Es enóloga, se formó en Francia y montó una bodega familiar que recibe huéspedes

En una finca de nueve hectáreas rodeada de cerros, quien recibe es “la Tana” –Diana– Bellincioni, que de tana sólo tiene el apellido paterno, porque luce más bien vikinga, como el nombre de la bodega que montó con su primo materno, Adolfo Kindgard.

Jujeña y nieta de un bon vivant que era íntimo amigo de Arnaldo Etchart, recuerda bien esos primeros estímulos que recibió vinculados al vino. “Era fascinante cuando llegaban las camionetas con las botellas que nos mandaba Arnaldo. Acá casi no había bodegas”, recuerda. Sin embargo, descubrir su vocación no fue de un día para el otro. “Soy hija de médico y estudié hasta tercer año de medicina. Dejé cuando me di cuenta que no era lo que quería y me metí en Administración Agraria, en Buenos Aires. Como tenía tiempo libre, me puse a hacer un curso de vinos. Durante ocho meses estudié enología y me obsesioné. ‘¿Qué va a hacer la changuita esta?‘, pensaba mi papá, pero yo seguía adelante y me formé también como sommelier. Entonces me gané una beca y terminé la carrera en la Universidad de Lyon. Esa experiencia incluyó una pasantía laboral en una bodega de Saint-Jean-de-Muzols, en la región del Ródano, zona que se especializa en Syrah”, relata la Tana.

Desde 2013 su vida se reparte entre Cafayate, Mendoza y Jujuy. Aprendió y trabajó con grandes maestros, como Marcos Etchart, Alejandro Vigil y Alejandro “El Colo” Sejanovich. “Salta me costó porque, en ese entonces, era una sociedad muy machista. Además, trabajaba mucho durante la cosecha, pero el resto del año me quedaba sin un puesto. En Mendoza hice contactos y amigos, pero al principio tampoco se abrían lugares”, recuerda sobre sus primeros años trabajando con el vino. Hasta que en 2019, su primo y su mujer, Mercedes Grondona, le propusieron asociarse para fundar esta bodega. “Fue difícil encontrar tierras con papeles en regla. Además, había que chequear que no hubiera mucho boro en el suelo”, relata y cuenta que la bodega vinifica en piletas de concreto.

“La pandemia nos vino bien para hacer la poda de formación. En 2021 salimos con una primera cosecha de Malbec y Syrah, pero nos quedamos sin Cabernet Franc porque unas cabras nos atacaron el viñedo. En 2023 perdimos el 80% de la producción por una gran helada. No pudimos hacer nada porque aquí el espacio entre hileras es poco; tenemos el doble de plantas por hectárea que en Mendoza”, detalla. Lejos de rendirse, apostaron a la hospitalidad y abrieron cabañas para recibir huéspedes y un restaurante que sirve comida casera con maridaje, y donde además del desayuno se ofrecen degustaciones.

Respecto de los vinos de la Quebrada, asegura que “son fluidos, con una nota de frescura y largos en boca. Estamos a 2.300 msnm y la altura da amplitud térmica: de día 30° y de noche 10°. Nuestras plantas son libres de hongos y no necesitamos demasiados pesticidas. Usamos telas de granizo, pero por los pájaros porque, si no, se las devoran”.

Ofrece tres líneas de vinos: Copleras, con varietales de Malbec, Syrah y Cabernet Franc; Sacha Tigre, blend de Cabernet y Malbec y la criolla, que es un boom; y Purma, blend de Syrah, Malbec y Cabernet Franc. “A la gente de Purmamarca le compro uvas criollas de los patios de sus casas. Ellos las usaban para vino patero. Ahora las recolectamos y vinificamos nosotros”, cuenta la Tana, feliz por cómo crece la bodega y se diversifica.

Datos útiles

Bodega Kindgard. Junto a la bodega e inauguradas hace un año, reciben huéspedes en tres cabañas para dos personas y una para cuatro, todas con muy buen ventanal que da a las viñas. Tienen living y cocina bien equipada. El desayuno se sirve en el restaurante, que abre de lunes a sábados, todos los mediodías. Ofrecen menú fijo de comida casera para maridar con los vinos de la marca. También coordinan degustaciones. Desde $160.000 la cabaña con desayuno. RN 9 km 1739. T: +54 9 (3884) 09-6930. IG: @bodegakindgard

En una finca de nueve hectáreas rodeada de cerros, quien recibe es “la Tana” –Diana– Bellincioni, que de tana sólo tiene el apellido paterno, porque luce más bien vikinga, como el nombre de la bodega que montó con su primo materno, Adolfo Kindgard.

Jujeña y nieta de un bon vivant que era íntimo amigo de Arnaldo Etchart, recuerda bien esos primeros estímulos que recibió vinculados al vino. “Era fascinante cuando llegaban las camionetas con las botellas que nos mandaba Arnaldo. Acá casi no había bodegas”, recuerda. Sin embargo, descubrir su vocación no fue de un día para el otro. “Soy hija de médico y estudié hasta tercer año de medicina. Dejé cuando me di cuenta que no era lo que quería y me metí en Administración Agraria, en Buenos Aires. Como tenía tiempo libre, me puse a hacer un curso de vinos. Durante ocho meses estudié enología y me obsesioné. ‘¿Qué va a hacer la changuita esta?‘, pensaba mi papá, pero yo seguía adelante y me formé también como sommelier. Entonces me gané una beca y terminé la carrera en la Universidad de Lyon. Esa experiencia incluyó una pasantía laboral en una bodega de Saint-Jean-de-Muzols, en la región del Ródano, zona que se especializa en Syrah”, relata la Tana.

Desde 2013 su vida se reparte entre Cafayate, Mendoza y Jujuy. Aprendió y trabajó con grandes maestros, como Marcos Etchart, Alejandro Vigil y Alejandro “El Colo” Sejanovich. “Salta me costó porque, en ese entonces, era una sociedad muy machista. Además, trabajaba mucho durante la cosecha, pero el resto del año me quedaba sin un puesto. En Mendoza hice contactos y amigos, pero al principio tampoco se abrían lugares”, recuerda sobre sus primeros años trabajando con el vino. Hasta que en 2019, su primo y su mujer, Mercedes Grondona, le propusieron asociarse para fundar esta bodega. “Fue difícil encontrar tierras con papeles en regla. Además, había que chequear que no hubiera mucho boro en el suelo”, relata y cuenta que la bodega vinifica en piletas de concreto.

“La pandemia nos vino bien para hacer la poda de formación. En 2021 salimos con una primera cosecha de Malbec y Syrah, pero nos quedamos sin Cabernet Franc porque unas cabras nos atacaron el viñedo. En 2023 perdimos el 80% de la producción por una gran helada. No pudimos hacer nada porque aquí el espacio entre hileras es poco; tenemos el doble de plantas por hectárea que en Mendoza”, detalla. Lejos de rendirse, apostaron a la hospitalidad y abrieron cabañas para recibir huéspedes y un restaurante que sirve comida casera con maridaje, y donde además del desayuno se ofrecen degustaciones.

Respecto de los vinos de la Quebrada, asegura que “son fluidos, con una nota de frescura y largos en boca. Estamos a 2.300 msnm y la altura da amplitud térmica: de día 30° y de noche 10°. Nuestras plantas son libres de hongos y no necesitamos demasiados pesticidas. Usamos telas de granizo, pero por los pájaros porque, si no, se las devoran”.

Ofrece tres líneas de vinos: Copleras, con varietales de Malbec, Syrah y Cabernet Franc; Sacha Tigre, blend de Cabernet y Malbec y la criolla, que es un boom; y Purma, blend de Syrah, Malbec y Cabernet Franc. “A la gente de Purmamarca le compro uvas criollas de los patios de sus casas. Ellos las usaban para vino patero. Ahora las recolectamos y vinificamos nosotros”, cuenta la Tana, feliz por cómo crece la bodega y se diversifica.

Datos útiles

Bodega Kindgard. Junto a la bodega e inauguradas hace un año, reciben huéspedes en tres cabañas para dos personas y una para cuatro, todas con muy buen ventanal que da a las viñas. Tienen living y cocina bien equipada. El desayuno se sirve en el restaurante, que abre de lunes a sábados, todos los mediodías. Ofrecen menú fijo de comida casera para maridar con los vinos de la marca. También coordinan degustaciones. Desde $160.000 la cabaña con desayuno. RN 9 km 1739. T: +54 9 (3884) 09-6930. IG: @bodegakindgard

 Los viñedos son parte de una ruta del vino emergente que gana cada vez más adeptos.  Read More