FORMOSA (De una enviada especial). “No vas a encontrar una foto con Gildo”, advierte Atilio Basualdo desde su despacho en la municipalidad de Las Lomitas. En su lugar, luce la boleta violeta con la que compite como candidato a convencional constituyente por La Libertad Avanza (LLA). Es un caso único: de los 27 intendentes de la provincia de Formosa, solo él se declara opositor al gobernador Gildo Insfrán.
No siempre fue así. Basualdo llegó al poder en 2015 de la mano del Partido Justicialista (PJ), cuya hegemonía en la provincia se extiende desde hace más de tres décadas. Pero tras la llegada de Javier Milei a la Casa Rosada, tomó distancia del mandatario formoseño y comenzó una conversión política progresiva. “Yo no lo voté, pero me convenció”, reconoce ahora. Y dispara: “Está haciendo todo lo que el peronismo no hizo”.
Su acercamiento a LLA empezó a través de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. “Tenemos terrenos de Gendarmería que se fueron poblando. Por eso me reuní con ella”, relata. La gestión derivó en política. El nexo lo completó Eduardo “Lule” Menem, armador libertario en todo el país y mano derecha de Karina Milei. Desde entonces, Basualdo milita la boleta violeta como propia. “Ahí empezó todo”, recuerda.
También su etapa más difícil en la provincia de Formosa. En octubre pasado denunció un intento de asesinato en un viaje a Asunción, Paraguay, y poco después sufrió un ataque a tiros contra un camión cisterna de su propiedad. Desde entonces, tres gendarmes lo custodian. “Nosotros no tenemos democracia. Esto es una dictadura”, sentencia. Y sobre Insfrán remata: “Ya no encanta más. Es un tipo que cansó”.
La fractura definitiva ocurrió, según él, cuando en 2024 se instaló en su distrito una “municipalidad paralela” a cargo del vicegobernador, Eber Solís. “Acá la autonomía municipal es aparente”, lanza. Denuncia que de los fondos de coparticipación enviados por Nación, Insfrán reparte solo un 10%, y que el resto se compensa con obras públicas discrecionales. “Gildo no me da obras”, se queja. Inició una demanda para recuperar recursos: asegura que le retienen $250 millones mensuales.
A 300 kilómetros de la capital provincial, Las Lomitas es una ciudad de 24.000 habitantes donde la ganadería es la principal actividad, junto con la incipiente producción de maní. Algunos empresarios exploran el cultivo de soja. El municipio recauda unos $30 millones mensuales y, gracias a la estabilidad de precios, dice Basualdo, pudo comprar maquinaria para enripiar calles y encarar arreglos urbanos con fondos propios. “La Nación no me dio nada. Primero hay que mostrar números”, señala. Se ilusiona con que el domingo las urnas le den el empujón definitivo.
El quiebre con Insfrán parece haber calado hondo en su electorado. Yamila, una empleada de comercio de 27 años, lo resume así: “Las Lomitas cambió un montón con Basualdo. No había plazoletas verdes, no había limpieza. Le cambió la cara al pueblo”. Estudia Radiología a distancia, en la Universidad Siglo XXI, porque las opciones presenciales son escasas. Y aunque no le interesa el partido del intendente, sí su gestión: “Mientras haga, está bien”. De Milei, valora que hizo “cambios drásticos que se tenían que hacer, aunque la gente no los entiende”. La baja de precios, dice, se siente.
Juan Carlos Palavecino, ganadero de 46 años y exmilitante de Juntos por el Cambio en Rosario, fue fiscal de Milei en 2023. Está conforme con el rumbo nacional: “Sorprendió porque hizo todo lo que prometió”. Sobre Las Lomitas, reconoce avances: “El pueblo mejoró, creció muchísimo”, aunque reclama obras pendientes: “La mayoría de las calles siguen siendo de tierra”. Sobre el gobernador no duda: “No veo la hora de que se termine este gobierno”.
Luis Díaz, taxista con veinte años en el oficio, habla con entusiasmo del giro político del pueblo. “La gente valora que Basualdo se haya animado a romper con Gildo”, asegura. Recuerda que otros municipios, como Laguna Yema, coquetearon con el espacio libertario pero volvieron al oficialismo. “No sé qué les hicieron”, desliza. Su voto está decidido: “Lo voté a Milei y lo voy a volver a votar”.
La ruptura con el poder provincial también resuena en las comunidades indígenas. Vicente Domínguez, referente de la comunidad Pilagá, dice que Basualdo “es buena persona”, pero que el verdadero problema sigue en la cima: “Nuestra realidad debe cambiar. No podemos vivir con un dictador. Nos duele”. Denuncia que, en la zona cercana al Bañado La Estrella, las aguas amenazan con romper la barrera y que el gobierno provincial no autoriza la apertura de compuertas. “Llevamos el reclamo y solo recibimos balas de goma”.
Basualdo transita su tercer mandato y afirma que será el último. “Cumplimos una etapa. Hay que darle paso a la nueva generación”, dice. Su hijo, el concejal Pablo Basualdo, buscará renovar su banca como cabeza de lista. Enfrentará a 20 sublemas del PJ en una elección marcada por la tensión.
El actual intendente también compite por una banca en la constituyente. Se muestra como un crítico frontal de la reelección indefinida. Asegura que el artículo 132 de la Constitución provincial -el que habilita a Insfrán a perpetuarse en el poder- “degeneró completamente la democracia”. Y sentencia: “La Corte ya habló”.
FORMOSA (De una enviada especial). “No vas a encontrar una foto con Gildo”, advierte Atilio Basualdo desde su despacho en la municipalidad de Las Lomitas. En su lugar, luce la boleta violeta con la que compite como candidato a convencional constituyente por La Libertad Avanza (LLA). Es un caso único: de los 27 intendentes de la provincia de Formosa, solo él se declara opositor al gobernador Gildo Insfrán.
No siempre fue así. Basualdo llegó al poder en 2015 de la mano del Partido Justicialista (PJ), cuya hegemonía en la provincia se extiende desde hace más de tres décadas. Pero tras la llegada de Javier Milei a la Casa Rosada, tomó distancia del mandatario formoseño y comenzó una conversión política progresiva. “Yo no lo voté, pero me convenció”, reconoce ahora. Y dispara: “Está haciendo todo lo que el peronismo no hizo”.
Su acercamiento a LLA empezó a través de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. “Tenemos terrenos de Gendarmería que se fueron poblando. Por eso me reuní con ella”, relata. La gestión derivó en política. El nexo lo completó Eduardo “Lule” Menem, armador libertario en todo el país y mano derecha de Karina Milei. Desde entonces, Basualdo milita la boleta violeta como propia. “Ahí empezó todo”, recuerda.
También su etapa más difícil en la provincia de Formosa. En octubre pasado denunció un intento de asesinato en un viaje a Asunción, Paraguay, y poco después sufrió un ataque a tiros contra un camión cisterna de su propiedad. Desde entonces, tres gendarmes lo custodian. “Nosotros no tenemos democracia. Esto es una dictadura”, sentencia. Y sobre Insfrán remata: “Ya no encanta más. Es un tipo que cansó”.
La fractura definitiva ocurrió, según él, cuando en 2024 se instaló en su distrito una “municipalidad paralela” a cargo del vicegobernador, Eber Solís. “Acá la autonomía municipal es aparente”, lanza. Denuncia que de los fondos de coparticipación enviados por Nación, Insfrán reparte solo un 10%, y que el resto se compensa con obras públicas discrecionales. “Gildo no me da obras”, se queja. Inició una demanda para recuperar recursos: asegura que le retienen $250 millones mensuales.
A 300 kilómetros de la capital provincial, Las Lomitas es una ciudad de 24.000 habitantes donde la ganadería es la principal actividad, junto con la incipiente producción de maní. Algunos empresarios exploran el cultivo de soja. El municipio recauda unos $30 millones mensuales y, gracias a la estabilidad de precios, dice Basualdo, pudo comprar maquinaria para enripiar calles y encarar arreglos urbanos con fondos propios. “La Nación no me dio nada. Primero hay que mostrar números”, señala. Se ilusiona con que el domingo las urnas le den el empujón definitivo.
El quiebre con Insfrán parece haber calado hondo en su electorado. Yamila, una empleada de comercio de 27 años, lo resume así: “Las Lomitas cambió un montón con Basualdo. No había plazoletas verdes, no había limpieza. Le cambió la cara al pueblo”. Estudia Radiología a distancia, en la Universidad Siglo XXI, porque las opciones presenciales son escasas. Y aunque no le interesa el partido del intendente, sí su gestión: “Mientras haga, está bien”. De Milei, valora que hizo “cambios drásticos que se tenían que hacer, aunque la gente no los entiende”. La baja de precios, dice, se siente.
Juan Carlos Palavecino, ganadero de 46 años y exmilitante de Juntos por el Cambio en Rosario, fue fiscal de Milei en 2023. Está conforme con el rumbo nacional: “Sorprendió porque hizo todo lo que prometió”. Sobre Las Lomitas, reconoce avances: “El pueblo mejoró, creció muchísimo”, aunque reclama obras pendientes: “La mayoría de las calles siguen siendo de tierra”. Sobre el gobernador no duda: “No veo la hora de que se termine este gobierno”.
Luis Díaz, taxista con veinte años en el oficio, habla con entusiasmo del giro político del pueblo. “La gente valora que Basualdo se haya animado a romper con Gildo”, asegura. Recuerda que otros municipios, como Laguna Yema, coquetearon con el espacio libertario pero volvieron al oficialismo. “No sé qué les hicieron”, desliza. Su voto está decidido: “Lo voté a Milei y lo voy a volver a votar”.
La ruptura con el poder provincial también resuena en las comunidades indígenas. Vicente Domínguez, referente de la comunidad Pilagá, dice que Basualdo “es buena persona”, pero que el verdadero problema sigue en la cima: “Nuestra realidad debe cambiar. No podemos vivir con un dictador. Nos duele”. Denuncia que, en la zona cercana al Bañado La Estrella, las aguas amenazan con romper la barrera y que el gobierno provincial no autoriza la apertura de compuertas. “Llevamos el reclamo y solo recibimos balas de goma”.
Basualdo transita su tercer mandato y afirma que será el último. “Cumplimos una etapa. Hay que darle paso a la nueva generación”, dice. Su hijo, el concejal Pablo Basualdo, buscará renovar su banca como cabeza de lista. Enfrentará a 20 sublemas del PJ en una elección marcada por la tensión.
El actual intendente también compite por una banca en la constituyente. Se muestra como un crítico frontal de la reelección indefinida. Asegura que el artículo 132 de la Constitución provincial -el que habilita a Insfrán a perpetuarse en el poder- “degeneró completamente la democracia”. Y sentencia: “La Corte ya habló”.
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