La población de adultos mayores crece cada vez más y eso implica también el aumento de enfermedades relacionadas con la edad. Ahí es donde se encuentra el Alzheimer, una demencia neurodegenerativa que es progresiva y causa alteraciones cognitivas, conductuales y funcionales.
Entre el 60% y 70% de los casos de deterioro cognitivo en adultos mayores se presenta esta condición que afecta enormemente no solo a quienes la sufren, sino también a los cuidadores y familiares que los rodean. Por eso es fundamental saber cuándo se debe contemplar la internación al paciente.
La información proviene del Programa Nacional de Datos, Docencia e Investigación en Alzheimer (Pronadial) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. El programa asegura que entre un 10% y 15% de los mayores de 65 años padece deterioro cognitivo, donde el Alzheimer representa a la mayoría. Lo sorpresivo, además, es que su prevalencia se duplica cada cinco años, alcanzando un 40% en aquellos de 85 años o más.
Esta enfermedad afecta la calidad de vida y el aprendizaje de manera progresiva, lo que a lo largo del tiempo dificulta cada vez más el cuidado de sus pacientes. Por eso es fundamental saber el momento en el que se debe recurrir a la internación de una persona con Alzheimer.
“El momento es cuando las condiciones del domicilio no pueden responder a las necesidades de la persona mayor. También hay otro momento crucial que es cuando el paciente se vuelve incontinente, invierte el ritmo del sueño o deja de reconocer a los familiares responsables de su cuidado”, explicó Lía Susana Daichman, médica especialista en gerontología y geriatría y presidenta del Centro Internacional de Longevidad (ILC).
Sin embargo, Mara Maslavski, la coordinadora gerontológica de la Residencia Manantial especializada en atención de personas con deterioro cognitivo, asegura que “no hay un único momento para tomar la decisión”.
“Depende de cada familia. No es estrictamente necesario que la enfermedad esté avanzada. Con un diagnóstico de deterioro cognitivo se pueden planificar decisiones e intervenciones terapéuticas para acompañar el progreso de la enfermedad, que sabemos es irreversible y con necesidades de cuidado en aumento”, señaló.
Cómo es el proceso de internación
Primero la persona mayor debe someterse a una evaluación multidimensional para detectar los problemas que posee. “Se registran recursos y posibilidades del individuo, se asesora sobre la necesidad de servicios y se desarrolla un plan de cuidados basado en cuatro dimensiones: la clínica o biomédica, la funcional física, la funcional mental y la social”, dijo Daichman.
Tras ello es que se establece un diagnóstico “que permite planificar los cuidados y rentabilizar al máximo los recursos sociosanitarios”.
Luego se toma la decisión de dónde se internará al paciente. Maslavski explicó cómo es el paso a paso en la Residencia Manantial. Allí se entrevista al paciente y se realiza una visita por las inmediaciones y, en caso de que el paciente y su entorno estén a gusto con el lugar, se inician otras entrevistas para generar una historia clínica. Se incluye la historia de vida y los gustos de quien será internado.
“Eso ayuda a conocerla y es crucial para los momentos en que no esté en condiciones de recordar sus propios gustos. Puede que no recuerde el perfume que le gusta, pero si lo tenemos, podemos ofrecérselo y ayudará a que se sienta mejor al experimentar ese aroma familiar”, explicó.
Estos lugares muchas veces permiten expandir las posibilidades de los pacientes, que en sus hogares se veían limitados a ciertas actividades o tratamientos.
“Eso no significa que se vayan a curar, pero podrán realizar actividades que no podían en casa, ya que la asistencia se adaptaría a las habilidades que aún poseen. Esto permite a las familias percibirlos de una manera diferente, vincularse no solo desde las necesidades de cuidado, sino desde lo afectivo. Así, las visitas se convierten en momentos de calidad y participación”, concluyó.
La población de adultos mayores crece cada vez más y eso implica también el aumento de enfermedades relacionadas con la edad. Ahí es donde se encuentra el Alzheimer, una demencia neurodegenerativa que es progresiva y causa alteraciones cognitivas, conductuales y funcionales.
Entre el 60% y 70% de los casos de deterioro cognitivo en adultos mayores se presenta esta condición que afecta enormemente no solo a quienes la sufren, sino también a los cuidadores y familiares que los rodean. Por eso es fundamental saber cuándo se debe contemplar la internación al paciente.
La información proviene del Programa Nacional de Datos, Docencia e Investigación en Alzheimer (Pronadial) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. El programa asegura que entre un 10% y 15% de los mayores de 65 años padece deterioro cognitivo, donde el Alzheimer representa a la mayoría. Lo sorpresivo, además, es que su prevalencia se duplica cada cinco años, alcanzando un 40% en aquellos de 85 años o más.
Esta enfermedad afecta la calidad de vida y el aprendizaje de manera progresiva, lo que a lo largo del tiempo dificulta cada vez más el cuidado de sus pacientes. Por eso es fundamental saber el momento en el que se debe recurrir a la internación de una persona con Alzheimer.
“El momento es cuando las condiciones del domicilio no pueden responder a las necesidades de la persona mayor. También hay otro momento crucial que es cuando el paciente se vuelve incontinente, invierte el ritmo del sueño o deja de reconocer a los familiares responsables de su cuidado”, explicó Lía Susana Daichman, médica especialista en gerontología y geriatría y presidenta del Centro Internacional de Longevidad (ILC).
Sin embargo, Mara Maslavski, la coordinadora gerontológica de la Residencia Manantial especializada en atención de personas con deterioro cognitivo, asegura que “no hay un único momento para tomar la decisión”.
“Depende de cada familia. No es estrictamente necesario que la enfermedad esté avanzada. Con un diagnóstico de deterioro cognitivo se pueden planificar decisiones e intervenciones terapéuticas para acompañar el progreso de la enfermedad, que sabemos es irreversible y con necesidades de cuidado en aumento”, señaló.
Cómo es el proceso de internación
Primero la persona mayor debe someterse a una evaluación multidimensional para detectar los problemas que posee. “Se registran recursos y posibilidades del individuo, se asesora sobre la necesidad de servicios y se desarrolla un plan de cuidados basado en cuatro dimensiones: la clínica o biomédica, la funcional física, la funcional mental y la social”, dijo Daichman.
Tras ello es que se establece un diagnóstico “que permite planificar los cuidados y rentabilizar al máximo los recursos sociosanitarios”.
Luego se toma la decisión de dónde se internará al paciente. Maslavski explicó cómo es el paso a paso en la Residencia Manantial. Allí se entrevista al paciente y se realiza una visita por las inmediaciones y, en caso de que el paciente y su entorno estén a gusto con el lugar, se inician otras entrevistas para generar una historia clínica. Se incluye la historia de vida y los gustos de quien será internado.
“Eso ayuda a conocerla y es crucial para los momentos en que no esté en condiciones de recordar sus propios gustos. Puede que no recuerde el perfume que le gusta, pero si lo tenemos, podemos ofrecérselo y ayudará a que se sienta mejor al experimentar ese aroma familiar”, explicó.
Estos lugares muchas veces permiten expandir las posibilidades de los pacientes, que en sus hogares se veían limitados a ciertas actividades o tratamientos.
“Eso no significa que se vayan a curar, pero podrán realizar actividades que no podían en casa, ya que la asistencia se adaptaría a las habilidades que aún poseen. Esto permite a las familias percibirlos de una manera diferente, vincularse no solo desde las necesidades de cuidado, sino desde lo afectivo. Así, las visitas se convierten en momentos de calidad y participación”, concluyó.
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