Hay fechas importantes en la historia, efemérides y hechos significativos que, si uno los rescata, ayudan a pensar determinadas trayectorias o, inclusive, el presente. Esta semana se cumplen 50 años del Rodrigazo. Si uno le preguntara qué fue a uno de los grandes historiadores de la economía, Pablo Gerchunoff, diría que fue la primera crisis importante autogenerada, es decir, no motivada por un factor externo, desde la gran crisis de 1890. Fue económica, no financiera, porque no cayeron bancos, pero sí hubo una gran devaluación que llevó el dólar comercial a una paridad de 10 a 26 con el peso; un aumento del 180% en las tarifas de los servicios públicos. Pero lo más importante: es el comienzo de la alta inflación en la Argentina moderna.
En 1975, año en el que se produjo el Rodrigazo, la inflación llegó a 185% y se mantuvo durante 15 años en más del 100%. Se llamó así porque el ministro que anunció el ajuste fue Celestino Rodrigo. Esa fecha quedó como una especie de convención entre muchos historiadores para marcar el punto de partida de un gran deterioro en la calidad de vida en la Argentina, en las condiciones socioeconómicas y, sobre todo, sociolaborales. Podríamos mencionar que en 1973, el índice de Integración Social -la distancia entre el sector más rico y el más pobre- en el país era similar al de Francia. Hoy equivale al de Perú. Esta es una sociedad que se fue haciendo cada vez más desigual y, a partir de los últimos 20 años, con la crisis del 2001 y el estallido de la convertibilidad empezó a tener como centro a la pobreza.
Este es el panorama de los últimos 50 años y la perspectiva o el derrotero contra el que uno mira este experimento Milei, que tiene que ver básicamente con la inflación, con un intento de estabilizar los precios y la economía en un contexto social angustiante. A ese comienzo del deterioro socioeconómico uno podría fijarle partida de nacimiento con el Rodrigazo, aunque sabemos que en ese tipo de secuencias es muy difícil identificar un día en el que comienzan. Tiene que ver con un fenómeno principal: el deterioro y extinción de sectores muy importantes de la clase media.
Acaba de salir hace muy poco un libro de Guillermo Oliveto que se llama “Clase media: mito, realidad o nostalgia”. Oliveto, que es un experto en consumo, redefine la clase media y muestra los nuevos números, que son de achicamiento, donde la Argentina se va pareciendo más a otros países latinoamericanos donde no hay clase media o no la hubo históricamente. Hay que mirar este fenómeno del achicamiento de los sectores medios, que es crucial para el estilo de democracia que puede tener un país.
En un estudio de Hugo Haime se observa la percepción que tienen de sí mismos los argentinos en relación a la pirámide social. En mayo del 2025, un 0,7% se autopercibe de un sector alto, 26.6% se considera clase media, 30,2% media baja y 40,7% de clase baja. Ahora, hay un 11,3% que quiere ser clase alta, contra el 0,7. Hay un 71,7% que quiere ser clase media. Esto quiere decir que en la Argentina, ser de clase media sigue siendo un objetivo imaginario, una aspiración. Después, un 8,4% aspira a ser de clase media baja, en lo que debe ser gente que se percibe clase baja. Y solo un 2,1% aspira a mantenerse como está, anclado en la clase baja.
También hay otro gráfico sobre la autopercepción del nivel social en el tiempo. En el 2002, un 2,4% se consideraba de clase alta; un 1,1% el año pasado; y un 0,7% hoy. Al comienzo del siglo, un 35,2% creía ser de clase media; 24,8%, en 2024; y 26,6% este año. En tanto, los que se consideraban de clase media baja en el 2002 eran un 38,7%; cayó a 33,6% el año pasado y a 30,2% este año. Y el sector clase baja se percibía el 23,6% en 2002, subió a 40% y se mantuvo este año. Es decir, la sociedad argentina se ve a sí misma muy deteriorada pero sigue aspirando a un progreso.
Esto es clave para la política por dos razones. Por un lado explica los montos de frustración, de asfixia y la sensación de estar sin salida o deterioro que está detrás de los procesos electorales, sobre todo a partir de la pandemia y eminentemente en 2023. Es difícil entender el fenómeno Milei sin entender esta depresión y deterioro en la autopercepción del lugar que uno ocupa en la sociedad. Pero además hay otro dato al que hay que prestarle atención para entender la política: se le sigue pidiendo al poder la posibilidad del ascenso social. Entonces, solamente 26,6% se considera de clase media pero 71% dice que quiere serlo. Exagerando, podemos decir que todos queremos ser de clase media.
En medio de este panorama aparece algo que es el plan de estabilización de Milei, que se basa en un concepto: para estabilizar la economía hay que dejar de financiar de manera espuria el gasto público. El Estado había adquirido una expansión aberrante, elefantiásica, y debe ser reducido. Esa reducción del Estado implica también una reducción del gasto social.
Para entender lo que viene en la política en los próximos meses, hay que poder comprender cuál es el clima social y, sobre todo, cuál es la palanca que tiene el Estado para asistir a los más vulnerables, a los que menos tienen. Es algo importante que hay que observar en la gran batalla bonaerense, donde se va a jugar el destino del peronismo, y de La Libertad Avanza y esta experiencia política que estamos viviendo.
Probablemente, el mejor programa social que pueda tener un gobierno en la Argentina es hacer bajar la inflación, algo que el Gobierno no verbaliza demasiado. No mira con la sensibilidad que debería mirar, inclusive en beneficio propio, el costado social de la política antiinflacionaria, que es la mejor que puede adoptar para mejorar la vida de los pobres en un país con niveles de informalidad que resignifican el problema de la inflación. No es lo mismo que haya alta inflación en un país en el cual la mayoría de los trabajadores están empleados en el marco de un contrato formal de trabajo y tienen un sindicato que les pelea el salario en la carrera de los precios, a que haya inflación en un país donde la mayoría está excluida de ese orden laboral y depende de la caridad de quien le paga un ingreso -que no es salario- para seguir respirando. En un país con este deterioro sociolaboral que estamos constatando desde hace 50 años, la inflación tiene otro significado. Combatirla tiene un mérito social que en otros contextos podría no tener. Para entender la relación entre el gobierno de Milei y los sectores más vulnerables no hay que perder nunca de vista lo que significa para ellos el detener el proceso inflacionario, reducirlo, sobre todo en aquellos bienes de consumo indispensable, principalmente alimentos.
Más allá de esta dimensión macroeconómica hay, por supuesto, una política deliberada que lleva adelante el Ministerio de Capital Humano, con Sandra Pettovello a la cabeza. Hay un estudio que realiza el CIAS, el instituto universitario que lidera el jesuita Rodrigo Zarazaga, llevado adelante por Victoria Anauati, Lara Forlino y Andrés Schipani, que analiza el comportamiento del gobierno de Milei en 2024 en materia de política social. Lo primero que nos dicen es que ha habido un ajuste en el gasto social de 14,19% en términos reales. Es decir, por encima de la inflación. Esta es la historia del gasto social en su conjunto, descontando las jubilaciones contributivas. Todos sabemos que se ha usado a la Anses como una caja de acción social, con lo cual se ha llevado una política previsional que ahora es un problema enorme para el fisco argentino. Esta es la historia del gasto social desde el 2002 hasta ahora. Es importante percibir la variación y el pico porque es la pandemia.
Desde el punto de vista de las edades hubo una reducción de gastos: para los adultos mayores, entre 2023 a 2024, hubo un 9,3%, lo que implica un tercio del ajuste, por licuación de las jubilaciones, sobre todo de las no contributivas. 39,8% fue la variación del gasto para jóvenes y adultos. Dos tercios del gasto social se redujeron en esa franja. También hubo una variación positiva del 14%, lo que quiere decir que el Gobierno adoptó un criterio: beneficiar a los niños, que era el sector más postergado y en el que más había que contribuir desde el punto de vista social. Principalmente por la alimentación y la educación temprana. Todos sabemos el efecto que tiene en la vida de una persona haber pasado necesidades importantes, eventualmente hambre, en los primeros años de vida. Este es el criterio que adoptó Milei.
En cuanto al programa Progresar, de becas escolares para chicos de familias de bajos recursos, hay una caída en términos de beneficio de los montos. Cayeron un 30% a lo largo de 2024 y la cantidad de beneficiarios fue de 36,8%. Es cierto que es un programa en el que había que tener la contraprestación de ir a la escuela y no nos habla sólo de una reducción de gastos, sino también de la escolaridad. Hay una pregunta que debería hacerse el Ministerio de Capital Humano y Carlos Torrendell, encargado de Educación: ¿cómo rescato a los que se han ido de la escuela y por eso, en gran medida, no reciben el beneficio del programa? Como ha sido público, sabemos que a inicios del gobierno, Torrendell inició un programa de alfabetización dirigido sobre todo a los que no terminan los estudios primarios. Pero acá hay un enorme problema: en esta reducción del gasto en política educativa hay una noticia dolorosa y la manifestación de un problema central de la Argentina, que es el deterioro espantoso en materia de educación, que afecta enormemente la calidad democrática. Porque la democracia supone la comprensión de los mensajes. Es muy difícil pensar una democracia vital y sólida si hay una crisis educativa con rasgos de cronicidad como tiene la Argentina.
Por otro lado tenemos el programa Potenciar, donde se dio el golpe. La gran reducción de gasto en volumen de dinero vino con este programa, con una caída de beneficio del 56,3% y una caída de beneficiarios menor, de 6,1%.
Acá hay una gran licuación respecto de la inflación. No la inicia Milei. Es la historia de todo el programa que intermedian los movimientos sociales, sobre todo el Evita. Se fueron dando más planes cada vez más baratos que servían cada vez menos. Es un plan de pésima fama en los pobres por el nivel de manipulación. El Gobierno le dio un saque en términos de beneficios y beneficiarios en 2024.
Si nos detenemos en las prestaciones previsionales, cayeron un 14,9%. Hacen juego con el recorte de licuación en la asistencia a los adultos mayores, que fue de 9%. La Argentina tiene un costo previsional por el gasto de la Anses como si se tratara de una nación con una población extraordinariamente envejecida, como ocurre en Francia. Pero somos una población joven. Se ha usado irresponsablemente el sistema previsional para hacer política social, con un problema: la única forma de revertir ese gasto es licuarlo vía inflación. Son derechos adquiridos. No se le puede quitar el beneficio a una persona.
La responsabilidad histórica es de Sergio Massa, con la moratoria de 2006 y 2007, cuando estaba al frente de la Anses. A partir de ahí, quedó quebrado el sistema previsional argentino. Es un gato al que es difícil ponerle el cascabel ya que no hay medidas más impopulares que castigar a los jubilados.
El programa social más exitoso y sólido que tuvo la Argentina y donde el gobierno de Milei puso todo fue en la Asignación Universal por Hijo (AUH). Cuando uno se pregunta por qué un programa de ajuste como el de Milei es asimilado por los más vulnerables, acá está la respuesta. Aquel pobre que tiene familia e hijos tiene un auxilio. Peor la pasa el pobre joven o de mediana edad que no tiene familia.
En términos reales, si comparamos el promedio de las asignación de Milei con el promedio de la misma asignación durante el gobierno de Cristina Kirchner, la actual administración está 8,9% arriba. En el mismo sentido, está 1,4% abajo de Mauricio Macri y 23,2% por encima de Alberto Fernández. Curiosamente, los gobiernos que más han gastado en asignaciones universales por hijo han sido los no peronistas. Tal vez son los que más miedo tienen al conflicto social por estar menos arraigados, por su aparato político, entre los pobres. Es por ello también que el piqueterismo se expandió más en épocas de gobiernos no kirchneristas.
Hay un consenso en la opinión pública respecto de esta política oficial. De acuerdo a un estudio de Mora Jozami para Casa Tres, reducir planes sociales es la política de mayor aceptación entres los encuestados (52%) al momento de recortar gastos; contra 42% que están en desacuerdo y un 6% que no contesta. Con respecto a reducir subsidios al agua, luz y gas, 41% dice estar de acuerdo contra un 54% que no y es mayoría. Lo mismo ocurre en relación a reducir el empleo público o el salario de los empleados públicos. Los recortes de gastos más impopulares entre los encuestados residen en obra pública -73% en contra de un posible ajuste dentro de este rubro- y jubilaciones -93% opinó que no debería recortarse-.
Vemos un Gobierno que ha tomado medidas duras y dolorosas. Desde la oposición usan una palabra que se puso de moda: crueles. Estas medidas tienen por objeto alcanzar la meta de reducción del gasto público, mejorar el financiamiento del Estado y reducir la inflación. Aquellas decisiones son las que se vuelven tan peligrosas para la administración Milei, desde el punto de vista político, noticias como la que publicó Ignacio Grimaldi para LA NACION y que se titula “Contra la casta, con aportes: quiénes son los empleadores en el Estado de los influencers libertarios”. El artículo está ilustrado con una foto de Mariano Pérez, Tomás Jurado y Lucas Luna, tres personajes que militan a favor del Gobierno en X o YouTube. Están contratados por el Estado para decir que el mismo Estado es una perversidad, que hay una casta corrupta que se ha basado en chuparle la sangre a los ciudadanos. Es una gran incoherencia que, obviamente, daña a quien la produce y que debería ser motivo de reflexión para los libertarios que tienen esta bandera antiestatal.
Este panorama social, que tiene que ver con la reducción de la inflación como triunfo del Gobierno y el fortalecimiento de programas sociales sin intermediarios, es el telón de fondo en la batalla política más importante que se va a librar este año: la provincia de Buenos Aires. Ahí está el reino peronista y kirchnerista.
Hay una preocupación del oficialismo, que es bajar la inflación, y está ligada a la cotización del dólar. Hay un problema en la Argentina de hoy como lo hubo antes en la Argentina del Rodrigazo: faltan dólares. Y se empieza a notar. Si nos detenemos en un trabajo sobre cómo flota la divisa norteamericana en las bandas impuestas por el Gobierno, elaborado por Fernando Marull, es posible percibir una mayor demanda de dólares. Los economistas prevén que cuanto más se acerquen las elecciones de octubre y septiembre, aumentará. Y no solo eso. Este gráfico da a entender que, en contra de lo que esperaba Milei, que el dólar empieza a subir. Si uno mira los contratos de futuros, que se han incrementado enormemente, esa cotización podría ser aún mayor. Es un problema. Eventualmente puede tocar los precios, razón por la que el Gobierno busca mantenerlo a raya.
¿Y por qué sube el dólar? Las exportaciones fueron de US$7121 millones en abril y hubo US$5900 millones de dólares en pago de importaciones. Si hubiera una mayor recuperación de la economía, este número probablemente tendería a subir, porque en la medida en que la economía se expande, se necesitan más insumos. En abril, hubo US$1161 por servicios y turismo, cuando en marzo era de US$799 millones. Pero lo importante está acá en la compra de dólares para atesoramiento. Cuando se levantó el cepo para los privados, la compra de dólares pasó de US$168 millones a US$2010 millones. Este número probablemente se incremente con el paso de los meses hacia las elecciones.
Ya están despejadas algunas incógnitas muy importantes sobre estos comicios. Es una elección donde compiten el Gobierno, asociado al Pro, con el peronismo. Pero dentro de la elección peronista hay otra elección, que es un desafío de Axel Kicillof a Cristina Kirchner. Kicillof lanzó este fin de semana un movimiento que llama “Derecho al Futuro”, contra la exvicepresidenta, que dijo en una entrevista que le hizo Gustavo Silvestre en C5N que va a ser candidata a diputada provincial para la Legislatura bonaerense en la tercera sección electoral. Es la elección de la que depende toda la suerte electoral del peronismo este año.
Kicillof está en un problema: el kirchnerismo —y lo manifestó Cristina este lunes— considera que su líder no ha sido juzgada de manera equitativa, y que hay una persecución judicial. Una gran parte de la Argentina considera que Cristina debe ser penalizada, sobre todo en la causa donde ya fue condenada por la obra pública en Santa Cruz. Pero dentro del kirchnerismo se considera que eso es lawfare.
Por lo tanto, Kicillof, para enfrentarse con Cristina, tiene que aclarar —como lo hizo el otro día—: “Nosotros estamos en contra de la persecución judicial contra Cristina”. Ella, en la medida en que se victimiza o se martiriza, concentra todavía más la identidad del grupo y le genera un problema a quien, desde el mismo grupo, quiere enfrentarla.
Kicillof ha logrado la adhesión de varios intendentes. Firmaron como integrantes del nuevo movimiento Julio Alak, de La Plata —que es su gran padrino- Mario Secco, de Ensenada; Ferraresi, de la Tercera; Secco; Espinoza, de La Matanza; Mario Ishii; Juan José Mussi, de Berazategui; Federico Achával, de Pilar; Lucas Ghi, de Morón; Andrés Watson, de Florencio Varela; Pablo Descalzo, de Ituzaingó; y Fabián Cagliardi, de Berisso, que también es Tercera Sección Electoral. Son intendentes alineados con Kicillof en la sección electoral donde va a competir Cristina Kirchner.
Acá importan dos preguntas políticamente hablando. La primera: ¿cuánto determina hoy un intendente o un gobernador el voto de la gente? Es un interrogante válido en un país gobernado por Milei, que llegó a la presidencia sin intendentes, gobernadores, sindicatos y movimientos sociales. Más aún: llegó a la presidencia no a pesar de no tenerlos, sino precisamente porque no los tenía. La segunda pregunta es: ¿existen militantes peronistas que quieren a Kicillof y estarían dispuestos a votar por Kicillof en contra de Cristina? ¿O el conjunto Kicillof es un subconjunto dentro del conjunto Cristina? Es importante porque obliga a preguntarse en nombre de qué conceptualmente Kicillof la está enfrentando. Sobre todo cuando él dice que no es por una razón que tenga que ver con la justicia o la moral. Desde el punto de vista de la visión económica, de la visión de la sociedad, es muy difícil encontrar diferencias entre Cristina y Kicillof. Del lado de Cristina creen que seguramente La Cámpora, Larroque y Ferraresi, que son los dos dirigentes políticos ligados a Kicillof que más lo alientan a ir contra la titular del PJ, no esperaban el anuncio que ella hizo.
Otro dato trascendental que Kicillof debe de observar: ocho puntos de rating hizo Cristina Kirchner en esa entrevista. Esto indica que hay un universo donde ella sigue siendo la figura más atractiva. No es tan fácil conseguir hoy ocho puntos de rating en la Argentina.
Frente a esta interna Kicillof-Cristina, de la cual ella se queja, hay una unificación del campo adversario, que sería La Libertad Avanza con el Pro. No es menor ya que muchos intendentes que son peronistas —y el propio Kicillof- lograron llegar a donde están porque el otro campo estaba dividido entre Grindetti y Carolina Pípparo. Dos candidatos distintos, dos boletas distintas: La Libertad Avanza y el PRO. Ahora van juntos, o van a ir juntos. ¿Eso suma? No lo sabemos, pero seguramente es un desafío mayor para el peronismo.
Hay fechas importantes en la historia, efemérides y hechos significativos que, si uno los rescata, ayudan a pensar determinadas trayectorias o, inclusive, el presente. Esta semana se cumplen 50 años del Rodrigazo. Si uno le preguntara qué fue a uno de los grandes historiadores de la economía, Pablo Gerchunoff, diría que fue la primera crisis importante autogenerada, es decir, no motivada por un factor externo, desde la gran crisis de 1890. Fue económica, no financiera, porque no cayeron bancos, pero sí hubo una gran devaluación que llevó el dólar comercial a una paridad de 10 a 26 con el peso; un aumento del 180% en las tarifas de los servicios públicos. Pero lo más importante: es el comienzo de la alta inflación en la Argentina moderna.
En 1975, año en el que se produjo el Rodrigazo, la inflación llegó a 185% y se mantuvo durante 15 años en más del 100%. Se llamó así porque el ministro que anunció el ajuste fue Celestino Rodrigo. Esa fecha quedó como una especie de convención entre muchos historiadores para marcar el punto de partida de un gran deterioro en la calidad de vida en la Argentina, en las condiciones socioeconómicas y, sobre todo, sociolaborales. Podríamos mencionar que en 1973, el índice de Integración Social -la distancia entre el sector más rico y el más pobre- en el país era similar al de Francia. Hoy equivale al de Perú. Esta es una sociedad que se fue haciendo cada vez más desigual y, a partir de los últimos 20 años, con la crisis del 2001 y el estallido de la convertibilidad empezó a tener como centro a la pobreza.
Este es el panorama de los últimos 50 años y la perspectiva o el derrotero contra el que uno mira este experimento Milei, que tiene que ver básicamente con la inflación, con un intento de estabilizar los precios y la economía en un contexto social angustiante. A ese comienzo del deterioro socioeconómico uno podría fijarle partida de nacimiento con el Rodrigazo, aunque sabemos que en ese tipo de secuencias es muy difícil identificar un día en el que comienzan. Tiene que ver con un fenómeno principal: el deterioro y extinción de sectores muy importantes de la clase media.
Acaba de salir hace muy poco un libro de Guillermo Oliveto que se llama “Clase media: mito, realidad o nostalgia”. Oliveto, que es un experto en consumo, redefine la clase media y muestra los nuevos números, que son de achicamiento, donde la Argentina se va pareciendo más a otros países latinoamericanos donde no hay clase media o no la hubo históricamente. Hay que mirar este fenómeno del achicamiento de los sectores medios, que es crucial para el estilo de democracia que puede tener un país.
En un estudio de Hugo Haime se observa la percepción que tienen de sí mismos los argentinos en relación a la pirámide social. En mayo del 2025, un 0,7% se autopercibe de un sector alto, 26.6% se considera clase media, 30,2% media baja y 40,7% de clase baja. Ahora, hay un 11,3% que quiere ser clase alta, contra el 0,7. Hay un 71,7% que quiere ser clase media. Esto quiere decir que en la Argentina, ser de clase media sigue siendo un objetivo imaginario, una aspiración. Después, un 8,4% aspira a ser de clase media baja, en lo que debe ser gente que se percibe clase baja. Y solo un 2,1% aspira a mantenerse como está, anclado en la clase baja.
También hay otro gráfico sobre la autopercepción del nivel social en el tiempo. En el 2002, un 2,4% se consideraba de clase alta; un 1,1% el año pasado; y un 0,7% hoy. Al comienzo del siglo, un 35,2% creía ser de clase media; 24,8%, en 2024; y 26,6% este año. En tanto, los que se consideraban de clase media baja en el 2002 eran un 38,7%; cayó a 33,6% el año pasado y a 30,2% este año. Y el sector clase baja se percibía el 23,6% en 2002, subió a 40% y se mantuvo este año. Es decir, la sociedad argentina se ve a sí misma muy deteriorada pero sigue aspirando a un progreso.
Esto es clave para la política por dos razones. Por un lado explica los montos de frustración, de asfixia y la sensación de estar sin salida o deterioro que está detrás de los procesos electorales, sobre todo a partir de la pandemia y eminentemente en 2023. Es difícil entender el fenómeno Milei sin entender esta depresión y deterioro en la autopercepción del lugar que uno ocupa en la sociedad. Pero además hay otro dato al que hay que prestarle atención para entender la política: se le sigue pidiendo al poder la posibilidad del ascenso social. Entonces, solamente 26,6% se considera de clase media pero 71% dice que quiere serlo. Exagerando, podemos decir que todos queremos ser de clase media.
En medio de este panorama aparece algo que es el plan de estabilización de Milei, que se basa en un concepto: para estabilizar la economía hay que dejar de financiar de manera espuria el gasto público. El Estado había adquirido una expansión aberrante, elefantiásica, y debe ser reducido. Esa reducción del Estado implica también una reducción del gasto social.
Para entender lo que viene en la política en los próximos meses, hay que poder comprender cuál es el clima social y, sobre todo, cuál es la palanca que tiene el Estado para asistir a los más vulnerables, a los que menos tienen. Es algo importante que hay que observar en la gran batalla bonaerense, donde se va a jugar el destino del peronismo, y de La Libertad Avanza y esta experiencia política que estamos viviendo.
Probablemente, el mejor programa social que pueda tener un gobierno en la Argentina es hacer bajar la inflación, algo que el Gobierno no verbaliza demasiado. No mira con la sensibilidad que debería mirar, inclusive en beneficio propio, el costado social de la política antiinflacionaria, que es la mejor que puede adoptar para mejorar la vida de los pobres en un país con niveles de informalidad que resignifican el problema de la inflación. No es lo mismo que haya alta inflación en un país en el cual la mayoría de los trabajadores están empleados en el marco de un contrato formal de trabajo y tienen un sindicato que les pelea el salario en la carrera de los precios, a que haya inflación en un país donde la mayoría está excluida de ese orden laboral y depende de la caridad de quien le paga un ingreso -que no es salario- para seguir respirando. En un país con este deterioro sociolaboral que estamos constatando desde hace 50 años, la inflación tiene otro significado. Combatirla tiene un mérito social que en otros contextos podría no tener. Para entender la relación entre el gobierno de Milei y los sectores más vulnerables no hay que perder nunca de vista lo que significa para ellos el detener el proceso inflacionario, reducirlo, sobre todo en aquellos bienes de consumo indispensable, principalmente alimentos.
Más allá de esta dimensión macroeconómica hay, por supuesto, una política deliberada que lleva adelante el Ministerio de Capital Humano, con Sandra Pettovello a la cabeza. Hay un estudio que realiza el CIAS, el instituto universitario que lidera el jesuita Rodrigo Zarazaga, llevado adelante por Victoria Anauati, Lara Forlino y Andrés Schipani, que analiza el comportamiento del gobierno de Milei en 2024 en materia de política social. Lo primero que nos dicen es que ha habido un ajuste en el gasto social de 14,19% en términos reales. Es decir, por encima de la inflación. Esta es la historia del gasto social en su conjunto, descontando las jubilaciones contributivas. Todos sabemos que se ha usado a la Anses como una caja de acción social, con lo cual se ha llevado una política previsional que ahora es un problema enorme para el fisco argentino. Esta es la historia del gasto social desde el 2002 hasta ahora. Es importante percibir la variación y el pico porque es la pandemia.
Desde el punto de vista de las edades hubo una reducción de gastos: para los adultos mayores, entre 2023 a 2024, hubo un 9,3%, lo que implica un tercio del ajuste, por licuación de las jubilaciones, sobre todo de las no contributivas. 39,8% fue la variación del gasto para jóvenes y adultos. Dos tercios del gasto social se redujeron en esa franja. También hubo una variación positiva del 14%, lo que quiere decir que el Gobierno adoptó un criterio: beneficiar a los niños, que era el sector más postergado y en el que más había que contribuir desde el punto de vista social. Principalmente por la alimentación y la educación temprana. Todos sabemos el efecto que tiene en la vida de una persona haber pasado necesidades importantes, eventualmente hambre, en los primeros años de vida. Este es el criterio que adoptó Milei.
En cuanto al programa Progresar, de becas escolares para chicos de familias de bajos recursos, hay una caída en términos de beneficio de los montos. Cayeron un 30% a lo largo de 2024 y la cantidad de beneficiarios fue de 36,8%. Es cierto que es un programa en el que había que tener la contraprestación de ir a la escuela y no nos habla sólo de una reducción de gastos, sino también de la escolaridad. Hay una pregunta que debería hacerse el Ministerio de Capital Humano y Carlos Torrendell, encargado de Educación: ¿cómo rescato a los que se han ido de la escuela y por eso, en gran medida, no reciben el beneficio del programa? Como ha sido público, sabemos que a inicios del gobierno, Torrendell inició un programa de alfabetización dirigido sobre todo a los que no terminan los estudios primarios. Pero acá hay un enorme problema: en esta reducción del gasto en política educativa hay una noticia dolorosa y la manifestación de un problema central de la Argentina, que es el deterioro espantoso en materia de educación, que afecta enormemente la calidad democrática. Porque la democracia supone la comprensión de los mensajes. Es muy difícil pensar una democracia vital y sólida si hay una crisis educativa con rasgos de cronicidad como tiene la Argentina.
Por otro lado tenemos el programa Potenciar, donde se dio el golpe. La gran reducción de gasto en volumen de dinero vino con este programa, con una caída de beneficio del 56,3% y una caída de beneficiarios menor, de 6,1%.
Acá hay una gran licuación respecto de la inflación. No la inicia Milei. Es la historia de todo el programa que intermedian los movimientos sociales, sobre todo el Evita. Se fueron dando más planes cada vez más baratos que servían cada vez menos. Es un plan de pésima fama en los pobres por el nivel de manipulación. El Gobierno le dio un saque en términos de beneficios y beneficiarios en 2024.
Si nos detenemos en las prestaciones previsionales, cayeron un 14,9%. Hacen juego con el recorte de licuación en la asistencia a los adultos mayores, que fue de 9%. La Argentina tiene un costo previsional por el gasto de la Anses como si se tratara de una nación con una población extraordinariamente envejecida, como ocurre en Francia. Pero somos una población joven. Se ha usado irresponsablemente el sistema previsional para hacer política social, con un problema: la única forma de revertir ese gasto es licuarlo vía inflación. Son derechos adquiridos. No se le puede quitar el beneficio a una persona.
La responsabilidad histórica es de Sergio Massa, con la moratoria de 2006 y 2007, cuando estaba al frente de la Anses. A partir de ahí, quedó quebrado el sistema previsional argentino. Es un gato al que es difícil ponerle el cascabel ya que no hay medidas más impopulares que castigar a los jubilados.
El programa social más exitoso y sólido que tuvo la Argentina y donde el gobierno de Milei puso todo fue en la Asignación Universal por Hijo (AUH). Cuando uno se pregunta por qué un programa de ajuste como el de Milei es asimilado por los más vulnerables, acá está la respuesta. Aquel pobre que tiene familia e hijos tiene un auxilio. Peor la pasa el pobre joven o de mediana edad que no tiene familia.
En términos reales, si comparamos el promedio de las asignación de Milei con el promedio de la misma asignación durante el gobierno de Cristina Kirchner, la actual administración está 8,9% arriba. En el mismo sentido, está 1,4% abajo de Mauricio Macri y 23,2% por encima de Alberto Fernández. Curiosamente, los gobiernos que más han gastado en asignaciones universales por hijo han sido los no peronistas. Tal vez son los que más miedo tienen al conflicto social por estar menos arraigados, por su aparato político, entre los pobres. Es por ello también que el piqueterismo se expandió más en épocas de gobiernos no kirchneristas.
Hay un consenso en la opinión pública respecto de esta política oficial. De acuerdo a un estudio de Mora Jozami para Casa Tres, reducir planes sociales es la política de mayor aceptación entres los encuestados (52%) al momento de recortar gastos; contra 42% que están en desacuerdo y un 6% que no contesta. Con respecto a reducir subsidios al agua, luz y gas, 41% dice estar de acuerdo contra un 54% que no y es mayoría. Lo mismo ocurre en relación a reducir el empleo público o el salario de los empleados públicos. Los recortes de gastos más impopulares entre los encuestados residen en obra pública -73% en contra de un posible ajuste dentro de este rubro- y jubilaciones -93% opinó que no debería recortarse-.
Vemos un Gobierno que ha tomado medidas duras y dolorosas. Desde la oposición usan una palabra que se puso de moda: crueles. Estas medidas tienen por objeto alcanzar la meta de reducción del gasto público, mejorar el financiamiento del Estado y reducir la inflación. Aquellas decisiones son las que se vuelven tan peligrosas para la administración Milei, desde el punto de vista político, noticias como la que publicó Ignacio Grimaldi para LA NACION y que se titula “Contra la casta, con aportes: quiénes son los empleadores en el Estado de los influencers libertarios”. El artículo está ilustrado con una foto de Mariano Pérez, Tomás Jurado y Lucas Luna, tres personajes que militan a favor del Gobierno en X o YouTube. Están contratados por el Estado para decir que el mismo Estado es una perversidad, que hay una casta corrupta que se ha basado en chuparle la sangre a los ciudadanos. Es una gran incoherencia que, obviamente, daña a quien la produce y que debería ser motivo de reflexión para los libertarios que tienen esta bandera antiestatal.
Este panorama social, que tiene que ver con la reducción de la inflación como triunfo del Gobierno y el fortalecimiento de programas sociales sin intermediarios, es el telón de fondo en la batalla política más importante que se va a librar este año: la provincia de Buenos Aires. Ahí está el reino peronista y kirchnerista.
Hay una preocupación del oficialismo, que es bajar la inflación, y está ligada a la cotización del dólar. Hay un problema en la Argentina de hoy como lo hubo antes en la Argentina del Rodrigazo: faltan dólares. Y se empieza a notar. Si nos detenemos en un trabajo sobre cómo flota la divisa norteamericana en las bandas impuestas por el Gobierno, elaborado por Fernando Marull, es posible percibir una mayor demanda de dólares. Los economistas prevén que cuanto más se acerquen las elecciones de octubre y septiembre, aumentará. Y no solo eso. Este gráfico da a entender que, en contra de lo que esperaba Milei, que el dólar empieza a subir. Si uno mira los contratos de futuros, que se han incrementado enormemente, esa cotización podría ser aún mayor. Es un problema. Eventualmente puede tocar los precios, razón por la que el Gobierno busca mantenerlo a raya.
¿Y por qué sube el dólar? Las exportaciones fueron de US$7121 millones en abril y hubo US$5900 millones de dólares en pago de importaciones. Si hubiera una mayor recuperación de la economía, este número probablemente tendería a subir, porque en la medida en que la economía se expande, se necesitan más insumos. En abril, hubo US$1161 por servicios y turismo, cuando en marzo era de US$799 millones. Pero lo importante está acá en la compra de dólares para atesoramiento. Cuando se levantó el cepo para los privados, la compra de dólares pasó de US$168 millones a US$2010 millones. Este número probablemente se incremente con el paso de los meses hacia las elecciones.
Ya están despejadas algunas incógnitas muy importantes sobre estos comicios. Es una elección donde compiten el Gobierno, asociado al Pro, con el peronismo. Pero dentro de la elección peronista hay otra elección, que es un desafío de Axel Kicillof a Cristina Kirchner. Kicillof lanzó este fin de semana un movimiento que llama “Derecho al Futuro”, contra la exvicepresidenta, que dijo en una entrevista que le hizo Gustavo Silvestre en C5N que va a ser candidata a diputada provincial para la Legislatura bonaerense en la tercera sección electoral. Es la elección de la que depende toda la suerte electoral del peronismo este año.
Kicillof está en un problema: el kirchnerismo —y lo manifestó Cristina este lunes— considera que su líder no ha sido juzgada de manera equitativa, y que hay una persecución judicial. Una gran parte de la Argentina considera que Cristina debe ser penalizada, sobre todo en la causa donde ya fue condenada por la obra pública en Santa Cruz. Pero dentro del kirchnerismo se considera que eso es lawfare.
Por lo tanto, Kicillof, para enfrentarse con Cristina, tiene que aclarar —como lo hizo el otro día—: “Nosotros estamos en contra de la persecución judicial contra Cristina”. Ella, en la medida en que se victimiza o se martiriza, concentra todavía más la identidad del grupo y le genera un problema a quien, desde el mismo grupo, quiere enfrentarla.
Kicillof ha logrado la adhesión de varios intendentes. Firmaron como integrantes del nuevo movimiento Julio Alak, de La Plata —que es su gran padrino- Mario Secco, de Ensenada; Ferraresi, de la Tercera; Secco; Espinoza, de La Matanza; Mario Ishii; Juan José Mussi, de Berazategui; Federico Achával, de Pilar; Lucas Ghi, de Morón; Andrés Watson, de Florencio Varela; Pablo Descalzo, de Ituzaingó; y Fabián Cagliardi, de Berisso, que también es Tercera Sección Electoral. Son intendentes alineados con Kicillof en la sección electoral donde va a competir Cristina Kirchner.
Acá importan dos preguntas políticamente hablando. La primera: ¿cuánto determina hoy un intendente o un gobernador el voto de la gente? Es un interrogante válido en un país gobernado por Milei, que llegó a la presidencia sin intendentes, gobernadores, sindicatos y movimientos sociales. Más aún: llegó a la presidencia no a pesar de no tenerlos, sino precisamente porque no los tenía. La segunda pregunta es: ¿existen militantes peronistas que quieren a Kicillof y estarían dispuestos a votar por Kicillof en contra de Cristina? ¿O el conjunto Kicillof es un subconjunto dentro del conjunto Cristina? Es importante porque obliga a preguntarse en nombre de qué conceptualmente Kicillof la está enfrentando. Sobre todo cuando él dice que no es por una razón que tenga que ver con la justicia o la moral. Desde el punto de vista de la visión económica, de la visión de la sociedad, es muy difícil encontrar diferencias entre Cristina y Kicillof. Del lado de Cristina creen que seguramente La Cámpora, Larroque y Ferraresi, que son los dos dirigentes políticos ligados a Kicillof que más lo alientan a ir contra la titular del PJ, no esperaban el anuncio que ella hizo.
Otro dato trascendental que Kicillof debe de observar: ocho puntos de rating hizo Cristina Kirchner en esa entrevista. Esto indica que hay un universo donde ella sigue siendo la figura más atractiva. No es tan fácil conseguir hoy ocho puntos de rating en la Argentina.
Frente a esta interna Kicillof-Cristina, de la cual ella se queja, hay una unificación del campo adversario, que sería La Libertad Avanza con el Pro. No es menor ya que muchos intendentes que son peronistas —y el propio Kicillof- lograron llegar a donde están porque el otro campo estaba dividido entre Grindetti y Carolina Pípparo. Dos candidatos distintos, dos boletas distintas: La Libertad Avanza y el PRO. Ahora van juntos, o van a ir juntos. ¿Eso suma? No lo sabemos, pero seguramente es un desafío mayor para el peronismo.
A medio siglo del Rodrigazo; todos queremos ser de clase media; gasto social: los únicos privilegiados son los niños; presión sobre el dólar; Cristina Kirchner, candidata provincial; ¿Milei modificará su gabinete para integrar a Pro? Read More