El 28 de marzo del 2025, la comunidad de descendientes de italianos en el mundo, y en particular en la Argentina, conoció el decreto Ley 36 firmado por el Consejo de Ministros de la administración de la Primera Ministra Giorgia Meloni, donde se modificó el derecho para reclamar la ciudadanía por ius sanguinis. Ahora solo se atiene hasta la segunda generación retroactiva. Sin embargo, en el pueblo de Alimena, en la isla de Sicilia, sucede todo lo contrario. Esta pequeña comunidad de 2000 habitantes recibió 250 argentinos interesados en adquirir la residencia permanente, plantándose frente a la disposición del gobierno central.
En este contexto, LA NACION se contactó con fuentes cercanas para comprender este fenómeno y el aluvión de argentinos que modificó la vida de una localidad con población mayoritariamente longeva y raíces 100% italianas.
En principio, esta noticia se volvió viral hace dos semanas, cuando la cadena de televisión TGR viajó hasta la localidad siciliana para hablar con los argentinos que viven allí y con las autoridades municipales. Pese a la reglamentación refrendada por Meloni, en la administración de la comuna están dispuestos a hacer todo lo posible para darle la bienvenida de forma legal a los argentinos descendientes de italianos.
Antonio Tajani, vicepremier y promotor de este decreto, lo justificó para terminar con los “abusos” de los gestores ante la ley promulgada en 1992, en la cual se especificó que el derecho a reclamar la ciudadanía italiana podía realizarse hasta cinco generaciones, siempre y cuando no se haya interrumpido. Es decir, para el Estado italiano, tataranietos, bisnietos, nietos e hijos de italianos serían considerados como tal. Ahora eso cambió y solo se transmitiría a partir de los abuelos. Sin embargo, en Alimena la ola de argentinos resiste.
La vida de Alimena, revolucionada por los argentinos
De acuerdo al relevo de la comuna de Alimena, hasta abril del 2025 se documentó el arribo de 250 argentinos en un pueblo de tan solo 2000 habitantes que solo depende de la agricultura, los servicios públicos, los mercados privados y poco más. Sin embargo, como corredero de pólvora se corrió la voz de que allí resultaba rápido tramitar la ciudadanía, según fuentes cercanas mencionaron a LA NACION. Y el número de aspirantes es una clara muestra de ello.
Después de 50 años, este pueblo vio incrementar la cantidad de personas alojadas allí de forma exponencial. Algo que fue bienvenido por el propio intendente de Alimena, Giuseppe Scrivano, que en diálogo con TGR dio su opinión al respecto: “Comerciantes, artesanos, empresas de servicio, tuvieron y tienen mucho trabajo, claramente el decreto [de Meloni] nos pone de rodillas”.
Además, la situación inmobiliaria también se habría visto beneficiada tras la llegada de los argentinos a Alimena, quienes adquirieron propiedades abandonadas o en desuso para devolverle la vida al pueblo. Entre los descendientes de italianos que arribaron -jóvenes y algunos con hijos-, se encuentran arquitectos, médicos y enfermeros especializados.
La otra cara de vivir en Alimena
A pesar de que el informe mostró el interés y la felicidad por los argentinos que se instalaron allí, incluso, reconociendo que las fuentes laborales escasean y deben buscarlas en los pueblos aledaños, Manuel González (35), oriundo de La Trinidad, en la provincia de Buenos Aires, habló con LA NACION y contó de cerca los pros y contras de haber desembarcado ahí.
Cuando González se fue de la Argentina se instaló en Angola bajo un proyecto de voluntariado, habiéndose recibido de técnico agropecuario. Allí vivió 10 años y encontró el amor con una mujer angoleña, con quien más tarde se casó y formó una familia. Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba tomó conciencia de que era necesario un cambio para sus vidas y por ello es que, al ser descendiente de italianos, decidió emigrar a la península itálica con el fin de obtener la documentación necesaria.
“Acá llegué el año pasado por los consejos de conocidos. Al principio fue todo muy lindo, es un pueblo chico, muy seguro y la gente te va abriendo la mano de a poco, si te comportás bien”, describió González y agregó: “Esta es una localidad con gente grande, rodeado de montañas, muy agrícola. Es re barato, muy tranquilo y la gente es muy tranquila”.
“En diciembre volví a Angola a buscar a mi familia, la cosa no estaba bien y le dije de irnos para Italia con mis dos hijos. Porque volver a la Argentina… siento que todavía le falta para retornar”, explicó González.
De acuerdo a su experiencia, señaló que no es fácil vivir allí por más que uno entre en confianza con los vecinos. “La verdad que trabajo no hay. Te exploran todo el tiempo. Te quieren ofrecer trabajos que nadie en el mundo los quiere hacer y por dos mangos. Por más que seas un profesional en el área que sea, acá a nadie le interesa. No hay una variedad”, explicó.
Consultado por el día a día, señaló: “Acá hay gente buena y mala como en todos lados. Sí, están abiertos a hacerte la ciudadanía porque es un trámite dispuesto por ley. Pero después, no siento que te den otras oportunidades”.
Acerca de la consternación por parte de los descendientes de italianos y las asociaciones con o sin fines de lucro, frente al decreto ley de la administración de Meloni, González habló a favor de que se haya dispuesto y dio su argumento.
“Había mucha gente que estaba lucrando con eso. Había gestores que te cobraban mucha plata para ayudarte a tramitar la ciudadanía, lucraban sin discreción. La imagen bonita y la emoción de lo que significa adquirir la ciudadanía, de buscar los documentos y las raíces, se me fue con esto”, lamentó.
Antes de concluir, Manuel González fue claro: “La gente mayor acá está muy sola. Que estemos acá a muchos les llama la atención y les da curiosidad. Cuando vine a hacer la ciudadanía con mi hijo, ellos me paraban en la calle y le regalaban galletitas al nene o te daban ropa. Fueron gestos muy lindos, humanos. Así como están los que se acercan, también hay otros que no, porque no les parece bien nuestra presencia acá. Pero hay de todo”.
Cabe remarcar que el 3 de mayo se realizó en la Plaza del Campidoglio, Roma, una manifestación pacífica de italodescendientes, tanto argentinos como de otras naciones donde la inmigración italiana en el siglo XX fue notable, como Brasil, Uruguay, Estados Unidos y Australia. Pese a ello, de momento, no hubo una reacción de Giorgia Meloni, o del vicepremier y canciller, Antonio Tajani, impulsor del decreto Ley 36.
El 28 de marzo del 2025, la comunidad de descendientes de italianos en el mundo, y en particular en la Argentina, conoció el decreto Ley 36 firmado por el Consejo de Ministros de la administración de la Primera Ministra Giorgia Meloni, donde se modificó el derecho para reclamar la ciudadanía por ius sanguinis. Ahora solo se atiene hasta la segunda generación retroactiva. Sin embargo, en el pueblo de Alimena, en la isla de Sicilia, sucede todo lo contrario. Esta pequeña comunidad de 2000 habitantes recibió 250 argentinos interesados en adquirir la residencia permanente, plantándose frente a la disposición del gobierno central.
En este contexto, LA NACION se contactó con fuentes cercanas para comprender este fenómeno y el aluvión de argentinos que modificó la vida de una localidad con población mayoritariamente longeva y raíces 100% italianas.
En principio, esta noticia se volvió viral hace dos semanas, cuando la cadena de televisión TGR viajó hasta la localidad siciliana para hablar con los argentinos que viven allí y con las autoridades municipales. Pese a la reglamentación refrendada por Meloni, en la administración de la comuna están dispuestos a hacer todo lo posible para darle la bienvenida de forma legal a los argentinos descendientes de italianos.
Antonio Tajani, vicepremier y promotor de este decreto, lo justificó para terminar con los “abusos” de los gestores ante la ley promulgada en 1992, en la cual se especificó que el derecho a reclamar la ciudadanía italiana podía realizarse hasta cinco generaciones, siempre y cuando no se haya interrumpido. Es decir, para el Estado italiano, tataranietos, bisnietos, nietos e hijos de italianos serían considerados como tal. Ahora eso cambió y solo se transmitiría a partir de los abuelos. Sin embargo, en Alimena la ola de argentinos resiste.
La vida de Alimena, revolucionada por los argentinos
De acuerdo al relevo de la comuna de Alimena, hasta abril del 2025 se documentó el arribo de 250 argentinos en un pueblo de tan solo 2000 habitantes que solo depende de la agricultura, los servicios públicos, los mercados privados y poco más. Sin embargo, como corredero de pólvora se corrió la voz de que allí resultaba rápido tramitar la ciudadanía, según fuentes cercanas mencionaron a LA NACION. Y el número de aspirantes es una clara muestra de ello.
Después de 50 años, este pueblo vio incrementar la cantidad de personas alojadas allí de forma exponencial. Algo que fue bienvenido por el propio intendente de Alimena, Giuseppe Scrivano, que en diálogo con TGR dio su opinión al respecto: “Comerciantes, artesanos, empresas de servicio, tuvieron y tienen mucho trabajo, claramente el decreto [de Meloni] nos pone de rodillas”.
Además, la situación inmobiliaria también se habría visto beneficiada tras la llegada de los argentinos a Alimena, quienes adquirieron propiedades abandonadas o en desuso para devolverle la vida al pueblo. Entre los descendientes de italianos que arribaron -jóvenes y algunos con hijos-, se encuentran arquitectos, médicos y enfermeros especializados.
La otra cara de vivir en Alimena
A pesar de que el informe mostró el interés y la felicidad por los argentinos que se instalaron allí, incluso, reconociendo que las fuentes laborales escasean y deben buscarlas en los pueblos aledaños, Manuel González (35), oriundo de La Trinidad, en la provincia de Buenos Aires, habló con LA NACION y contó de cerca los pros y contras de haber desembarcado ahí.
Cuando González se fue de la Argentina se instaló en Angola bajo un proyecto de voluntariado, habiéndose recibido de técnico agropecuario. Allí vivió 10 años y encontró el amor con una mujer angoleña, con quien más tarde se casó y formó una familia. Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba tomó conciencia de que era necesario un cambio para sus vidas y por ello es que, al ser descendiente de italianos, decidió emigrar a la península itálica con el fin de obtener la documentación necesaria.
“Acá llegué el año pasado por los consejos de conocidos. Al principio fue todo muy lindo, es un pueblo chico, muy seguro y la gente te va abriendo la mano de a poco, si te comportás bien”, describió González y agregó: “Esta es una localidad con gente grande, rodeado de montañas, muy agrícola. Es re barato, muy tranquilo y la gente es muy tranquila”.
“En diciembre volví a Angola a buscar a mi familia, la cosa no estaba bien y le dije de irnos para Italia con mis dos hijos. Porque volver a la Argentina… siento que todavía le falta para retornar”, explicó González.
De acuerdo a su experiencia, señaló que no es fácil vivir allí por más que uno entre en confianza con los vecinos. “La verdad que trabajo no hay. Te exploran todo el tiempo. Te quieren ofrecer trabajos que nadie en el mundo los quiere hacer y por dos mangos. Por más que seas un profesional en el área que sea, acá a nadie le interesa. No hay una variedad”, explicó.
Consultado por el día a día, señaló: “Acá hay gente buena y mala como en todos lados. Sí, están abiertos a hacerte la ciudadanía porque es un trámite dispuesto por ley. Pero después, no siento que te den otras oportunidades”.
Acerca de la consternación por parte de los descendientes de italianos y las asociaciones con o sin fines de lucro, frente al decreto ley de la administración de Meloni, González habló a favor de que se haya dispuesto y dio su argumento.
“Había mucha gente que estaba lucrando con eso. Había gestores que te cobraban mucha plata para ayudarte a tramitar la ciudadanía, lucraban sin discreción. La imagen bonita y la emoción de lo que significa adquirir la ciudadanía, de buscar los documentos y las raíces, se me fue con esto”, lamentó.
Antes de concluir, Manuel González fue claro: “La gente mayor acá está muy sola. Que estemos acá a muchos les llama la atención y les da curiosidad. Cuando vine a hacer la ciudadanía con mi hijo, ellos me paraban en la calle y le regalaban galletitas al nene o te daban ropa. Fueron gestos muy lindos, humanos. Así como están los que se acercan, también hay otros que no, porque no les parece bien nuestra presencia acá. Pero hay de todo”.
Cabe remarcar que el 3 de mayo se realizó en la Plaza del Campidoglio, Roma, una manifestación pacífica de italodescendientes, tanto argentinos como de otras naciones donde la inmigración italiana en el siglo XX fue notable, como Brasil, Uruguay, Estados Unidos y Australia. Pese a ello, de momento, no hubo una reacción de Giorgia Meloni, o del vicepremier y canciller, Antonio Tajani, impulsor del decreto Ley 36.
Más allá del decreto que limita el derecho de ciudadanía por ius sanguinis, en este pequeño municipio decidieron plantarse; el testimonio de quienes se animaron Read More