Tokio, 27 de noviembre de 2001. Juan Román Riquelme llora. Tiene 23 años, ya es bicampeón de la Libertadores y campeón del mundo con Boca, e incluso campeón mundial Sub 20 con la selección argentina. Pero igual está desconsolado.
Son lágrimas de impotencia. De sentir que haber dado otro concierto de fútbol no bastó. De pensar, incluso, que alguien no quiso que esa noche Boca gane. Porque la derrota ante Bayern Munich por 1 a 0, en el suplementario y a 11 minutos de la definición por penales, tiene sabor a injusticia. Si hasta su compañero Óscar Córdoba, y tantos más dirán que esa fue la mejor actuación del número 10 con la camiseta azul y oro.
Apenas pasaron 364 días de la gloria máxima en ese mismo escenario, donde el mismo protagonista sacó a pasear a todo Real Madrid. La pisó para acá, para allá, la escondió bajo su suela, y habilitó, a los 6 minutos, a Martín Palermo con un pase perfecto desde 50 metros para que el Titán anote el rápido e inesperado 2 a 0.
Pero todo es tristeza y enojo. El arbitraje del danés Kim Nielsen es muy cuestionado, fundamentalmente por tres acciones. La primera fue la amonestación a Marcelo Delgado por seguir una jugada que estaba invalidada (el Chelo le dijo al juez que no había escuchado el silbato), que luego derivó en su expulsión -segunda amarilla- por simular un penal. La segunda fue un planchazo criminal del brasileño Paulo Sergio sobre el pie derecho de Riquelme (después de una acción en la que el número 10 se había sacado dos rivales de encima con una pisada premium) y, por último, la acción que definió el partido: el tanto del ghanés Samuel Kuffour, en una jugada que se discutirá para siempre, por una aparente infracción de Giovane Elber contra Clemente Rodríguez, y sobre la que el propio delantero brasileño dirá, años después: “Agarré de la pierna a un jugador que quería salir por el balón”.
Pero todo eso es pasado. Sentado, en el círculo central, Román tiene la mirada perdida. Ni reacciona cuando el preparador físico Julio Santella se acerca y le da un beso paternal en la cabeza. Finalmente se pone de pie, ayudado por Carlos Bianchi, a quien quiere como a su papá.
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Miami, 20 de junio de 2025. Juan Román Riquelme ya no llora. De hecho muy pocas veces expone sus sentimientos en público durante los partidos. Es un hombre que cumplirá 47 años dentro de cuatro días y tiene muchísimas más responsabilidades que cuando pisaba la pelota.
Boca, club que él preside, llegó a este Mundial de Clubes con algunas clavijas sueltas, que el flamante DT Miguel Ángel Russo recién pudo comenzar a ajustar cuando asumió hace apenas dos semanas. Aunque el auspicioso debut ante Benfica (empate 2 a 2 que pudo ser victoria) genera ilusión en toda la comitiva xeneize.
Muy lejos de aquella década dorada, al Xeneize le pesan los 18 años que pasaron desde la última vez que levantó la Copa Libertadores. También le pesan los dos años y tres meses desde la última vuelta olímpica (Supercopa 2022, 3-0 a Patronato, lograda en marzo de 2023).
Pero Boca está en Miami con la intención de hacer el mejor papel posible en este rimbombante Mundial de Clubes, con la participación de los 32 mejores equipos del planeta. Tras el debut ante Benfica, aquí está otra vez Boca ante Bayern Munich, que en el debut metió miedo con el aplastante 10 a 0 frente a Auckland City. Otra vez Juan Román Riquelme frente al conjunto germano que le generó la que quizás haya sido la tristeza más grande que vivió en un campo de juego.
Hoy, casi 24 años después, mucho ha cambiado. Ya no hay equivalencias entre los equipos sudamericanos y los europeos, cada vez más ricos y poderosos, cada vez más repletos de figuras de renombre. Porque los mejores del mundo (y los suplentes de los mejores del mundo) juegan en el Viejo Continente y lo único que puede emparejar fuerzas es esa cosa mágica que tiene el fútbol, deporte en el que todo puede pasar en 90 minutos.
Más claro: en la actualidad sería imposible que un Riquelme permanezca en Boca (o en cualquier otro club de Sudamérica) hasta los 24 años como sí pasó a comienzos de siglo.
Pero no es el único nombre que se repite, casi un cuarto de siglo más tarde. Además de Román hay otro nombre de aquel plantel que también forma parte del Boca actual. Es, justamente, Marcelo Delgado. El Chelo hoy integra el Consejo de Fútbol, junto a Raúl Cascini y Mauricio Serna.
Del lado del equipo bávaro solo hay una cara conocida, que seguramente saludará con alegría a Riquelme, hombre del que se declaró admirador en más de una ocasión. Se trata del peruano Claudio Pizarro, entonces centrodelantero y ahora embajador de Bayern Munich por el mundo.
Sorprende volver a leer lo que le decía a LA NACION “el Bombardero de los Andes” -como lo bautizó la prensa alemana-, poco antes de aquella final de la Intercontinental 2001: “Sólo uno o a lo sumo dos días antes del partido veremos un video de Boca y analizaremos un poco su estilo, sus jugadores clave y cómo conviene jugarle. Pero por ahora no se sabe nada, incluso yo que soy sudamericano. De nada vale mentir y debo decir que de Boca no sé casi nada. Sólo sé que está Riquelme y se escucha por todos lados que está jugando muy bien, que tiene mucha calidad y que es la manija del equipo. Pero por los demás, no conozco nada”. Una declaración de ese estilo, hoy, cuando todo está a un clic de distancia, es imposible.
Sin embargo, aún a pesar del desconocimiento y la falta de planificación que entonces aseguro tener Bayern, el entonces delantero peruano tenía bien claro quién era el 10 de Boca: “¿Si lo he visto? ¡He jugado contra él! Yo a Riquelme ya lo sufrí; fue con la Sub 20 que se preparaba para jugar el Sudamericano de Chile, en 1997. Nos enfrentamos en un amistoso en Iquique y creo que perdimos 1 a 0 con la Argentina; él anduvo muy bien, muy bien. Riquelme es un fantástico jugador”.
En la actualidad, el puesto de Pizarro lo ocupa Harry Kane. El inglés fue fundamental en la obtención de la última Bundesliga, en la que marcó 26 goles en 31 partidos (además de otros 11 goles en la Champions League) y sabe que este Mundial de Clubes es un excelente lugar para ratificar todo lo bueno que viene edificando en su carrera. La expulsión de Nicolás Figal ante Benfica altera los planes de Russo, que buscará la manera de neutralizarlo con Ayrton Costa.
En el juego de las diferencias, el plantel de Bayern está valuado en 867,50 millones de euros, según el sitio Transfermarkt. Eso significa once veces más que el de Boca (78,5 millones de euros, según el mismo sitio especializado).
Ya fuera del campo de juego, seguramente sentado junto a Gianni Infantino (mandamás de la FIFA), Riquelme hará fuerza para que Boca logre una de esas victorias que quedan en la historia del club. Aunque eso no pueda borrar aquella postal del joven Román llorando, desconsolado, sobre el césped del estadio Nacional de Tokio.
Tokio, 27 de noviembre de 2001. Juan Román Riquelme llora. Tiene 23 años, ya es bicampeón de la Libertadores y campeón del mundo con Boca, e incluso campeón mundial Sub 20 con la selección argentina. Pero igual está desconsolado.
Son lágrimas de impotencia. De sentir que haber dado otro concierto de fútbol no bastó. De pensar, incluso, que alguien no quiso que esa noche Boca gane. Porque la derrota ante Bayern Munich por 1 a 0, en el suplementario y a 11 minutos de la definición por penales, tiene sabor a injusticia. Si hasta su compañero Óscar Córdoba, y tantos más dirán que esa fue la mejor actuación del número 10 con la camiseta azul y oro.
Apenas pasaron 364 días de la gloria máxima en ese mismo escenario, donde el mismo protagonista sacó a pasear a todo Real Madrid. La pisó para acá, para allá, la escondió bajo su suela, y habilitó, a los 6 minutos, a Martín Palermo con un pase perfecto desde 50 metros para que el Titán anote el rápido e inesperado 2 a 0.
Pero todo es tristeza y enojo. El arbitraje del danés Kim Nielsen es muy cuestionado, fundamentalmente por tres acciones. La primera fue la amonestación a Marcelo Delgado por seguir una jugada que estaba invalidada (el Chelo le dijo al juez que no había escuchado el silbato), que luego derivó en su expulsión -segunda amarilla- por simular un penal. La segunda fue un planchazo criminal del brasileño Paulo Sergio sobre el pie derecho de Riquelme (después de una acción en la que el número 10 se había sacado dos rivales de encima con una pisada premium) y, por último, la acción que definió el partido: el tanto del ghanés Samuel Kuffour, en una jugada que se discutirá para siempre, por una aparente infracción de Giovane Elber contra Clemente Rodríguez, y sobre la que el propio delantero brasileño dirá, años después: “Agarré de la pierna a un jugador que quería salir por el balón”.
Pero todo eso es pasado. Sentado, en el círculo central, Román tiene la mirada perdida. Ni reacciona cuando el preparador físico Julio Santella se acerca y le da un beso paternal en la cabeza. Finalmente se pone de pie, ayudado por Carlos Bianchi, a quien quiere como a su papá.
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Miami, 20 de junio de 2025. Juan Román Riquelme ya no llora. De hecho muy pocas veces expone sus sentimientos en público durante los partidos. Es un hombre que cumplirá 47 años dentro de cuatro días y tiene muchísimas más responsabilidades que cuando pisaba la pelota.
Boca, club que él preside, llegó a este Mundial de Clubes con algunas clavijas sueltas, que el flamante DT Miguel Ángel Russo recién pudo comenzar a ajustar cuando asumió hace apenas dos semanas. Aunque el auspicioso debut ante Benfica (empate 2 a 2 que pudo ser victoria) genera ilusión en toda la comitiva xeneize.
Muy lejos de aquella década dorada, al Xeneize le pesan los 18 años que pasaron desde la última vez que levantó la Copa Libertadores. También le pesan los dos años y tres meses desde la última vuelta olímpica (Supercopa 2022, 3-0 a Patronato, lograda en marzo de 2023).
Pero Boca está en Miami con la intención de hacer el mejor papel posible en este rimbombante Mundial de Clubes, con la participación de los 32 mejores equipos del planeta. Tras el debut ante Benfica, aquí está otra vez Boca ante Bayern Munich, que en el debut metió miedo con el aplastante 10 a 0 frente a Auckland City. Otra vez Juan Román Riquelme frente al conjunto germano que le generó la que quizás haya sido la tristeza más grande que vivió en un campo de juego.
Hoy, casi 24 años después, mucho ha cambiado. Ya no hay equivalencias entre los equipos sudamericanos y los europeos, cada vez más ricos y poderosos, cada vez más repletos de figuras de renombre. Porque los mejores del mundo (y los suplentes de los mejores del mundo) juegan en el Viejo Continente y lo único que puede emparejar fuerzas es esa cosa mágica que tiene el fútbol, deporte en el que todo puede pasar en 90 minutos.
Más claro: en la actualidad sería imposible que un Riquelme permanezca en Boca (o en cualquier otro club de Sudamérica) hasta los 24 años como sí pasó a comienzos de siglo.
Pero no es el único nombre que se repite, casi un cuarto de siglo más tarde. Además de Román hay otro nombre de aquel plantel que también forma parte del Boca actual. Es, justamente, Marcelo Delgado. El Chelo hoy integra el Consejo de Fútbol, junto a Raúl Cascini y Mauricio Serna.
Del lado del equipo bávaro solo hay una cara conocida, que seguramente saludará con alegría a Riquelme, hombre del que se declaró admirador en más de una ocasión. Se trata del peruano Claudio Pizarro, entonces centrodelantero y ahora embajador de Bayern Munich por el mundo.
Sorprende volver a leer lo que le decía a LA NACION “el Bombardero de los Andes” -como lo bautizó la prensa alemana-, poco antes de aquella final de la Intercontinental 2001: “Sólo uno o a lo sumo dos días antes del partido veremos un video de Boca y analizaremos un poco su estilo, sus jugadores clave y cómo conviene jugarle. Pero por ahora no se sabe nada, incluso yo que soy sudamericano. De nada vale mentir y debo decir que de Boca no sé casi nada. Sólo sé que está Riquelme y se escucha por todos lados que está jugando muy bien, que tiene mucha calidad y que es la manija del equipo. Pero por los demás, no conozco nada”. Una declaración de ese estilo, hoy, cuando todo está a un clic de distancia, es imposible.
Sin embargo, aún a pesar del desconocimiento y la falta de planificación que entonces aseguro tener Bayern, el entonces delantero peruano tenía bien claro quién era el 10 de Boca: “¿Si lo he visto? ¡He jugado contra él! Yo a Riquelme ya lo sufrí; fue con la Sub 20 que se preparaba para jugar el Sudamericano de Chile, en 1997. Nos enfrentamos en un amistoso en Iquique y creo que perdimos 1 a 0 con la Argentina; él anduvo muy bien, muy bien. Riquelme es un fantástico jugador”.
En la actualidad, el puesto de Pizarro lo ocupa Harry Kane. El inglés fue fundamental en la obtención de la última Bundesliga, en la que marcó 26 goles en 31 partidos (además de otros 11 goles en la Champions League) y sabe que este Mundial de Clubes es un excelente lugar para ratificar todo lo bueno que viene edificando en su carrera. La expulsión de Nicolás Figal ante Benfica altera los planes de Russo, que buscará la manera de neutralizarlo con Ayrton Costa.
En el juego de las diferencias, el plantel de Bayern está valuado en 867,50 millones de euros, según el sitio Transfermarkt. Eso significa once veces más que el de Boca (78,5 millones de euros, según el mismo sitio especializado).
Ya fuera del campo de juego, seguramente sentado junto a Gianni Infantino (mandamás de la FIFA), Riquelme hará fuerza para que Boca logre una de esas victorias que quedan en la historia del club. Aunque eso no pueda borrar aquella postal del joven Román llorando, desconsolado, sobre el césped del estadio Nacional de Tokio.
El actual presidente de Boca sufrió ante el conjunto germano una de las jornadas más tristes de su carrera Read More