PARÍS (de un enviado especial).– “Siempre me costó mucho expresarme, en cualquier lado: en el tenis, en la vida, en el colegio… Siempre preferí estar callado y resolverlo a mi manera, sin querer j… a nadie por miedo a molestar”.
Si alguna vez Federico Agustín Gómez, aturdido por no alcanzar las ambiciones como las idealizaba, se aventuró a creer que era invisible ante la mirada ajena, deberá entender que ya no hay nada más lejano a ese estado de indiferencia.
Agobiado emocionalmente, incluso habiendo construido la mejor temporada de su carrera, fue valiente en marzo pasado al gritar a los cuatro vientos que había “tocado fondo” y tenido “pensamientos suicidas, de no querer vivir más”. Los mundos se sacudieron: el suyo, el familiar, el de su equipo, el del circuito de aquí y de allá. Todos quisieron (quieren) arroparlo, acompañarlo. Ayudarlo. El posteo en Instagram del 1° de marzo actuó como una bola de nieve incontrolable.
“Siempre me costó expresarme, pero al hablar de lo que me pasa y exponerlo como lo hice… No creía que iba a tener tanta repercusión, no, no; no pensé. Sí pensé que en el ambiente del tenis haría ruido, pero no en tanta llegada a otros ámbitos. Además de Nole [Novak Djokovic], [Paula] Badosa y [Simona] Halep, me ha hablado gente que no es del tenis, que se interesó. Juego al tenis desde hace mucho y no se hablaba de salud mental desde hacía 15 o 20 años”, cuenta Gómez, de 28 años, nacido en Merlo, a LA NACION, en una de sus escasas apariciones mediáticas. Todavía tiene más de 200 mensajes de WhatsApp sin contestar desde aquel día.
Aquí, en París, quedó a un paso del main draw de Roland Garros, al perder en la tercera ronda de la qualy contra el italiano Giulio Zeppieri (6-1 y 6-4).
–¿A cuánta gente cercana sorprendiste con el posteo?
-De mi familia y amigos, nadie sabía nada; tampoco mi equipo. Era un posteo mucho más largo. Estuve escribiéndolo por tres semanas, en aviones, en escalas… Y tuve que ir acortándolo porque no me entraba. Lo publiqué un sábado, pero quise hacerlo el viernes, y como yo había firmado contrato con Lotto y la foto que subí era con Nike, le dije a Mariano Ottolini, que es uno de mis entrenadores y al que le gusta la fotografía, si le podía borrar la marca y le expliqué por qué iba a subirla. Él estuvo en contra. Me dijo: “Opino que no lo postees por lo que puede causar, por lo que puede generarte de impacto negativo”. Y no lo hice. Pero al otro día me levanté, me había entrenado, estaba almorzando y le dije: “Voy a publicarlo. Siento que va a hacerme bien”. Él me aconsejaba que antes mandara el mensaje a los más allegados, pero dije que no, que para mí iba a ser mejor así, para que supieran lo que yo estaba atravesando.
–¿Cómo fuiste asimilando el impacto entre tus seres queridos y la repercusión mundial generada?
–Mi familia estuvo muy shockeada, porque no pensaba que fuera tan así mi situación. Quizás mi mamá, con el termómetro de madre –ellas saben cuándo un hijo está raro–, sabía que no estaba en mi mejor momento, pero no lo esperaban así, ni locos. Entonces, les chocó bastante el mensaje. Obviamente me brindaron su apoyo y todo el amor. Me escribió mucha gente, como [Javier] Frana, [Agustín] Calleri. También me escribió Delpo [Juan Martín del Potro]. De la ATP me habló un tour manager en Indian Wells, me dijo que había visto el posteo y que estaba para ayudar; me ofreció una psicóloga que está en el lugar y que estaba a disposición.
–En medio de la tormenta tuviste lucidez para identificar el problema y dar un primer paso al contar lo que sufrías.
–Sí, exponerlo, hablarlo o contarlo de la única forma que pude, que encontré. No pensé que fuera a tener tanta repercusión. En el torneo de Miami sentía que me miraban como diciendo “ah, vos sos el de la publicación”. Tenía explotado el teléfono y todavía lo tengo; me han quedado mensajes guardados sin leer y me disculpo. El otro día estaba entrando en calor en Roma y vino Paula Badosa, se sentó al lado y me preguntó cómo estaba, qué sentía. Me dijo que ella había pasado por lo mismo. Al abrirme me sentí mejor, sí, pero no es que noté un cambio de un día para el otro. Las siguientes semanas [al posteo] fueron muy duras. Empecé a sentirme bien hace algunas semanas, pero voy día a día, viendo qué ladrillito poner en la pared para seguir construyendo.
–¿Qué cosas cambiaste?
–Estoy siendo en el día a día un poquito más consciente de lo que hago. Me gusta escribir. Anoto las tareas que tengo que hacer. Tengo una libreta; soy de la vieja escuela. A la tarde, cuando vuelvo al hotel y me pongo a tomar mate, voy tachando qué hice, qué no, y si me faltó algo voy haciéndolo. Empecé a leer para salir un poco de la vida tecnológica. Una de las cosas que me recomendó Nole es tener tiempo mí. Me dijo: “Muchas veces me voy a caminar, al pasto, descalzo, para estar agradecido, meditar”. Uno tampoco puede incorporar tantos cambios de una vez, pero voy de a poquito incorporando. Sumé meditación, respiración. Y la familia está un poco más tranquila, está más atenta. Eso está bueno.
–¿Qué te generan el teléfono celular y las redes sociales?
–Me pasa que termino un partido, agarro el teléfono para hablar con mi familia y tengo 25 mensajes de “te voy a matar”, “ojalá se muera tu familia”, “¿cómo podés jugar al tenis, si sos una desgracia?“. No querés, pero al final terminás viéndolo y hace daño, termina influyendo. El temor de que la amenaza traspase lo virtual siempre está. La mayoría escribe desde perfiles anónimos o falsos, no muestra la cara. Uno sabe que son de un flaco que está detrás de una computadora tratando de hacer plata, pero igual es duro. Han llegado a decirme: ”Acabás de dejar una familia sin padre, porque perdí todo por tu derrota y voy a suicidarme”. Eso fue fuerte. Hace poco, un jugador francés, Arthur Bouquier, denunció que lo amenazaron diciéndole que iban a perseguirlo al hotel. Toco madera: nunca se me acercaron hasta ahora. Ahora hay una aplicación de ATP para el teléfono que filtra palabras fuera de lugar en las redes, pero es un parche. En estas últimas semanas después del posteo me mandaron: “Te hubieses matado. Hubiera sido todo más fácil”. Esas cosas sí me golpean.
–Muchos tenistas dijeron sentirse identificados con tu revelación.
–Sí, se me han acercado y me han dicho que, sin llegar a mi extremo, se sintieron identificados. Y uno se da cuenta de que el circuito es una trituradora de carne. En la qualy de Roland Garros, por ejemplo, jugamos 128. Me llevo bien con muchos, los saludo y por ahí mañana o pasado nos toca enfrentarnos y hay que decirles “disculpá, pero quiero ganarte como sea”. Es difícil. El otro lucha por lo mismo que uno quiere, y no se puede repartir, no hay empate. Hace poco, jugando en Torino, donde la cancha central es como un coliseo que está debajo del nivel de la tierra, me acordé de la película Gladiador. Miraba arriba y decía: “Somos dos luchadores que estamos asesinándonos acá y la gente está afuera mirando cómo tratamos de matarnos tenísticamente”. Hay una lucha psicológica grande, y más si no se dan los resultados como uno espera. El otro día lo dijo [Luciano] Darderi: el tenis puede sacarte muy rápido y en una semana puede devolverte, cambiar el año y hasta la carrera. Y ni hablar del presupuesto: ahí hay un tema psicológico fatal. A mí me costaba jugar pensando en si tendría plata para viajar a otra gira, si llegaba o no. El día en que me prestaron plata para hacer una gira de seis semanas gané dos challengers, algo que no fue casual porque tenía respaldo, tranquilidad y dinero para llevar a un entrenador. La defensa de los puntos también es un tema que presiona. Mirá el ejemplo de Facu [Díaz Acosta], que no defendió los puntos de Buenos Aires y se fue al puesto ciento y pico.
–El gesto de Djokovic con vos fue mucho más que un posteo: se involucró, te aconsejó, te invitó a entrenarse. ¿Te sorprendió?
–Justo con él había intercambiado algunos comentarios en enero en Brisbane, y también con su fisio. Habíamos coincidido en la sala de jugadores, y él sabía quién era yo. Encima, en el torneo le gané a [Dusan] Lajovic, que es su amigo. Y después vino mi posteo y llegó su mensaje. Íbamos a vernos hace unos días en Roma, pero al final no fue. Es una persona que siempre me saluda, me pregunta cómo estoy. Es muy abierto y está interesado en ayudar y ver de qué forma puede impactar positivamente en el otro. Voy a decir algo: antes él no me caía muy bien, pero creo que les pasó a todos por el fanatismo por Federer y Nadal. Y Murray tampoco me caía bien; cuando vi todo lo que le pasó a Andy, con la operación de cadera, con los asesinatos en su escuela… Eso me hizo reflexionar: “Pucha, este pibe la pasó mal”. Entonces uno empieza a conocer a la persona detrás del jugador. Si yo me siento presionado porque hay, por decirlo de una manera, diez personas detrás que dependen de mí, estos flacos tienen 200. Novak es el único que se embarró los pies y se preocupó.
–¿Cómo estás hoy?
–Los resultados no vienen acompañando tanto, eso está claro, pero después del posteo volví a disfrutar la batalla del día a día, algo que no estaba pasando. El año pasado fue el mejor de mi carrera en cuanto a números, pero si analizo, digo: “Pucha, estoy 130-140 del mundo, pero sigo así desde hace seis meses”. No estoy viéndolo como algo malo, sino pensando en la oportunidad de jugar torneos grandes. Volví a disfrutar de competir. Me cuesta bastante hablar; me resulta más fácil hacerlo con algunos amigos. El vínculo con el psicólogo tiene que ser como el de una pareja: se tiene que generar una confianza y que a uno le guste cómo es el otro como persona, porque pueden recomendar a alguien y si después no hay feeling, no va. Novak me dijo: “A mí me pasó mucho eso, me pasa, pero con los años aprendí a manejarlo. Ahora se te van a acercar muchas personas para ayudarte, es normal. Todos van a ofrecerte alguna salida distinta, y es entonces cuando uno se siente más perdido que antes”. Porque a uno le funcionó A; a otros, B, y a otros, C o D. Eso lleva a no saber qué hacer. Entonces, Nole me dijo: “Lo que creo es que en esos momentos hay que tener confianza con alguien que uno elija, encontrar una conexión y hablar. Que a uno le presten la oreja y no lo juzguen”. Y la verdad es que tiene razón. Estoy en esa búsqueda.
Más sobre la problemática
PARÍS (de un enviado especial).– “Siempre me costó mucho expresarme, en cualquier lado: en el tenis, en la vida, en el colegio… Siempre preferí estar callado y resolverlo a mi manera, sin querer j… a nadie por miedo a molestar”.
Si alguna vez Federico Agustín Gómez, aturdido por no alcanzar las ambiciones como las idealizaba, se aventuró a creer que era invisible ante la mirada ajena, deberá entender que ya no hay nada más lejano a ese estado de indiferencia.
Agobiado emocionalmente, incluso habiendo construido la mejor temporada de su carrera, fue valiente en marzo pasado al gritar a los cuatro vientos que había “tocado fondo” y tenido “pensamientos suicidas, de no querer vivir más”. Los mundos se sacudieron: el suyo, el familiar, el de su equipo, el del circuito de aquí y de allá. Todos quisieron (quieren) arroparlo, acompañarlo. Ayudarlo. El posteo en Instagram del 1° de marzo actuó como una bola de nieve incontrolable.
“Siempre me costó expresarme, pero al hablar de lo que me pasa y exponerlo como lo hice… No creía que iba a tener tanta repercusión, no, no; no pensé. Sí pensé que en el ambiente del tenis haría ruido, pero no en tanta llegada a otros ámbitos. Además de Nole [Novak Djokovic], [Paula] Badosa y [Simona] Halep, me ha hablado gente que no es del tenis, que se interesó. Juego al tenis desde hace mucho y no se hablaba de salud mental desde hacía 15 o 20 años”, cuenta Gómez, de 28 años, nacido en Merlo, a LA NACION, en una de sus escasas apariciones mediáticas. Todavía tiene más de 200 mensajes de WhatsApp sin contestar desde aquel día.
Aquí, en París, quedó a un paso del main draw de Roland Garros, al perder en la tercera ronda de la qualy contra el italiano Giulio Zeppieri (6-1 y 6-4).
–¿A cuánta gente cercana sorprendiste con el posteo?
-De mi familia y amigos, nadie sabía nada; tampoco mi equipo. Era un posteo mucho más largo. Estuve escribiéndolo por tres semanas, en aviones, en escalas… Y tuve que ir acortándolo porque no me entraba. Lo publiqué un sábado, pero quise hacerlo el viernes, y como yo había firmado contrato con Lotto y la foto que subí era con Nike, le dije a Mariano Ottolini, que es uno de mis entrenadores y al que le gusta la fotografía, si le podía borrar la marca y le expliqué por qué iba a subirla. Él estuvo en contra. Me dijo: “Opino que no lo postees por lo que puede causar, por lo que puede generarte de impacto negativo”. Y no lo hice. Pero al otro día me levanté, me había entrenado, estaba almorzando y le dije: “Voy a publicarlo. Siento que va a hacerme bien”. Él me aconsejaba que antes mandara el mensaje a los más allegados, pero dije que no, que para mí iba a ser mejor así, para que supieran lo que yo estaba atravesando.
–¿Cómo fuiste asimilando el impacto entre tus seres queridos y la repercusión mundial generada?
–Mi familia estuvo muy shockeada, porque no pensaba que fuera tan así mi situación. Quizás mi mamá, con el termómetro de madre –ellas saben cuándo un hijo está raro–, sabía que no estaba en mi mejor momento, pero no lo esperaban así, ni locos. Entonces, les chocó bastante el mensaje. Obviamente me brindaron su apoyo y todo el amor. Me escribió mucha gente, como [Javier] Frana, [Agustín] Calleri. También me escribió Delpo [Juan Martín del Potro]. De la ATP me habló un tour manager en Indian Wells, me dijo que había visto el posteo y que estaba para ayudar; me ofreció una psicóloga que está en el lugar y que estaba a disposición.
–En medio de la tormenta tuviste lucidez para identificar el problema y dar un primer paso al contar lo que sufrías.
–Sí, exponerlo, hablarlo o contarlo de la única forma que pude, que encontré. No pensé que fuera a tener tanta repercusión. En el torneo de Miami sentía que me miraban como diciendo “ah, vos sos el de la publicación”. Tenía explotado el teléfono y todavía lo tengo; me han quedado mensajes guardados sin leer y me disculpo. El otro día estaba entrando en calor en Roma y vino Paula Badosa, se sentó al lado y me preguntó cómo estaba, qué sentía. Me dijo que ella había pasado por lo mismo. Al abrirme me sentí mejor, sí, pero no es que noté un cambio de un día para el otro. Las siguientes semanas [al posteo] fueron muy duras. Empecé a sentirme bien hace algunas semanas, pero voy día a día, viendo qué ladrillito poner en la pared para seguir construyendo.
–¿Qué cosas cambiaste?
–Estoy siendo en el día a día un poquito más consciente de lo que hago. Me gusta escribir. Anoto las tareas que tengo que hacer. Tengo una libreta; soy de la vieja escuela. A la tarde, cuando vuelvo al hotel y me pongo a tomar mate, voy tachando qué hice, qué no, y si me faltó algo voy haciéndolo. Empecé a leer para salir un poco de la vida tecnológica. Una de las cosas que me recomendó Nole es tener tiempo mí. Me dijo: “Muchas veces me voy a caminar, al pasto, descalzo, para estar agradecido, meditar”. Uno tampoco puede incorporar tantos cambios de una vez, pero voy de a poquito incorporando. Sumé meditación, respiración. Y la familia está un poco más tranquila, está más atenta. Eso está bueno.
–¿Qué te generan el teléfono celular y las redes sociales?
–Me pasa que termino un partido, agarro el teléfono para hablar con mi familia y tengo 25 mensajes de “te voy a matar”, “ojalá se muera tu familia”, “¿cómo podés jugar al tenis, si sos una desgracia?“. No querés, pero al final terminás viéndolo y hace daño, termina influyendo. El temor de que la amenaza traspase lo virtual siempre está. La mayoría escribe desde perfiles anónimos o falsos, no muestra la cara. Uno sabe que son de un flaco que está detrás de una computadora tratando de hacer plata, pero igual es duro. Han llegado a decirme: ”Acabás de dejar una familia sin padre, porque perdí todo por tu derrota y voy a suicidarme”. Eso fue fuerte. Hace poco, un jugador francés, Arthur Bouquier, denunció que lo amenazaron diciéndole que iban a perseguirlo al hotel. Toco madera: nunca se me acercaron hasta ahora. Ahora hay una aplicación de ATP para el teléfono que filtra palabras fuera de lugar en las redes, pero es un parche. En estas últimas semanas después del posteo me mandaron: “Te hubieses matado. Hubiera sido todo más fácil”. Esas cosas sí me golpean.
–Muchos tenistas dijeron sentirse identificados con tu revelación.
–Sí, se me han acercado y me han dicho que, sin llegar a mi extremo, se sintieron identificados. Y uno se da cuenta de que el circuito es una trituradora de carne. En la qualy de Roland Garros, por ejemplo, jugamos 128. Me llevo bien con muchos, los saludo y por ahí mañana o pasado nos toca enfrentarnos y hay que decirles “disculpá, pero quiero ganarte como sea”. Es difícil. El otro lucha por lo mismo que uno quiere, y no se puede repartir, no hay empate. Hace poco, jugando en Torino, donde la cancha central es como un coliseo que está debajo del nivel de la tierra, me acordé de la película Gladiador. Miraba arriba y decía: “Somos dos luchadores que estamos asesinándonos acá y la gente está afuera mirando cómo tratamos de matarnos tenísticamente”. Hay una lucha psicológica grande, y más si no se dan los resultados como uno espera. El otro día lo dijo [Luciano] Darderi: el tenis puede sacarte muy rápido y en una semana puede devolverte, cambiar el año y hasta la carrera. Y ni hablar del presupuesto: ahí hay un tema psicológico fatal. A mí me costaba jugar pensando en si tendría plata para viajar a otra gira, si llegaba o no. El día en que me prestaron plata para hacer una gira de seis semanas gané dos challengers, algo que no fue casual porque tenía respaldo, tranquilidad y dinero para llevar a un entrenador. La defensa de los puntos también es un tema que presiona. Mirá el ejemplo de Facu [Díaz Acosta], que no defendió los puntos de Buenos Aires y se fue al puesto ciento y pico.
–El gesto de Djokovic con vos fue mucho más que un posteo: se involucró, te aconsejó, te invitó a entrenarse. ¿Te sorprendió?
–Justo con él había intercambiado algunos comentarios en enero en Brisbane, y también con su fisio. Habíamos coincidido en la sala de jugadores, y él sabía quién era yo. Encima, en el torneo le gané a [Dusan] Lajovic, que es su amigo. Y después vino mi posteo y llegó su mensaje. Íbamos a vernos hace unos días en Roma, pero al final no fue. Es una persona que siempre me saluda, me pregunta cómo estoy. Es muy abierto y está interesado en ayudar y ver de qué forma puede impactar positivamente en el otro. Voy a decir algo: antes él no me caía muy bien, pero creo que les pasó a todos por el fanatismo por Federer y Nadal. Y Murray tampoco me caía bien; cuando vi todo lo que le pasó a Andy, con la operación de cadera, con los asesinatos en su escuela… Eso me hizo reflexionar: “Pucha, este pibe la pasó mal”. Entonces uno empieza a conocer a la persona detrás del jugador. Si yo me siento presionado porque hay, por decirlo de una manera, diez personas detrás que dependen de mí, estos flacos tienen 200. Novak es el único que se embarró los pies y se preocupó.
–¿Cómo estás hoy?
–Los resultados no vienen acompañando tanto, eso está claro, pero después del posteo volví a disfrutar la batalla del día a día, algo que no estaba pasando. El año pasado fue el mejor de mi carrera en cuanto a números, pero si analizo, digo: “Pucha, estoy 130-140 del mundo, pero sigo así desde hace seis meses”. No estoy viéndolo como algo malo, sino pensando en la oportunidad de jugar torneos grandes. Volví a disfrutar de competir. Me cuesta bastante hablar; me resulta más fácil hacerlo con algunos amigos. El vínculo con el psicólogo tiene que ser como el de una pareja: se tiene que generar una confianza y que a uno le guste cómo es el otro como persona, porque pueden recomendar a alguien y si después no hay feeling, no va. Novak me dijo: “A mí me pasó mucho eso, me pasa, pero con los años aprendí a manejarlo. Ahora se te van a acercar muchas personas para ayudarte, es normal. Todos van a ofrecerte alguna salida distinta, y es entonces cuando uno se siente más perdido que antes”. Porque a uno le funcionó A; a otros, B, y a otros, C o D. Eso lleva a no saber qué hacer. Entonces, Nole me dijo: “Lo que creo es que en esos momentos hay que tener confianza con alguien que uno elija, encontrar una conexión y hablar. Que a uno le presten la oreja y no lo juzguen”. Y la verdad es que tiene razón. Estoy en esa búsqueda.
Más sobre la problemática
Federico Gómez contó al mundo antes que a sus familiares su sentir; tras el interés de Nole, Badosa, Halep y argentinos, hoy se recupera Read More