En medio del horror que sacudió al barrio porteño de Villa Crespo, donde una mujer asesinó a su esposo y a sus dos hijos adolescentes, la voz de Paula, la encargada del edificio donde vivía la familia, se alzó con una mezcla de incredulidad, tristeza y conmoción. Su testimonio, cargado de emoción, ofrece una mirada íntima y humana sobre quienes hasta hace poco eran parte de su rutina diaria.
“Eran hermosos todos”, repitió Paula entre lágrimas, visiblemente afectada por la tragedia. Su rostro, marcado por la angustia, reflejaba el desconcierto de quien jamás imaginó que detrás de las puertas de ese departamento se gestaba una historia tan oscura. “Laura era hermosa, siempre feliz y sonriendo”, agregó, en referencia a la mujer que ahora es señalada como la autora de la masacre ocurrida ayer antes del amanecer.
Paula no era amiga cercana de la familia, pero su rol como encargada del edificio le permitió tener un contacto frecuente con ellos. “Eran una hermosa familia, no puedo decir más nada, lo único es que tenía contacto por mi trabajo pero nada más”, explicó, como intentando encontrar sentido a lo que aún no logra procesar. Su relato no solo da cuenta de la imagen que proyectaban los integrantes del hogar, sino también del abismo que a veces existe entre lo que se ve y lo que realmente ocurre puertas adentro.
La encargada también reveló que desconocía que Laura estuviera en tratamiento psicológico o psiquiátrico. “No sabía que estaba en tratamiento. Además, hace un montón que estaba acá en el barrio”, comentó, dejando entrever que la mujer era una figura conocida y aparentemente integrada en la comunidad.
El caso ha generado una fuerte conmoción en la sociedad, no solo por la brutalidad del hecho, sino por el contraste entre la imagen pública de la familia y el desenlace fatal. La declaración de Paula se suma a una serie de testimonios que intentan reconstruir el perfil de Laura y entender qué pudo haberla llevado a cometer un acto tan extremo.
Encargada Villa Crespo
Madrugada trágica
El hallazgo de los cuerpos ocurrió en la mañana del miércoles 21 de mayo, cuando una empleada doméstica llegó al departamento A ubicado en el sexto piso en la calle Aguirre 295. Al ingresar, se encontró con una escena de horror: los cuatro integrantes de la familia yacían sin vida, con heridas de arma blanca. La mujer dio aviso a la vecina del departamento de al lado que, inmediato, llamó a las autoridades, lo que activó el protocolo de intervención de la Policía de la Ciudad y la división Homicidios.
Fue un baño de sangre. Bernardo Adrián Seltzer fue asesinado de tres puñaladas. Sus hijos adolescentes, Ian e Ivo, recibieron entre 10 y 12 cuchillazos cada. Tras el triple crimen, la sindicada homicida, Laura Leguizamón, esposa y madre de las víctimas, decidió quitarse la vida. Fue hallada en el baño del departamento, tenía una herida grande en la zona pectoral y lesiones autoinfligidas en las muñecas. También se había clavado una uña en el cuello y en sus manos tenía cabellos.
Así lo determinaron los resultados preliminares de las autopsias hechas en la Morgue del Cuerpo Médico Forense del Poder Judicial de la Nación y que ya fueron entregadas al fiscal César Troncoso, funcionario a cargo de la investigación, según informaron a LA NACION calificadas fuentes policiales.
La sindicada homicida habría usado dos cuchillos que fueron secuestrados por personal de la Policía de la Ciudad designado para hacer los peritajes en la escena del múltiple crimen. Un cuchillo de cocina con mango metálico se destacaba encima de las sábanas de la cama matrimonial, a 20 centímetros del cuerpo de Seltzer. Fue una de las dos armas blancas halladas en la escena de la masacre. Tenía manchas hemáticas en el manco y en la hoja.
En medio del horror que sacudió al barrio porteño de Villa Crespo, donde una mujer asesinó a su esposo y a sus dos hijos adolescentes, la voz de Paula, la encargada del edificio donde vivía la familia, se alzó con una mezcla de incredulidad, tristeza y conmoción. Su testimonio, cargado de emoción, ofrece una mirada íntima y humana sobre quienes hasta hace poco eran parte de su rutina diaria.
“Eran hermosos todos”, repitió Paula entre lágrimas, visiblemente afectada por la tragedia. Su rostro, marcado por la angustia, reflejaba el desconcierto de quien jamás imaginó que detrás de las puertas de ese departamento se gestaba una historia tan oscura. “Laura era hermosa, siempre feliz y sonriendo”, agregó, en referencia a la mujer que ahora es señalada como la autora de la masacre ocurrida ayer antes del amanecer.
Paula no era amiga cercana de la familia, pero su rol como encargada del edificio le permitió tener un contacto frecuente con ellos. “Eran una hermosa familia, no puedo decir más nada, lo único es que tenía contacto por mi trabajo pero nada más”, explicó, como intentando encontrar sentido a lo que aún no logra procesar. Su relato no solo da cuenta de la imagen que proyectaban los integrantes del hogar, sino también del abismo que a veces existe entre lo que se ve y lo que realmente ocurre puertas adentro.
La encargada también reveló que desconocía que Laura estuviera en tratamiento psicológico o psiquiátrico. “No sabía que estaba en tratamiento. Además, hace un montón que estaba acá en el barrio”, comentó, dejando entrever que la mujer era una figura conocida y aparentemente integrada en la comunidad.
El caso ha generado una fuerte conmoción en la sociedad, no solo por la brutalidad del hecho, sino por el contraste entre la imagen pública de la familia y el desenlace fatal. La declaración de Paula se suma a una serie de testimonios que intentan reconstruir el perfil de Laura y entender qué pudo haberla llevado a cometer un acto tan extremo.
Encargada Villa Crespo
Madrugada trágica
El hallazgo de los cuerpos ocurrió en la mañana del miércoles 21 de mayo, cuando una empleada doméstica llegó al departamento A ubicado en el sexto piso en la calle Aguirre 295. Al ingresar, se encontró con una escena de horror: los cuatro integrantes de la familia yacían sin vida, con heridas de arma blanca. La mujer dio aviso a la vecina del departamento de al lado que, inmediato, llamó a las autoridades, lo que activó el protocolo de intervención de la Policía de la Ciudad y la división Homicidios.
Fue un baño de sangre. Bernardo Adrián Seltzer fue asesinado de tres puñaladas. Sus hijos adolescentes, Ian e Ivo, recibieron entre 10 y 12 cuchillazos cada. Tras el triple crimen, la sindicada homicida, Laura Leguizamón, esposa y madre de las víctimas, decidió quitarse la vida. Fue hallada en el baño del departamento, tenía una herida grande en la zona pectoral y lesiones autoinfligidas en las muñecas. También se había clavado una uña en el cuello y en sus manos tenía cabellos.
Así lo determinaron los resultados preliminares de las autopsias hechas en la Morgue del Cuerpo Médico Forense del Poder Judicial de la Nación y que ya fueron entregadas al fiscal César Troncoso, funcionario a cargo de la investigación, según informaron a LA NACION calificadas fuentes policiales.
La sindicada homicida habría usado dos cuchillos que fueron secuestrados por personal de la Policía de la Ciudad designado para hacer los peritajes en la escena del múltiple crimen. Un cuchillo de cocina con mango metálico se destacaba encima de las sábanas de la cama matrimonial, a 20 centímetros del cuerpo de Seltzer. Fue una de las dos armas blancas halladas en la escena de la masacre. Tenía manchas hemáticas en el manco y en la hoja.
Paula no era amiga cercana de la familia, pero su rol como encargada del edificio le permitió tener un contacto frecuente con ellos Read More