El sábado a la tarde Mauricio Macri estaba en su quinta con actitud reflexiva. Faltaba un día para la elección porteña e intuía el vendaval. Se reunió largamente con Cristian Ritondo con la mira puesta en la elección bonaerense. Volvieron a hablar el domingo antes y después de la triste escenificación de la derrota. También el lunes, a horas de que el expresidente partiera hacia España.
En todas las conversaciones hubo una consigna compartida: hay que dar vuelta la página y lograr el mejor acuerdo posible con La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires. Con ese espíritu Ritondo fue el martes al encuentro de Amcham y fijó postura. Dijo que iban a seguir acompañando el rumbo económico del Gobierno y que ratificaba su voluntad frentista para las elecciones del 7 de septiembre.
Esta secuencia reseteó en forma decisiva el escenario postelectoral. Congeló el certamen de garrochismo cuentapropista que se estaba preparando en las filas de Pro para saltar a los brazos libertario y diluyó el clima de confrontación que había prevalecido en la campaña porteña, y que tuvo su epílogo en el video fake del sábado a la noche (el Gobierno todavía no respondió a un pedido de la Cámara Nacional Electoral para que solicite a la ONU un software llamado E-monitor, que permite identificar este tipo de excesos y minimizar impactos electorales). Este clima se extendió hasta el lunes inclusive, cuando Javier Milei dijo: “Quizás Macri deba entender que su momento pasó”. Después todo cambió.
Desde la Casa Rosada hubo correspondencia y señales muy claras de estar en una sintonía renovada. Santiago Caputo habló varias veces con Ritondo, transformado en el interlocutor habilitado por Macri, y avaló la idea de hacer una alianza. Milei ya había bajado la orden de confluir. También se comprometió a evitar gestos de humillación hacia el macrismo para descomprimir la presión.
Así quedó allanado el camino para el mensaje que le envió el expresidente a Milei con una frase que al mandatario le pareció genuina: “Felicitaciones de alguien que siempre quiere que te vaya bien”. Vuelta de página con el objetivo de intentar derrotar al kirchnerismo en la provincia.
Estos intercambios concluyeron el jueves en la noche, en la cena de dos horas en la que el Presidente hizo de anfitrión de Ritondo en Olivos. Allí Milei reafirmó una idea que ya le había transmitido antes al diputado: que no puede darse el lujo de perder la provincia contra el kirchnerismo porque el efecto en los mercados y en el mundo sería muy nocivo. Rescató a un Macri (Mauricio) y hundió al otro (Jorge). Un giro pragmático de los dos líderes que marcó el nuevo contexto.
La línea de negociación ya está trazada y validada en ambos campamentos. Consiste en una división de estrategias entre la elección provincial y la nacional de octubre. En el capítulo de septiembre el acuerdo consiste en sellar un frente electoral entre LLA y Pro, ya que los libertarios no tienen suficientes figuras para armar listas competitivas en las ocho secciones electorales y el macrismo tiene 13 intendentes que representan el 22% del electorado. Además podrían sumarse a ese esquema radicales y fuerzas vecinales. En esta instancia habría un esquema formal de alianza y un reconocimiento a la capilaridad territorial en la que Pro aventaja a los libertarios.
Otro diseño distinto se utilizaría para la elección de diputados nacionales. Allí competirían con la marca LLA, y Pro se sumaría con una adhesión. Esto quiere decir que referentes del macrismo podrían integrar la lista unificada en lugares más modestos, pero una vez electos podrían ser parte de la bancada amarilla. Utilizarían el instrumental electoral libertario, pero supuestamente sin perder su identidad partidaria. Alquimias de un sistema descompuesto. Utilidades para resolver las diferencias. Acá habría un reconocimiento implícito de que el violeta hoy es más competitivo para derrotar al kirchnerismo en la provincia.
Este abordaje electoral dual tiene la aceptación directa de Macri, quien previamente sondeó que sus intendentes estén de acuerdo. También cuenta con el aval de Caputo y de Karina Milei, a quien muchos señalaban como la más refractaria. El indicio de que la hermana presidencial estaba en la misma línea la dio esta semana Martín Menem, uno de sus referentes, cuando sostuvo: “Vamos a ir juntos en la provincia”. Ayer salió el propio Presidente a dar su bendición definitiva.
Este es el paradigma general con el que van a avanzar las conversaciones. Por debajo, van a continuar las fricciones entre los armadores Sebastián Pareja, hombre de confianza de Karina que sostiene que no es necesario un acuerdo formal con Pro, y las Fuerzas del Cielo representadas por Agustín Romo, espada bonaerense de Caputo. Ellos seguramente se desgastarán en el punteo de nombres y de roles. Encarnan dos versiones de LLA, al igual que sus jefes. Pero tanto Caputo como Karina eludirán la disputa directa entre ellos.
Una elección sin lección
Así como libertarios y macristas interpretaron rápidamente que debían cerrar el capítulo porteño y unificar sus proyecciones en la provincia, en el campamento peronista ocurrió todo lo contrario. La primera semana posterior a la elección en la ciudad dejó una colección de desencuentros y diferencias, que por ahora parecen alejar la posibilidad de un entendimiento amigable entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof.
La expresidenta había dado una señal en favor de la unidad en dos reuniones que encabezó hace diez días y que convocó a intendentes propios, como Mayra Mendoza y Federico Otermín, y del esquema del gobernador, como Fernando Espinoza, Julio Alak, Pablo Descalzo y Andrés Watson. “Ella bajó un mensaje claro de que iba a trabajar por la unidad y de que teníamos que ir todos juntos”, resumieron en el entorno camporista, en claro gesto de regresó la versión más pragmática de Cristina.
Sin embargo, esta semana todas las señales fueron en un sentido opuesto y quedaron reflejadas en las declaraciones de Carlos Bianco, el hombre de más confianza de Kicillof, quien el martes demostró que el ánimo de confrontación sigue vigente. “Hay que volver a discutir condiciones para la unidad y ver si estamos todos de acuerdo en esos términos”, sentenció.
Tan disímiles son las posturas, que hasta leyeron el resultado porteño con prismas totalmente opuestos. Mientras el kirchnerismo dice que la elección de la ciudad demostró la inconveniencia de desdoblar la elección, en el kicillofismo aducen que, por el contrario, el problema es que LLA fue exitoso en nacionalizar la campaña y por eso ganó, un riesgo que se incrementaría en el caso de unificar todo en octubre.
En el kirchnerismo dicen que la frustración de Leandro Santoro demuestra que es imperioso ir unidos en la provincia a cualquier precio, y en el kicillofismo entienden que justamente demostró que la unidad por sí misma no alcanza si no hay un propósito común.
En el kirchnerismo ven que el lanzamiento del Movimiento Derecho al Futuro que realizará Kicillof es un gesto de emancipación, y cerca del gobernador se quejan de que cuando ellos definieron la fecha para esa presentación que debía hacerse ayer (después se postergó), Cristina fijó su reaparición pública para el día siguiente, es decir hoy.
“Están en una visión imposible. No pensamos como un espacio común. Así es muy difícil acordar porque tenemos miradas distintas”, se lamenta un referente del espacio del gobernador. “Esta semana no hubo reuniones ni movimientos. Nadie respondió al mensaje de unidad que envió Cristina en la reunión con los intendentes. Los libertarios están actuando con inteligencia electoral; nosotros deberíamos acelerar ese proceso”, se quejan en el Instituto Patria. Sólo señales de discordia.
La mayoría de los actores confía en que al final del camino habrá una convergencia porque sería suicida regalarle tan fácil el triunfo a los libertarios. Cree que habrá una conversación entre Cristina y Kicillof y allí se ordenará el tablero. Pero hoy todavía no hay indicios.
Las elecciones de medio término siempre fueron un karma para el kirchnerismo, tanto cuando le tocó ser oficialismo como cuando estuvo en la oposición. De hecho no ganan una desde 2005, al menos en la provincia. Pasaron exactamente 20 años desde que Cristina arrasó a Hilda “Chiche” Duhalde. Después, las legislativas sirvieron para darle su momento de gloria a Francisco de Narváez (2009), Sergio Massa (2013), Esteban Bullrich (2017) y Diego Santilli (2021). Nunca más una alegría.
Esas divergencias entre las dos alas del peronismo bonaerense ocurren frente a la perspectiva de una elección que se prevé que sea la más caótica de la historia en la provincia. La justicia electoral de Buenos Aires está muy preocupada por sus implicancias porque hay poca claridad respecto de aspectos cruciales: ¿cómo se inscriben los frentes (a nivel provincial o por sección)?, ¿pueden competir con denominaciones diferentes?, ¿pueden tener una configuración distinta entre el tramo a legislador provincial y el de concejales?
Apunta a ser un festival de la política territorial en el momento en el que la sociedad expresa su mayor lejanía de la dirigencia. Además, sin las PASO, las internas partidarias serán feroces. Por eso el viernes la Junta Electoral publicó una resolución que obliga a las fuerzas políticas a informar el método de selección de candidatos. Un espectáculo de punteros y sellos en medio de un profundo deterioro de los compromisos cívicos.
El liderazgo anarco-democrático
Los festejos en el Gobierno por el triunfo electoral en la ciudad tuvieron una importante señal de advertencia que quedó titilando en el tablero: el histórico nivel de ausentismo, que llegó al 47%. Más allá de que era una elección legislativa local, usualmente poco atractiva, las huestes de Santiago Caputo entendieron que allí anida un enigma a descifrar, que también los interpela a ellos.
“Era el único factor que no podíamos controlar y al final fue mayor al esperado, aunque creo que perjudicó más al peronismo. Lo analizamos internamente y nunca terminamos de tener en claro si teníamos que incentivar el voto, y por eso no lo hicimos. Es un tema que vamos a seguir estudiando porque es muy importante”, señaló un referente a cargo de la estrategia oficial.
El día de la elección hicieron un push por mensajes de texto destinado a los votantes sub 35 que decía: “Levantá el culo del sillón para votar. Tenés tiempo hasta las 18”. Apenas un gesto ante la previsión de lo que podía ocurrir entre sus votantes más fieles.
Hay quienes se preocupan por el elevado ausentismo por lo que exhibe en términos de erosión democrática. Pero en el Gobierno lo miran con pragmatismo político. Se trata de un océano de votantes sin representación. Si hubiera habido alguien que hubiese convocado a no votar se habría transformado en el principal ganador del domingo pasado. Sería un liderazgo anarco-democrático que podría competir con el anarco-capitalismo de Milei. Reflejo del clima de época.
Allí anida una mayoría vacante a la que los libertarios les encantaría cautivar. Es un activo muy seductor, pero al mismo tiempo elusivo. ¿Cómo conmover a ese universo? ¿Qué demandan? Hoy no les preocupa tanto porque se sienten cómodos ejerciendo una hegemonía minoritaria, pero es un riesgo latente.
En el oficialismo entienden que ellos, como exponentes de la fuerza más novedosa y disruptiva, son quienes están en mejores condiciones de convocarlos. El resto de las fuerzas políticas emerge totalmente desconcertado frente al cambio de paradigma y con menos chances de conectar con ese electorado desencantado y desconectado.
Según las previsiones de todas las fuerzas políticas, el mismo fenómeno de ausentismo se repetirá en la ininteligible elección bonaerense de septiembre, y habrá que ver si se recupera para la nacional. Según un estudio de Federico Aurelio, un 43% hoy manifiesta no tener ganas de acercarse a las urnas en octubre.
Hay un latido social muy profundo en la decisión de no ir a votar. No representa ni siquiera el acto contestatario de sufragar en blanco; es una exhibición de indiferencia absoluta. Además contiene un componente muy importante de anomia porque implica en los hechos la alteración de la ley que establece la obligatoriedad del voto. Es decir, una acción no coordinada pero masiva que resuelve violar las normas.
“Es una bomba de tiempo debajo del país. Hay un 50% que no se siente atraído por los cantos de sirena de ningún espacio, que está vacante y a disposición. Todos los partidos, como pasó en otros países de la región, tienden a desaparecer. Y ahora lo que hay que ver es si se está desgastando también la figura de Milei. Si está pasando eso, es grave”, analiza Jaime Durán Barba, desde la impotencia de ver cómo se derrumba el castillo de Pro que ayudó a construir, y desde el padrinazgo intelectual que siente sobre la escudería de Santiago Caputo.
El director de Isonomía Rodrigo Martínez complementa la idea al decir que “lo que estamos viendo es que el concepto de cambio es lo que prima. El 87% dice que quiere cambiar, aunque elija al oficialismo porque el oficialismo apela a una narrativa de cambio. Al mismo tiempo demanda nitidez. El escenario argentino se perfila hacia los nichos. Hay una necesidad de empatizar con el estado emocional de la gente”.
Hasta ahora el Gobierno ha sido el más exitoso en responder a esa fórmula. Milei representa el cambio, sintoniza con el enojo de la mayoría de la sociedad y es tremendamente intenso en el discurso que le dirige a su núcleo duro. Sus logros económicos le permitieron darle sustento a esa empatía.
De hecho, los únicos dos momentos en los que bajó su índice de aprobación fueron en los períodos julio-septiembre del año pasado y febrero-abril de este año, que coincidieron con períodos de turbulencia en los mercados e incertidumbre económica. Hoy las encuestas siguen marcando que la evaluación de la situación económica personal deja un saldo negativo (59% a 35 %, según midió Aurelio), pero en términos de expectativas a futuro es claramente positivo (49% a 38%).
Estos indicadores le dan aire a Milei para transitar con holgura el calendario electoral de este año. Si además llega a ganar en la elección bonaerense, octubre será un regocijo libertario y se multiplicarán las fuerzas dispuestas a aliarse y acompañar en el Congreso. Eso le da margen y tiempo para avanzar en su plan.
Pero el Gobierno no podrá pasar por alto que imprevistamente le surgió una competencia, no desde la anquilosada partidocracia tradicional, sino desde el mismo terreno del que él mismo irrumpió hace pocos años: el indescifrable ánimo social de la Argentina. Una mayoría agazapada en silencio que no reconoce liderazgos y que cultiva desde hace tiempo el arte del escepticismo. Que permanece insensible ante el coro de voces políticas, especialmente las de quienes protagonizaron el Ancien Régime, pero que también observa las piruetas libertarias y aún se pregunta si el experimento podrá responder a sus demandas. En el contexto global de hoy, la democracia de derecho cruje cuando no hay democracia de resultados. Las urnas fueron un júbilo para Milei. También un interrogante oculto.
El sábado a la tarde Mauricio Macri estaba en su quinta con actitud reflexiva. Faltaba un día para la elección porteña e intuía el vendaval. Se reunió largamente con Cristian Ritondo con la mira puesta en la elección bonaerense. Volvieron a hablar el domingo antes y después de la triste escenificación de la derrota. También el lunes, a horas de que el expresidente partiera hacia España.
En todas las conversaciones hubo una consigna compartida: hay que dar vuelta la página y lograr el mejor acuerdo posible con La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires. Con ese espíritu Ritondo fue el martes al encuentro de Amcham y fijó postura. Dijo que iban a seguir acompañando el rumbo económico del Gobierno y que ratificaba su voluntad frentista para las elecciones del 7 de septiembre.
Esta secuencia reseteó en forma decisiva el escenario postelectoral. Congeló el certamen de garrochismo cuentapropista que se estaba preparando en las filas de Pro para saltar a los brazos libertario y diluyó el clima de confrontación que había prevalecido en la campaña porteña, y que tuvo su epílogo en el video fake del sábado a la noche (el Gobierno todavía no respondió a un pedido de la Cámara Nacional Electoral para que solicite a la ONU un software llamado E-monitor, que permite identificar este tipo de excesos y minimizar impactos electorales). Este clima se extendió hasta el lunes inclusive, cuando Javier Milei dijo: “Quizás Macri deba entender que su momento pasó”. Después todo cambió.
Desde la Casa Rosada hubo correspondencia y señales muy claras de estar en una sintonía renovada. Santiago Caputo habló varias veces con Ritondo, transformado en el interlocutor habilitado por Macri, y avaló la idea de hacer una alianza. Milei ya había bajado la orden de confluir. También se comprometió a evitar gestos de humillación hacia el macrismo para descomprimir la presión.
Así quedó allanado el camino para el mensaje que le envió el expresidente a Milei con una frase que al mandatario le pareció genuina: “Felicitaciones de alguien que siempre quiere que te vaya bien”. Vuelta de página con el objetivo de intentar derrotar al kirchnerismo en la provincia.
Estos intercambios concluyeron el jueves en la noche, en la cena de dos horas en la que el Presidente hizo de anfitrión de Ritondo en Olivos. Allí Milei reafirmó una idea que ya le había transmitido antes al diputado: que no puede darse el lujo de perder la provincia contra el kirchnerismo porque el efecto en los mercados y en el mundo sería muy nocivo. Rescató a un Macri (Mauricio) y hundió al otro (Jorge). Un giro pragmático de los dos líderes que marcó el nuevo contexto.
La línea de negociación ya está trazada y validada en ambos campamentos. Consiste en una división de estrategias entre la elección provincial y la nacional de octubre. En el capítulo de septiembre el acuerdo consiste en sellar un frente electoral entre LLA y Pro, ya que los libertarios no tienen suficientes figuras para armar listas competitivas en las ocho secciones electorales y el macrismo tiene 13 intendentes que representan el 22% del electorado. Además podrían sumarse a ese esquema radicales y fuerzas vecinales. En esta instancia habría un esquema formal de alianza y un reconocimiento a la capilaridad territorial en la que Pro aventaja a los libertarios.
Otro diseño distinto se utilizaría para la elección de diputados nacionales. Allí competirían con la marca LLA, y Pro se sumaría con una adhesión. Esto quiere decir que referentes del macrismo podrían integrar la lista unificada en lugares más modestos, pero una vez electos podrían ser parte de la bancada amarilla. Utilizarían el instrumental electoral libertario, pero supuestamente sin perder su identidad partidaria. Alquimias de un sistema descompuesto. Utilidades para resolver las diferencias. Acá habría un reconocimiento implícito de que el violeta hoy es más competitivo para derrotar al kirchnerismo en la provincia.
Este abordaje electoral dual tiene la aceptación directa de Macri, quien previamente sondeó que sus intendentes estén de acuerdo. También cuenta con el aval de Caputo y de Karina Milei, a quien muchos señalaban como la más refractaria. El indicio de que la hermana presidencial estaba en la misma línea la dio esta semana Martín Menem, uno de sus referentes, cuando sostuvo: “Vamos a ir juntos en la provincia”. Ayer salió el propio Presidente a dar su bendición definitiva.
Este es el paradigma general con el que van a avanzar las conversaciones. Por debajo, van a continuar las fricciones entre los armadores Sebastián Pareja, hombre de confianza de Karina que sostiene que no es necesario un acuerdo formal con Pro, y las Fuerzas del Cielo representadas por Agustín Romo, espada bonaerense de Caputo. Ellos seguramente se desgastarán en el punteo de nombres y de roles. Encarnan dos versiones de LLA, al igual que sus jefes. Pero tanto Caputo como Karina eludirán la disputa directa entre ellos.
Una elección sin lección
Así como libertarios y macristas interpretaron rápidamente que debían cerrar el capítulo porteño y unificar sus proyecciones en la provincia, en el campamento peronista ocurrió todo lo contrario. La primera semana posterior a la elección en la ciudad dejó una colección de desencuentros y diferencias, que por ahora parecen alejar la posibilidad de un entendimiento amigable entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof.
La expresidenta había dado una señal en favor de la unidad en dos reuniones que encabezó hace diez días y que convocó a intendentes propios, como Mayra Mendoza y Federico Otermín, y del esquema del gobernador, como Fernando Espinoza, Julio Alak, Pablo Descalzo y Andrés Watson. “Ella bajó un mensaje claro de que iba a trabajar por la unidad y de que teníamos que ir todos juntos”, resumieron en el entorno camporista, en claro gesto de regresó la versión más pragmática de Cristina.
Sin embargo, esta semana todas las señales fueron en un sentido opuesto y quedaron reflejadas en las declaraciones de Carlos Bianco, el hombre de más confianza de Kicillof, quien el martes demostró que el ánimo de confrontación sigue vigente. “Hay que volver a discutir condiciones para la unidad y ver si estamos todos de acuerdo en esos términos”, sentenció.
Tan disímiles son las posturas, que hasta leyeron el resultado porteño con prismas totalmente opuestos. Mientras el kirchnerismo dice que la elección de la ciudad demostró la inconveniencia de desdoblar la elección, en el kicillofismo aducen que, por el contrario, el problema es que LLA fue exitoso en nacionalizar la campaña y por eso ganó, un riesgo que se incrementaría en el caso de unificar todo en octubre.
En el kirchnerismo dicen que la frustración de Leandro Santoro demuestra que es imperioso ir unidos en la provincia a cualquier precio, y en el kicillofismo entienden que justamente demostró que la unidad por sí misma no alcanza si no hay un propósito común.
En el kirchnerismo ven que el lanzamiento del Movimiento Derecho al Futuro que realizará Kicillof es un gesto de emancipación, y cerca del gobernador se quejan de que cuando ellos definieron la fecha para esa presentación que debía hacerse ayer (después se postergó), Cristina fijó su reaparición pública para el día siguiente, es decir hoy.
“Están en una visión imposible. No pensamos como un espacio común. Así es muy difícil acordar porque tenemos miradas distintas”, se lamenta un referente del espacio del gobernador. “Esta semana no hubo reuniones ni movimientos. Nadie respondió al mensaje de unidad que envió Cristina en la reunión con los intendentes. Los libertarios están actuando con inteligencia electoral; nosotros deberíamos acelerar ese proceso”, se quejan en el Instituto Patria. Sólo señales de discordia.
La mayoría de los actores confía en que al final del camino habrá una convergencia porque sería suicida regalarle tan fácil el triunfo a los libertarios. Cree que habrá una conversación entre Cristina y Kicillof y allí se ordenará el tablero. Pero hoy todavía no hay indicios.
Las elecciones de medio término siempre fueron un karma para el kirchnerismo, tanto cuando le tocó ser oficialismo como cuando estuvo en la oposición. De hecho no ganan una desde 2005, al menos en la provincia. Pasaron exactamente 20 años desde que Cristina arrasó a Hilda “Chiche” Duhalde. Después, las legislativas sirvieron para darle su momento de gloria a Francisco de Narváez (2009), Sergio Massa (2013), Esteban Bullrich (2017) y Diego Santilli (2021). Nunca más una alegría.
Esas divergencias entre las dos alas del peronismo bonaerense ocurren frente a la perspectiva de una elección que se prevé que sea la más caótica de la historia en la provincia. La justicia electoral de Buenos Aires está muy preocupada por sus implicancias porque hay poca claridad respecto de aspectos cruciales: ¿cómo se inscriben los frentes (a nivel provincial o por sección)?, ¿pueden competir con denominaciones diferentes?, ¿pueden tener una configuración distinta entre el tramo a legislador provincial y el de concejales?
Apunta a ser un festival de la política territorial en el momento en el que la sociedad expresa su mayor lejanía de la dirigencia. Además, sin las PASO, las internas partidarias serán feroces. Por eso el viernes la Junta Electoral publicó una resolución que obliga a las fuerzas políticas a informar el método de selección de candidatos. Un espectáculo de punteros y sellos en medio de un profundo deterioro de los compromisos cívicos.
El liderazgo anarco-democrático
Los festejos en el Gobierno por el triunfo electoral en la ciudad tuvieron una importante señal de advertencia que quedó titilando en el tablero: el histórico nivel de ausentismo, que llegó al 47%. Más allá de que era una elección legislativa local, usualmente poco atractiva, las huestes de Santiago Caputo entendieron que allí anida un enigma a descifrar, que también los interpela a ellos.
“Era el único factor que no podíamos controlar y al final fue mayor al esperado, aunque creo que perjudicó más al peronismo. Lo analizamos internamente y nunca terminamos de tener en claro si teníamos que incentivar el voto, y por eso no lo hicimos. Es un tema que vamos a seguir estudiando porque es muy importante”, señaló un referente a cargo de la estrategia oficial.
El día de la elección hicieron un push por mensajes de texto destinado a los votantes sub 35 que decía: “Levantá el culo del sillón para votar. Tenés tiempo hasta las 18”. Apenas un gesto ante la previsión de lo que podía ocurrir entre sus votantes más fieles.
Hay quienes se preocupan por el elevado ausentismo por lo que exhibe en términos de erosión democrática. Pero en el Gobierno lo miran con pragmatismo político. Se trata de un océano de votantes sin representación. Si hubiera habido alguien que hubiese convocado a no votar se habría transformado en el principal ganador del domingo pasado. Sería un liderazgo anarco-democrático que podría competir con el anarco-capitalismo de Milei. Reflejo del clima de época.
Allí anida una mayoría vacante a la que los libertarios les encantaría cautivar. Es un activo muy seductor, pero al mismo tiempo elusivo. ¿Cómo conmover a ese universo? ¿Qué demandan? Hoy no les preocupa tanto porque se sienten cómodos ejerciendo una hegemonía minoritaria, pero es un riesgo latente.
En el oficialismo entienden que ellos, como exponentes de la fuerza más novedosa y disruptiva, son quienes están en mejores condiciones de convocarlos. El resto de las fuerzas políticas emerge totalmente desconcertado frente al cambio de paradigma y con menos chances de conectar con ese electorado desencantado y desconectado.
Según las previsiones de todas las fuerzas políticas, el mismo fenómeno de ausentismo se repetirá en la ininteligible elección bonaerense de septiembre, y habrá que ver si se recupera para la nacional. Según un estudio de Federico Aurelio, un 43% hoy manifiesta no tener ganas de acercarse a las urnas en octubre.
Hay un latido social muy profundo en la decisión de no ir a votar. No representa ni siquiera el acto contestatario de sufragar en blanco; es una exhibición de indiferencia absoluta. Además contiene un componente muy importante de anomia porque implica en los hechos la alteración de la ley que establece la obligatoriedad del voto. Es decir, una acción no coordinada pero masiva que resuelve violar las normas.
“Es una bomba de tiempo debajo del país. Hay un 50% que no se siente atraído por los cantos de sirena de ningún espacio, que está vacante y a disposición. Todos los partidos, como pasó en otros países de la región, tienden a desaparecer. Y ahora lo que hay que ver es si se está desgastando también la figura de Milei. Si está pasando eso, es grave”, analiza Jaime Durán Barba, desde la impotencia de ver cómo se derrumba el castillo de Pro que ayudó a construir, y desde el padrinazgo intelectual que siente sobre la escudería de Santiago Caputo.
El director de Isonomía Rodrigo Martínez complementa la idea al decir que “lo que estamos viendo es que el concepto de cambio es lo que prima. El 87% dice que quiere cambiar, aunque elija al oficialismo porque el oficialismo apela a una narrativa de cambio. Al mismo tiempo demanda nitidez. El escenario argentino se perfila hacia los nichos. Hay una necesidad de empatizar con el estado emocional de la gente”.
Hasta ahora el Gobierno ha sido el más exitoso en responder a esa fórmula. Milei representa el cambio, sintoniza con el enojo de la mayoría de la sociedad y es tremendamente intenso en el discurso que le dirige a su núcleo duro. Sus logros económicos le permitieron darle sustento a esa empatía.
De hecho, los únicos dos momentos en los que bajó su índice de aprobación fueron en los períodos julio-septiembre del año pasado y febrero-abril de este año, que coincidieron con períodos de turbulencia en los mercados e incertidumbre económica. Hoy las encuestas siguen marcando que la evaluación de la situación económica personal deja un saldo negativo (59% a 35 %, según midió Aurelio), pero en términos de expectativas a futuro es claramente positivo (49% a 38%).
Estos indicadores le dan aire a Milei para transitar con holgura el calendario electoral de este año. Si además llega a ganar en la elección bonaerense, octubre será un regocijo libertario y se multiplicarán las fuerzas dispuestas a aliarse y acompañar en el Congreso. Eso le da margen y tiempo para avanzar en su plan.
Pero el Gobierno no podrá pasar por alto que imprevistamente le surgió una competencia, no desde la anquilosada partidocracia tradicional, sino desde el mismo terreno del que él mismo irrumpió hace pocos años: el indescifrable ánimo social de la Argentina. Una mayoría agazapada en silencio que no reconoce liderazgos y que cultiva desde hace tiempo el arte del escepticismo. Que permanece insensible ante el coro de voces políticas, especialmente las de quienes protagonizaron el Ancien Régime, pero que también observa las piruetas libertarias y aún se pregunta si el experimento podrá responder a sus demandas. En el contexto global de hoy, la democracia de derecho cruje cuando no hay democracia de resultados. Las urnas fueron un júbilo para Milei. También un interrogante oculto.
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