Los dibujos animados están en plena explosión y auge. Su producción y comercialización se vuelve exponencial. A nivel global esta industria representa un valor de más de 390 mil millones de dólares con perspectivas de seguir expandiéndose, de acuerdo con consultoras del sector.
El fenómeno, que lleva un siglo de evolución creativa y tecnológica incesante, cuenta con hitos como Blanca Nieves y los Siete Enanitos (el primer largometraje animado de 1937), su posterior masificación televisiva con Los Picapiedras (de 1960) hasta la revolución 3D de Toy Story (de 1995). Hoy películas como Moana 2 (2024) incorporan la creación con IA.
Los contenidos son diversos, pasando por grandes tanques cinematográficos y éxitos de taquilla hasta series de autor en plataformas de streaming y producciones independientes que exploran límites estéticos y narrativos, con alcance a audiencias multigeneracionales en todo el planeta.
El panorama es vertiginoso, y la tecnología empuja más allá de las fronteras audiovisuales conocidas.
¿Por qué? En principio porque esta aceleración incluye el acceso masivo y sin precedentes a herramientas IA que convierten a cualquier usuario en productor. Es decir, va más allá del consumo: la facilidad para crear se encuentra casi al alcance de cualquiera que se lo proponga.
De esta forma, la irrupción popular de las herramientas IA vinculadas al tema de la animación es un hecho. Y el choque de planetas entre las viejas tradiciones de este campo y la fuerza de la tecnología aparece como toda una revolución.
La polémica está planteada. Detractores y entusiastas de estas tecnologías vuelven a representar las viejas discusiones que anteceden todos los grandes avances técnicos. Podríamos encontrar un paralelismo en aquellas preguntas sobre si el auge de los productos digitales implica la muerte de libros y periódicos, o la aparición de la cámara fotográfica, la desaparición de la pintura. Aunque ahora sabemos que cambió su función, en su momento su rol en la sociedad quedaba vacante.
El choque de planetas entre las viejas tradiciones de este campo y la fuerza de la tecnología aparece como toda una revolución
Lo cierto es que la historia de la tecnología y el arte está plagada de debates apocalípticos que, con el tiempo, demostraron ser más complejos y, muchas veces, resultaron en transformaciones y coexistencias inesperadas.
Hoy, el dilema se reactiva con la irrupción masiva de las herramientas con inteligencia artificial, planteando interrogantes de fondo: ¿Qué rol juega el artista cuando un software puede generar miles de imágenes en segundos? ¿Qué lo vuelve un artista, y arte a lo que produce? ¿Está en riesgo el valor del trazo único? ¿Qué es lo que lo vuelve singular, lo artesanal que, según figuras como Hayao Miyazaki, no puede replicar un algoritmo?
La polémica excede la fascinación por la herramienta; toca las fibras más sensibles de la creatividad, la autoría y el futuro de una industria en constante reinvención. Por lo pronto, los especialistas ensayan algunas respuestas o, en realidad, vuelven a preguntárselo todo.
Creatividad animada, un debate encendido
Tomás Eliaschev es periodista especializado en animación y con ojo experto, se propone desarmar algunas de las incógnitas y desafíos actuales. “Si tomamos como punto de partida la explosión viral de la estética de Studio Ghibli, el mismo contraste funciona como disparador perfecto para pensar en el tema“, propone.
Y es que su inconfundible estética, arraigada en la defensa de la naturaleza, el meticuloso proceso manual y una mirada crítica hacia el avance capitalista desmedido, fue paradójica y masivamente imitada por miles de usuarios anónimos gracias a herramientas de inteligencia artificial hasta volverse viral en redes sociales.
El estudio japonés, cofundado por Hayao Miyazaki -emblema de la animación artesanal-, resulta así toda una metáfora del debate. Años atrás, en 2016, y observando una animación realizada con las primeras versiones de IA, el maestro las describió como “la decadencia de la vida“.
En su defensa, Eliaschev contextualiza su reacción: “Si bien la colisión entre un arte impregnado de filosofía y el algoritmo capaz de imitar su forma, sin su esencia, puso el foco en qué significa crear en la era digital, la verdadera tensión no es entre máquina y hombre. Sino entre lo comercial, lo banal, lo superficial y la profundidad“.
“Así lo creo, conociendo la impronta de sus dibujos como la historia de ecología moderna Nausicaä del Valle del Viento o La Princesa Mononoke, la odisea onírica de El Viaje de Chihiro o la poética Mi Vecino Totoro“, asegura. Y es que esta coherencia entre su obra y su filosofía de vida, que se refleja en dibujos que ponderan la defensa de la naturaleza y una mirada crítica al apetito voraz del hombre por arrasar todo con su tecnología, es lo que pone en foco toda una ideología“.
Una mirada que incluso surge con un componente social que bautiza sus inicios, a partir de una puja con la patronal. Hayao Miyazaki y su maestro Isao Takahata (ya fallecido) -ambos fundadores del aclamado Studio Ghibli- provenían de Toei Animation, gigante de la industria (creadores de Dragon Ball y Sailor Moon). Y los dos, tras años de trabajar allí y luego de conflictos por condiciones laborales y reclamos por control creativo, decidieron crear su propio estudio.
“La coherencia entre ética, ideología y estética, y la aparición de la IA es lo que resuena en el debate actual sobre el futuro del arte animado. Pero ni siquiera son declaraciones actuales, sino que el fenómeno viral las trajo hasta estos días“, aclara Eliaschev.
El debate de fondo, para el especialista es, entonces, la deshumanización y la banalización del arte: “Es lógico para un artista cuya obra se cimenta en el cuidado del detalle, lo artesanal, el trazo humano y el amor a lo vivo que la idea de una máquina imitando o reemplazando ese proceso choque de frente con sus principios“.
No obstante, habría que profundizar en qué significa ser creador cuando una máquina interviene. Aquí se podría hacer la distinción entre inteligencia y sabiduría/experiencia.
Entonces, la pregunta podría ser: ¿Qué ocurre con la naturaleza de la creatividad cuando una máquina interviene? ¿Dónde reside ahora el valor?
Inteligencia artificial y sus alcances
Los especialistas hilvanan en el aire nuevas preguntas para pensarlo. Rafael Costa (conocido como Ragaco) es director de arte y referente en el ámbito de la creación digital y la aplicación de IA para creativos. Para él la inteligencia artificial es “una herramienta más, en el sentido de que depende de cómo se use. No es buena o mala en sí“.
“Es cierto que, si bien ahora cualquier persona puede crear cualquier cosa y la vara bajó en cuanto a la ejecución técnica, es decir no requiere que seamos tan expertos, eso no garantiza la calidad. La clave sigue estando en el ojo fino del creativo, en su capacidad para discernir y guiar el proceso“, asegura.
Para Vivas, la IA es una herramienta potente y el desafío no es temerle ni competir, sino buscar la simbiosis perfecta, al punto que imagina mucha más creatividad “híbrida“, producida por la integración de cuerpo y máquina
Ragaco establece una distinción crucial: “la IA posee capacidad de procesar y replicar información, pero carece de experiencia, instinto, sabiduría y contexto“. Y a ello se refiere con “la vivencia humana que no puede ser simulada por un algoritmo que no sale a la calle y choca con un auto, que no sufre un desarraigo, ve una escultura que lo conmueve o le rompen el corazón. Todo eso es material creativo de quien va a estar al mando de la herramienta“.
Desde el ámbito de la tecnología, el programador experto en machine learning y estudioso del fenómeno de la inteligencia artificial Fredi Vivas aporta otra mirada sobre la relación entre máquinas y creatividad. Coincide en que el valor reside en el ser humano: “El creador aporta una integralidad, un contexto y una intención que la máquina no tiene“, afirma.
Para Vivas, la IA es una herramienta potente y el desafío no es temerle ni competir, sino buscar la simbiosis perfecta, al punto que imagina mucha más creatividad “híbrida“, producida por la integración de cuerpo y máquina.
“La idea es que la tecnología sirva para mejorar lo que ya tenemos por lo que podemos lograr ser. Es como una bicicleta de la mente que potencia, pero no reemplaza al ciclista“.
“Eso sí, que eso no sea excusa para trabajar menos o peor, bajar la calidad de las producciones y no poner la parte que nos toca: el alma“, advierte Ragaco.
Ambos especialistas desde sus distintos campos, sugieren que el debate debe enfocarse en el potencial de la colaboración y en revalorizar aquello que es inherentemente humano.
Eliaschev se suma en este sentido con una reflexión sobre las historias de los dibujos animados. “Muchas de las obras animadas más perdurables y queridas no son creaciones completamente originales, sino cuentos clásicos, relatos que se contaron en otro momento con otros formatos”. En este sentido, la discusión sobre si la IA amenaza la creatividad se entrelaza con la vieja práctica de reinterpretar y dar nueva vida a las narrativas que resuenan con la humanidad, independientemente de la herramienta utilizada para contarlas.
La importancia del relato es un punto de interés y acuerdo entre los especialistas. Ragaco es categórico: “Lo que va a diferenciar siempre tu creación es la historia. Si está buena, no importa la herramienta que uses, va a llegar, conmover y movilizar“. Y así, de nuevo, prevalece la narrativa por sobre la técnica, y los expertos valoran el rol del artista en la era del algoritmo.
El toque humano y la creación híbrida como modelo inevitable
La IA llegó para quedarse tanto en la animación como en otros ámbitos, transformando procesos y ampliando horizontes. No obstante, la historia que el artista elige contar, la experiencia y el contexto que le aporta, son la chispa y el motor de un arte en constante reinvención desde tiempos inmemoriales.
Así, la puesta en valor de la figura del creativo no implica una nostalgia negadora del avance.
Por el contrario, Vivas cree que el futuro de la creatividad apunta a amalgamar cada vez más las herramientas de IA, integrando lo humano con la capacidad del procesamiento y generación de la máquina. “Imagino tener incorporado un chip en la cabeza por ejemplo, que podría asistirnos en tiempo real. Pensemos en esta fusión también para ayudarnos a evolucionar en campos como la medicina, liberando medicación. O el marketing, que haga que los mensajes que nos lleguen sean los que nos interesen, algo que ya vemos en la publicidad cada vez más personalizada y certera“. Esta visión de una humanidad “híbrida“ es, para él, un próximo paso evolutivo.
De esta forma, presenciamos un escenario en donde la IA impulsa, efectivamente, un nuevo capítulo para la animación.
Y sin dudas, es un fenómeno que democratiza herramientas y abre la puerta a que más personas exploren la creación visual, desarmando el concepto que tenemos de “autor“, habilitando que quienes quizás no dominan el dibujo, o no están físicamente cerca de las grandes mecas y estudios dedicados a la animación, puedan materializar sus ideas. “Un chico de 15 años en Ruanda con una computadora puede tener mucho que contar o una estética novedosa para expresar y de esta manera está dada la posibilidad de que lo haga“, imagina Ragaco.
Por su parte, Vivas señala que esta interacción cada vez más estrecha con la tecnología es un rumbo inevitable, pero debe ser transitado con cuidado. “Habrá que prestar atención a que esta integración tenga límites éticos, por un lado, y esté al servicio de aquello que nos define. En el caso de la animación, del relato humano“.
Los dibujos animados están en plena explosión y auge. Su producción y comercialización se vuelve exponencial. A nivel global esta industria representa un valor de más de 390 mil millones de dólares con perspectivas de seguir expandiéndose, de acuerdo con consultoras del sector.
El fenómeno, que lleva un siglo de evolución creativa y tecnológica incesante, cuenta con hitos como Blanca Nieves y los Siete Enanitos (el primer largometraje animado de 1937), su posterior masificación televisiva con Los Picapiedras (de 1960) hasta la revolución 3D de Toy Story (de 1995). Hoy películas como Moana 2 (2024) incorporan la creación con IA.
Los contenidos son diversos, pasando por grandes tanques cinematográficos y éxitos de taquilla hasta series de autor en plataformas de streaming y producciones independientes que exploran límites estéticos y narrativos, con alcance a audiencias multigeneracionales en todo el planeta.
El panorama es vertiginoso, y la tecnología empuja más allá de las fronteras audiovisuales conocidas.
¿Por qué? En principio porque esta aceleración incluye el acceso masivo y sin precedentes a herramientas IA que convierten a cualquier usuario en productor. Es decir, va más allá del consumo: la facilidad para crear se encuentra casi al alcance de cualquiera que se lo proponga.
De esta forma, la irrupción popular de las herramientas IA vinculadas al tema de la animación es un hecho. Y el choque de planetas entre las viejas tradiciones de este campo y la fuerza de la tecnología aparece como toda una revolución.
La polémica está planteada. Detractores y entusiastas de estas tecnologías vuelven a representar las viejas discusiones que anteceden todos los grandes avances técnicos. Podríamos encontrar un paralelismo en aquellas preguntas sobre si el auge de los productos digitales implica la muerte de libros y periódicos, o la aparición de la cámara fotográfica, la desaparición de la pintura. Aunque ahora sabemos que cambió su función, en su momento su rol en la sociedad quedaba vacante.
El choque de planetas entre las viejas tradiciones de este campo y la fuerza de la tecnología aparece como toda una revolución
Lo cierto es que la historia de la tecnología y el arte está plagada de debates apocalípticos que, con el tiempo, demostraron ser más complejos y, muchas veces, resultaron en transformaciones y coexistencias inesperadas.
Hoy, el dilema se reactiva con la irrupción masiva de las herramientas con inteligencia artificial, planteando interrogantes de fondo: ¿Qué rol juega el artista cuando un software puede generar miles de imágenes en segundos? ¿Qué lo vuelve un artista, y arte a lo que produce? ¿Está en riesgo el valor del trazo único? ¿Qué es lo que lo vuelve singular, lo artesanal que, según figuras como Hayao Miyazaki, no puede replicar un algoritmo?
La polémica excede la fascinación por la herramienta; toca las fibras más sensibles de la creatividad, la autoría y el futuro de una industria en constante reinvención. Por lo pronto, los especialistas ensayan algunas respuestas o, en realidad, vuelven a preguntárselo todo.
Creatividad animada, un debate encendido
Tomás Eliaschev es periodista especializado en animación y con ojo experto, se propone desarmar algunas de las incógnitas y desafíos actuales. “Si tomamos como punto de partida la explosión viral de la estética de Studio Ghibli, el mismo contraste funciona como disparador perfecto para pensar en el tema“, propone.
Y es que su inconfundible estética, arraigada en la defensa de la naturaleza, el meticuloso proceso manual y una mirada crítica hacia el avance capitalista desmedido, fue paradójica y masivamente imitada por miles de usuarios anónimos gracias a herramientas de inteligencia artificial hasta volverse viral en redes sociales.
El estudio japonés, cofundado por Hayao Miyazaki -emblema de la animación artesanal-, resulta así toda una metáfora del debate. Años atrás, en 2016, y observando una animación realizada con las primeras versiones de IA, el maestro las describió como “la decadencia de la vida“.
En su defensa, Eliaschev contextualiza su reacción: “Si bien la colisión entre un arte impregnado de filosofía y el algoritmo capaz de imitar su forma, sin su esencia, puso el foco en qué significa crear en la era digital, la verdadera tensión no es entre máquina y hombre. Sino entre lo comercial, lo banal, lo superficial y la profundidad“.
“Así lo creo, conociendo la impronta de sus dibujos como la historia de ecología moderna Nausicaä del Valle del Viento o La Princesa Mononoke, la odisea onírica de El Viaje de Chihiro o la poética Mi Vecino Totoro“, asegura. Y es que esta coherencia entre su obra y su filosofía de vida, que se refleja en dibujos que ponderan la defensa de la naturaleza y una mirada crítica al apetito voraz del hombre por arrasar todo con su tecnología, es lo que pone en foco toda una ideología“.
Una mirada que incluso surge con un componente social que bautiza sus inicios, a partir de una puja con la patronal. Hayao Miyazaki y su maestro Isao Takahata (ya fallecido) -ambos fundadores del aclamado Studio Ghibli- provenían de Toei Animation, gigante de la industria (creadores de Dragon Ball y Sailor Moon). Y los dos, tras años de trabajar allí y luego de conflictos por condiciones laborales y reclamos por control creativo, decidieron crear su propio estudio.
“La coherencia entre ética, ideología y estética, y la aparición de la IA es lo que resuena en el debate actual sobre el futuro del arte animado. Pero ni siquiera son declaraciones actuales, sino que el fenómeno viral las trajo hasta estos días“, aclara Eliaschev.
El debate de fondo, para el especialista es, entonces, la deshumanización y la banalización del arte: “Es lógico para un artista cuya obra se cimenta en el cuidado del detalle, lo artesanal, el trazo humano y el amor a lo vivo que la idea de una máquina imitando o reemplazando ese proceso choque de frente con sus principios“.
No obstante, habría que profundizar en qué significa ser creador cuando una máquina interviene. Aquí se podría hacer la distinción entre inteligencia y sabiduría/experiencia.
Entonces, la pregunta podría ser: ¿Qué ocurre con la naturaleza de la creatividad cuando una máquina interviene? ¿Dónde reside ahora el valor?
Inteligencia artificial y sus alcances
Los especialistas hilvanan en el aire nuevas preguntas para pensarlo. Rafael Costa (conocido como Ragaco) es director de arte y referente en el ámbito de la creación digital y la aplicación de IA para creativos. Para él la inteligencia artificial es “una herramienta más, en el sentido de que depende de cómo se use. No es buena o mala en sí“.
“Es cierto que, si bien ahora cualquier persona puede crear cualquier cosa y la vara bajó en cuanto a la ejecución técnica, es decir no requiere que seamos tan expertos, eso no garantiza la calidad. La clave sigue estando en el ojo fino del creativo, en su capacidad para discernir y guiar el proceso“, asegura.
Para Vivas, la IA es una herramienta potente y el desafío no es temerle ni competir, sino buscar la simbiosis perfecta, al punto que imagina mucha más creatividad “híbrida“, producida por la integración de cuerpo y máquina
Ragaco establece una distinción crucial: “la IA posee capacidad de procesar y replicar información, pero carece de experiencia, instinto, sabiduría y contexto“. Y a ello se refiere con “la vivencia humana que no puede ser simulada por un algoritmo que no sale a la calle y choca con un auto, que no sufre un desarraigo, ve una escultura que lo conmueve o le rompen el corazón. Todo eso es material creativo de quien va a estar al mando de la herramienta“.
Desde el ámbito de la tecnología, el programador experto en machine learning y estudioso del fenómeno de la inteligencia artificial Fredi Vivas aporta otra mirada sobre la relación entre máquinas y creatividad. Coincide en que el valor reside en el ser humano: “El creador aporta una integralidad, un contexto y una intención que la máquina no tiene“, afirma.
Para Vivas, la IA es una herramienta potente y el desafío no es temerle ni competir, sino buscar la simbiosis perfecta, al punto que imagina mucha más creatividad “híbrida“, producida por la integración de cuerpo y máquina.
“La idea es que la tecnología sirva para mejorar lo que ya tenemos por lo que podemos lograr ser. Es como una bicicleta de la mente que potencia, pero no reemplaza al ciclista“.
“Eso sí, que eso no sea excusa para trabajar menos o peor, bajar la calidad de las producciones y no poner la parte que nos toca: el alma“, advierte Ragaco.
Ambos especialistas desde sus distintos campos, sugieren que el debate debe enfocarse en el potencial de la colaboración y en revalorizar aquello que es inherentemente humano.
Eliaschev se suma en este sentido con una reflexión sobre las historias de los dibujos animados. “Muchas de las obras animadas más perdurables y queridas no son creaciones completamente originales, sino cuentos clásicos, relatos que se contaron en otro momento con otros formatos”. En este sentido, la discusión sobre si la IA amenaza la creatividad se entrelaza con la vieja práctica de reinterpretar y dar nueva vida a las narrativas que resuenan con la humanidad, independientemente de la herramienta utilizada para contarlas.
La importancia del relato es un punto de interés y acuerdo entre los especialistas. Ragaco es categórico: “Lo que va a diferenciar siempre tu creación es la historia. Si está buena, no importa la herramienta que uses, va a llegar, conmover y movilizar“. Y así, de nuevo, prevalece la narrativa por sobre la técnica, y los expertos valoran el rol del artista en la era del algoritmo.
El toque humano y la creación híbrida como modelo inevitable
La IA llegó para quedarse tanto en la animación como en otros ámbitos, transformando procesos y ampliando horizontes. No obstante, la historia que el artista elige contar, la experiencia y el contexto que le aporta, son la chispa y el motor de un arte en constante reinvención desde tiempos inmemoriales.
Así, la puesta en valor de la figura del creativo no implica una nostalgia negadora del avance.
Por el contrario, Vivas cree que el futuro de la creatividad apunta a amalgamar cada vez más las herramientas de IA, integrando lo humano con la capacidad del procesamiento y generación de la máquina. “Imagino tener incorporado un chip en la cabeza por ejemplo, que podría asistirnos en tiempo real. Pensemos en esta fusión también para ayudarnos a evolucionar en campos como la medicina, liberando medicación. O el marketing, que haga que los mensajes que nos lleguen sean los que nos interesen, algo que ya vemos en la publicidad cada vez más personalizada y certera“. Esta visión de una humanidad “híbrida“ es, para él, un próximo paso evolutivo.
De esta forma, presenciamos un escenario en donde la IA impulsa, efectivamente, un nuevo capítulo para la animación.
Y sin dudas, es un fenómeno que democratiza herramientas y abre la puerta a que más personas exploren la creación visual, desarmando el concepto que tenemos de “autor“, habilitando que quienes quizás no dominan el dibujo, o no están físicamente cerca de las grandes mecas y estudios dedicados a la animación, puedan materializar sus ideas. “Un chico de 15 años en Ruanda con una computadora puede tener mucho que contar o una estética novedosa para expresar y de esta manera está dada la posibilidad de que lo haga“, imagina Ragaco.
Por su parte, Vivas señala que esta interacción cada vez más estrecha con la tecnología es un rumbo inevitable, pero debe ser transitado con cuidado. “Habrá que prestar atención a que esta integración tenga límites éticos, por un lado, y esté al servicio de aquello que nos define. En el caso de la animación, del relato humano“.
Un arte que surge a partir de un dibujo a lápiz hoy ofrece un alud de posibilidades: ¿todos podremos ser Ghibli? Read More