusta mucho lo digital, la edición y todo lo que tenga que ver con ese lenguaje. A los 12 años, me compre mi primera filmadora, así que ya venía con ese bagaje. Hay algo de lo digital que me divierte, pero trato de no darle tanta trascendencia en mi vida. Trato de tener un límite y que no me consuma. Soy re consciente que tengo imagen pública y entiendo que las redes que son un gran vehículo para llegar a la gente. Amo que me escriban, trato de contestar todo; ese feedback es muy importante.
-Venís de familia de médicos… ¿Te cuestionaron, en esto del mandato familiar, el querer ser actriz?
-No, por suerte no. Yo siempre digo que mi familia es como de avanzada, me apoyaron un montón. Bueno, mi mamá además de ser psicóloga, es escritora. Y mi padre, que es médico, siempre me ayudo más en las cuestiones de disciplina; él me llevaba a las clases de danza cuando era chica. Cuando no quedaba en algún casting, me decía: “Si no es este, es el otro”. Yo empecé de muy chica a estudiar teatro, tenía 11.
-¿Qué hay de cierto en que fue tu terapeuta quien te recomendó ir a teatro?
-Todo cierto (risas). Había algo del teatro que me daba cierta paz que me costaba encontrar en el cotidiano. Era una niñita un poco particular, tenía algunos miedos y empecé terapia a los 10 años. Yo escribía, hacia fotonovelas con las Barbies; era muy artista entonces la psicóloga le dijo a mi mamá: “Llévela a teatro”. Y ahí empecé en lo de Hugo Midón. Tampoco tenía en claro a los 11 años que quería ser actriz. Lo único que yo sentía en las clases era que había un refugio ahí. A los seis meses me llamaron para la primera película que iba a dirigir Norma Aleandro, quedé preseleccionada y no entendía nada. No quería trabajar tampoco pero bueno, después la vida me fue empujando.
-¿Y el baile?
-También empezó de muy chica. Me gustaba el zapateo americano así que arranqué a los 14 y a los 17 ya daba clases. A medida que fui creciendo tenía muchas herramientas y eso me ayudó cuando me llegaron las oportunidades.
-¿Es verdad que te descubrió Suar?
-Sí, es verdad. Fue uno de esos golpes de suerte que he tenido. Estaba haciendo Teatro x la Identidad, una obra de Virginia Kaufmann. Justo cuando estaba por estrenar, me llamaron para trabajar en Telefe en una tira y yo dije que no por la obra. Me la jugué y a esa función fue Adrián con Griselda (Siciliani), que era muy amiga de Virginia. A la semana me incorporaron al elenco de Herederos de una venganza. Yo en tele solo había hecho un personaje chiquito en Casi Ángeles, después me dediqué al teatro independiente.
-¿Cómo tomaste esa popularidad propia de la tele?
-En ese momento, no había redes sociales y me subía a un taxi y me decían: “Vos sos Estrellita”. Fue fuerte. También había algo de aprender el oficio de la tele porque yo venía del teatro. Me acuerdo que me cargaban porque yo me re concentraba antes de grabar y la tele tiene otro código.
-Y ahora volvés al teatro en breve…
-Sí, voy a estar con Peto Menahem, Verónica Llinás, Tomás Fonzi y Alejo García Pintos en el teatro Premier, con producción de Gustavo Yankelevich. Esta obra también habla, al igual que la serie, de los mandatos porque mi personaje es una chica que salió del clóset y nunca fue aceptada por su familia. Después de tres años, vuelve para presentar a su novia, entonces la familia trata de transformar su perspectiva para recibir a esta hija. No puedo contar más pero es desopilante. Tiene mucho humor y habla sobre la negación.
-Mirando todo el recorrido que hiciste hasta acá… ¿Costó mucho llegar?
-Me pasó de todo en el camino, pero siempre tuve en claro que quedar o no quedar no era parámetro de mi vocación. No fue algo que construí mentalmente sino que fue algo que siempre sentí. Siempre supe que la fuerza de mi vocación era más fuerte que esas decepciones. Igual mi carrera no estuvo tan ligada al llamado de los otros. Yo siempre trabajé: di clases de danza, de coreografía, de teatro en lo de Hugo Midón, siempre me gustó escribir entonces tuve ahí mi nicho y mi cable a tierra. Creo que la palabra es paciencia. Es el único don que se aprende. Hoy es no, pero mañana es sí y pasado es tal vez. Yo estoy muy feliz con este presente pero también tengo los pies sobre la tierra. Mi vocación y mi arte hoy toman este vuelo y mañana quizá otro. No todo depende de uno; uno lo único que puede hacer es tratar de dar lo mejor de sí.
Tiene 40 años y más de 20 de carrera en el medio. Dueña de un gran currículum en teatro, cine y televisión, Anita Gutiérrez empezó a formarse desde muy pequeña aunque nunca planeó trabajar en la industria. “Había algo del teatro que me daba cierta paz que me costaba encontrar en el cotidiano; era un refugio para mí”, confiesa esta actriz y bailarina (experta en zapateo americano) que dedicó gran parte de su trayectoria al teatro independiente.
A la tele llegó de la mano de Adrián Suar, quien la descubrió casualmente sobre las tablas y la sumó al elenco de Herederos de una venganza; novela que no sólo le dio popularidad sino que fue un trampolín para títulos como Quitapenas, Sres Papis y Esperanza Mía, entre otros. En el cine también tiene sus créditos: Permitidos y El cruce de los Andes, donde interpretó a Remedios de Escalada, fueron sus participaciones más recordadas. En lo que respecta al teatro comercial, su primera oportunidad llegó en 2020 con Los Bonobos, comedia que protagonizó junto a Campi, Osqui Guzmán, Peto Menahem y Lizy Tagliani.
De hecho, esta faceta de comediante le calzó tan bien que Anita acaba de estrenar su propia comedia, @NewMamita, la madre de todas las mentiras; una serie que puede verse por la pantalla de Disney+. “Lucrecia Flores es una publicista que cuando cumple 35 empieza a ser presionada para ser madre. Sus amigas ya tienen hijos, su madre está muy deprimida y dice que lo único que la va a sacar adelante es tener un ‘niete’ (como dice ella) y en el trabajo la dejan afuera de una campaña publicitaria porque no tiene perfil de madre”, cuenta a LA NACION la protagonista de esta historia que, en clave de humor, aborda temas como la maternidad, los mandatos sociales y el fenómeno de los influencers en las redes sociales.
Ante la presión de su entorno, su personaje decide fingir un embarazo; sin embargo, a medida que pasan los meses entra en un espiral de mentiras del cual no puede salir. “La gota que rebalsa el vaso es que su novio Fede (interpretado por Antonio Gaona) le dice que quiere ser padre. Eso le destruye el corazón. Entra en una crisis y dice: ‘¿Quieren una madre? Les voy a dar la mejor mamá del mundo’. Se compra un test de embarazo, falsea el resultado y lo sube a Instagram. Ese posteo lo levanta una mega influencer mexicana y se viraliza. A partir de ahí, toda su vida se empieza a modificar con esa mentira y entra en una bola de nieve que no puede parar”, relata sobre esta trama que consta de nueve capítulos (uno por cada mes de embarazo) y que cuenta con la participación especial de Adrián Uribe, Bárbara de Regil y Eugenia “La China” Suárez.
– ¿Cómo surgió la idea de la serie y cuánto tiempo tardaste en concretarla?
-Es bastante romántica la génesis porque empezamos en 2018 con un amigo productor, Hernán Tchira, con el que ya había trabajado y de casualidad nos empezamos a cruzar en el edificio de mi casa; él hacia terapia ahí. Fuimos a tomar un café y me dijo que tenía ganas de hacer algo de humor con una actriz, así que empezamos a pilotear varias ideas y después de unos meses incorporamos a dos de mis íntimos amigos, Lucas Bianchini y Martín Vatenberg, que son también los creadores de la serie de Cris Miró. Nos interesaba cruzar un poco lo que pasa con las mujeres cuando llegan a cierta edad y los mandatos empiezan a pesar y la construcción de falsas identidades en las redes sociales; esto de lo que somos y lo que mostramos, la mentira y la verdad. Hicimos un trailer pero con un posteo de Facebook porque era 2019 y no estaba tan de moda Instagram.
-Por lo visto fue un proyecto muy a pulmón… ¿Cómo logran llegar a una plataforma como Disney+?
-Hernán logra literalmente correr a un directivo de Disney por un pasillo, le muestra el trailer y Disney nos da el visto bueno para hacerlo. Estoy muy agradecida porque una de las posibilidades era vender la idea y que lo haga otra actriz, pero teníamos un pacto de amistad de tratar de mantener el mismo equipo y que yo sea la protagonista. Nos invitaron a hacerlo en México, que era algo totalmente impensado.
-¿Por qué México?
-Querían un poco de humor argentino; les gusto la acidez y ese modo que tenemos de contar. Creo que vieron que podía haber un buen match entre la cultura mexicana y la nuestra, y evidentemente fue algo muy rico. Encontramos gente muy talentosa allá que compartían las mismas inquietudes que nosotros.
-¿Cómo fue la experiencia de mudarte allá?
-Yo justo estaba haciendo Los Bonobos, terminando la tercera temporada y muy generosa y amorosamente me dijeron: “Andá”. Me fui, tuvimos un mes de preproducción y ensayos y después trabajamos 24/7, literalmente. Fueron cinco meses de rodaje. A mí me resulto intenso porque tenía el rol protagónico, y además al estar metida en el libro trabajaba muy incansablemente en todas las áreas. En lo personal, fue una experiencia transformadora. Básicamente dejé mi vida (risas), pero aprendí mucho.
-No sólo te dejaron protagonizarla sino que también te permitieron mantener tu acento…
-Sí, fue algo que quiso Disney también. Les gustaba que haya un contraste divertido entre la manera de hablar que tenemos nosotros y la manera mexicana. Nos reímos mucho porque todo el día intercambiábamos palabras y peleábamos por cómo se decían las cosas: “Se dice aguacate”, “No, se dice palta” (risas).
-¿Se te pegó alguna costumbre o alguna palabra de allá?
-Sí, las costumbres y la comida. De repente, merendaba manzanas con sal y limón (risas). Y también volví hablando medio así, “güey” (imita la tonada mexicana). Tienen una manera muy particular y hermosa de hablar ellos.
-En una entrevista previa que le diste a LA NACION confesaste que no querías ser madre. ¿Esta serie te cambió un poco la visión respecto a la maternidad?
-Empecé a escribir la serie cuando tenía 33 años y ahora la estoy estrenando con 40, entonces mi idea de la maternidad estaba más difusa en aquel momento. Yo, a mis veintipico, también decía que iba a ser madre por default, no me lo cuestionaba; pero fue pasando el tiempo y me fui dando cuenta que había cosas que no me sentaban bien. Lo que me sucede es que no tengo el deseo de ser madre. Hay una cosa para mi muy importante de encontrar el propio deseo. En mi caso, no hay presión familiar. Sí la sociedad me ha cuestionado, pero tampoco es algo que me afecte. Hay algo más profundo, inclusive por fuera del afuera, que es lo que a uno le pasa cuando se da cuenta que no tiene ese deseo. Hay un proceso interno en el que me pregunté si estaba mal no tener el deseo. Nosotras las mujeres generacionalmente estamos con este mandato de que tenemos que ser madres y que el camino es la maternidad, entonces a veces ese deseo está un poco mezclado con el deber ser. Para mí, la clave está en que las mujeres puedan identificar si tienen o no ese deseo genuino.
-Además de los mandatos para ser madre, la serie habla con humor de la construcción de identidades digitales… ¿Cómo te llevás con las redes?
-Tengo épocas. A mí me gusta mucho lo digital, la edición y todo lo que tenga que ver con ese lenguaje. A los 12 años, me compre mi primera filmadora, así que ya venía con ese bagaje. Hay algo de lo digital que me divierte, pero trato de no darle tanta trascendencia en mi vida. Trato de tener un límite y que no me consuma. Soy re consciente que tengo imagen pública y entiendo que las redes que son un gran vehículo para llegar a la gente. Amo que me escriban, trato de contestar todo; ese feedback es muy importante.
-Venís de familia de médicos… ¿Te cuestionaron, en esto del mandato familiar, el querer ser actriz?
-No, por suerte no. Yo siempre digo que mi familia es como de avanzada, me apoyaron un montón. Bueno, mi mamá además de ser psicóloga, es escritora. Y mi padre, que es médico, siempre me ayudo más en las cuestiones de disciplina; él me llevaba a las clases de danza cuando era chica. Cuando no quedaba en algún casting, me decía: “Si no es este, es el otro”. Yo empecé de muy chica a estudiar teatro, tenía 11.
-¿Qué hay de cierto en que fue tu terapeuta quien te recomendó ir a teatro?
-Todo cierto (risas). Había algo del teatro que me daba cierta paz que me costaba encontrar en el cotidiano. Era una niñita un poco particular, tenía algunos miedos y empecé terapia a los 10 años. Yo escribía, hacia fotonovelas con las Barbies; era muy artista entonces la psicóloga le dijo a mi mamá: “Llévela a teatro”. Y ahí empecé en lo de Hugo Midón. Tampoco tenía en claro a los 11 años que quería ser actriz. Lo único que yo sentía en las clases era que había un refugio ahí. A los seis meses me llamaron para la primera película que iba a dirigir Norma Aleandro, quedé preseleccionada y no entendía nada. No quería trabajar tampoco pero bueno, después la vida me fue empujando.
-¿Y el baile?
-También empezó de muy chica. Me gustaba el zapateo americano así que arranqué a los 14 y a los 17 ya daba clases. A medida que fui creciendo tenía muchas herramientas y eso me ayudó cuando me llegaron las oportunidades.
-¿Es verdad que te descubrió Suar?
-Sí, es verdad. Fue uno de esos golpes de suerte que he tenido. Estaba haciendo Teatro x la Identidad, una obra de Virginia Kaufmann. Justo cuando estaba por estrenar, me llamaron para trabajar en Telefe en una tira y yo dije que no por la obra. Me la jugué y a esa función fue Adrián con Griselda (Siciliani), que era muy amiga de Virginia. A la semana me incorporaron al elenco de Herederos de una venganza. Yo en tele solo había hecho un personaje chiquito en Casi Ángeles, después me dediqué al teatro independiente.
-¿Cómo tomaste esa popularidad propia de la tele?
-En ese momento, no había redes sociales y me subía a un taxi y me decían: “Vos sos Estrellita”. Fue fuerte. También había algo de aprender el oficio de la tele porque yo venía del teatro. Me acuerdo que me cargaban porque yo me re concentraba antes de grabar y la tele tiene otro código.
-Y ahora volvés al teatro en breve…
-Sí, voy a estar con Peto Menahem, Verónica Llinás, Tomás Fonzi y Alejo García Pintos en el teatro Premier, con producción de Gustavo Yankelevich. Esta obra también habla, al igual que la serie, de los mandatos porque mi personaje es una chica que salió del clóset y nunca fue aceptada por su familia. Después de tres años, vuelve para presentar a su novia, entonces la familia trata de transformar su perspectiva para recibir a esta hija. No puedo contar más pero es desopilante. Tiene mucho humor y habla sobre la negación.
-Mirando todo el recorrido que hiciste hasta acá… ¿Costó mucho llegar?
-Me pasó de todo en el camino, pero siempre tuve en claro que quedar o no quedar no era parámetro de mi vocación. No fue algo que construí mentalmente sino que fue algo que siempre sentí. Siempre supe que la fuerza de mi vocación era más fuerte que esas decepciones. Igual mi carrera no estuvo tan ligada al llamado de los otros. Yo siempre trabajé: di clases de danza, de coreografía, de teatro en lo de Hugo Midón, siempre me gustó escribir entonces tuve ahí mi nicho y mi cable a tierra. Creo que la palabra es paciencia. Es el único don que se aprende. Hoy es no, pero mañana es sí y pasado es tal vez. Yo estoy muy feliz con este presente pero también tengo los pies sobre la tierra. Mi vocación y mi arte hoy toman este vuelo y mañana quizá otro. No todo depende de uno; uno lo único que puede hacer es tratar de dar lo mejor de sí.
La argentina encabeza @NewMamita, una comedia de autoría propia que, en clave de humor, explora temas como la perspectiva de género y las presiones de ser adulto Read More