Las claves de una elección crucial

La grisura de propuestas y la consecuente abulia con la que parece haber recibida la sociedad la campaña electoral contrastan con la relevancia que tiene para el Gobierno, para las principales fuerzas políticas y, también, para la economía la elección de legisladores porteños que se hará pasado mañana. Los muchos gritos y las infinitas acusaciones cruzadas no cambiaron ese escenario. Apenas si lo agravaron.

Lo que empezará a dirimirse el próximo domingo es, primero, el piso político que tendrá el Gobierno y el horizonte que se le abrirá para encarar las elecciones bonaerenses de septiembre y las nacionales de octubre. Instancias determinantes para la segunda y última mitad del mandato presidencial.

Por eso, Javier Milei nacionalizó la contienda, ubicó a su vocero Manuel Adorni al frente de la lista de la Libertad Avanza, se puso él mismo al frente de la campaña e involucró a todo su gabinete para darle un carácter plebiscitario sobre su gestión.

A pesar de su prédica contra el Estado y su fanatismo por el orden fiscal, no se privó de utilizar las herramientas que este le provee a los oficialismos y no escatimó siquiera hacer un pequeño plan platita con la postergación de aumentos de tarifas y el anuncio de rebajas de aranceles para comprar celulares y otros electrónicos. Anuncio que dejó en boca del candidato y vocero, sin preocuparse por la posible comisión de una violación a la ley electoral.

Además, el propio presidente volvió a mostrar todo su talento para romper récords de agresiones verbales, que nunca parecen encontrar un límite, y seguir afectando la investidura presidencial, en la ofensiva contra sus contradictores. Sean estos periodistas, que informan, investigan u opinan al margen del relato oficial, o sean adversarios políticos (inclusive algunos que han sido o son aliados), a los que se empeña en convertir en enemigos. Nada es casual, aunque muchas veces se trate de arrebatos emocionales espontáneos. Lo que no es parte de la estrategia, después el gurú Santiago Caputo lo ajusta a ella, asistido por la milicia comunicacional en las redes sociales.

La fuerte apuesta presidencial está estrechamente vinculada con la suerte de Pro, que pone en juego su supervivencia.

Al partido hegemónico de la ciudad de Buenos Aires, desde hace exactamente 20 años las encuestas le vaticinan, por lo pronto, que no solo sufriría su primera derrota en dos décadas, sino que sería el primer espacio oficialista que pierde este año, en el que hasta ahora se impusieron todos los oficialismos locales. Los Macri, más los Milei, más Patricia Bullrich, más Horacio Rodríguez Larreta lo habrán hecho. Deserciones propias y embestidas ajenas pusieron en jaque lo que fue la fortaleza macrista, devenida hoy en una ciudadela sitiada.

Sin embargo, la suerte del macrismo no se definirá por esa muy probable derrota. Dependerá del lugar que termine ocupando en la grilla final, antes que por lo que suceda en la disputa por el primer puesto y con la conformación final de la Legislatura.

En busca de la hegemonía

Si Mauricio y Jorge Macri y sus candidatos son superados por Milei-Adorni se le abrirá la puerta a los libertarios para quedarse en el plano nacional con la absoluta mayoría del electorado que va del centro a la derecha y, más aún con buena parte de los más conocidos dirigentes que todavía lucen algún tono de amarillo, y están dispuestos a pintarse de violeta. Especialmente los de la provincia de Buenos Aires.

Los Macri cierran la campaña de Lospennato y la incertidumbre se apodera de Pro en la recta final

Así, la posibilidad de convertirse en una nueva hegemonía dependerá casi exclusivamente del Gobierno, tanto por su pericia en la gestión política y, sobre todo, económica como por su propensión a cometer errores no forzados, que son los verdaderos límites que ha encontrado hasta acá.

Por eso las elecciones de la ciudad de Buenos Aires son una especie de “madrecita” de todas las batallas para La Libertad Avanza y para lo que queda de Pro. Más aún después de la buena performance, en términos relativos, en los primeros cuatro comicios legislativos provinciales (Chaco, Jujuy, Salta y San Luis) en los que empezó a hacer pie sin depender de la presencia de Milei en la boleta, aun cuando haya sido mayoritariamente derrotada.

Mauricio Macri corre el serio riesgo de terminar en las muy parroquiales elecciones legislativas porteñas convirtiéndose, con Milei, en el Eduardo Duhalde de 2005, con Néstor Kirchner, en los comicios bonaerenses. Ni más ni menos.

Para la lista peronista porteña, encabeza por Leandro Santoro, que se presenta pasteurizado de peronismo y desnatado de kirchnerismo, también se le abre una oportunidad de hacer historia si, como pronostica una mayoría de encuestas, logra ser la fuerza más votada.

Se trataría de alcanzar un éxito en la ciudad que solo logró hace 32 años la boleta encabezada por el exministro menemista Antonio Erman González. Santoro aspira a que este sea el trampolín para su proyecto de ser jefe de gobierno en 2027.

Sin embargo, hay dudas de que supere (y aún de que sostenga) el 32,27% alcanzado por él mismo hace dos años. La división del propio peronismo, que lleva otras dos listas encabezadas por Juan Manuel Abal Medina y por Alejandro Kim, así como la fragmentación de la oferta partidaria, repartida en 17 listas, amenazan ese objetivo.

Cierre de campaña de Leandro Santoro 2025

Casi no hay encuesta en las que una lista aparezca superando el umbral del 32%. Y la mayoría da a los tres primeros componiendo un falso reparto en tercios, que en total podría no llegar a reunir el 70% de los votos.

Santoro aspira a que lo ayude la lista del aún mileísta expatriado de la LLA Ramiro Marra restándole votos clave a Adorni.

El oficialismo también tiene fugas, aunque, en este caso, autoprovocadas por la hermanísima Karina Milei, en su rol de armadora electoral, empoderada (aún más) por el Presidente, tras las recientes elecciones provinciales.

La principal beneficiada de esa férreo y excluyente armado es su amiga personal Pilar Ramírez, legisladora porteña y (junto con su marido el emprendedor vicepresidente del Banco Nación, Darío Wasserman) abrepuertas de un mundo de luces y brillos al que la secretaria general de la Presidencia antes nunca había accedido.

El subsuelo porteño, en juego

Las ambiciones a futuro de Santoro, además, están sustentadas por el gran padrino del peronismo porteño Juan Manuel Olmos, quien de llegar a la Legislatura podría sumar su martillo para clavar desde allí los últimos clavos al ataúd amarillo (Milei dixit).

Si así resultara, terminaría por dinamitar una vieja alianza tácita con el macrismo que le dio gobernabilidad y, al mismo, tiempo le puso algunos límites en su beneficio. Para ello Olmos ha contado con la sólida sociedad que mantiene desde hace casi dos décadas con el binguero Daniel Angelici, el otro gran titiritero de la política, la justicia y los negocios porteños, tan radical como macrista, aunque, sobre todo, amigo de sus amigos del poder y las sombras.

Un tercer lugar del macrismo encabezado por la sufrida Silvia Lospennato (obligada a transitar un calvario ajeno) impactaría fuertemente en la configuración electoral de la provincia de Buenos Aires, en beneficio de los libertarios. Al mismo tiempo un triunfo de Santoro volvería a darle una sobrevida al perokirchnerismo.

Sería una bocanada de aire vital para el oficialismo bonaerense, en su intento por reponerse de las múltiples fracturas expuestas que viene sufriendo a causa de la disputa interna del cristinismo. Una guerra civil librada entre los Kirchner (madre e hijo biológico) y el que alguna fue el heredero político de la expresidenta, Axel Kicillof, junto con un buen número de intendentes y con el esponsoreo a distancia de algunos gobernadores, ilusionados con emanciparse alguna vez de la asfixiante tutela de la familia santacruceña.

La gran pregunta es si un triunfo en la ciudad de Buenos Aires daría razones a las partes para poner en pausa a esa guerra con le objetivo de retener el bastión bonaerense o si incentivaría a los que impulsan algún tipo de renovación. De cualquier manera, un kirchnerismo revivido (aunque con mucha asistencia química) no sería un buen escenario para el Gobierno. Las inversiones que espera con desesperación podría seguir demorándose.

La última de las claves de estos comicios es que tendrán la particularidad de develar mucho más que la composición de uno de los poderes públicos sobre los que los electores de la ciudad menos saben y menos parece interesarles, como es la Legislatura porteña. A pesar de que allí se resuelve buena parte de la calidad de vida de los porteños y el destino de más de 10.000 millones de dólares, solo contando el presupuesto oficial y sin contabilizar otros montos más opacos.

La participación ciudadana es hoy una de las grandes incógnitas en un largo proceso de crisis de representación que afecta a la dirigencia política y que se viene verificando elección tras elección desde 2021, pero que ha estado batiendo récords en las cinco primeras elecciones provinciales de este año. El promedio de participación en los cuatro comicios legislativos (Chaco, Jujuy, Salta y San Luis), más la elección de convencionales constituyentes de Santa Fe, apenas llegó al 58%.

En la ciudad de Buenos Aires los antecedentes ponen una vara muy alta en comparación con esos porcentajes. En la última elección legislativa y aún con algunas restricciones de la pandemia vigentes acudió a las urnas el 73% del padrón y en 2023, en la que también se eligió jefe de gobierno, concurrió el 76,7%, mientras que el promedio histórico es del 74%.

La importancia del porcentaje de asistencia no solo radica en su condición de termómetro del compromiso cívico, del vínculo de la ciudadanía con la política y de la legitimidad de los representantes, sino también porque podría influir fuertemente en el resultado final.

Los expertos y los dirigentes políticos de todos los espacios coinciden en que una baja participación podría beneficiar al oficialismo porteño por la capacidad de movilización de su aparato con fuerte asistencia de las palancas estatales, aunque también refuerza el peso del voto duro de cada uno de los espacios. Son dos caras de la moneda de la legitimidad de la representación política. Habrá que ver quién tiene más músculo y sex appeal.

Todos los pronósticos conocidos hasta ahora estarán sujetos a esa variable, así como a otro factor relevante que es el porcentaje de electores indecisos o que dijeron que podían cambiar su voto a último momento.

Al cierre de la mayoría de las encuestas, ese segmento orillaba en total el 15%. Un porcentaje demasiado elevado, que cobra mayor relevancia cuando se incorpora el factor de que los estudios cualicuantivos realizado a posteriori de las últimas elecciones muestran un creciente número de votantes que resuelve tanto su asistencia como su preferencia en las últimas 72 horas.

Sobran las razones para darle dramatismo a la elección de pasado mañana. Tanto como para considerarlas cruciales para la futura configuración del sistema político, para las condiciones de gobernabilidad del oficialismo y, también, para la suerte de la economía.

La grisura de propuestas y la consecuente abulia con la que parece haber recibida la sociedad la campaña electoral contrastan con la relevancia que tiene para el Gobierno, para las principales fuerzas políticas y, también, para la economía la elección de legisladores porteños que se hará pasado mañana. Los muchos gritos y las infinitas acusaciones cruzadas no cambiaron ese escenario. Apenas si lo agravaron.

Lo que empezará a dirimirse el próximo domingo es, primero, el piso político que tendrá el Gobierno y el horizonte que se le abrirá para encarar las elecciones bonaerenses de septiembre y las nacionales de octubre. Instancias determinantes para la segunda y última mitad del mandato presidencial.

Por eso, Javier Milei nacionalizó la contienda, ubicó a su vocero Manuel Adorni al frente de la lista de la Libertad Avanza, se puso él mismo al frente de la campaña e involucró a todo su gabinete para darle un carácter plebiscitario sobre su gestión.

A pesar de su prédica contra el Estado y su fanatismo por el orden fiscal, no se privó de utilizar las herramientas que este le provee a los oficialismos y no escatimó siquiera hacer un pequeño plan platita con la postergación de aumentos de tarifas y el anuncio de rebajas de aranceles para comprar celulares y otros electrónicos. Anuncio que dejó en boca del candidato y vocero, sin preocuparse por la posible comisión de una violación a la ley electoral.

Además, el propio presidente volvió a mostrar todo su talento para romper récords de agresiones verbales, que nunca parecen encontrar un límite, y seguir afectando la investidura presidencial, en la ofensiva contra sus contradictores. Sean estos periodistas, que informan, investigan u opinan al margen del relato oficial, o sean adversarios políticos (inclusive algunos que han sido o son aliados), a los que se empeña en convertir en enemigos. Nada es casual, aunque muchas veces se trate de arrebatos emocionales espontáneos. Lo que no es parte de la estrategia, después el gurú Santiago Caputo lo ajusta a ella, asistido por la milicia comunicacional en las redes sociales.

La fuerte apuesta presidencial está estrechamente vinculada con la suerte de Pro, que pone en juego su supervivencia.

Al partido hegemónico de la ciudad de Buenos Aires, desde hace exactamente 20 años las encuestas le vaticinan, por lo pronto, que no solo sufriría su primera derrota en dos décadas, sino que sería el primer espacio oficialista que pierde este año, en el que hasta ahora se impusieron todos los oficialismos locales. Los Macri, más los Milei, más Patricia Bullrich, más Horacio Rodríguez Larreta lo habrán hecho. Deserciones propias y embestidas ajenas pusieron en jaque lo que fue la fortaleza macrista, devenida hoy en una ciudadela sitiada.

Sin embargo, la suerte del macrismo no se definirá por esa muy probable derrota. Dependerá del lugar que termine ocupando en la grilla final, antes que por lo que suceda en la disputa por el primer puesto y con la conformación final de la Legislatura.

En busca de la hegemonía

Si Mauricio y Jorge Macri y sus candidatos son superados por Milei-Adorni se le abrirá la puerta a los libertarios para quedarse en el plano nacional con la absoluta mayoría del electorado que va del centro a la derecha y, más aún con buena parte de los más conocidos dirigentes que todavía lucen algún tono de amarillo, y están dispuestos a pintarse de violeta. Especialmente los de la provincia de Buenos Aires.

Los Macri cierran la campaña de Lospennato y la incertidumbre se apodera de Pro en la recta final

Así, la posibilidad de convertirse en una nueva hegemonía dependerá casi exclusivamente del Gobierno, tanto por su pericia en la gestión política y, sobre todo, económica como por su propensión a cometer errores no forzados, que son los verdaderos límites que ha encontrado hasta acá.

Por eso las elecciones de la ciudad de Buenos Aires son una especie de “madrecita” de todas las batallas para La Libertad Avanza y para lo que queda de Pro. Más aún después de la buena performance, en términos relativos, en los primeros cuatro comicios legislativos provinciales (Chaco, Jujuy, Salta y San Luis) en los que empezó a hacer pie sin depender de la presencia de Milei en la boleta, aun cuando haya sido mayoritariamente derrotada.

Mauricio Macri corre el serio riesgo de terminar en las muy parroquiales elecciones legislativas porteñas convirtiéndose, con Milei, en el Eduardo Duhalde de 2005, con Néstor Kirchner, en los comicios bonaerenses. Ni más ni menos.

Para la lista peronista porteña, encabeza por Leandro Santoro, que se presenta pasteurizado de peronismo y desnatado de kirchnerismo, también se le abre una oportunidad de hacer historia si, como pronostica una mayoría de encuestas, logra ser la fuerza más votada.

Se trataría de alcanzar un éxito en la ciudad que solo logró hace 32 años la boleta encabezada por el exministro menemista Antonio Erman González. Santoro aspira a que este sea el trampolín para su proyecto de ser jefe de gobierno en 2027.

Sin embargo, hay dudas de que supere (y aún de que sostenga) el 32,27% alcanzado por él mismo hace dos años. La división del propio peronismo, que lleva otras dos listas encabezadas por Juan Manuel Abal Medina y por Alejandro Kim, así como la fragmentación de la oferta partidaria, repartida en 17 listas, amenazan ese objetivo.

Cierre de campaña de Leandro Santoro 2025

Casi no hay encuesta en las que una lista aparezca superando el umbral del 32%. Y la mayoría da a los tres primeros componiendo un falso reparto en tercios, que en total podría no llegar a reunir el 70% de los votos.

Santoro aspira a que lo ayude la lista del aún mileísta expatriado de la LLA Ramiro Marra restándole votos clave a Adorni.

El oficialismo también tiene fugas, aunque, en este caso, autoprovocadas por la hermanísima Karina Milei, en su rol de armadora electoral, empoderada (aún más) por el Presidente, tras las recientes elecciones provinciales.

La principal beneficiada de esa férreo y excluyente armado es su amiga personal Pilar Ramírez, legisladora porteña y (junto con su marido el emprendedor vicepresidente del Banco Nación, Darío Wasserman) abrepuertas de un mundo de luces y brillos al que la secretaria general de la Presidencia antes nunca había accedido.

El subsuelo porteño, en juego

Las ambiciones a futuro de Santoro, además, están sustentadas por el gran padrino del peronismo porteño Juan Manuel Olmos, quien de llegar a la Legislatura podría sumar su martillo para clavar desde allí los últimos clavos al ataúd amarillo (Milei dixit).

Si así resultara, terminaría por dinamitar una vieja alianza tácita con el macrismo que le dio gobernabilidad y, al mismo, tiempo le puso algunos límites en su beneficio. Para ello Olmos ha contado con la sólida sociedad que mantiene desde hace casi dos décadas con el binguero Daniel Angelici, el otro gran titiritero de la política, la justicia y los negocios porteños, tan radical como macrista, aunque, sobre todo, amigo de sus amigos del poder y las sombras.

Un tercer lugar del macrismo encabezado por la sufrida Silvia Lospennato (obligada a transitar un calvario ajeno) impactaría fuertemente en la configuración electoral de la provincia de Buenos Aires, en beneficio de los libertarios. Al mismo tiempo un triunfo de Santoro volvería a darle una sobrevida al perokirchnerismo.

Sería una bocanada de aire vital para el oficialismo bonaerense, en su intento por reponerse de las múltiples fracturas expuestas que viene sufriendo a causa de la disputa interna del cristinismo. Una guerra civil librada entre los Kirchner (madre e hijo biológico) y el que alguna fue el heredero político de la expresidenta, Axel Kicillof, junto con un buen número de intendentes y con el esponsoreo a distancia de algunos gobernadores, ilusionados con emanciparse alguna vez de la asfixiante tutela de la familia santacruceña.

La gran pregunta es si un triunfo en la ciudad de Buenos Aires daría razones a las partes para poner en pausa a esa guerra con le objetivo de retener el bastión bonaerense o si incentivaría a los que impulsan algún tipo de renovación. De cualquier manera, un kirchnerismo revivido (aunque con mucha asistencia química) no sería un buen escenario para el Gobierno. Las inversiones que espera con desesperación podría seguir demorándose.

La última de las claves de estos comicios es que tendrán la particularidad de develar mucho más que la composición de uno de los poderes públicos sobre los que los electores de la ciudad menos saben y menos parece interesarles, como es la Legislatura porteña. A pesar de que allí se resuelve buena parte de la calidad de vida de los porteños y el destino de más de 10.000 millones de dólares, solo contando el presupuesto oficial y sin contabilizar otros montos más opacos.

La participación ciudadana es hoy una de las grandes incógnitas en un largo proceso de crisis de representación que afecta a la dirigencia política y que se viene verificando elección tras elección desde 2021, pero que ha estado batiendo récords en las cinco primeras elecciones provinciales de este año. El promedio de participación en los cuatro comicios legislativos (Chaco, Jujuy, Salta y San Luis), más la elección de convencionales constituyentes de Santa Fe, apenas llegó al 58%.

En la ciudad de Buenos Aires los antecedentes ponen una vara muy alta en comparación con esos porcentajes. En la última elección legislativa y aún con algunas restricciones de la pandemia vigentes acudió a las urnas el 73% del padrón y en 2023, en la que también se eligió jefe de gobierno, concurrió el 76,7%, mientras que el promedio histórico es del 74%.

La importancia del porcentaje de asistencia no solo radica en su condición de termómetro del compromiso cívico, del vínculo de la ciudadanía con la política y de la legitimidad de los representantes, sino también porque podría influir fuertemente en el resultado final.

Los expertos y los dirigentes políticos de todos los espacios coinciden en que una baja participación podría beneficiar al oficialismo porteño por la capacidad de movilización de su aparato con fuerte asistencia de las palancas estatales, aunque también refuerza el peso del voto duro de cada uno de los espacios. Son dos caras de la moneda de la legitimidad de la representación política. Habrá que ver quién tiene más músculo y sex appeal.

Todos los pronósticos conocidos hasta ahora estarán sujetos a esa variable, así como a otro factor relevante que es el porcentaje de electores indecisos o que dijeron que podían cambiar su voto a último momento.

Al cierre de la mayoría de las encuestas, ese segmento orillaba en total el 15%. Un porcentaje demasiado elevado, que cobra mayor relevancia cuando se incorpora el factor de que los estudios cualicuantivos realizado a posteriori de las últimas elecciones muestran un creciente número de votantes que resuelve tanto su asistencia como su preferencia en las últimas 72 horas.

Sobran las razones para darle dramatismo a la elección de pasado mañana. Tanto como para considerarlas cruciales para la futura configuración del sistema político, para las condiciones de gobernabilidad del oficialismo y, también, para la suerte de la economía.

 La abulia social frente a la campaña contrasta con la relevancia que este doming tiene para el Gobierno, Pro, el kirchnerismo y la economía  Read More