Graduados vs IA: la batalla por el primer empleo ya empezó

La inteligencia artificial llega para quedarse. Eso está claro. Pero un cálculo que recién se está materializando es que la nueva tecnología efectivamente se está quedando con las tareas que son exigidas a los recién graduados. Muchas de ellas son repetitivas o automatizables, pero para muchos significan un primer paso para adentrarse en un ecosistema laboral. Los jóvenes ya no compiten más entre ellos mismos, sino que ahora la tecnología es un contrincante con fuerza al que, igual, es posible vencer con una cualidad irreplicable: la humana.

Según informa el Banco Federal de Reservas de Nueva York, el desempleo en personas de 22 a 27 años en Estados Unidos llegó a 5,8%. La última vez que se registró una cifra así de alta fue en los primeros meses de 2020, cuando la pandemia provocó que el desempleo llegara al 10,6%. Pero, en general, los números entre 2018 y 2024 se mantuvieron entre 3% y 4%. Aunque la cifra actual contiene un porcentaje de los resabios de la crisis por el COVID-19 y un marco laboral crítico, es cierto que la inteligencia artificial va tomando protagonismo dentro del panorama, según un reciente reporte de Oxford Economics.

Y el giro es evidente con el discurso que buscan plasmar las empresas en el último tiempo. El director ejecutivo de Duolingo, Luis von Ahn, dijo que comenzará a reducir la contratación de trabajadores externos para tareas que puedan ser asumidas por la inteligencia artificial. En esta línea, Tobi Lütke, el director ejecutivo de Shopify —una plataforma que ofrece servicios de comercio en línea—, dijo hace poco menos de un mes a sus empleados en un comunicado interno que la compañía no iba a contratar más personas, con la excepción de que se demuestre que la tecnología no puede hacer el trabajo.

Es un fenómeno global: las empresas quieren reinventarse en la era de la inteligencia artificial. De hecho, un reciente informe de McKinsey aseguró que para 2030 el 30% de los puestos de trabajo actuales en Estados Unidos podrían automatizarse. En paralelo, el banco Goldman Sachs afirmó que hasta el 50% de los roles podrían automatizarse por completo para 2045, ambas cifras impulsadas por la inteligencia artificial y la robótica. Hoy estamos al comienzo del camino. Pero ya es una realidad que se está desplegando.

Domonique Tolliver, quien se graduó el año pasado en periodismo de la Universidad de Loyola en Estados Unidos, explicó a LA NACION que en el último tiempo vio desaparecer en el mercado un montón de puestos de nivel inicial. Muchas veces, los egresados tienen el perfil que se está buscando, pero se piden años de experiencia imposibles de ofrecer en las primeras aplicaciones laborales. “Los graduados tienen que empezar a ser más creativos ver cómo sus habilidades pueden ser transferibles para diferentes carreras y roles”, confesó. “Tienen que ver las cosas de manera menos lineal”, agregó.

La verdad es que la puja de estas dos fuerzas —una que quiere empezar y otra que quiere gente ya capacitada— genera un vacío entre lo que el mercado necesita y lo que los jóvenes profesionales pueden ofrecer, según Matías Miodosky, graduado de ingeniería informática en 2022 de la Universidad Austral. “La inteligencia artificial puede alejar a los recién graduados de las tareas más básicas que históricamente servían como puerta de entrada para adquirir experiencia”, dijo a LA NACION. Para él, un futuro posible es que las empresas abran puestos más junior para “capacitar” a los empleados y que después puedan afrontar los desafíos. Esa sería, entonces, una alternativa para abrirles el camino a los jóvenes.

Lo importante es que no se genere un sentimiento de resistencia entre los jóvenes. La tecnología tiene que ser parte de las herramientas que ellos puedan ofrecer en los nuevos roles, aunque quizás no con la experiencia que se solicita. “Tiene que ser parte de su bagaje”, aseguró a LA NACION Federico Meyer, quien se graduó en 1998 pero hoy trabaja en la incorporación de tecnología en el sector agropecuario. “El secreto es interpretar el contexto para poder articular con estas herramientas. Allí es donde podrán hacer diferencia”, continuó.

En este proceso de adquisición de nuevas capacidades, la educación juega un rol clave. Santiago Bellomo, decano de la Escuela de Educación de la Universidad Austral, señaló a LA NACION que los programas que solo ofrezcan formación en procedimientos o actividades cuyo resultado sea un producto digital estándar se volverán obsoletos. “Serán especialmente valoradas las profesiones y programas formativos que desarrollen habilidades en las que solo el ser humano se destaca y en las que la inteligencia artificial —a lo sumo— imita pobremente al ser humano”, manifestó.

En paralelo, destacó que la nueva tecnología no es buena para comprender la complejidad y proponer soluciones creativas que consideren escenarios complejos y multivariables. Además, dijo que el pensamiento crítico será una de las capacidades más destacadas para desarrollar, ya que permite entender distintos puntos de vista en simultáneo e integrar diversos niveles de análisis de un mismo fenómeno. “Es el resultado de la formación de un conjunto de virtudes intelectuales profundas y duraderas que, arraigadas, permiten hacer varias cosas a la vez y con hondura”, mencionó.

María José Acosta, quien se gradúa este diciembre en la Universidad Austral, dijo a LA NACION que hoy los profesores no están fomentando miedo en relación con la tecnología, sino todo lo contrario: les piden que hagan trabajos asistidos por la inteligencia artificial. “Todos quieren abordarlo de una u otra forma y están muy abiertos”, explicó a LA NACION Paola Parés, quien se recibe el próximo diciembre. Destacó que es clave amigarse con la inteligencia artificial. “Incorporarla como una herramienta que permita optimizar tiempos y procesos puede marcar una gran diferencia”, dijo en relación con las aptitudes que cotizan hoy.

Ambas futuras graduadas coincidieron en que es un tema en agenda, pero que en el fondo su preocupación se anula sabiendo que hay una característica que siempre las distinguirá dentro del mercado: su esencia y criterio humano. “Detrás de la inteligencia artificial siempre se necesita un humano. O al menos por ahora”, bromeó Acosta. En esta línea, Parés afirmó que la mente humana tiene una forma de pensar única y por esa misma razón no hay que generar una dependencia de la inteligencia artificial. “El equilibrio entre tecnología y pensamiento crítico puede ser lo que realmente nos haga destacar”, reflexionó.

Ahora bien, un aspecto que sí genera alarmas es el hecho de que las empresas están usando la inteligencia artificial para filtrar y evaluar los currículums de los candidatos, un formato al que los graduados tienen que adaptarse. Tolliver detalló que los equipos de reclutación de talento están usando diferentes herramientas que buscan determinadas palabras clave en los resúmenes, en vez de hacer que cada aplicante se vea igual. “Cuando se trata de descartar aplicaciones, puede jugar muy en contra de los graduados”, explicó la norteamericana. “Una persona puede no haber verbalizado una habilidad en palabras específicas, pero eso no significa que no tenga esa capacidad”, detalló.

Entre preocupaciones y desafíos, la inteligencia artificial también significa novedad. Y en esa innovación existen nuevas oportunidades. Los trabajos como los conocemos hoy, en especial los de puesto junior, pueden tender a desaparecer. Pero en paralelo se abren nuevas puertas, nuevas necesidades potenciadas por la industria de la tecnología. “El desarrollo de nuevos productos basados en IA está generando más oportunidades que las que se pierden, por los nuevos proyectos que son viables hoy gracias a las capacidades de la nueva tecnología”, manifestó Miodosky.

La inteligencia artificial llega para quedarse. Eso está claro. Pero un cálculo que recién se está materializando es que la nueva tecnología efectivamente se está quedando con las tareas que son exigidas a los recién graduados. Muchas de ellas son repetitivas o automatizables, pero para muchos significan un primer paso para adentrarse en un ecosistema laboral. Los jóvenes ya no compiten más entre ellos mismos, sino que ahora la tecnología es un contrincante con fuerza al que, igual, es posible vencer con una cualidad irreplicable: la humana.

Según informa el Banco Federal de Reservas de Nueva York, el desempleo en personas de 22 a 27 años en Estados Unidos llegó a 5,8%. La última vez que se registró una cifra así de alta fue en los primeros meses de 2020, cuando la pandemia provocó que el desempleo llegara al 10,6%. Pero, en general, los números entre 2018 y 2024 se mantuvieron entre 3% y 4%. Aunque la cifra actual contiene un porcentaje de los resabios de la crisis por el COVID-19 y un marco laboral crítico, es cierto que la inteligencia artificial va tomando protagonismo dentro del panorama, según un reciente reporte de Oxford Economics.

Y el giro es evidente con el discurso que buscan plasmar las empresas en el último tiempo. El director ejecutivo de Duolingo, Luis von Ahn, dijo que comenzará a reducir la contratación de trabajadores externos para tareas que puedan ser asumidas por la inteligencia artificial. En esta línea, Tobi Lütke, el director ejecutivo de Shopify —una plataforma que ofrece servicios de comercio en línea—, dijo hace poco menos de un mes a sus empleados en un comunicado interno que la compañía no iba a contratar más personas, con la excepción de que se demuestre que la tecnología no puede hacer el trabajo.

Es un fenómeno global: las empresas quieren reinventarse en la era de la inteligencia artificial. De hecho, un reciente informe de McKinsey aseguró que para 2030 el 30% de los puestos de trabajo actuales en Estados Unidos podrían automatizarse. En paralelo, el banco Goldman Sachs afirmó que hasta el 50% de los roles podrían automatizarse por completo para 2045, ambas cifras impulsadas por la inteligencia artificial y la robótica. Hoy estamos al comienzo del camino. Pero ya es una realidad que se está desplegando.

Domonique Tolliver, quien se graduó el año pasado en periodismo de la Universidad de Loyola en Estados Unidos, explicó a LA NACION que en el último tiempo vio desaparecer en el mercado un montón de puestos de nivel inicial. Muchas veces, los egresados tienen el perfil que se está buscando, pero se piden años de experiencia imposibles de ofrecer en las primeras aplicaciones laborales. “Los graduados tienen que empezar a ser más creativos ver cómo sus habilidades pueden ser transferibles para diferentes carreras y roles”, confesó. “Tienen que ver las cosas de manera menos lineal”, agregó.

La verdad es que la puja de estas dos fuerzas —una que quiere empezar y otra que quiere gente ya capacitada— genera un vacío entre lo que el mercado necesita y lo que los jóvenes profesionales pueden ofrecer, según Matías Miodosky, graduado de ingeniería informática en 2022 de la Universidad Austral. “La inteligencia artificial puede alejar a los recién graduados de las tareas más básicas que históricamente servían como puerta de entrada para adquirir experiencia”, dijo a LA NACION. Para él, un futuro posible es que las empresas abran puestos más junior para “capacitar” a los empleados y que después puedan afrontar los desafíos. Esa sería, entonces, una alternativa para abrirles el camino a los jóvenes.

Lo importante es que no se genere un sentimiento de resistencia entre los jóvenes. La tecnología tiene que ser parte de las herramientas que ellos puedan ofrecer en los nuevos roles, aunque quizás no con la experiencia que se solicita. “Tiene que ser parte de su bagaje”, aseguró a LA NACION Federico Meyer, quien se graduó en 1998 pero hoy trabaja en la incorporación de tecnología en el sector agropecuario. “El secreto es interpretar el contexto para poder articular con estas herramientas. Allí es donde podrán hacer diferencia”, continuó.

En este proceso de adquisición de nuevas capacidades, la educación juega un rol clave. Santiago Bellomo, decano de la Escuela de Educación de la Universidad Austral, señaló a LA NACION que los programas que solo ofrezcan formación en procedimientos o actividades cuyo resultado sea un producto digital estándar se volverán obsoletos. “Serán especialmente valoradas las profesiones y programas formativos que desarrollen habilidades en las que solo el ser humano se destaca y en las que la inteligencia artificial —a lo sumo— imita pobremente al ser humano”, manifestó.

En paralelo, destacó que la nueva tecnología no es buena para comprender la complejidad y proponer soluciones creativas que consideren escenarios complejos y multivariables. Además, dijo que el pensamiento crítico será una de las capacidades más destacadas para desarrollar, ya que permite entender distintos puntos de vista en simultáneo e integrar diversos niveles de análisis de un mismo fenómeno. “Es el resultado de la formación de un conjunto de virtudes intelectuales profundas y duraderas que, arraigadas, permiten hacer varias cosas a la vez y con hondura”, mencionó.

María José Acosta, quien se gradúa este diciembre en la Universidad Austral, dijo a LA NACION que hoy los profesores no están fomentando miedo en relación con la tecnología, sino todo lo contrario: les piden que hagan trabajos asistidos por la inteligencia artificial. “Todos quieren abordarlo de una u otra forma y están muy abiertos”, explicó a LA NACION Paola Parés, quien se recibe el próximo diciembre. Destacó que es clave amigarse con la inteligencia artificial. “Incorporarla como una herramienta que permita optimizar tiempos y procesos puede marcar una gran diferencia”, dijo en relación con las aptitudes que cotizan hoy.

Ambas futuras graduadas coincidieron en que es un tema en agenda, pero que en el fondo su preocupación se anula sabiendo que hay una característica que siempre las distinguirá dentro del mercado: su esencia y criterio humano. “Detrás de la inteligencia artificial siempre se necesita un humano. O al menos por ahora”, bromeó Acosta. En esta línea, Parés afirmó que la mente humana tiene una forma de pensar única y por esa misma razón no hay que generar una dependencia de la inteligencia artificial. “El equilibrio entre tecnología y pensamiento crítico puede ser lo que realmente nos haga destacar”, reflexionó.

Ahora bien, un aspecto que sí genera alarmas es el hecho de que las empresas están usando la inteligencia artificial para filtrar y evaluar los currículums de los candidatos, un formato al que los graduados tienen que adaptarse. Tolliver detalló que los equipos de reclutación de talento están usando diferentes herramientas que buscan determinadas palabras clave en los resúmenes, en vez de hacer que cada aplicante se vea igual. “Cuando se trata de descartar aplicaciones, puede jugar muy en contra de los graduados”, explicó la norteamericana. “Una persona puede no haber verbalizado una habilidad en palabras específicas, pero eso no significa que no tenga esa capacidad”, detalló.

Entre preocupaciones y desafíos, la inteligencia artificial también significa novedad. Y en esa innovación existen nuevas oportunidades. Los trabajos como los conocemos hoy, en especial los de puesto junior, pueden tender a desaparecer. Pero en paralelo se abren nuevas puertas, nuevas necesidades potenciadas por la industria de la tecnología. “El desarrollo de nuevos productos basados en IA está generando más oportunidades que las que se pierden, por los nuevos proyectos que son viables hoy gracias a las capacidades de la nueva tecnología”, manifestó Miodosky.

 Mientras la inteligencia artificial avanza y automatiza tareas clave, los jóvenes graduados enfrentan un nuevo desafío: competir con máquinas por los puestos junior  Read More