Horacio Elizondo: “Yo no lo voy a ver, pero nos van a dirigir robots”

Horacio Elizondo eligió vivir en medio del campo durante mucho tiempo. Prefería hacer cientos de kilómetros para llevar adelante su carrea arbitral, pero al final del día escuchar los grillos en su casa de la pequeña localidad de Parada Robles, partido de Exaltación de la Cruz. Era una celebridad invisible para la vidriera. Pero crecieron sus hijos y las rutinas escolares empujaron a buscar una urbanización. Pilar o Luján aparecieron como opciones… y hace casi dos décadas que desde su vereda se distinguen las torres de la Basílica que se elevan 106 metros. “En Luján hace años que dejé de ser un ciudadano ilustre, soy un habitante más y la gente me ve haciendo los mandados, jugando al pádel y charlando con los vecinos”, cuenta Elizondo, a gusto con su condición de hombre cualquiera. No hay nada a la vista que indique que allí vive. “Quizás en algún cajón, porque lo guardó mi señora”, dice sin más precisión sobre objetos de su carrera.

Nunca un árbitro había dirigido el partido inaugural y la final de un Mundial hasta Elizondo en Alemania 2006. Ya está en sepia, para él. “Siempre hay una referencia, un gesto de amabilidad por quien fui que ya no tendrían que tener mis vecinos, pero cuando ando por otros lados o países noto que me miran dos o tres veces, tal vez porque ahora tengo barba, y se codean como preguntándose es o no es… “¿Usted es Horacio Elizondo?”, me consultan. “Sí, soy Horacio Elizondo… pero con 30 años más”, bromeo. Me tratan muy bien. Y los que no me conocieron… quizás por un video pasan a tener alguna idea: “Es el de la roja a Zidane”, jajaja.

–¿Estás harto del ‘episodio Zidane’?

–En algún momento de mi vida me resigné… Bueno, yo voy a ser el contador de esa anécdota hasta el día que me muera. ‘¿Qué pasó ahí?’, he escuchado tantas veces y lo seguiré escuchando, jaja. ‘¿Por qué lo echó, pero cómo fue?, cuénteme’. Y mirá que lo conté, lo hice público, en distintas plataformas para que de alguna manera más gente se fuera enterando, pero por lo visto no es lo mismo que se los cuente personalmente, jaja. El tema me va a acompañar toda la vida, ya lo incorporé.

–¿Cuántas veces lo viste a Zidane después de ese partido?

–Dos veces. La primera vez compartimos el mismo lugar, en la sede de la FIFA, en Suiza, cuando después del Mundial nos tomaron declaraciones a todos, pero no nos cruzamos. Y en 2007 sí, estuvimos trabajando juntos, en España, durante una semana para una empresa de ropa. Y ahí si nos pudimos conocer porque compartimos desayunos, almuerzos y creo que los dos hicimos un ejercicio muy interesante, que fue dejar el Mundial de lado, y eso que solo habían pasado algunos meses. Hablamos de nuestras vidas, y todos estábamos con nuestras familias, entonces pudimos detenernos más en las personas. Nuestra relación fue excelente, y recuerdo que también estaba Ancelotti. Solo puedo hablar muy bien de Zidane.

–No había lugar para reclamos…

–No. Y en la cancha solo me dijo: “¿Usted vio lo que pasó antes?”. Y yo le dije que no, que estaba del otro lado. Y él insistió: “¿Ni siquiera escucharon?” Ahí me di cuenta de que el origen de todo era porque Materazzi había dicho algo. Pero no tenía elementos de nadie para decir que Materazzi había dicho tal cosa. Si yo hubiera tenido elementos en esa dirección, se iban los dos.

–La duda es si el cuarto árbitro, el español Medina Cantalejo, quien te advierte del cabezazo, realmente lo vio en la cancha o se valió de un monitor, algo que entonces estaba prohibido.

–Mucha gente cuestionó la decisión, amparándose en que lo podía haber visto en alguna pantalla. En ese Mundial comenzaron a repetirse las acciones en las pantallas de los estadios, pero esa no, porque las conflictivas no se emitían. Atrás de Medina Cantalejo, a unos 8 metros, estaban los de media de la FIFA, que tienen monitor, entonces muchos creyeron que se había fijado ahí. Yo tengo que creer en Medina Cantalejo, que me juró por el intercomunicador que la vio, y fue la información que me envió.

–Entonces montaste un acting: fuiste hasta Darío García, el línea para que pareciera que él te daba la notificación y luego le mostraste la roja a Zidane.

–Sí. Ahí me salió el argentino que en fracción de segundos tiene que solucionar problemas. No es solamente tomar decisiones, sino cómo administrarlas haciendo una lectura del escenario. Había que buscar una herramienta de comunicación para que se entendiera. Entonces salió esa solución posible en medio del marco que estábamos atravesando, pero si no hubiese vivido en la Argentina eso no lo hubiera podido hacer. Ni loco. No me hubiese surgido, porque no hubiera estado en mi esencia buscar esa solución.

¿Cuántos árbitros dirigieron a Maradona y a Messi? Elizondo seguro, mientras buscamos otro. A Diego profesionalmente, y a Leo, en los amistosos entre amigos del rosarino y de Ronaldinho. “Cuando repaso el Mundial, las Copas América, los Juegos Olímpicos, las finales de Libertadores, todos los superclásicos, todo ese piripipi y de pronto me encuentro paradito con ellos, por lo menos un ratito al lado de los dos más grandes de la historia… ufff, creo que eso ha sido más importante que todo lo demás”, compara Horacio, que anda por los 61 años. Abuelo, con dos nietos de sus cuatro hijos que nada tienen que ver con el fútbol. Su dinámica laboral lo llevó por todo el mundo como árbitro, y también ahora en su función docente, en la formación de jueces. Trabajó en Paraguay, en Costa Rica y ayer viajó a México para asumir una nueva aventura en Toluca, en la Federación.

–A tu recorrido le podemos sumar a Castrilli en Chile, y Patricio Lousteau trabaja en Brasil y Pitana lo hace para la Federación de Ecuador… ¿Qué explicación tiene este fenómeno?

–Creo que se debe a un conjunto de situaciones. Y compararía esta singularidad con los entrenadores argentinos, que también están por todo el mundo. Creo que somos buenos… Los argentinos tenemos talento para conducir, para armar proyectos. Mi generación es hija de una gran escuela de formación, en los ‘80 y ‘90, con Ángel Coerezza a la cabeza. Y hablo de Baldassi, Sanchez, Lousteau padre, Bava, Biscay, Lamolina, Castrilli… a todos nos formó esa escuela de avanzada. Luego se cambió la figura y pasó a ser un Colegio, con una dirigencia fuerte que empezó a conducir el arbitraje y la parte formativa quedó muuuy relegada. De estos dos modelos, después llego yo y nace la DFA, la Dirección de Formación Arbitral, pero inspirada en mi formación, más todos los cambios que introdujo la escuela española en la FIFA a partir de 2003. Pero mi trabajo en Paraguay y en Costa Rica ha sido distinto al que realizaré en México.

–¿Por qué?

–En Paraguay, en 2015, se trató de armar una estructura desde cero. Y cuando la armé, me fui. Volví en 2019 y esa estructura había cedido un poco. Y en Costa Rica fue igual, fui a armar un proyecto. Ciclos cortos en los que se pueda montar un esquema moderno, y por cierto, en ambos países pudimos instrumentar el VAR. Paraguay fue la segunda asociación, junto con Chile, porque hasta entonces solo Brasil lo tenía, y Costa Rica, entre 40 países de la Concacaf, fue el tercero en adoptar el VAR. Mi trabajo, para que se entienda, fue: había un campo y se quería plantar determinado cultivo, entonces se trataba de diagnosticar el tipo de tierra, elegir cómo fertilizarla, arar el campo, plantar la semilla, ver crecer la planta y ahí, retirarse. Fui una opción para aquellas asociaciones que necesitaban armar una estructura arbitral fuerte, además de hacerme cargo de todo el arbitraje del país, claro. Me fui muy bien de ambos lugares, aunque siempre puede haber críticas de la prensa o algunos dirigentes enojados. Son las reglas del juego.

–¿Y México qué te demandará?

–México me planteará volver a mis principios, cuando había un presidente del Colegio de Árbitros, que era Jorge Romo, y yo era el Director de Formación. Éramos el 1-2, yo en la parte técnica y él en la parte más dirigencial. Ahora haré eso: Juan Manuel Herrero es el director general, que vendría a ser el presidente del Colegio de aquella época, y yo seré el Director de Formación. Volveré a estar el 100% en la formación y el entrenamiento de los árbitros, que, creo, es una de mis cualidades. Mi experiencia como presidente ya la tuve en dos países y también tenía la necesidad de salir un poco de la línea de fuego… son muchos años y ya debo tener como 50 o 60 balazos en el cuerpo. Ahora voy a un lugar para reencontrarme con mi esencia, porque yo soy docente. Acá ya no tendré que ocuparme de supervisar tooooodo el campo, a lo sumo serán algunas hectáreas. En México voy a buscar resultados, lo que nunca hice: levantar la cosecha.

–Una vez retirado como árbitro, trabajaste en la AFA en 2008 y volviste en 2016. Después, siempre en el extranjero. ¿No lo harás más para tu país?

–… En 2008 creamos la DFA, la Dirección de Formación Arbitral, que hoy se transformó en la DNA, la Dirección Nacional de Arbitraje, pero es aquella estructura. Con el tiempo descubrí que tengo una etiqueta muy internacional; aquello que hicimos en 2008 me gustó mucho, pero también duró muy poco. Quizás con algunos ruidos dentro de la gestión, me salió la oportunidad de ser instructor de la FIFA y partí. ¿Pero por qué me salgo? Porque el campo ya estaba arado y sembrado. Y volví en 2016, en la etapa de la Comisión Normalizadora, pero con otro desafío: acomodar el arbitraje; hice un diagnóstico, lo volqué y ellos tomaron las decisiones. Luego llegaron las elecciones, llegó Claudio Tapia, me recibió muy bien y seguí unos meses hasta que en él consiguiera quién iba a ser su presidente de la comisión arbitral. Me fui con Telemundo al Mundial de Rusia a analizar el arbitraje y al volver ya se produjo el cambio en la AFA. Esa segunda vez en la Argentina fue dar una mano por un tiempo determinado, con una fecha de vencimiento que yo tenía muy clara.

–Trabajaste con Grondona y con Tapia. ¿Podés compararlos?

–Con Julio estuve toda mi vida como árbitro, y además, en algún momento fui secretario de la Asociación Argentina de Árbitros, es decir que también tenía reuniones con Julio como secretario del gremio, y esa era una parada mucho más difícil. Creo que, en líneas generales, por nuestra forma de conducir, nuestra cultura y cómo se hace política en este país, son bastante parecidos. La AFA siempre tuvo un tipo de manejo y creo que Tapia sigue dentro de esa forma histórica. Más allá de los cambios de época, en el origen creo que son bastante similares.

–La FIFA impulsó desde 2003 el desarrollo arbitral, con mucha inversión. Tanta capacitación y profesionalización, ¿sirvió? ¿Las nuevas camadas son mucho mejores que ustedes?

–El desarrollo de la preparación del árbitro es exponencial. Antes del 2003 era muy escasa la estructura de preparación, entonces se los orientaba para que sobreviviera el más apto, y eso, desde el lado positivo, construía líderes muy fuertes. Los árbitros en esa época tenían mucha personalidad, el trabajo en equipo con los asistentes no exista y había un fuerte personalismo. Lo que trataban de construir eran naves de guerra. Y luego cambió todo a un trabajo en equipo, se piensa por cuatro no por uno, aparecieron los intercomunicadores y la toma de decisiones dejó de ser el resorte de una sola persona. Y a todo esto hay que agregarles los cambios culturales, los cambios de época; eran muy distintos los chicos de hace 30/40años comparados con los chicos de hoy, y lo veo también reflejado en mis hijos. Yo, a los 13 años, ya repartía diarios para llevar unos pesitos a casa, y estudiaba y entrenaba. Y cuando crecimos y fuimos padres buscamos acomodar un poco la vida de nuestros hijos para evitarles esos pasos y, sin quererlo, fuimos construyendo generaciones menos tolerantes a la frustración.

–¿Seguís el referato argentino? Está lleno de cuestionamientos…

–Veo, veo. No estoy 100% metido, pero veo algunos partidos de árbitros que a mí me interesan para ver cómo sigue su evolución. No lo miro para ver cómo está el arbitraje argentino, ahí mucho no podría decir, salvo que advierto mucho ruido… nada más que eso. Pero miro cuando dirige Facundo Tello porque tuve que ver en su formación… O a Maxi Ramírez, a quien hice debutar y lo sigo, sin meterme en su desarrollo arbitral… Solo algunos mensajes esporádicos, como ‘suerte’, ‘vas bien’ o ‘te felicito por esto o por lo otro…’ Como si fuera un DT de un equipo, que también mira a otro equipo porque te gusta cómo juega. Lo miro desde otro lugar, más tranquilo y distendido, diferente a lo que me pasa con árbitros de Paraguay o de Costa Rica a los que todavía sigo coucheando, desde afuera, especialmente en el desarrollo humano, porque ahí está la gran clave.

–Pasan las generaciones arbitrales argentinas y se mantiene una línea: son discutidos acá y valorados internacionalmente. ¿El culpable es el contexto?

–Tal cual. Dante Panzeri dijo que ‘se juega como se vive’, ¿no? Bueno, se dirige como se vive también. Es un país con tanto sisma político, con tantos vaivenes económicos, tan frágil y expuesto en temas de seguridad, un país donde lo no deseado te termina entrenando. Desde que vos salís por la puerta de tu casa, hasta que volvés, es increíble la cantidad de decisiones que tenés que tomar debido a todos los problemas que debés enfrentar. Vivimos en una histeria insoportable, donde nada nos parece bueno y sí malo, estamos muy entrenados para apuntar a lo negativo. Somos así, estamos esperando eso, tenemos un morbo muy exacerbado. ¿Cómo se puede vivir así? Es que no se vive, apenas se sobrevive. Y cuando vas a un lugar donde todo está más o menos acomodado, claro, te liberás de un montón de cosas, sos más vos, ya no estás tan conflictuado o intoxicado por tu hábitat, y por eso los árbitros argentinos tienen niveles de excelencia pura en el mundo. ¿Dónde es más difícil dirigir? En ningún lugar es peor que en la Argentina. Si dirigís en la Argentina, podés dirigir en cualquier lugar del mundo.

–Ante un diagnóstico tan crudo, si un joven quisiere ser árbitro, ¿por qué lo estimularías?

–Los árbitros tienen una estructura psicológica sadomasoquista. Si no sos un poco sadomasoquista no podés entrar en un campo de juego. Si vos le decís a un pibe ‘mirá que te van a putear todos los días, nadie te va a querer, te van a insultar, a agredir, nadie te va a respetar, te vas a tener que hacer respetar solo, etc, etc’, creo especialmente con estas generaciones de hoy, ese pibe sale corriendo. En definitiva, tenés que tener una estructura psicológica especial que te permita sentirte alegre y a gusto tomando decisiones mientras te lanzan al foso con 22 leones. Tenés que ser muy especial para desear estar ahí, para querer tomar decisiones en pleno caos. El desarrollo instintivo de un árbitro, acá, es que encuentre el disfrute moviéndose en el caos.

–Antes hablabas de una juventud esquiva a convivir con el fracaso y el dolor. Estadísticamente, ¿sabés si cada vez hay menos interesados en ser árbitro?

–Los chicos hoy apuntan a otra cosa. En todos los países que estuve va mermando la cantidad de interesados en arbitrar, sí, cada vez hay menos. Los chicos hoy buscan otra cosa para su vida. Y hay menos en cantidad y en calidad, porque se fueron desarrollando de otra manera.

–¿Llegará el día que un robot dirigirá un partido de fútbol?

–Yo no lo voy a ver, pero creo que sí. Nunca mi imaginé que iba a ver el desarrollo de Internet, de la Inteligencia Artificial… ni de un celular… y acá estamos. Creo que sí, que el avance tecnológico irá hasta introduciendo nociones robóticas, quizás en aspectos más objetivos, que no necesiten tanto de criterios y que se pueda resolver rápidamente. Como el fuera de juego semiautomático, que hay que ponerlo cuanto antes y en todos lados. Te ahorra un montón de tiempo y tiene precisión. Es como el Ojo de Halcón en el tenis: la voz virtual te dice noooooo y listo, ya está, no se discute más nada y seguimos. Yo no lo voy a ver, pero es muy posible que el día de mañana nos dirijan robots, sí.

–Hablemos del VAR…

–El avance de la tecnología, no solo en el futbol sino también en otras profesiones, ha hecho que de alguna manera perdamos de vista el desarrollo humano. Mucha tecnología, pero no le estamos dando al ser humano herramientas para que se desarrolle mejor, aunque sea a un ritmo más lento. Si yo no intento que el árbitro crezca y se desarrolle como persona, ¿qué le voy a estar hablando de arbitraje? El avance de la tecnológica está haciendo perder de vista el desarrollo humano.

–¿Pero la herramienta sirve?

–El VAR es fantástico. Antes del año 2000, porque cada vez había más cámaras en el fútbol, en una entrevista dije que los árbitros merecían tener la asistencia tecnológica. Era injusto. Se tardó mucho en el deporte, y el fútbol mucho más aun, aunque hay que reconocer que el fútbol es más complejo que otras disciplinas. Y además, el fútbol es el mundo, y en Argentina mucho más. Acá el fútbol es todo. El país está organizado más alrededor del fútbol que de otras actividades, que por supuesto son más esenciales. El argentino puede estar pasando cualquier necesidad, pero no le toqués el fútbol. Y esta particularidad es única en el mundo.

–¿Cómo mejorarías el VAR?

–El VAR debutó en 2018, tiene 7 años… es decir que sigue siendo un chico, no creamos que tiene tanto desarrollo. Creo que el fuera de juego semiautomático será un gran avance en la medida que se aplique y, además, se podría ampliar un poquito el protocolo y para que te permita ver si es un saque de meta o un tiro de esquina, porque de un tiro de esquina puede venir un gol, y si no fue tiro de esquina y termina en gol, hay problemas. Se podría medir de alguna manera, quizás no la primera, pero sí la segunda tarjeta amarilla que es causal de expulsión… Hoy, evaluar las tarjetas amarillas ya no es tan complicado, es cuestión de segundos. Creo que se podría ir avanzando hacia un protocolo más amplio. Y en cuanto a los árbitros de campo habría que exigirles más compromiso. Que no tenga más sostén la frase ‘cualquier cosa el VAR me llama’. No, ese concepto hay que desterrarlo. De manera contundente hay que exigirles a los árbitros de campo que tomen decisiones, porque si te pongo y el VAR te llama tres veces, mi pregunta es ‘¿para qué te puse?’. Que tengan compromiso, y si después el VAR tiene que intervenir, que intervenga. El VAR es un colaborador, tiene el mismo gradiente que el juez de línea, es un asistente, es un colaborador, no es alguien que va a tomar las decisiones por vos.

–¿Qué te parece el crecimiento de las mujeres en el arbitraje?

–Me encantan, me encantan… Con ellas tengo una forma de trabajar distinta y me adapto muy bien. Ellas tienen una sensibilidad muy diferente en su forma de trabajar y de ejecutar. Vos y yo podemos tener una diferencia y vamos a negociar cinco millones de veces, la mujer no. La mujer te avisa una vez y a la segunda te corta la cabeza. Desde ese lugar me encanta su modelo; quizás, sí, necesitan trabajar más su desarrollo físico para estar más equiparadas con el fútbol profesional masculino. Pero me encanta que dirijan a hombres, me encanta que se superen… cuando veo mujeres con cierto potencial les dedico más tiempo que a los varones.

–¿Y los hombres estamos abiertos a compartir el poder?

–Nos va a seguir costando mientras no mueran las generaciones más viejas, que están formadas hacia el machirulo. Las nuevas ya lo ven como un elemento más, ya no distinguen ni diferencian. La Argentina todavía es una sociedad machista, pero si retrocedo 30 años y trazo una comparación hemos avanzado muchísimo en este campo, pero no nos podemos conformar: todavía nos falta un montón para acompañar la evolución del mundo.

Horacio Elizondo eligió vivir en medio del campo durante mucho tiempo. Prefería hacer cientos de kilómetros para llevar adelante su carrea arbitral, pero al final del día escuchar los grillos en su casa de la pequeña localidad de Parada Robles, partido de Exaltación de la Cruz. Era una celebridad invisible para la vidriera. Pero crecieron sus hijos y las rutinas escolares empujaron a buscar una urbanización. Pilar o Luján aparecieron como opciones… y hace casi dos décadas que desde su vereda se distinguen las torres de la Basílica que se elevan 106 metros. “En Luján hace años que dejé de ser un ciudadano ilustre, soy un habitante más y la gente me ve haciendo los mandados, jugando al pádel y charlando con los vecinos”, cuenta Elizondo, a gusto con su condición de hombre cualquiera. No hay nada a la vista que indique que allí vive. “Quizás en algún cajón, porque lo guardó mi señora”, dice sin más precisión sobre objetos de su carrera.

Nunca un árbitro había dirigido el partido inaugural y la final de un Mundial hasta Elizondo en Alemania 2006. Ya está en sepia, para él. “Siempre hay una referencia, un gesto de amabilidad por quien fui que ya no tendrían que tener mis vecinos, pero cuando ando por otros lados o países noto que me miran dos o tres veces, tal vez porque ahora tengo barba, y se codean como preguntándose es o no es… “¿Usted es Horacio Elizondo?”, me consultan. “Sí, soy Horacio Elizondo… pero con 30 años más”, bromeo. Me tratan muy bien. Y los que no me conocieron… quizás por un video pasan a tener alguna idea: “Es el de la roja a Zidane”, jajaja.

–¿Estás harto del ‘episodio Zidane’?

–En algún momento de mi vida me resigné… Bueno, yo voy a ser el contador de esa anécdota hasta el día que me muera. ‘¿Qué pasó ahí?’, he escuchado tantas veces y lo seguiré escuchando, jaja. ‘¿Por qué lo echó, pero cómo fue?, cuénteme’. Y mirá que lo conté, lo hice público, en distintas plataformas para que de alguna manera más gente se fuera enterando, pero por lo visto no es lo mismo que se los cuente personalmente, jaja. El tema me va a acompañar toda la vida, ya lo incorporé.

–¿Cuántas veces lo viste a Zidane después de ese partido?

–Dos veces. La primera vez compartimos el mismo lugar, en la sede de la FIFA, en Suiza, cuando después del Mundial nos tomaron declaraciones a todos, pero no nos cruzamos. Y en 2007 sí, estuvimos trabajando juntos, en España, durante una semana para una empresa de ropa. Y ahí si nos pudimos conocer porque compartimos desayunos, almuerzos y creo que los dos hicimos un ejercicio muy interesante, que fue dejar el Mundial de lado, y eso que solo habían pasado algunos meses. Hablamos de nuestras vidas, y todos estábamos con nuestras familias, entonces pudimos detenernos más en las personas. Nuestra relación fue excelente, y recuerdo que también estaba Ancelotti. Solo puedo hablar muy bien de Zidane.

–No había lugar para reclamos…

–No. Y en la cancha solo me dijo: “¿Usted vio lo que pasó antes?”. Y yo le dije que no, que estaba del otro lado. Y él insistió: “¿Ni siquiera escucharon?” Ahí me di cuenta de que el origen de todo era porque Materazzi había dicho algo. Pero no tenía elementos de nadie para decir que Materazzi había dicho tal cosa. Si yo hubiera tenido elementos en esa dirección, se iban los dos.

–La duda es si el cuarto árbitro, el español Medina Cantalejo, quien te advierte del cabezazo, realmente lo vio en la cancha o se valió de un monitor, algo que entonces estaba prohibido.

–Mucha gente cuestionó la decisión, amparándose en que lo podía haber visto en alguna pantalla. En ese Mundial comenzaron a repetirse las acciones en las pantallas de los estadios, pero esa no, porque las conflictivas no se emitían. Atrás de Medina Cantalejo, a unos 8 metros, estaban los de media de la FIFA, que tienen monitor, entonces muchos creyeron que se había fijado ahí. Yo tengo que creer en Medina Cantalejo, que me juró por el intercomunicador que la vio, y fue la información que me envió.

–Entonces montaste un acting: fuiste hasta Darío García, el línea para que pareciera que él te daba la notificación y luego le mostraste la roja a Zidane.

–Sí. Ahí me salió el argentino que en fracción de segundos tiene que solucionar problemas. No es solamente tomar decisiones, sino cómo administrarlas haciendo una lectura del escenario. Había que buscar una herramienta de comunicación para que se entendiera. Entonces salió esa solución posible en medio del marco que estábamos atravesando, pero si no hubiese vivido en la Argentina eso no lo hubiera podido hacer. Ni loco. No me hubiese surgido, porque no hubiera estado en mi esencia buscar esa solución.

¿Cuántos árbitros dirigieron a Maradona y a Messi? Elizondo seguro, mientras buscamos otro. A Diego profesionalmente, y a Leo, en los amistosos entre amigos del rosarino y de Ronaldinho. “Cuando repaso el Mundial, las Copas América, los Juegos Olímpicos, las finales de Libertadores, todos los superclásicos, todo ese piripipi y de pronto me encuentro paradito con ellos, por lo menos un ratito al lado de los dos más grandes de la historia… ufff, creo que eso ha sido más importante que todo lo demás”, compara Horacio, que anda por los 61 años. Abuelo, con dos nietos de sus cuatro hijos que nada tienen que ver con el fútbol. Su dinámica laboral lo llevó por todo el mundo como árbitro, y también ahora en su función docente, en la formación de jueces. Trabajó en Paraguay, en Costa Rica y ayer viajó a México para asumir una nueva aventura en Toluca, en la Federación.

–A tu recorrido le podemos sumar a Castrilli en Chile, y Patricio Lousteau trabaja en Brasil y Pitana lo hace para la Federación de Ecuador… ¿Qué explicación tiene este fenómeno?

–Creo que se debe a un conjunto de situaciones. Y compararía esta singularidad con los entrenadores argentinos, que también están por todo el mundo. Creo que somos buenos… Los argentinos tenemos talento para conducir, para armar proyectos. Mi generación es hija de una gran escuela de formación, en los ‘80 y ‘90, con Ángel Coerezza a la cabeza. Y hablo de Baldassi, Sanchez, Lousteau padre, Bava, Biscay, Lamolina, Castrilli… a todos nos formó esa escuela de avanzada. Luego se cambió la figura y pasó a ser un Colegio, con una dirigencia fuerte que empezó a conducir el arbitraje y la parte formativa quedó muuuy relegada. De estos dos modelos, después llego yo y nace la DFA, la Dirección de Formación Arbitral, pero inspirada en mi formación, más todos los cambios que introdujo la escuela española en la FIFA a partir de 2003. Pero mi trabajo en Paraguay y en Costa Rica ha sido distinto al que realizaré en México.

–¿Por qué?

–En Paraguay, en 2015, se trató de armar una estructura desde cero. Y cuando la armé, me fui. Volví en 2019 y esa estructura había cedido un poco. Y en Costa Rica fue igual, fui a armar un proyecto. Ciclos cortos en los que se pueda montar un esquema moderno, y por cierto, en ambos países pudimos instrumentar el VAR. Paraguay fue la segunda asociación, junto con Chile, porque hasta entonces solo Brasil lo tenía, y Costa Rica, entre 40 países de la Concacaf, fue el tercero en adoptar el VAR. Mi trabajo, para que se entienda, fue: había un campo y se quería plantar determinado cultivo, entonces se trataba de diagnosticar el tipo de tierra, elegir cómo fertilizarla, arar el campo, plantar la semilla, ver crecer la planta y ahí, retirarse. Fui una opción para aquellas asociaciones que necesitaban armar una estructura arbitral fuerte, además de hacerme cargo de todo el arbitraje del país, claro. Me fui muy bien de ambos lugares, aunque siempre puede haber críticas de la prensa o algunos dirigentes enojados. Son las reglas del juego.

–¿Y México qué te demandará?

–México me planteará volver a mis principios, cuando había un presidente del Colegio de Árbitros, que era Jorge Romo, y yo era el Director de Formación. Éramos el 1-2, yo en la parte técnica y él en la parte más dirigencial. Ahora haré eso: Juan Manuel Herrero es el director general, que vendría a ser el presidente del Colegio de aquella época, y yo seré el Director de Formación. Volveré a estar el 100% en la formación y el entrenamiento de los árbitros, que, creo, es una de mis cualidades. Mi experiencia como presidente ya la tuve en dos países y también tenía la necesidad de salir un poco de la línea de fuego… son muchos años y ya debo tener como 50 o 60 balazos en el cuerpo. Ahora voy a un lugar para reencontrarme con mi esencia, porque yo soy docente. Acá ya no tendré que ocuparme de supervisar tooooodo el campo, a lo sumo serán algunas hectáreas. En México voy a buscar resultados, lo que nunca hice: levantar la cosecha.

–Una vez retirado como árbitro, trabajaste en la AFA en 2008 y volviste en 2016. Después, siempre en el extranjero. ¿No lo harás más para tu país?

–… En 2008 creamos la DFA, la Dirección de Formación Arbitral, que hoy se transformó en la DNA, la Dirección Nacional de Arbitraje, pero es aquella estructura. Con el tiempo descubrí que tengo una etiqueta muy internacional; aquello que hicimos en 2008 me gustó mucho, pero también duró muy poco. Quizás con algunos ruidos dentro de la gestión, me salió la oportunidad de ser instructor de la FIFA y partí. ¿Pero por qué me salgo? Porque el campo ya estaba arado y sembrado. Y volví en 2016, en la etapa de la Comisión Normalizadora, pero con otro desafío: acomodar el arbitraje; hice un diagnóstico, lo volqué y ellos tomaron las decisiones. Luego llegaron las elecciones, llegó Claudio Tapia, me recibió muy bien y seguí unos meses hasta que en él consiguiera quién iba a ser su presidente de la comisión arbitral. Me fui con Telemundo al Mundial de Rusia a analizar el arbitraje y al volver ya se produjo el cambio en la AFA. Esa segunda vez en la Argentina fue dar una mano por un tiempo determinado, con una fecha de vencimiento que yo tenía muy clara.

–Trabajaste con Grondona y con Tapia. ¿Podés compararlos?

–Con Julio estuve toda mi vida como árbitro, y además, en algún momento fui secretario de la Asociación Argentina de Árbitros, es decir que también tenía reuniones con Julio como secretario del gremio, y esa era una parada mucho más difícil. Creo que, en líneas generales, por nuestra forma de conducir, nuestra cultura y cómo se hace política en este país, son bastante parecidos. La AFA siempre tuvo un tipo de manejo y creo que Tapia sigue dentro de esa forma histórica. Más allá de los cambios de época, en el origen creo que son bastante similares.

–La FIFA impulsó desde 2003 el desarrollo arbitral, con mucha inversión. Tanta capacitación y profesionalización, ¿sirvió? ¿Las nuevas camadas son mucho mejores que ustedes?

–El desarrollo de la preparación del árbitro es exponencial. Antes del 2003 era muy escasa la estructura de preparación, entonces se los orientaba para que sobreviviera el más apto, y eso, desde el lado positivo, construía líderes muy fuertes. Los árbitros en esa época tenían mucha personalidad, el trabajo en equipo con los asistentes no exista y había un fuerte personalismo. Lo que trataban de construir eran naves de guerra. Y luego cambió todo a un trabajo en equipo, se piensa por cuatro no por uno, aparecieron los intercomunicadores y la toma de decisiones dejó de ser el resorte de una sola persona. Y a todo esto hay que agregarles los cambios culturales, los cambios de época; eran muy distintos los chicos de hace 30/40años comparados con los chicos de hoy, y lo veo también reflejado en mis hijos. Yo, a los 13 años, ya repartía diarios para llevar unos pesitos a casa, y estudiaba y entrenaba. Y cuando crecimos y fuimos padres buscamos acomodar un poco la vida de nuestros hijos para evitarles esos pasos y, sin quererlo, fuimos construyendo generaciones menos tolerantes a la frustración.

–¿Seguís el referato argentino? Está lleno de cuestionamientos…

–Veo, veo. No estoy 100% metido, pero veo algunos partidos de árbitros que a mí me interesan para ver cómo sigue su evolución. No lo miro para ver cómo está el arbitraje argentino, ahí mucho no podría decir, salvo que advierto mucho ruido… nada más que eso. Pero miro cuando dirige Facundo Tello porque tuve que ver en su formación… O a Maxi Ramírez, a quien hice debutar y lo sigo, sin meterme en su desarrollo arbitral… Solo algunos mensajes esporádicos, como ‘suerte’, ‘vas bien’ o ‘te felicito por esto o por lo otro…’ Como si fuera un DT de un equipo, que también mira a otro equipo porque te gusta cómo juega. Lo miro desde otro lugar, más tranquilo y distendido, diferente a lo que me pasa con árbitros de Paraguay o de Costa Rica a los que todavía sigo coucheando, desde afuera, especialmente en el desarrollo humano, porque ahí está la gran clave.

–Pasan las generaciones arbitrales argentinas y se mantiene una línea: son discutidos acá y valorados internacionalmente. ¿El culpable es el contexto?

–Tal cual. Dante Panzeri dijo que ‘se juega como se vive’, ¿no? Bueno, se dirige como se vive también. Es un país con tanto sisma político, con tantos vaivenes económicos, tan frágil y expuesto en temas de seguridad, un país donde lo no deseado te termina entrenando. Desde que vos salís por la puerta de tu casa, hasta que volvés, es increíble la cantidad de decisiones que tenés que tomar debido a todos los problemas que debés enfrentar. Vivimos en una histeria insoportable, donde nada nos parece bueno y sí malo, estamos muy entrenados para apuntar a lo negativo. Somos así, estamos esperando eso, tenemos un morbo muy exacerbado. ¿Cómo se puede vivir así? Es que no se vive, apenas se sobrevive. Y cuando vas a un lugar donde todo está más o menos acomodado, claro, te liberás de un montón de cosas, sos más vos, ya no estás tan conflictuado o intoxicado por tu hábitat, y por eso los árbitros argentinos tienen niveles de excelencia pura en el mundo. ¿Dónde es más difícil dirigir? En ningún lugar es peor que en la Argentina. Si dirigís en la Argentina, podés dirigir en cualquier lugar del mundo.

–Ante un diagnóstico tan crudo, si un joven quisiere ser árbitro, ¿por qué lo estimularías?

–Los árbitros tienen una estructura psicológica sadomasoquista. Si no sos un poco sadomasoquista no podés entrar en un campo de juego. Si vos le decís a un pibe ‘mirá que te van a putear todos los días, nadie te va a querer, te van a insultar, a agredir, nadie te va a respetar, te vas a tener que hacer respetar solo, etc, etc’, creo especialmente con estas generaciones de hoy, ese pibe sale corriendo. En definitiva, tenés que tener una estructura psicológica especial que te permita sentirte alegre y a gusto tomando decisiones mientras te lanzan al foso con 22 leones. Tenés que ser muy especial para desear estar ahí, para querer tomar decisiones en pleno caos. El desarrollo instintivo de un árbitro, acá, es que encuentre el disfrute moviéndose en el caos.

–Antes hablabas de una juventud esquiva a convivir con el fracaso y el dolor. Estadísticamente, ¿sabés si cada vez hay menos interesados en ser árbitro?

–Los chicos hoy apuntan a otra cosa. En todos los países que estuve va mermando la cantidad de interesados en arbitrar, sí, cada vez hay menos. Los chicos hoy buscan otra cosa para su vida. Y hay menos en cantidad y en calidad, porque se fueron desarrollando de otra manera.

–¿Llegará el día que un robot dirigirá un partido de fútbol?

–Yo no lo voy a ver, pero creo que sí. Nunca mi imaginé que iba a ver el desarrollo de Internet, de la Inteligencia Artificial… ni de un celular… y acá estamos. Creo que sí, que el avance tecnológico irá hasta introduciendo nociones robóticas, quizás en aspectos más objetivos, que no necesiten tanto de criterios y que se pueda resolver rápidamente. Como el fuera de juego semiautomático, que hay que ponerlo cuanto antes y en todos lados. Te ahorra un montón de tiempo y tiene precisión. Es como el Ojo de Halcón en el tenis: la voz virtual te dice noooooo y listo, ya está, no se discute más nada y seguimos. Yo no lo voy a ver, pero es muy posible que el día de mañana nos dirijan robots, sí.

–Hablemos del VAR…

–El avance de la tecnología, no solo en el futbol sino también en otras profesiones, ha hecho que de alguna manera perdamos de vista el desarrollo humano. Mucha tecnología, pero no le estamos dando al ser humano herramientas para que se desarrolle mejor, aunque sea a un ritmo más lento. Si yo no intento que el árbitro crezca y se desarrolle como persona, ¿qué le voy a estar hablando de arbitraje? El avance de la tecnológica está haciendo perder de vista el desarrollo humano.

–¿Pero la herramienta sirve?

–El VAR es fantástico. Antes del año 2000, porque cada vez había más cámaras en el fútbol, en una entrevista dije que los árbitros merecían tener la asistencia tecnológica. Era injusto. Se tardó mucho en el deporte, y el fútbol mucho más aun, aunque hay que reconocer que el fútbol es más complejo que otras disciplinas. Y además, el fútbol es el mundo, y en Argentina mucho más. Acá el fútbol es todo. El país está organizado más alrededor del fútbol que de otras actividades, que por supuesto son más esenciales. El argentino puede estar pasando cualquier necesidad, pero no le toqués el fútbol. Y esta particularidad es única en el mundo.

–¿Cómo mejorarías el VAR?

–El VAR debutó en 2018, tiene 7 años… es decir que sigue siendo un chico, no creamos que tiene tanto desarrollo. Creo que el fuera de juego semiautomático será un gran avance en la medida que se aplique y, además, se podría ampliar un poquito el protocolo y para que te permita ver si es un saque de meta o un tiro de esquina, porque de un tiro de esquina puede venir un gol, y si no fue tiro de esquina y termina en gol, hay problemas. Se podría medir de alguna manera, quizás no la primera, pero sí la segunda tarjeta amarilla que es causal de expulsión… Hoy, evaluar las tarjetas amarillas ya no es tan complicado, es cuestión de segundos. Creo que se podría ir avanzando hacia un protocolo más amplio. Y en cuanto a los árbitros de campo habría que exigirles más compromiso. Que no tenga más sostén la frase ‘cualquier cosa el VAR me llama’. No, ese concepto hay que desterrarlo. De manera contundente hay que exigirles a los árbitros de campo que tomen decisiones, porque si te pongo y el VAR te llama tres veces, mi pregunta es ‘¿para qué te puse?’. Que tengan compromiso, y si después el VAR tiene que intervenir, que intervenga. El VAR es un colaborador, tiene el mismo gradiente que el juez de línea, es un asistente, es un colaborador, no es alguien que va a tomar las decisiones por vos.

–¿Qué te parece el crecimiento de las mujeres en el arbitraje?

–Me encantan, me encantan… Con ellas tengo una forma de trabajar distinta y me adapto muy bien. Ellas tienen una sensibilidad muy diferente en su forma de trabajar y de ejecutar. Vos y yo podemos tener una diferencia y vamos a negociar cinco millones de veces, la mujer no. La mujer te avisa una vez y a la segunda te corta la cabeza. Desde ese lugar me encanta su modelo; quizás, sí, necesitan trabajar más su desarrollo físico para estar más equiparadas con el fútbol profesional masculino. Pero me encanta que dirijan a hombres, me encanta que se superen… cuando veo mujeres con cierto potencial les dedico más tiempo que a los varones.

–¿Y los hombres estamos abiertos a compartir el poder?

–Nos va a seguir costando mientras no mueran las generaciones más viejas, que están formadas hacia el machirulo. Las nuevas ya lo ven como un elemento más, ya no distinguen ni diferencian. La Argentina todavía es una sociedad machista, pero si retrocedo 30 años y trazo una comparación hemos avanzado muchísimo en este campo, pero no nos podemos conformar: todavía nos falta un montón para acompañar la evolución del mundo.

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