La Unión Argentina de Salud (UAS), entidad que representa a los centros del sistema privado, fijó posición en un debate que creció en los últimos días a propósito del cambio del reglamento que rige el sistema nacional de residencias médicas. “El período de estancia en las instituciones no representa un trabajo, sino un espacio de formación acompañada por especialistas de planta”, afirmaron.
El Ministerio de Salud de la Nación publicó la semana pasada el reglamento para los cupos que financia: introdujo la posibilidad de que, a partir de este año, los residentes elijan entre cobrar una Beca Ministerio o una Beca Institución. Por la primera, un residente de primer año cobrará unos $810.000 de bolsillo –los $998.000 de la beca actual, menos los aportes jubilatorios y la cobertura a través de la Obra Social de los Trabajadores del Estado Nacional– con ART y seguro de mala praxis a cargo de la institución, pero sin los incentivos que pueda otorgar. Por la segunda beca, cobrará los $998.000 netos que paga el Estado, con ART, cobertura de salud, seguro de mala praxis e incentivos extra según ofrezca la institución.
En respuesta, residentes de hospitales públicos nacionales, como el Garrahan, argumentaron que la actualización de las condiciones de la remuneración que reciben reducen a un “estipendio” lo que para ellos es un salario por su trabajo.
Ahora, la UAS expresó que, para el subsistema privado, que incluye numerosos hospitales o centros universitarios con programas propios de residencias, esa etapa es “un modelo de enseñanza sistematizado, de responsabilidad progresiva y supervisado permanentemente”.
Por lo tanto, “funcionan con una relación de becarios”, sin relación laboral como es con el personal de planta. “La retribución que reciben los residentes simboliza una ayuda para sufragar gastos de aprendizaje –continuaron por escrito–. En algunos países, este tipo de formación se realiza sin pago alguno o es el alumno el que paga por su formación”.
En diálogo con LA NACION, Hugo Magonza, presidente de la UAS, refirió a propósito de la oferta de cupos en el sector privado que “la gran mayoría” de los centros que cada año abren su convocatoria como el resto del sistema de salud financia sus residencias y, a la vez, compite con otras instituciones para atraer a los postulantes con mejores puntajes. Solo en el Cemic, donde es director general, son unos 240 los cargos de residencias básicas y posbásicas.
“Hace 50 años, nadie [por los flamantes profesionales] elegía a las instituciones para hacer la residencia por la beca, sino por quién o quiénes serían sus maestros. Esto se fue desvirtuando, en parte por culpa de las instituciones en general, y termina por alterar un sistema de formación virtuoso”, agregó Magonza. “Cuando un médico termina la facultad, no vio o tocó a un paciente, excepto si tuvo un internado rotatorio hacia el final de la carrera. Como el título habilita a ejercer, puede hacerlo, pero ¿con qué experiencia y seguridad para con el paciente?”, sumó.
En la posición de la UAS, no es posible asimilar esta etapa de tres o cuatro años de un entrenamiento intensivo, una vez egresados, con una relación de dependencia. “La continuidad laboral una vez finalizado el período como residentes resulta inviable, ya que impediría el ingreso de nuevas cohortes al sistema educativo –plantearon–. Esto comprometería el proceso de recambio indispensable para garantizar la formación de futuras generaciones, principio estructural del modelo de residencias médicas”.
La Unión Argentina de Salud (UAS), entidad que representa a los centros del sistema privado, fijó posición en un debate que creció en los últimos días a propósito del cambio del reglamento que rige el sistema nacional de residencias médicas. “El período de estancia en las instituciones no representa un trabajo, sino un espacio de formación acompañada por especialistas de planta”, afirmaron.
El Ministerio de Salud de la Nación publicó la semana pasada el reglamento para los cupos que financia: introdujo la posibilidad de que, a partir de este año, los residentes elijan entre cobrar una Beca Ministerio o una Beca Institución. Por la primera, un residente de primer año cobrará unos $810.000 de bolsillo –los $998.000 de la beca actual, menos los aportes jubilatorios y la cobertura a través de la Obra Social de los Trabajadores del Estado Nacional– con ART y seguro de mala praxis a cargo de la institución, pero sin los incentivos que pueda otorgar. Por la segunda beca, cobrará los $998.000 netos que paga el Estado, con ART, cobertura de salud, seguro de mala praxis e incentivos extra según ofrezca la institución.
En respuesta, residentes de hospitales públicos nacionales, como el Garrahan, argumentaron que la actualización de las condiciones de la remuneración que reciben reducen a un “estipendio” lo que para ellos es un salario por su trabajo.
Ahora, la UAS expresó que, para el subsistema privado, que incluye numerosos hospitales o centros universitarios con programas propios de residencias, esa etapa es “un modelo de enseñanza sistematizado, de responsabilidad progresiva y supervisado permanentemente”.
Por lo tanto, “funcionan con una relación de becarios”, sin relación laboral como es con el personal de planta. “La retribución que reciben los residentes simboliza una ayuda para sufragar gastos de aprendizaje –continuaron por escrito–. En algunos países, este tipo de formación se realiza sin pago alguno o es el alumno el que paga por su formación”.
En diálogo con LA NACION, Hugo Magonza, presidente de la UAS, refirió a propósito de la oferta de cupos en el sector privado que “la gran mayoría” de los centros que cada año abren su convocatoria como el resto del sistema de salud financia sus residencias y, a la vez, compite con otras instituciones para atraer a los postulantes con mejores puntajes. Solo en el Cemic, donde es director general, son unos 240 los cargos de residencias básicas y posbásicas.
“Hace 50 años, nadie [por los flamantes profesionales] elegía a las instituciones para hacer la residencia por la beca, sino por quién o quiénes serían sus maestros. Esto se fue desvirtuando, en parte por culpa de las instituciones en general, y termina por alterar un sistema de formación virtuoso”, agregó Magonza. “Cuando un médico termina la facultad, no vio o tocó a un paciente, excepto si tuvo un internado rotatorio hacia el final de la carrera. Como el título habilita a ejercer, puede hacerlo, pero ¿con qué experiencia y seguridad para con el paciente?”, sumó.
En la posición de la UAS, no es posible asimilar esta etapa de tres o cuatro años de un entrenamiento intensivo, una vez egresados, con una relación de dependencia. “La continuidad laboral una vez finalizado el período como residentes resulta inviable, ya que impediría el ingreso de nuevas cohortes al sistema educativo –plantearon–. Esto comprometería el proceso de recambio indispensable para garantizar la formación de futuras generaciones, principio estructural del modelo de residencias médicas”.
La Unión Argentina de Salud (UAS), que nuclea a centros formadores del sector, señaló que son becas de aprendizaje Read More