“Me quiero casar con vos”, se lo dijo en la primera conversación de su vida, después de años de indiferencia compartida

“Me quiero casar con vos”, le dijo Flor durante la primera conversación que mantuvieron en su vida. Hasta entonces, habían sido dos perfectos extraños conocidos, indiferentes a la presencia del otro y a la idea de profesarse amor.

Y claro, ante semejantes palabras, Leandro quedó sorprendido.

No nos gustábamos porque teníamos peinados feos

Muchos años antes, Leandro solía ser un chico algo tímido que quería pasarse a “la B” del secundario al que asistía. “La C”, en donde cursaba, estaba orientada a humanidades y su plan era estudiar algo relacionado con la química, por lo que creía que la orientación en naturales de la otra división le vendría mucho mejor. Sin embargo, esto nunca sucedió. Flor, en cambio, tenía planes para cambiarse a “la B”, algo conveniente para su proyecto de convertirse en futura abogada, sin embargo, también desistió.

Tal vez, si alguno de los dos hubiera avanzado con sus intenciones, el destino los hubiera unido antes, pero este parecía no tener interés en juntarlos. Lo extraño era que tenían amigos en común y, aun así, jamás habían cruzado palabra; incluso tenían hobbies similares, pero lejos estuvo esto de acercarlos: “¡Los dos éramos floggers! No nos mirábamos y ni nos gustábamos porque yo tenía un peinado horrible y ella también”, cuenta hoy Leandro a carcajadas. “Fuimos juntos a Bariloche, íbamos a las mismas fiestas y juntadas, nos recibimos juntos, pero no nos hablábamos…”

El colegio terminó allá, por el 2010, y Leandro siguió su vida entre algunas idas y vueltas con los estudios, trabajos, y salidas con amigos en las que reconoce que era muy lento para la conquista y el amor. Flor, ya alejada de sus ideas de abogada, se dedicó a buscar nuevos horizontes. Nunca más coincidieron y, por supuesto, no se pensaban o, al menos, eso es lo que Leandro creía.

Una catarata de “me gusta” y una mujer espontánea para el amor

Fue el 15 de abril del 2013, que Flor lo agregó a Facebook. Él miró la solicitud reticente, no agregaba a desconocidos o personas con las que nunca había tenido contacto y, sin embargo, por algún motivo al rato la aceptó. Fue entonces que llegaron las cataratas de “me gusta” en sus fotos, algo que claramente le llamó la atención.

“Hola”, le escribió Leandro con la garganta cerrada por los nervios, maldiciendo que siempre fuera tan tímido para el amor. Pero una vez roto el hielo, de pronto todo fluyó: hablaron por horas como si se conocieran desde hacía años, hasta que, entre otras cosas, ambos confesaron que buscaban el amor.

“¡Me encantás! Me quiero casar con vos”, lanzó ella espontánea, sin vergüenza ni temor a espantarlo, aunque el silencio llegó a la conversación. Las palabras la sorprendieron incluso a Flor, que lo había agregado por una sugerencia sin pensarlo demasiado y sin planes previos de acercamiento ni otra intención.

Pero lejos de asustarlo -como dicen que sucede cuando una mujer avanza directa y carente de estrategias- Leandro admiró su carácter y se encandiló ante semejantes palabras de las que no pudo dar crédito: “No podía creer que una chica tan linda en una charla ya se enamore de mí. ¡Estaba extasiado!”, confiesa hoy riendo al rememorar el hecho.

Aquella fue la primera de las tantas charlas que mantuvieron cada día. Una conversación que marcó el fin de una vida de cruces indiferentes y el comienzo de una intensa historia de amor.

“A las dos semanas nos vimos y a la tercera nos pusimos de novios, el 7 de mayo de 2013. En esa misma fecha, pero en 2014, intercambiamos promesas de amor“, manifiesta Leandro, de 32 años, complacido.

Un destino inevitable

“Me quiero casar con vos”, le había dicho Flor durante la primera charla que tuvieron alguna vez. Leandro jamás olvidó aquellas palabras y, desde el comienzo de su amor, se trazó dos propósitos: terminar su carrera de farmacéutico para luego casarse con el amor de su vida, tal como le había propuesto ella, marcando su destino.

Diez años pasaron desde las promesas de amor del 2014. Un buen día, Leandro se recibió de farmacéutico, y ese mismo día del 2024 fue hasta donde estaba Flor, y tal como lo había prometido, le propuso casamiento.

El 2025 llegó con una boda muy esperada por los enamorados y su entorno querido. Para la familia y los amigos, ellos son el ejemplo de que se puede ser impulsivo y abandonar las estrategias desde la primera conversación, cuando el otro es nuestro verdadero amor y nuestro destino.

“Hoy en día tenemos de hijos dos perros, Simón y Mora y los dos trabajamos en el mismo ámbito, la farmacia. Por suerte la vida en el amor y la familia nos sonríe día a día”, concluye Leandro.

Si querés contarle tu historia a la Señorita Heart, escribile a corazones@lanacion.com.ar

“Me quiero casar con vos”, le dijo Flor durante la primera conversación que mantuvieron en su vida. Hasta entonces, habían sido dos perfectos extraños conocidos, indiferentes a la presencia del otro y a la idea de profesarse amor.

Y claro, ante semejantes palabras, Leandro quedó sorprendido.

No nos gustábamos porque teníamos peinados feos

Muchos años antes, Leandro solía ser un chico algo tímido que quería pasarse a “la B” del secundario al que asistía. “La C”, en donde cursaba, estaba orientada a humanidades y su plan era estudiar algo relacionado con la química, por lo que creía que la orientación en naturales de la otra división le vendría mucho mejor. Sin embargo, esto nunca sucedió. Flor, en cambio, tenía planes para cambiarse a “la B”, algo conveniente para su proyecto de convertirse en futura abogada, sin embargo, también desistió.

Tal vez, si alguno de los dos hubiera avanzado con sus intenciones, el destino los hubiera unido antes, pero este parecía no tener interés en juntarlos. Lo extraño era que tenían amigos en común y, aun así, jamás habían cruzado palabra; incluso tenían hobbies similares, pero lejos estuvo esto de acercarlos: “¡Los dos éramos floggers! No nos mirábamos y ni nos gustábamos porque yo tenía un peinado horrible y ella también”, cuenta hoy Leandro a carcajadas. “Fuimos juntos a Bariloche, íbamos a las mismas fiestas y juntadas, nos recibimos juntos, pero no nos hablábamos…”

El colegio terminó allá, por el 2010, y Leandro siguió su vida entre algunas idas y vueltas con los estudios, trabajos, y salidas con amigos en las que reconoce que era muy lento para la conquista y el amor. Flor, ya alejada de sus ideas de abogada, se dedicó a buscar nuevos horizontes. Nunca más coincidieron y, por supuesto, no se pensaban o, al menos, eso es lo que Leandro creía.

Una catarata de “me gusta” y una mujer espontánea para el amor

Fue el 15 de abril del 2013, que Flor lo agregó a Facebook. Él miró la solicitud reticente, no agregaba a desconocidos o personas con las que nunca había tenido contacto y, sin embargo, por algún motivo al rato la aceptó. Fue entonces que llegaron las cataratas de “me gusta” en sus fotos, algo que claramente le llamó la atención.

“Hola”, le escribió Leandro con la garganta cerrada por los nervios, maldiciendo que siempre fuera tan tímido para el amor. Pero una vez roto el hielo, de pronto todo fluyó: hablaron por horas como si se conocieran desde hacía años, hasta que, entre otras cosas, ambos confesaron que buscaban el amor.

“¡Me encantás! Me quiero casar con vos”, lanzó ella espontánea, sin vergüenza ni temor a espantarlo, aunque el silencio llegó a la conversación. Las palabras la sorprendieron incluso a Flor, que lo había agregado por una sugerencia sin pensarlo demasiado y sin planes previos de acercamiento ni otra intención.

Pero lejos de asustarlo -como dicen que sucede cuando una mujer avanza directa y carente de estrategias- Leandro admiró su carácter y se encandiló ante semejantes palabras de las que no pudo dar crédito: “No podía creer que una chica tan linda en una charla ya se enamore de mí. ¡Estaba extasiado!”, confiesa hoy riendo al rememorar el hecho.

Aquella fue la primera de las tantas charlas que mantuvieron cada día. Una conversación que marcó el fin de una vida de cruces indiferentes y el comienzo de una intensa historia de amor.

“A las dos semanas nos vimos y a la tercera nos pusimos de novios, el 7 de mayo de 2013. En esa misma fecha, pero en 2014, intercambiamos promesas de amor“, manifiesta Leandro, de 32 años, complacido.

Un destino inevitable

“Me quiero casar con vos”, le había dicho Flor durante la primera charla que tuvieron alguna vez. Leandro jamás olvidó aquellas palabras y, desde el comienzo de su amor, se trazó dos propósitos: terminar su carrera de farmacéutico para luego casarse con el amor de su vida, tal como le había propuesto ella, marcando su destino.

Diez años pasaron desde las promesas de amor del 2014. Un buen día, Leandro se recibió de farmacéutico, y ese mismo día del 2024 fue hasta donde estaba Flor, y tal como lo había prometido, le propuso casamiento.

El 2025 llegó con una boda muy esperada por los enamorados y su entorno querido. Para la familia y los amigos, ellos son el ejemplo de que se puede ser impulsivo y abandonar las estrategias desde la primera conversación, cuando el otro es nuestro verdadero amor y nuestro destino.

“Hoy en día tenemos de hijos dos perros, Simón y Mora y los dos trabajamos en el mismo ámbito, la farmacia. Por suerte la vida en el amor y la familia nos sonríe día a día”, concluye Leandro.

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 Compartieron los días de colegio y lo único que sabían del otro es que ambos tenían peinados feos…  Read More