Mario Pergolini se contradijo. Dejó de lado su convicción de no volver a formar parte del medio televisivo y anoche se puso al frente de Otro día perdido, un late night show que pivoteará entre el resumen informativo de cada jornada, no exento de la aspiracional irreverencia que todos buscan en la mirada del conductor, y entrevistas tanto a celebridades como a personajes anónimos con algo de interés para contar.
En un año electoral, también algún político con ganas de incrementar su electorado se sumergirá en esa arriesgada faena donde lo podría llegar a perder todo.
Es un rasgo de inteligencia no quedarse atado a mandatos autoimpuestos y Pergolini, que siempre ha sabido cómo navegar las aguas mediáticas en concordancia con su propia impronta y con la lógica de cada tiempo -fue un precursor de la tecnología aplicada a la comunicación-, desde anoche comenzó a ocupar la tira diaria de las 22.30 por la pantalla de eltrece, señal que, este lunes, también se reformuló con el debut de Buenas noches familia -un nuevo formato de entretenimientos con la conducción de Guido Kaczka- que se instaló en la franja de las 21. A priori, el tándem Kaczka-Pergolini no suena mal.
En el inicio, antes de la aparición del conductor en pantalla, ODP (sigla del formato) propuso un clip con un planteo de base “¿Cómo preparar un Mario Pergolini 2025?” e, inmediatamente, se lo pudo ver al anfitrión del espacio en su icónico Caiga quien caiga (CQC) diciendo “hay que irse”, cuando le puso punto final (en realidad fueron puntos suspensivos) a su tarea frente a cámaras.
En el video se hizo un repaso de las tareas de Pergolini de la última década (fundación de empresas de medios, entretenimiento y tecnología; la compra de un teatro); y la referencia a Adrián Suar -que maneja los destinos de eltrece junto a Pablo Codevilla y Coco Fernández-; y Diego Guebel, su histórica mano derecha, y Sebastián Borenzstein (se percibe su pluma en algunos guiones), productores generales de ODP.
En nuestro país, el género del late night show (mix de monólogos sobre actualidad, humor, entrevistas y música con un anfitrión estelar excluyente) nunca ha funcionado del todo. Lo intentaron Roberto Pettinato, Sebastián Wainraich, Fernando Dente y Germán Paoloski, entre otros, siendo Los Mammones, con Jey Mammon, la excepción a ese designio opaco. ¿Podrá Mario Pergolini romper la inercia?
Búsqueda
Anteojos negros para el saludo inicial, señal inequívoca que remite a la estética de CQC, el ciclo que instaló a Mario Pergolini en el foco de la masividad de las audiencias, luego de haberse convertido en el referente distópico de la radiofonía a través de sus espacios en la recordada Rock & Pop, insurrección creada por Daniel Grinbank.
En el debut de Otro día perdido, el conductor buscó balancearse con equilibrio entre los artilugios del enfant terrible -seguramente mucho de esa esencia subsiste en él- y el hombre maduro de 61 años, que se movía cómodo en Vorterix, su plataforma de streaming, lejos de las presiones de la competencia y la cosecha de rating que impone la televisión abierta.
Quizás, el comunicador deba decidirse qué océano desea transitar. Apostar a su identidad primigenia o dejarse llevar por las oleadas del mainstream televisivo, por cierto, hace tiempo con claros signos de desgaste y pauperización.
Nunca es del todo justo evaluar un debut, ya que los ciclos -si son de buena cepa- saben mejor con el correr del tiempo, aunque algunas líneas de pensamiento se pueden trazar.
Mario Pergolini pisó el set ante la ovación de una platea elegante -mesitas con veladores que remiten a una estética de cabaret alemán de lujo- y una tribuna posterior más bulliciosa que agitó los vítores al hombre que se plantó en el medio de la escena dejando varios segundos librados a la ovación de la bienvenida, a la usanza de los conductores más tradicionales y alejados de su marca en el orillo. Algo incómodo en ese lugar, simuló lágrimas de emoción para despegarse del autobombo.
Saco y pantalón oscuros, camisa blanca sin corbata, y zapatos “de vestir”. Su outfit europeo de “elegante sport” es un sello con el que casi siempre se mostró en pantalla y que no le queda nada mal.
La presencia de Agustín “Soy Rada” Aristarán resultó un pilar sustancial para acompasar al líder del espacio. El talentoso actor, mago y músico encontrará su lugar con mayores certezas con el correr de los días, pero mucho de su caudal ya se pudo esbozar.
Lo mismo sucedió con Laila Roth, comediante especializada en stand up, que es un suceso en nuestro país y algunas plazas internacionales, y que sedujo al “monstruo”, el siempre complejo público del Festival de Viña del Mar (Chile). Su humor “picante” y “chicanero” será un gran aporte para el espacio. ¿Podrá acercar a generaciones más jóvenes al consumo televisivo?
Pergolini bromeó con la confusión de nombres, le dijo “Aristarain” a él, “¿sos el director?” y “Leila” a ella. Reírse de sí mismo, un acertado tono del dueño de casa. “Soy Rada” y Laila Roth son, por cierto, elecciones más que acertadas, con un modo muy propio de pensar desde el humor.
Buscando pararse en la “avenida del medio” para no “casarse con nadie” y demostrar que continúa fiel a esa suerte de imagen de “hombre renegado del sistema”, una construcción casi ficcional, Pergolini en su monólogo inicial lanzó mordaz “la policía me dejó venir sin tobillera”, en clara alusión a la prisión domiciliaria que cumple la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Cuando me fui de la televisión, a Cristina la tenían ahí arriba, ahora la tienen presa; no dije nada”, lanzó al hueso.
Pero, para no quedar empantanado y buscando equilibrar las aguas, también soltó, en relación con Javier Milei “mejor presidente, para este tipo de programas, no nos podía haber tocado; ¿cuánto calculan que tardará en decirnos que nosotros somos unos ´mandriles´?”, se preguntó.
Ironizó con el “aburrimiento” que proponían exmandatarios como Fernando de la Rúa o Eduardo Duhalde y arremetió con que ahora “tenés para hablar sobre perros, streaming, novias, mandriles, la casta con Scioli, el gabinete, Karina, la vicepresidenta, todo es una joda con este tipo; vamos a ver cómo nos vamos a llevar con él, yo creo que ya está enojado”. Y luego sostuvo “¿vieron que cuando el Presidente se enoja es medio como Alf?”. Y gruñó satíricamente.
El tramo se remató con un clip en donde se vio a Cristina Kirchner, Javier Milei, Alberto Fernández y Mauricio Macri, saludándolo a través de una creación realizada por la Inteligencia Artificial.
¿Inevitable?
El periodista Marcelo Polino irrumpió en escena y frente a una pizarra con fotos, nombres y flechas, buscó graficar los lazos personales entre Wanda Nara, Mauro Icardi y Eugenia “China” Suárez, entre otros “ilustres”.
Si bien es cierto que el formato, desde el vamos, se plantea como un resumen de la jornada, ahondar de movida en el laberinto vincular de estos nombres mediáticos empobrecieron a una propuesta que se enaltecería con una agenda más original, alejada de la saturación y el hartazgo que provoca, para no poca gente, que un alto porcentaje del aire televisivo esté destinado a este tipo de temas sin ninguna relevancia. Aunque si se tratan estos temas, sería bueno hacerlos con alguna vuelta de tuerca.
Un plato fuerte
Aunque se especuló con la presencia de Marcelo Tinelli, el “rival” de Pergolini, algo que el conductor desterró de plano en su entrevista reciente con LA NACION, el invitado estelar del primer programa fue el actor Guillermo Francella, un entrevistado que suele ser acartonado y poco permeable a la hora de ser interrogado, justo lo que no se necesita en la fórmula de este formato.
Luego de comentar sobre el inminente estreno del film Homo Argentum, que lo cuenta como protagonista, y referirse a algunos aspectos de su vida personal, recordó su paso como periodista de una publicación gráfica. “Soy bueno para preguntar, ¿querés que te pregunte cosas?”, le planteó como pie al siguiente momento.
Francella “entrevistó” a Pergolini, un recurso al que solía apelar Susana Giménez para hablar sobre sus entuertos, de la mano de Antonio Gasalla, caracterizado como “La Abuela”, su excelso interlocutor.
Francella inquirió a Pergolini sobre su regreso a la televisión y le arrojó un “carpetazo” al recordarle algunas frases que había dicho en torno al medio y hasta sugirió la tentación monetaria de un abultado cachet. Todo armadito y preparado de antemano, nada que sorprendiera al anfitrión que volvió a justificarse.
Banda en vivo, escenografía corpórea -no solo sostenida en paredes de pantallas- y una acertada atmósfera generaron un buen debut.
Otro día perdido reúne los matices para lograr un programa entretenido, que genere el deseo de ser visto. Mario Pergolini regresó como el bíblico “hijo pródigo”, como lo definió Agustín Aristarán en el inicio.
De volver se trató en una televisión abierta que necesita, pide a gritos, otras opciones, y la presencia de figuras, aunque ya no hay tantas en el ecosistema de la estelaridad. Pergolini lo es.
“Si no funciona, más no podemos dar”, se curó en salud. Dio suficiente. Sin inventar la pólvora, que ya está inventada, ODP se erigió como una buena receta para terminar el día.
“No puedo cantar, bailar o actuar… ¿qué otra cosa podría hacer sino un programa de entrevistas?”, reconoció David Letterman, uno de los padres del género y conductor de Late Night with David Letterman (NBC) y Late Show con David Letterman (CBS). Exquisito e irónico.
Esa mordacidad emergió, por momentos, en el debut de Mario Pergolini. Se río de sí mismo, de sus contradicciones, y eso le allanó el camino para volver a pertenecer. Ahora será su elección, sumar su flamante dispositivo al servicio de lo que abunda o volver a pisar sublevadas veredas propias, guste a quien le guste, caiga quien caiga.
Mario Pergolini se contradijo. Dejó de lado su convicción de no volver a formar parte del medio televisivo y anoche se puso al frente de Otro día perdido, un late night show que pivoteará entre el resumen informativo de cada jornada, no exento de la aspiracional irreverencia que todos buscan en la mirada del conductor, y entrevistas tanto a celebridades como a personajes anónimos con algo de interés para contar.
En un año electoral, también algún político con ganas de incrementar su electorado se sumergirá en esa arriesgada faena donde lo podría llegar a perder todo.
Es un rasgo de inteligencia no quedarse atado a mandatos autoimpuestos y Pergolini, que siempre ha sabido cómo navegar las aguas mediáticas en concordancia con su propia impronta y con la lógica de cada tiempo -fue un precursor de la tecnología aplicada a la comunicación-, desde anoche comenzó a ocupar la tira diaria de las 22.30 por la pantalla de eltrece, señal que, este lunes, también se reformuló con el debut de Buenas noches familia -un nuevo formato de entretenimientos con la conducción de Guido Kaczka- que se instaló en la franja de las 21. A priori, el tándem Kaczka-Pergolini no suena mal.
En el inicio, antes de la aparición del conductor en pantalla, ODP (sigla del formato) propuso un clip con un planteo de base “¿Cómo preparar un Mario Pergolini 2025?” e, inmediatamente, se lo pudo ver al anfitrión del espacio en su icónico Caiga quien caiga (CQC) diciendo “hay que irse”, cuando le puso punto final (en realidad fueron puntos suspensivos) a su tarea frente a cámaras.
En el video se hizo un repaso de las tareas de Pergolini de la última década (fundación de empresas de medios, entretenimiento y tecnología; la compra de un teatro); y la referencia a Adrián Suar -que maneja los destinos de eltrece junto a Pablo Codevilla y Coco Fernández-; y Diego Guebel, su histórica mano derecha, y Sebastián Borenzstein (se percibe su pluma en algunos guiones), productores generales de ODP.
En nuestro país, el género del late night show (mix de monólogos sobre actualidad, humor, entrevistas y música con un anfitrión estelar excluyente) nunca ha funcionado del todo. Lo intentaron Roberto Pettinato, Sebastián Wainraich, Fernando Dente y Germán Paoloski, entre otros, siendo Los Mammones, con Jey Mammon, la excepción a ese designio opaco. ¿Podrá Mario Pergolini romper la inercia?
Búsqueda
Anteojos negros para el saludo inicial, señal inequívoca que remite a la estética de CQC, el ciclo que instaló a Mario Pergolini en el foco de la masividad de las audiencias, luego de haberse convertido en el referente distópico de la radiofonía a través de sus espacios en la recordada Rock & Pop, insurrección creada por Daniel Grinbank.
En el debut de Otro día perdido, el conductor buscó balancearse con equilibrio entre los artilugios del enfant terrible -seguramente mucho de esa esencia subsiste en él- y el hombre maduro de 61 años, que se movía cómodo en Vorterix, su plataforma de streaming, lejos de las presiones de la competencia y la cosecha de rating que impone la televisión abierta.
Quizás, el comunicador deba decidirse qué océano desea transitar. Apostar a su identidad primigenia o dejarse llevar por las oleadas del mainstream televisivo, por cierto, hace tiempo con claros signos de desgaste y pauperización.
Nunca es del todo justo evaluar un debut, ya que los ciclos -si son de buena cepa- saben mejor con el correr del tiempo, aunque algunas líneas de pensamiento se pueden trazar.
Mario Pergolini pisó el set ante la ovación de una platea elegante -mesitas con veladores que remiten a una estética de cabaret alemán de lujo- y una tribuna posterior más bulliciosa que agitó los vítores al hombre que se plantó en el medio de la escena dejando varios segundos librados a la ovación de la bienvenida, a la usanza de los conductores más tradicionales y alejados de su marca en el orillo. Algo incómodo en ese lugar, simuló lágrimas de emoción para despegarse del autobombo.
Saco y pantalón oscuros, camisa blanca sin corbata, y zapatos “de vestir”. Su outfit europeo de “elegante sport” es un sello con el que casi siempre se mostró en pantalla y que no le queda nada mal.
La presencia de Agustín “Soy Rada” Aristarán resultó un pilar sustancial para acompasar al líder del espacio. El talentoso actor, mago y músico encontrará su lugar con mayores certezas con el correr de los días, pero mucho de su caudal ya se pudo esbozar.
Lo mismo sucedió con Laila Roth, comediante especializada en stand up, que es un suceso en nuestro país y algunas plazas internacionales, y que sedujo al “monstruo”, el siempre complejo público del Festival de Viña del Mar (Chile). Su humor “picante” y “chicanero” será un gran aporte para el espacio. ¿Podrá acercar a generaciones más jóvenes al consumo televisivo?
Pergolini bromeó con la confusión de nombres, le dijo “Aristarain” a él, “¿sos el director?” y “Leila” a ella. Reírse de sí mismo, un acertado tono del dueño de casa. “Soy Rada” y Laila Roth son, por cierto, elecciones más que acertadas, con un modo muy propio de pensar desde el humor.
Buscando pararse en la “avenida del medio” para no “casarse con nadie” y demostrar que continúa fiel a esa suerte de imagen de “hombre renegado del sistema”, una construcción casi ficcional, Pergolini en su monólogo inicial lanzó mordaz “la policía me dejó venir sin tobillera”, en clara alusión a la prisión domiciliaria que cumple la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Cuando me fui de la televisión, a Cristina la tenían ahí arriba, ahora la tienen presa; no dije nada”, lanzó al hueso.
Pero, para no quedar empantanado y buscando equilibrar las aguas, también soltó, en relación con Javier Milei “mejor presidente, para este tipo de programas, no nos podía haber tocado; ¿cuánto calculan que tardará en decirnos que nosotros somos unos ´mandriles´?”, se preguntó.
Ironizó con el “aburrimiento” que proponían exmandatarios como Fernando de la Rúa o Eduardo Duhalde y arremetió con que ahora “tenés para hablar sobre perros, streaming, novias, mandriles, la casta con Scioli, el gabinete, Karina, la vicepresidenta, todo es una joda con este tipo; vamos a ver cómo nos vamos a llevar con él, yo creo que ya está enojado”. Y luego sostuvo “¿vieron que cuando el Presidente se enoja es medio como Alf?”. Y gruñó satíricamente.
El tramo se remató con un clip en donde se vio a Cristina Kirchner, Javier Milei, Alberto Fernández y Mauricio Macri, saludándolo a través de una creación realizada por la Inteligencia Artificial.
¿Inevitable?
El periodista Marcelo Polino irrumpió en escena y frente a una pizarra con fotos, nombres y flechas, buscó graficar los lazos personales entre Wanda Nara, Mauro Icardi y Eugenia “China” Suárez, entre otros “ilustres”.
Si bien es cierto que el formato, desde el vamos, se plantea como un resumen de la jornada, ahondar de movida en el laberinto vincular de estos nombres mediáticos empobrecieron a una propuesta que se enaltecería con una agenda más original, alejada de la saturación y el hartazgo que provoca, para no poca gente, que un alto porcentaje del aire televisivo esté destinado a este tipo de temas sin ninguna relevancia. Aunque si se tratan estos temas, sería bueno hacerlos con alguna vuelta de tuerca.
Un plato fuerte
Aunque se especuló con la presencia de Marcelo Tinelli, el “rival” de Pergolini, algo que el conductor desterró de plano en su entrevista reciente con LA NACION, el invitado estelar del primer programa fue el actor Guillermo Francella, un entrevistado que suele ser acartonado y poco permeable a la hora de ser interrogado, justo lo que no se necesita en la fórmula de este formato.
Luego de comentar sobre el inminente estreno del film Homo Argentum, que lo cuenta como protagonista, y referirse a algunos aspectos de su vida personal, recordó su paso como periodista de una publicación gráfica. “Soy bueno para preguntar, ¿querés que te pregunte cosas?”, le planteó como pie al siguiente momento.
Francella “entrevistó” a Pergolini, un recurso al que solía apelar Susana Giménez para hablar sobre sus entuertos, de la mano de Antonio Gasalla, caracterizado como “La Abuela”, su excelso interlocutor.
Francella inquirió a Pergolini sobre su regreso a la televisión y le arrojó un “carpetazo” al recordarle algunas frases que había dicho en torno al medio y hasta sugirió la tentación monetaria de un abultado cachet. Todo armadito y preparado de antemano, nada que sorprendiera al anfitrión que volvió a justificarse.
Banda en vivo, escenografía corpórea -no solo sostenida en paredes de pantallas- y una acertada atmósfera generaron un buen debut.
Otro día perdido reúne los matices para lograr un programa entretenido, que genere el deseo de ser visto. Mario Pergolini regresó como el bíblico “hijo pródigo”, como lo definió Agustín Aristarán en el inicio.
De volver se trató en una televisión abierta que necesita, pide a gritos, otras opciones, y la presencia de figuras, aunque ya no hay tantas en el ecosistema de la estelaridad. Pergolini lo es.
“Si no funciona, más no podemos dar”, se curó en salud. Dio suficiente. Sin inventar la pólvora, que ya está inventada, ODP se erigió como una buena receta para terminar el día.
“No puedo cantar, bailar o actuar… ¿qué otra cosa podría hacer sino un programa de entrevistas?”, reconoció David Letterman, uno de los padres del género y conductor de Late Night with David Letterman (NBC) y Late Show con David Letterman (CBS). Exquisito e irónico.
Esa mordacidad emergió, por momentos, en el debut de Mario Pergolini. Se río de sí mismo, de sus contradicciones, y eso le allanó el camino para volver a pertenecer. Ahora será su elección, sumar su flamante dispositivo al servicio de lo que abunda o volver a pisar sublevadas veredas propias, guste a quien le guste, caiga quien caiga.
El flamante Otro día perdido, que se estrenó por la pantalla de eltrece, puede convertirse en una valiosa apuesta que se desmarque de los usos y costumbres del actual prime time nocturno si se arriesga a tomar un camino propio y no previsible Read More