El formato del fútbol de la AFA castiga a los que hicieron méritos para jugar competencias internacionales. Se mezclan los partidos decisivos de los grupos de las copas con las instancias definitorias de lo que es una Copa de Liga y llamaron Torneo Apertura. River está en vías de conseguir aire. Una victoria contra Independiente del Valle, el jueves próximo, en el Monumental, le aseguraría no sólo la clasificación sino también el primer lugar. En ese caso, si se clasificara a la final del torneo local, podría guardar jugadores en el último partido del grupo de la Libertadores para que lleguen frescos a la definición del frente interno. Guardar en la Copa, un lujo de pocos.
Conviene ser cauto con las proyecciones, igualmente. En nuestro ámbito le cuesta a cualquiera jugar bien un mes seguido. River completó, por ahora, tres semanas de buenas noticias. Antes le faltaba gol; llegó a tener los peores números ¡de su historia! River significa equipos ofensivos, efectividad, delanteros de jerarquía. Todavía hay espacio para las identidades futbolísticas de los clubes. Esa sequía significaba casi una afrenta. Pasó de convertir 14 goles en 16 encuentros a 14 en 5. El promedio de toda la vida del club es de 1,80 gol por partido y en esa racha no llegaba a 1, pero en la suma del año ya supera el 1,3. Volvió a afilar el colmillo.
Alerta: así como le fluye lo que le costaba, sufre en lo que se lucía. La solidez se transformó en vulnerabilidad. Armani no puede solo. El que lo ataca le llega. Los jugadores de selección (Lucas Martínez Quarta, Germán Pezzella) no terminan de consolidarse. Pero sufre más por funcionamiento. El River de Gallardo se defiende con la guardia baja. No son los únicos problemas que debe solucionar. Las lesiones musculares fueron demasiadas. Un buen Enzo Pérez sigue mejorando a un equipo, pero a los 70 minutos suele necesitar un reemplazo. Tiene que mejorar en la presión; que sea colectiva, coordinada, no sólo las voluntades de todos. Le falta, en definitiva, el partido completo.
Franco Mastantuono no puede estar afuera, rara vez deja la cancha. Pero existen diferencias entre aquel River sin jugadas de equipo, dependiente de lo que pudiera hacer el más joven de todos, a este en el que se juntan varios y despunta el pibe. A propósito, ya se repitió que Mastantuono juega con naturalidad, que conduce al resto como si tuviera más de 17 años. También tiene una intensidad y una fortaleza física propias de un futbolista más curtido. Lo buscan, pero no lo mueven.
El tiempo suele darle la razón a Gallardo. En otros tiempos, que haya bancado a jugadores como Nicolás de la Cruz, Milton Casco, Pity Martínez y hasta Nacho Fernández redituó en que futbolistas cuestionados se transformaran en ovacionados. Los tiempos acelerados no se llevan puestas sus ideas. No las negocia. El límite entre convicción y capricho es fino en el fútbol. Cuando no faltaba casi nada para hablar de su tozudez, el técnico volvió a ganar.
Su apuesta por Sebastián Driussi como centrodelantero, en desmedro de Miguel Borja, no tenía mucho sustento más allá de que el combo del colombiano incluya displicencia en varias acciones. Driussi no es un 9 convencional. Bien, últimamente mostró concepto en tres cuartos de cancha, supo cuándo y cómo descargar, y convirtió en cinco partidos consecutivos. Facundo Colidio jugaba muy tirado a la izquierda, parecía enrejado entre la línea y el lateral rival. Ya lo había dispuesto así Martín Demichelis; no se entendía por qué Gallardo continuaba esa idea. Bien, desde allí Colidio gambeteó varias veces a Advíncula en el superclásico, enganchó para un golazo contra Vélez, armó juego en Guayaquil y le agregó regularidad a sus apariciones de clase.
A veces Gallardo respalda, en otras se la juega por la furiosa actualidad. Había aroma a despedida de Nacho Fernández. De hecho los hinchas de Gimnasia le hicieron saber recientemente su descontento por no haber regresado en un momento de necesidad. Si jugaba poco en River, creían que era la chance para volver a la casa de los padres. Ingresó un par de veces con criterio (contra Talleres y en Quito) y ahora acumula dos titularidades consecutivas. En enero de 2018, Jonathan Maidana le había planteado al técnico que, al creer que jugaría poco, prefería irse al Toluca de México; Gallardo le respondió que prefería tenerlo cerca. Once meses después, Maidana levantaría como titular la Copa Libertadores en Madrid. Hay que saber tocar la fibra.
Regresó el maridaje. Se había hecho esperar. Entre los cinco meses del año pasado y el arranque borroso de este, hubo tiempo para que aparecieran las conjeturas. Tiene que empezar a ratificarlo ahora en instancias decisivas del torneo, pero apareció el River de Gallardo. Apareció por el nivel de algunos jugadores y por las decisiones del entrenador. Los técnicos viven volando de sus cargos. Para permanecer, pueden caer en decisiones no del todo pensadas. A Gallardo no lo mueve la impaciencia general. Banca lo que piensa. Sus ideas, hasta que duela. Sin seguridad del jefe, no hay confianza del grupo. Los proyectos son las personalidades.
El formato del fútbol de la AFA castiga a los que hicieron méritos para jugar competencias internacionales. Se mezclan los partidos decisivos de los grupos de las copas con las instancias definitorias de lo que es una Copa de Liga y llamaron Torneo Apertura. River está en vías de conseguir aire. Una victoria contra Independiente del Valle, el jueves próximo, en el Monumental, le aseguraría no sólo la clasificación sino también el primer lugar. En ese caso, si se clasificara a la final del torneo local, podría guardar jugadores en el último partido del grupo de la Libertadores para que lleguen frescos a la definición del frente interno. Guardar en la Copa, un lujo de pocos.
Conviene ser cauto con las proyecciones, igualmente. En nuestro ámbito le cuesta a cualquiera jugar bien un mes seguido. River completó, por ahora, tres semanas de buenas noticias. Antes le faltaba gol; llegó a tener los peores números ¡de su historia! River significa equipos ofensivos, efectividad, delanteros de jerarquía. Todavía hay espacio para las identidades futbolísticas de los clubes. Esa sequía significaba casi una afrenta. Pasó de convertir 14 goles en 16 encuentros a 14 en 5. El promedio de toda la vida del club es de 1,80 gol por partido y en esa racha no llegaba a 1, pero en la suma del año ya supera el 1,3. Volvió a afilar el colmillo.
Alerta: así como le fluye lo que le costaba, sufre en lo que se lucía. La solidez se transformó en vulnerabilidad. Armani no puede solo. El que lo ataca le llega. Los jugadores de selección (Lucas Martínez Quarta, Germán Pezzella) no terminan de consolidarse. Pero sufre más por funcionamiento. El River de Gallardo se defiende con la guardia baja. No son los únicos problemas que debe solucionar. Las lesiones musculares fueron demasiadas. Un buen Enzo Pérez sigue mejorando a un equipo, pero a los 70 minutos suele necesitar un reemplazo. Tiene que mejorar en la presión; que sea colectiva, coordinada, no sólo las voluntades de todos. Le falta, en definitiva, el partido completo.
Franco Mastantuono no puede estar afuera, rara vez deja la cancha. Pero existen diferencias entre aquel River sin jugadas de equipo, dependiente de lo que pudiera hacer el más joven de todos, a este en el que se juntan varios y despunta el pibe. A propósito, ya se repitió que Mastantuono juega con naturalidad, que conduce al resto como si tuviera más de 17 años. También tiene una intensidad y una fortaleza física propias de un futbolista más curtido. Lo buscan, pero no lo mueven.
El tiempo suele darle la razón a Gallardo. En otros tiempos, que haya bancado a jugadores como Nicolás de la Cruz, Milton Casco, Pity Martínez y hasta Nacho Fernández redituó en que futbolistas cuestionados se transformaran en ovacionados. Los tiempos acelerados no se llevan puestas sus ideas. No las negocia. El límite entre convicción y capricho es fino en el fútbol. Cuando no faltaba casi nada para hablar de su tozudez, el técnico volvió a ganar.
Su apuesta por Sebastián Driussi como centrodelantero, en desmedro de Miguel Borja, no tenía mucho sustento más allá de que el combo del colombiano incluya displicencia en varias acciones. Driussi no es un 9 convencional. Bien, últimamente mostró concepto en tres cuartos de cancha, supo cuándo y cómo descargar, y convirtió en cinco partidos consecutivos. Facundo Colidio jugaba muy tirado a la izquierda, parecía enrejado entre la línea y el lateral rival. Ya lo había dispuesto así Martín Demichelis; no se entendía por qué Gallardo continuaba esa idea. Bien, desde allí Colidio gambeteó varias veces a Advíncula en el superclásico, enganchó para un golazo contra Vélez, armó juego en Guayaquil y le agregó regularidad a sus apariciones de clase.
A veces Gallardo respalda, en otras se la juega por la furiosa actualidad. Había aroma a despedida de Nacho Fernández. De hecho los hinchas de Gimnasia le hicieron saber recientemente su descontento por no haber regresado en un momento de necesidad. Si jugaba poco en River, creían que era la chance para volver a la casa de los padres. Ingresó un par de veces con criterio (contra Talleres y en Quito) y ahora acumula dos titularidades consecutivas. En enero de 2018, Jonathan Maidana le había planteado al técnico que, al creer que jugaría poco, prefería irse al Toluca de México; Gallardo le respondió que prefería tenerlo cerca. Once meses después, Maidana levantaría como titular la Copa Libertadores en Madrid. Hay que saber tocar la fibra.
Regresó el maridaje. Se había hecho esperar. Entre los cinco meses del año pasado y el arranque borroso de este, hubo tiempo para que aparecieran las conjeturas. Tiene que empezar a ratificarlo ahora en instancias decisivas del torneo, pero apareció el River de Gallardo. Apareció por el nivel de algunos jugadores y por las decisiones del entrenador. Los técnicos viven volando de sus cargos. Para permanecer, pueden caer en decisiones no del todo pensadas. A Gallardo no lo mueve la impaciencia general. Banca lo que piensa. Sus ideas, hasta que duela. Sin seguridad del jefe, no hay confianza del grupo. Los proyectos son las personalidades.
El técnico de River no se corrió de lo planificado pese a las críticas que empezaban a hacerse oír: el Millonario está en alza y completó tres semanas de buenas noticias Read More