Las buenas noticias de la economía son un combustible para acelerar al iracundo personaje que hizo presidente a Javier Milei. Son también un límite que construye, en forma lenta y consistente, fórmulas de rechazo y resistencia hacia los libertarios.
Tres semanas después del levantamiento parcial del cepo cambiario, los primeros datos que devuelven los mercados sacaron al Presidente del fallido primer trimestre del año.
Hasta el final del verano, Milei había sumado un mensaje desafortunado en Davos, una grave sospecha por una maniobra con monedas virtuales y signos de desconfianza por el plan económico. Su imagen cayó y no regresó a los niveles de su primer año, cuando en algunos sondeos recibía la aprobación de más de la mitad de los argentinos.
Milei es ahora un presidente con todas las posibilidades de ganar las elecciones parlamentarias de medio término, pero para lograr un triunfo rotundo y extendido en todo el país tiene por delante un complejo trabajo para hacer que repunten sus acciones.
El signo de recuperación que autopercibe con la paz cambiaria que lleva tres semanas es, para el jefe libertario, directamente proporcional a la reposición de sus insultos y agravios como principal atractivo de sus discursos y posteos en redes sociales. Milei grita goles y trepa al alambrado cuando la pelota todavía va al arco.
Ese estilo le permite consolidar el 30% de los votos con los que escaló hasta la presidencia desde las elecciones primarias hasta la segunda vuelta.
La diferencia entre ese tercio del electorado y el 56% ya no depende, como en 2023, del corrimiento a favor del libertario de los votos antikirchneristas sueltos. Ahora, captar votos fuera del grupo incondicional alimentado a insultos contra el resto del mundo depende de resultados del plan económico y de expectativas de que el esfuerzo valdrá finalmente la pena.
A su manera, Milei ha logrado en poco tiempo construir un sector intenso y contestatario –pero sobre todo incondicional– dispuesto a acompañarlo contra viento y marea. Tal como tenía Cristina Kirchner hasta su enfrentamiento con Axel Kicillof.
Milei le habla a esa barra brava cada vez que abusa de las diatribas dirigidas con especial interés a disidentes que guardan cierta proximidad con el rumbo de su propio gobierno. El Presidente es particularmente intolerante con las observaciones de sus colegas economistas que durante años cuestionaron duramente al populismo. Esa furia que incluye un pedido a odiar con intensidad a los periodistas refleja una demanda de complicidad y aplauso ejercida por otros tantos presidentes argentinos. ¿Qué viene después de pedir más odio?
Más que contra el populismo, Milei lucha en estos tiempos contra lo que queda del centro político, una categoría en la que en otros tiempos los candidatos del peronismo y el antiperonismo iban a buscar los votos decisivos. Todo lo que represente moderación debe ser cuestionado con más intensidad que el propio populismo, según este circunstancial catecismo libertario.
Mientras Milei festeja los buenos momentos como si fuese el final de una etapa, surgen datos encastrados en las consecuencias transitorias del fuerte cambio de rumbo económico a partir del severo plan fiscal y sus consecuencias en la actividad privada.
Los primeros en ilusionarse son los kirchneristas, aunque su pelea bonaerense desvíe esa expectativa. Los despidos en las industrias tradicionales en el conurbano se acumulan a medida que crecen los sectores que reemplazan productos locales por importaciones. En esa circunstancia, incluida en la mutación de un sistema productivo cerrado a un esquema abierto que obligará a competir para poder exportar, anida la idea de que el sacrificio social se reflejará en votos contra Milei.
En el interior del país, en ciudades marcadas por el empleo privado como Rosario o Córdoba, los dirigentes locales también registraron en sus propias mediciones que Milei cae al punto abrir algunas oportunidades electorales. ¿Ganarle? No es para tanto, pero ya hay dirigentes opositores que imaginan no perder por goleada en sus propias provincias.
En el lado B del modelo económico y las formas brutales están las esperanzas del peronismo sometido al kirchnerismo y de las fuerzas dispersas del no peronismo.
Unos apuestan a una regresión completa, con Cristina o con Kicillof al mando. Es un peronismo que hace tiempo perdió la capacidad de generar algo distinto y recuerda aquellos viejos supuestos éxitos de lejanos veranos. Nostalgias analógicas.
Tironeados por irse detrás del éxito de Milei, con viejos rencores mutuos por los fracasos que generaron el fenómeno libertario, hay quienes, en islotes distintos, empezaron a imaginarse como la variante prolija del actual ciclo.
Milei juega todavía con ventaja, en tanto la variable económica predomina sobre las formas y las incitaciones al regreso del populismo están encapsuladas y sometidas a un límite de crecimiento.
Lo que está abierto es un juego que obliga al Presidente a mostrar aciertos para consolidar y extender su ventaja. Cuenta con una parte del electorado dispuesta a acompañarlo en tanto eso significa celebrar que no se equivocaron al votar por un cambio drástico.
La economía será el factor decisivo en cada elección, en tanto la Argentina está todavía muy lejos de recuperarse. Milei debe decidir si los insultos que le sirven para entretener a sus incondicionales también le serán útiles para atraer votantes que ya pasaron por otras experiencias caudillescas.
Mirado desde otro costado: falta saber si las formas autoritarias del poder seguirán primando entre los argentinos con una simple mudanza de un extremo al otro.
Las buenas noticias de la economía son un combustible para acelerar al iracundo personaje que hizo presidente a Javier Milei. Son también un límite que construye, en forma lenta y consistente, fórmulas de rechazo y resistencia hacia los libertarios.
Tres semanas después del levantamiento parcial del cepo cambiario, los primeros datos que devuelven los mercados sacaron al Presidente del fallido primer trimestre del año.
Hasta el final del verano, Milei había sumado un mensaje desafortunado en Davos, una grave sospecha por una maniobra con monedas virtuales y signos de desconfianza por el plan económico. Su imagen cayó y no regresó a los niveles de su primer año, cuando en algunos sondeos recibía la aprobación de más de la mitad de los argentinos.
Milei es ahora un presidente con todas las posibilidades de ganar las elecciones parlamentarias de medio término, pero para lograr un triunfo rotundo y extendido en todo el país tiene por delante un complejo trabajo para hacer que repunten sus acciones.
El signo de recuperación que autopercibe con la paz cambiaria que lleva tres semanas es, para el jefe libertario, directamente proporcional a la reposición de sus insultos y agravios como principal atractivo de sus discursos y posteos en redes sociales. Milei grita goles y trepa al alambrado cuando la pelota todavía va al arco.
Ese estilo le permite consolidar el 30% de los votos con los que escaló hasta la presidencia desde las elecciones primarias hasta la segunda vuelta.
La diferencia entre ese tercio del electorado y el 56% ya no depende, como en 2023, del corrimiento a favor del libertario de los votos antikirchneristas sueltos. Ahora, captar votos fuera del grupo incondicional alimentado a insultos contra el resto del mundo depende de resultados del plan económico y de expectativas de que el esfuerzo valdrá finalmente la pena.
A su manera, Milei ha logrado en poco tiempo construir un sector intenso y contestatario –pero sobre todo incondicional– dispuesto a acompañarlo contra viento y marea. Tal como tenía Cristina Kirchner hasta su enfrentamiento con Axel Kicillof.
Milei le habla a esa barra brava cada vez que abusa de las diatribas dirigidas con especial interés a disidentes que guardan cierta proximidad con el rumbo de su propio gobierno. El Presidente es particularmente intolerante con las observaciones de sus colegas economistas que durante años cuestionaron duramente al populismo. Esa furia que incluye un pedido a odiar con intensidad a los periodistas refleja una demanda de complicidad y aplauso ejercida por otros tantos presidentes argentinos. ¿Qué viene después de pedir más odio?
Más que contra el populismo, Milei lucha en estos tiempos contra lo que queda del centro político, una categoría en la que en otros tiempos los candidatos del peronismo y el antiperonismo iban a buscar los votos decisivos. Todo lo que represente moderación debe ser cuestionado con más intensidad que el propio populismo, según este circunstancial catecismo libertario.
Mientras Milei festeja los buenos momentos como si fuese el final de una etapa, surgen datos encastrados en las consecuencias transitorias del fuerte cambio de rumbo económico a partir del severo plan fiscal y sus consecuencias en la actividad privada.
Los primeros en ilusionarse son los kirchneristas, aunque su pelea bonaerense desvíe esa expectativa. Los despidos en las industrias tradicionales en el conurbano se acumulan a medida que crecen los sectores que reemplazan productos locales por importaciones. En esa circunstancia, incluida en la mutación de un sistema productivo cerrado a un esquema abierto que obligará a competir para poder exportar, anida la idea de que el sacrificio social se reflejará en votos contra Milei.
En el interior del país, en ciudades marcadas por el empleo privado como Rosario o Córdoba, los dirigentes locales también registraron en sus propias mediciones que Milei cae al punto abrir algunas oportunidades electorales. ¿Ganarle? No es para tanto, pero ya hay dirigentes opositores que imaginan no perder por goleada en sus propias provincias.
En el lado B del modelo económico y las formas brutales están las esperanzas del peronismo sometido al kirchnerismo y de las fuerzas dispersas del no peronismo.
Unos apuestan a una regresión completa, con Cristina o con Kicillof al mando. Es un peronismo que hace tiempo perdió la capacidad de generar algo distinto y recuerda aquellos viejos supuestos éxitos de lejanos veranos. Nostalgias analógicas.
Tironeados por irse detrás del éxito de Milei, con viejos rencores mutuos por los fracasos que generaron el fenómeno libertario, hay quienes, en islotes distintos, empezaron a imaginarse como la variante prolija del actual ciclo.
Milei juega todavía con ventaja, en tanto la variable económica predomina sobre las formas y las incitaciones al regreso del populismo están encapsuladas y sometidas a un límite de crecimiento.
Lo que está abierto es un juego que obliga al Presidente a mostrar aciertos para consolidar y extender su ventaja. Cuenta con una parte del electorado dispuesta a acompañarlo en tanto eso significa celebrar que no se equivocaron al votar por un cambio drástico.
La economía será el factor decisivo en cada elección, en tanto la Argentina está todavía muy lejos de recuperarse. Milei debe decidir si los insultos que le sirven para entretener a sus incondicionales también le serán útiles para atraer votantes que ya pasaron por otras experiencias caudillescas.
Mirado desde otro costado: falta saber si las formas autoritarias del poder seguirán primando entre los argentinos con una simple mudanza de un extremo al otro.
Las buenas noticias de la economía son un combustible para acelerar al iracundo personaje que hizo presidente a Javier Milei. Son también un límite que construye, en forma lenta y consistente, fórmulas de rechazo y resistencia hacia los libertarios.Tres semanas después del levantamiento parcial del cepo cambiario, los primeros datos que devuelven los mercados sacaron al Presidente del fallido primer trimestre del año. Hasta el final del verano, Milei había sumado un mensaje desafortunado en Davos, una grave sospecha por una maniobra con monedas virtuales y signos de desconfianza por el plan económico. Su imagen cayó y no regresó a los niveles de su primer año, cuando en algunos sondeos recibía la aprobación de más de la mitad de los argentinos.Milei es ahora un presidente con todas las posibilidades de ganar las elecciones parlamentarias de medio término, pero para lograr un triunfo rotundo y extendido en todo el país tiene por delante un complejo trabajo para hacer que repunten sus acciones.El signo de recuperación que autopercibe con la paz cambiaria que lleva tres semanas es, para el jefe libertario, directamente proporcional a la reposición de sus insultos y agravios como principal atractivo de sus discursos y posteos en redes sociales. Milei grita goles y trepa al alambrado cuando la pelota todavía va al arco.Ese estilo le permite consolidar el 30% de los votos con los que escaló hasta la presidencia desde las elecciones primarias hasta la segunda vuelta.La diferencia entre ese tercio del electorado y el 56% ya no depende, como en 2023, del corrimiento a favor del libertario de los votos antikirchneristas sueltos. Ahora, captar votos fuera del grupo incondicional alimentado a insultos contra el resto del mundo depende de resultados del plan económico y de expectativas de que el esfuerzo valdrá finalmente la pena.A su manera, Milei ha logrado en poco tiempo construir un sector intenso y contestatario –pero sobre todo incondicional– dispuesto a acompañarlo contra viento y marea. Tal como tenía Cristina Kirchner hasta su enfrentamiento con Axel Kicillof.Milei le habla a esa barra brava cada vez que abusa de las diatribas dirigidas con especial interés a disidentes que guardan cierta proximidad con el rumbo de su propio gobierno. El Presidente es particularmente intolerante con las observaciones de sus colegas economistas que durante años cuestionaron duramente al populismo. Esa furia que incluye un pedido a odiar con intensidad a los periodistas refleja una demanda de complicidad y aplauso ejercida por otros tantos presidentes argentinos. ¿Qué viene después de pedir más odio?Más que contra el populismo, Milei lucha en estos tiempos contra lo que queda del centro político, una categoría en la que en otros tiempos los candidatos del peronismo y el antiperonismo iban a buscar los votos decisivos. Todo lo que represente moderación debe ser cuestionado con más intensidad que el propio populismo, según este circunstancial catecismo libertario.Mientras Milei festeja los buenos momentos como si fuese el final de una etapa, surgen datos encastrados en las consecuencias transitorias del fuerte cambio de rumbo económico a partir del severo plan fiscal y sus consecuencias en la actividad privada.Los primeros en ilusionarse son los kirchneristas, aunque su pelea bonaerense desvíe esa expectativa. Los despidos en las industrias tradicionales en el conurbano se acumulan a medida que crecen los sectores que reemplazan productos locales por importaciones. En esa circunstancia, incluida en la mutación de un sistema productivo cerrado a un esquema abierto que obligará a competir para poder exportar, anida la idea de que el sacrificio social se reflejará en votos contra Milei.En el interior del país, en ciudades marcadas por el empleo privado como Rosario o Córdoba, los dirigentes locales también registraron en sus propias mediciones que Milei cae al punto abrir algunas oportunidades electorales. ¿Ganarle? No es para tanto, pero ya hay dirigentes opositores que imaginan no perder por goleada en sus propias provincias.En el lado B del modelo económico y las formas brutales están las esperanzas del peronismo sometido al kirchnerismo y de las fuerzas dispersas del no peronismo. Unos apuestan a una regresión completa, con Cristina o con Kicillof al mando. Es un peronismo que hace tiempo perdió la capacidad de generar algo distinto y recuerda aquellos viejos supuestos éxitos de lejanos veranos. Nostalgias analógicas.Tironeados por irse detrás del éxito de Milei, con viejos rencores mutuos por los fracasos que generaron el fenómeno libertario, hay quienes, en islotes distintos, empezaron a imaginarse como la variante prolija del actual ciclo. Milei juega todavía con ventaja, en tanto la variable económica predomina sobre las formas y las incitaciones al regreso del populismo están encapsuladas y sometidas a un límite de crecimiento.Lo que está abierto es un juego que obliga al Presidente a mostrar aciertos para consolidar y extender su ventaja. Cuenta con una parte del electorado dispuesta a acompañarlo en tanto eso significa celebrar que no se equivocaron al votar por un cambio drástico. La economía será el factor decisivo en cada elección, en tanto la Argentina está todavía muy lejos de recuperarse. Milei debe decidir si los insultos que le sirven para entretener a sus incondicionales también le serán útiles para atraer votantes que ya pasaron por otras experiencias caudillescas. Mirado desde otro costado: falta saber si las formas autoritarias del poder seguirán primando entre los argentinos con una simple mudanza de un extremo al otro. Read More