“Sé que soy poco conocido en Argentina porque me fui de chico. Cuando fui al Mundial Sub 20 todos hablaban de Ascacíbar, Foyth, Lautaro, y conmigo era ‘¿Santiago Colombatto quién es?’”. Su historia, que le cuenta a LA NACION, puede ser como la de cualquier futbolista, pero repleta de giros y momentos impensados. En Ucacha, Córdoba, sus padres lo llevaron a jugar al fútbol desde pequeño. En Villa María fue visto por River y emprendió el camino en busca de su sueño. Pero en las inferiores del Millonario quedó libre. Un momento de tristeza.
Pasó a Racing, pero nada era igual. Algunas travesuras, como las de cualquier adolescente, formaban parte del día a día. Regresó a River. Los episodios que no se correspondían con un futbolista profesional continuaban: salidas, fiestas y malas juntas. El recuerdo de un reto de su mamá fue un click, y a partir de una promesa, viajó a Italia. Le pasó de todo, hasta que apareció una tía desconocida para salvarlo.
Así, Italia se convirtió en su lugar por muchos años; en el medio, las selecciones juveniles de la Argentina. No faltó el momento para un paso en falso en Bélgica. Con los años, todo se acomodó y en estos días es una de las figuras de Real Oviedo, un histórico que regresó a la primera de España tras más de dos décadas. Sueña con volver a jugar en el país que lo vio nacer, una espina que todavía tiene en la piel.
Santiago Colombatto nació el 17 de enero de 1997 en Ucacha, una localidad de 5000 habitantes en el centro sur de Córdoba. Empezó en el fútbol desde muy chiquito: “Mi papá me llevó a los tres años a jugar al club Jorge Newbery. Después, a los siete empecé a ir a Villa María, a El Santo. Entonces me entrenaba y jugaba en mi pueblo los sábados, y los domingos me iba a jugar en El Santo”. A pesar de su corta edad, sus condiciones fueron observadas por un equipo grande. “Ahí se jugaba un mundialito muy conocido en el que iban equipos como River y Boca. Ahí es cuando me ve River y me llevaron a una prueba. Como anduve bien me dijeron que me tenía que presentar en la pensión. Así empezó todo”, relata el jugador.
De ese modo comenzaba el camino de Colombatto en el Millonario, que tuvo la gran compañía del amor de sus padres: “Durante toda mi carrera me apoyaron muchísimo. trabajaban de comisionistas. Viajaban de mi pueblo a Córdoba capital, que son tres horas, se pasaban todo el día, regresaban tarde, y al día siguiente volvían a irse. Así y todo me iban me llevaban a Villa María, que volvíamos tarde, y al otro día tenían que levantarse a las 3 de la mañana. Ellos siempre estuvieron conmigo”.
Con tan solo 10 años, Colombatto llegó a Buenos Aires con los sueños de cualquier niño que alguna vez pateó una pelota: “Fue todo muy lindo. Llegué al club del que soy hincha con la ilusión, no de jugar en primera, sino de jugar en River. En los primeros tres años jugué todo, salimos campeones. Después, en novena, empiezo a sentir un cambio físico, porque crecí más lento que otros compañeros. Por ese motivo en octava empecé jugando y después no entré más”.
Las desilusiones llegaron para ese jovencito. También aparecieron otros rumbos que no los tomó con la misma responsabilidad: “Ahí me dejaron libre. No me lo esperaba y fue muy duro. Me fui a probar a Racing, quedé, pero ya no fue lo mismo. Empecé a hacer cosas que no tenía que hacer: no me cuidaba, no entrenaba bien, todas cosas que no suman para jugar profesionalmente”. Sobre esto, advierte: “En River y en Racing hay buenos jugadores; entonces, si no te ponés las pilas, no jugás. En ese momento sentí que empecé a desaprovechar las oportunidades. De Racing volví a River. Pero no hacía nada para merecer estar ahí, no me daba cuenta de dónde estaba. En ese momento me daba cuenta de lo que hacía, pero no lo quería asumir, yo pensaba que me bastaba porque jugaba mucho en Racing, pero dentro mío sabía que las cosas no iban bien”.
Los años pasaban y todavía convivía con la difícil etapa de la adolescencia, en el que se tomaba algunas licencias que no son compatibles con un futbolista. Y reconoce: “Me quise volver a Ucacha cuando quedé libre de Racing, que no estaba haciendo bien las cosas. Me fui a casa en diciembre, pasé las fiestas y no tenía expectativas de regresar a Buenos Aires. Pero apareció la oportunidad de volver a River, la tomé, pero tampoco tenía la misma ilusión y ese año no me fue bien”.
Así surgió una anécdota con sus padres que hoy recuerda con mucha gracia: “Ahí pasó algo. Era julio o agosto, Mis viejos viajaron hasta Buenos Aires. Llegaron, se sentaron en la confitería del club, y mi vieja me dijo: ‘Te voy a ser sincera: ¿qué querés hacer de tu vida? ¿querés jugar al fútbol? ¿querés trabajar con nosotros?’. Pero no me lo dijo en un tono tan amoroso”, dijo entre risas. “En ese momento me llamó la atención, porque mi vieja nunca me habló así. Ellos se dieron cuenta de lo que hacía, porque tenían gente conocida y todo se sabe, se enteraban”.
La enseñanza le quedó. “En esos clubes pensás que ya sos jugador de primera cuando estás ahí, pero muchos no se dan cuenta de que no llegaste a nada y vas por el camino equivocado: vas al boliche con amigos, con mala junta, a las fiestas. Al otro día tenés que entrenarte, llegás tarde. Todas cosas que no van con un futbolista. Los demás hacen 10 repeticiones y ‘yo soy vivo. Yo hago cinco’, son cosas que no suman. Cuando mi vieja me dijo todo esto, me di cuenta de que les estaba fallando a ellos y a mí, porque yo quería ser jugador de fútbol”.
Ese momento, con 17 años, fue un click para Colombatto, que les dio la razón a sus padres y entendió que podía estar ante su última oportunidad. “Ese año tenía el viaje a Bariloche y les dije que, como quería ser futbolista y estaba en trámite la ciudadanía, quería irme a Italia. Mi viejo lo pensó, pero me dijo que le demuestre que iba a valer la pena”. A partir de esa conversación madura con sus padres, todo cambió: “En la pensión teníamos un gimnasio, iba todos los días. Me di cuenta de todo lo que tenía que cambiar y no hacer para llegar. Era mi última oportunidad y mis viejos me la dieron, habiendo hecho mil cagadas. En ese momento se acercaba fin de año, me perdía todas las fiestas de egresados. Mis amigos iban y cuando volvían me decían ‘¡no sabés lo buena que estuvo!’, y yo les decía que ni quería saber. Eso me cambió la cabeza, yo sabía que me tenía que ir a Italia”.
Llegó el momento de cruzar el océano. La pregunta fue sencilla: “¿Cómo empezó tu experiencia allá?”, pero en la respuesta no se olvidó ni un detalle de lo que atravesó para alcanzar su sueño. “Cuando viajé a Italia por primera vez me pasó de todo”, comenzó su relato. “Llegué el 1° de diciembre de 2014, tenía 20 días para estar allá. Viajé con Ariel López, amigo de mi familia, que tenía contactos en Italia para conseguirme pruebas. Agarré el pase libre de River y volé a Roma. La primera semana, no hubo pruebas, y mientras esperaba, corría alrededor del Coliseo y me entrenaba con una pelota, solo, también ahí en el Coliseo”, recordó entre risas.
Colombatto sabía que no podía regresar a la Argentina sin un equipo: “No podía decirle eso a mis viejos. Ahí apareció Latina Calcio, un equipo que estaba en la B, en una ciudad que queda a una hora de Roma. Hice la prueba y me fue bien. Estaban todos los directores y me dijeron que tenía que volver en enero. Yo dije: ‘listo, ya está, ya tengo club’”, expresó mientras aplaudía, en señal de que el trabajo ya estaba hecho.
Con cinco días más en Europa, llegó a probarse en Lazio, que en ese momento tenía a Simone Inzaghi como entrenador. No quedó. De todos modos, la tranquilidad del joven estaba en que había logrado su objetivo y Latina Calcio lo esperaba al año siguiente. “Me volví a Argentina, pasé las fiestas y en enero de 2015 empezó todo”. Así dio comienzo a un periplo adverso que vivió en tierras italianas. “Viajé solo. Se abrieron las puertas de Fiumiccino y ¡no había nadie, no me esperaba nadie!”, recuerda entre risas y un tono de voz más elevada. “Llamé por teléfono a mi amigo Ariel y me dijo que se le rompió el auto, que no pudo ir a buscarme. Yo no sabía idioma, nada. Entonces me dijo que me tome un tren desde Roma central hasta Gaeta, que eran dos horas de viaje y estaba al lado de Latina. No sé cómo hice, pero llegué”.
Latina, en teoría, lo esperaba. Pero… “La noche anterior me metí en Internet y leí que echaron al DT de primera y lo reemplazó el de reserva. Yo pensé que estaba todo bien, porque también me había visto. Cuando me presenté, el tipo no sabía quién era. Como era nuevo, me preguntó ‘qué haces acá?’. Les expliqué que tenía que presentarme. Justo había un argentino jugando ahí, Gianluca Ferrari (futbolista que jugó en San Lorenzo y ahora está en Atlético Tucumán)“.
“Él estaba ahí y me preguntó por mi situación. Me cambié, me entrené, pero cuando terminó el entrenamiento me dijeron que no podían ficharme porque todavía no tenía la ciudadanía. Me fui a un hotel y mi amigo me explicó que no me podía tener en la casa. Mientras, le pedí que me consiga más pruebas”, agregó.
Pero, entre tantas malas, la vida le entregó una muy buena. Una persona salvadora apareció para que su sueño de ser jugador se haga realidad: “Mi vieja me había dado una libretita de teléfonos. Ahí tenía el número de una tía, Marianela, que yo no conocía y que vivía en el norte de Italia. La llamé, le expliqué la situación y me dijo que vaya a su casa. Le dije que iba a ser una semana… ¡ja, fueron como dos meses que estuve en la casa de la tía!, reveló con alegría. “Me fui en tren. ¡Hacía un frío en ese momento! De Gaeta a Mantova eran ocho horas; en el medio de la noche me tuve que cambiar a un tren que no iba nadie, viajaba con un suetercito y un chalequito ¡Helado estaba!. Llegué a Mantova y me recibió mi tía, que no la conocía, y le agradecí, porque si no fuera por ella hoy no estaría donde estoy. Increíble”.
Una vez en la casa de su tía, la ciudadanía avanzaba, las pruebas debían avanzar y la puesta física tenía que continuar: “Estando en lo de mí tía, en Ceresara, enfrente de su casa había una canchita y todos los días me entrenaba ahí, y a la tarde, a casi ocho kilometros por la ruta, me iba a un gimnasio en una motito que tenía mi primo. En la primera semana Albano Bizarri me llamó para una prueba en Chievo Verona, pero no me pude quedar sin la ciudadanía”.
Tras unos meses, Colombatto pudo conseguir los papeles para quedarse. Y apareció un contacto esperanzador: “Me llamó Iván Córdoba, que es representante y me dijo que me quería ver. A todo esto, habían pasado dos meses y ya no tenía más plata. Ese viaje, de Mantova a Milán, era mi última chance”. El agente colombiano lo llevó a un equipo de cuarta división a Arconate, y en dos días debía demostrar sus condiciones para que lo tome como su representante: “¿Viste cuando te sale todo, que pateás un puntinazo y la clavás en un ángulo? Bueno, ese día me salió todo”, recuerda el jugador. “Me fue tan bien que no me hizo falta otro día y quedé bajo su mando. Me hizo quedar a entrenarme en ese equipo para ponerme bien físicamente y empezar con las pruebas. Antes de irse me preguntó: ‘¿Cómo estás de botines? Porque veo que están todos rotos’, y mis botines ya estaban liquidados, no daban más. ‘¿Qué marca usas?’, me preguntó, le dije que cualquiera, y me trajo dos pares”.
Una semana después, Córdoba lo llevó a Juventus: “Cuando llegué, entré al vestuario con un bolsito y los demás tenían de todo. Había cajas y cajas de botines. Estuve tres días en la Juve, me fue muy bien”. Con la ciudadanía y el pasaporte, Colombatto “estaba completito, no había ninguna chance de que no me contraten”. Sin embargo, algo pasó y no lo ficharon. Hubo un momento de preocupación. “Nadie me fichaba, no sabía qué había que hacer, porque siempre aparecía alguna traba”.
Sin embargo, todo se fue acomodando. Y apareció Cagliari. “Esa sí era la última oportunidad. Me fue bien, me dieron la posibilidad de jugar en la reserva por un año, pero sin contrato, porque si no tenían que pagarle a River y Racing. Me fui de vacaciones a Argentina tranquilo, porque ya tenía un año por delante en un equipo, entonces así empezó mi carrera. Yo siempre digo que en ese año todo fue aprendizaje, nada de sufrimiento, para mí todo era nuevo, lo veía con ilusión. Imaginate que en ese año debuté en primera y hasta jugué en San Siro contra Inter”, recordó con mucha felicidad.
Todo fue rápido y nuevo para Colombatto, que tuvo mucho que aprender y conocer: “Cuando llegué a Italia no sabía el idioma, nada, pero me fui adaptando. Me encanta su comida y su cultura”. Económicamente también fue un gran cambio: “Era un chico que empecé de la nada, me costó muchísimo. Me hicieron una renovación de contrato y al principio no me alcanzaba para vivir en un pisito con mi chica, o cuando jugaba en segunda y todos iban en auto a entrenar, yo no tenía auto. El primer auto me lo compré en Perugia, que fue donde empecé a ganar acorde a lo que yo necesitaba para ser jugador de fútbol en Europa, para vivir bien, tranquilo”.
Comenzó en Cagliari, como volante central. En 2016 fue a Trapani Calcio, un año después pasó a Perugia, y a mediados de 2018 recaló en Hellas Verona, donde completó su estadía en Italia. En el medio apareció la selección argentina, un nuevo reto en su vida. “Tuve la posibilidad de jugar en la Sub 21 de Italia. Iván (Córdoba) me llamó para contarme que me estaban siguiendo, pero le expliqué que mi sueño era jugar en Argentina. Sabía que estaba lejos y que estaba empezando, pero podía aparecer la posibilidad. Al año siguiente, cuando estaba en Trapani, me llamó Fernando Batista para ir a una prueba a Uruguay con la Sub 20. El llamado fue tremendo, estaba con Tiago Casasola en la habitación y empecé a saltar en la cama a gritar. Era mi primera vez, era una locura”.
Allí compartió equipo con jugadores que, años más tarde, se convirtieron en grandes figuras. “Estaban Exequiel Palacios, Santiago Ascacibar, Juan Foyth, Gonzalo Montiel y Lautaro Martínez. Para mí, era espectacular representar a mi país”. Con las juveniles de Argentina tuvo la posibilidad de disputar el Mundial Sub 20 en Corea en 2017, ganar el oro en los Panamericanos de Lima en 2019 y participar de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Pero luego surgió un paso en falso en su carrera, que significó irse de Italia: “A mí me encantaba. No tendría que haberme ido, fue un error, pero me fui porque era necesario”. Después de ascender con Verona y de haber ganado el panamericano con la selección, regresó a Cagliari. En Cerdeña no le dieron la oportunidad de seguir y, enojado por la situación, decidió irse a Bélgica. “Me fui a Sint-Truiden. Ahí me sentí vacío. Yo soy pasional adentro de la cancha y sentía que iba perdiendo eso. También, fui perdiendo el rastro de la selección, porque el club me negó la oportunidad de ir al Preolímpico. Eso fue duro, porque yo quería seguir en ese proceso. Si bien jugaba, no estaba cómodo con el idioma, la cultura y el club”, reveló.
Surgieron nuevas oportunidades: “En Bélgica hubo un momento en el que entraba a la cancha, perdíamos y la gente se iba y te aplaudía sin importancia. La estaba pasando mal. Sentí que me tenía que ir para conectarme de nuevo con el fútbol. Me buscó León de México, un equipo que era campeón, y eso me incentivó”. En su paso por el fútbol mexicano se convirtió en un volante con más llegada y cambió su estilo. “Ahí volví a sentirme jugador, logré el objetivo de volver a Europa y me fui a préstamo a Portugal, a Famalicão”.
A mediados de 2023 apareció Real Oviedo, de España, club que es propiedad del mismo dueño que León. “El presidente me dijo de ir a jugar ahí, que querían ascender y que yo fuera una pieza fundamental en el equipo”. En su primera temporada al equipo le fue bien con Colombatto jugando en el mediocampo, pero perdieron la final por el ascenso. En la 2024/2025 llegó la revancha y el club logró un éxito histórico. “Fue todo muy bueno. Veníamos jodidos de haber perdido, pero el cierre de este año fue magnífico. Ascendimos después de 24 años y la gente lo vivió de una manera increíble, en los festejos había 260 mil personas que nos hicieron notar lo importante que era. El club pasó por tercera división, incluso estuvo a punto de desaparecer. Quieras o no, hicimos historia”. En esta temporada, Colombatto seguirá en Oviedo, que estará en la primera división de España. Allí se encontrará con los mejores. Una gran oportunidad para seguir creciendo.
Pudo jugar en la Argentina, pero no se le dio, aunque el sueño de regresar no lo pierde: “Estuve por ir a Independiente. Fue la única vez que estuve cerca de volver. Tengo el sueño desde chico de jugar en River porque estuve ahí, soy hincha, mi familia también y sería sacarme una espinita, pero como pasé casi toda mi carrera afuera, me gustaría estar cerca de mi familia”. De todos modos, Colombatto no pierde la oportunidad de viajar a Ucacha a reencontrarse con los suyos y disfrutar del pueblo, junto a su esposa Clarisa y a sus hijos Francesco y Roma.
“Sé que soy poco conocido en Argentina porque me fui de chico. Cuando fui al Mundial Sub 20 todos hablaban de Ascacíbar, Foyth, Lautaro, y conmigo era ‘¿Santiago Colombatto quién es?’”. Su historia, que le cuenta a LA NACION, puede ser como la de cualquier futbolista, pero repleta de giros y momentos impensados. En Ucacha, Córdoba, sus padres lo llevaron a jugar al fútbol desde pequeño. En Villa María fue visto por River y emprendió el camino en busca de su sueño. Pero en las inferiores del Millonario quedó libre. Un momento de tristeza.
Pasó a Racing, pero nada era igual. Algunas travesuras, como las de cualquier adolescente, formaban parte del día a día. Regresó a River. Los episodios que no se correspondían con un futbolista profesional continuaban: salidas, fiestas y malas juntas. El recuerdo de un reto de su mamá fue un click, y a partir de una promesa, viajó a Italia. Le pasó de todo, hasta que apareció una tía desconocida para salvarlo.
Así, Italia se convirtió en su lugar por muchos años; en el medio, las selecciones juveniles de la Argentina. No faltó el momento para un paso en falso en Bélgica. Con los años, todo se acomodó y en estos días es una de las figuras de Real Oviedo, un histórico que regresó a la primera de España tras más de dos décadas. Sueña con volver a jugar en el país que lo vio nacer, una espina que todavía tiene en la piel.
Santiago Colombatto nació el 17 de enero de 1997 en Ucacha, una localidad de 5000 habitantes en el centro sur de Córdoba. Empezó en el fútbol desde muy chiquito: “Mi papá me llevó a los tres años a jugar al club Jorge Newbery. Después, a los siete empecé a ir a Villa María, a El Santo. Entonces me entrenaba y jugaba en mi pueblo los sábados, y los domingos me iba a jugar en El Santo”. A pesar de su corta edad, sus condiciones fueron observadas por un equipo grande. “Ahí se jugaba un mundialito muy conocido en el que iban equipos como River y Boca. Ahí es cuando me ve River y me llevaron a una prueba. Como anduve bien me dijeron que me tenía que presentar en la pensión. Así empezó todo”, relata el jugador.
De ese modo comenzaba el camino de Colombatto en el Millonario, que tuvo la gran compañía del amor de sus padres: “Durante toda mi carrera me apoyaron muchísimo. trabajaban de comisionistas. Viajaban de mi pueblo a Córdoba capital, que son tres horas, se pasaban todo el día, regresaban tarde, y al día siguiente volvían a irse. Así y todo me iban me llevaban a Villa María, que volvíamos tarde, y al otro día tenían que levantarse a las 3 de la mañana. Ellos siempre estuvieron conmigo”.
Con tan solo 10 años, Colombatto llegó a Buenos Aires con los sueños de cualquier niño que alguna vez pateó una pelota: “Fue todo muy lindo. Llegué al club del que soy hincha con la ilusión, no de jugar en primera, sino de jugar en River. En los primeros tres años jugué todo, salimos campeones. Después, en novena, empiezo a sentir un cambio físico, porque crecí más lento que otros compañeros. Por ese motivo en octava empecé jugando y después no entré más”.
Las desilusiones llegaron para ese jovencito. También aparecieron otros rumbos que no los tomó con la misma responsabilidad: “Ahí me dejaron libre. No me lo esperaba y fue muy duro. Me fui a probar a Racing, quedé, pero ya no fue lo mismo. Empecé a hacer cosas que no tenía que hacer: no me cuidaba, no entrenaba bien, todas cosas que no suman para jugar profesionalmente”. Sobre esto, advierte: “En River y en Racing hay buenos jugadores; entonces, si no te ponés las pilas, no jugás. En ese momento sentí que empecé a desaprovechar las oportunidades. De Racing volví a River. Pero no hacía nada para merecer estar ahí, no me daba cuenta de dónde estaba. En ese momento me daba cuenta de lo que hacía, pero no lo quería asumir, yo pensaba que me bastaba porque jugaba mucho en Racing, pero dentro mío sabía que las cosas no iban bien”.
Los años pasaban y todavía convivía con la difícil etapa de la adolescencia, en el que se tomaba algunas licencias que no son compatibles con un futbolista. Y reconoce: “Me quise volver a Ucacha cuando quedé libre de Racing, que no estaba haciendo bien las cosas. Me fui a casa en diciembre, pasé las fiestas y no tenía expectativas de regresar a Buenos Aires. Pero apareció la oportunidad de volver a River, la tomé, pero tampoco tenía la misma ilusión y ese año no me fue bien”.
Así surgió una anécdota con sus padres que hoy recuerda con mucha gracia: “Ahí pasó algo. Era julio o agosto, Mis viejos viajaron hasta Buenos Aires. Llegaron, se sentaron en la confitería del club, y mi vieja me dijo: ‘Te voy a ser sincera: ¿qué querés hacer de tu vida? ¿querés jugar al fútbol? ¿querés trabajar con nosotros?’. Pero no me lo dijo en un tono tan amoroso”, dijo entre risas. “En ese momento me llamó la atención, porque mi vieja nunca me habló así. Ellos se dieron cuenta de lo que hacía, porque tenían gente conocida y todo se sabe, se enteraban”.
La enseñanza le quedó. “En esos clubes pensás que ya sos jugador de primera cuando estás ahí, pero muchos no se dan cuenta de que no llegaste a nada y vas por el camino equivocado: vas al boliche con amigos, con mala junta, a las fiestas. Al otro día tenés que entrenarte, llegás tarde. Todas cosas que no van con un futbolista. Los demás hacen 10 repeticiones y ‘yo soy vivo. Yo hago cinco’, son cosas que no suman. Cuando mi vieja me dijo todo esto, me di cuenta de que les estaba fallando a ellos y a mí, porque yo quería ser jugador de fútbol”.
Ese momento, con 17 años, fue un click para Colombatto, que les dio la razón a sus padres y entendió que podía estar ante su última oportunidad. “Ese año tenía el viaje a Bariloche y les dije que, como quería ser futbolista y estaba en trámite la ciudadanía, quería irme a Italia. Mi viejo lo pensó, pero me dijo que le demuestre que iba a valer la pena”. A partir de esa conversación madura con sus padres, todo cambió: “En la pensión teníamos un gimnasio, iba todos los días. Me di cuenta de todo lo que tenía que cambiar y no hacer para llegar. Era mi última oportunidad y mis viejos me la dieron, habiendo hecho mil cagadas. En ese momento se acercaba fin de año, me perdía todas las fiestas de egresados. Mis amigos iban y cuando volvían me decían ‘¡no sabés lo buena que estuvo!’, y yo les decía que ni quería saber. Eso me cambió la cabeza, yo sabía que me tenía que ir a Italia”.
Llegó el momento de cruzar el océano. La pregunta fue sencilla: “¿Cómo empezó tu experiencia allá?”, pero en la respuesta no se olvidó ni un detalle de lo que atravesó para alcanzar su sueño. “Cuando viajé a Italia por primera vez me pasó de todo”, comenzó su relato. “Llegué el 1° de diciembre de 2014, tenía 20 días para estar allá. Viajé con Ariel López, amigo de mi familia, que tenía contactos en Italia para conseguirme pruebas. Agarré el pase libre de River y volé a Roma. La primera semana, no hubo pruebas, y mientras esperaba, corría alrededor del Coliseo y me entrenaba con una pelota, solo, también ahí en el Coliseo”, recordó entre risas.
Colombatto sabía que no podía regresar a la Argentina sin un equipo: “No podía decirle eso a mis viejos. Ahí apareció Latina Calcio, un equipo que estaba en la B, en una ciudad que queda a una hora de Roma. Hice la prueba y me fue bien. Estaban todos los directores y me dijeron que tenía que volver en enero. Yo dije: ‘listo, ya está, ya tengo club’”, expresó mientras aplaudía, en señal de que el trabajo ya estaba hecho.
Con cinco días más en Europa, llegó a probarse en Lazio, que en ese momento tenía a Simone Inzaghi como entrenador. No quedó. De todos modos, la tranquilidad del joven estaba en que había logrado su objetivo y Latina Calcio lo esperaba al año siguiente. “Me volví a Argentina, pasé las fiestas y en enero de 2015 empezó todo”. Así dio comienzo a un periplo adverso que vivió en tierras italianas. “Viajé solo. Se abrieron las puertas de Fiumiccino y ¡no había nadie, no me esperaba nadie!”, recuerda entre risas y un tono de voz más elevada. “Llamé por teléfono a mi amigo Ariel y me dijo que se le rompió el auto, que no pudo ir a buscarme. Yo no sabía idioma, nada. Entonces me dijo que me tome un tren desde Roma central hasta Gaeta, que eran dos horas de viaje y estaba al lado de Latina. No sé cómo hice, pero llegué”.
Latina, en teoría, lo esperaba. Pero… “La noche anterior me metí en Internet y leí que echaron al DT de primera y lo reemplazó el de reserva. Yo pensé que estaba todo bien, porque también me había visto. Cuando me presenté, el tipo no sabía quién era. Como era nuevo, me preguntó ‘qué haces acá?’. Les expliqué que tenía que presentarme. Justo había un argentino jugando ahí, Gianluca Ferrari (futbolista que jugó en San Lorenzo y ahora está en Atlético Tucumán)“.
“Él estaba ahí y me preguntó por mi situación. Me cambié, me entrené, pero cuando terminó el entrenamiento me dijeron que no podían ficharme porque todavía no tenía la ciudadanía. Me fui a un hotel y mi amigo me explicó que no me podía tener en la casa. Mientras, le pedí que me consiga más pruebas”, agregó.
Pero, entre tantas malas, la vida le entregó una muy buena. Una persona salvadora apareció para que su sueño de ser jugador se haga realidad: “Mi vieja me había dado una libretita de teléfonos. Ahí tenía el número de una tía, Marianela, que yo no conocía y que vivía en el norte de Italia. La llamé, le expliqué la situación y me dijo que vaya a su casa. Le dije que iba a ser una semana… ¡ja, fueron como dos meses que estuve en la casa de la tía!, reveló con alegría. “Me fui en tren. ¡Hacía un frío en ese momento! De Gaeta a Mantova eran ocho horas; en el medio de la noche me tuve que cambiar a un tren que no iba nadie, viajaba con un suetercito y un chalequito ¡Helado estaba!. Llegué a Mantova y me recibió mi tía, que no la conocía, y le agradecí, porque si no fuera por ella hoy no estaría donde estoy. Increíble”.
Una vez en la casa de su tía, la ciudadanía avanzaba, las pruebas debían avanzar y la puesta física tenía que continuar: “Estando en lo de mí tía, en Ceresara, enfrente de su casa había una canchita y todos los días me entrenaba ahí, y a la tarde, a casi ocho kilometros por la ruta, me iba a un gimnasio en una motito que tenía mi primo. En la primera semana Albano Bizarri me llamó para una prueba en Chievo Verona, pero no me pude quedar sin la ciudadanía”.
Tras unos meses, Colombatto pudo conseguir los papeles para quedarse. Y apareció un contacto esperanzador: “Me llamó Iván Córdoba, que es representante y me dijo que me quería ver. A todo esto, habían pasado dos meses y ya no tenía más plata. Ese viaje, de Mantova a Milán, era mi última chance”. El agente colombiano lo llevó a un equipo de cuarta división a Arconate, y en dos días debía demostrar sus condiciones para que lo tome como su representante: “¿Viste cuando te sale todo, que pateás un puntinazo y la clavás en un ángulo? Bueno, ese día me salió todo”, recuerda el jugador. “Me fue tan bien que no me hizo falta otro día y quedé bajo su mando. Me hizo quedar a entrenarme en ese equipo para ponerme bien físicamente y empezar con las pruebas. Antes de irse me preguntó: ‘¿Cómo estás de botines? Porque veo que están todos rotos’, y mis botines ya estaban liquidados, no daban más. ‘¿Qué marca usas?’, me preguntó, le dije que cualquiera, y me trajo dos pares”.
Una semana después, Córdoba lo llevó a Juventus: “Cuando llegué, entré al vestuario con un bolsito y los demás tenían de todo. Había cajas y cajas de botines. Estuve tres días en la Juve, me fue muy bien”. Con la ciudadanía y el pasaporte, Colombatto “estaba completito, no había ninguna chance de que no me contraten”. Sin embargo, algo pasó y no lo ficharon. Hubo un momento de preocupación. “Nadie me fichaba, no sabía qué había que hacer, porque siempre aparecía alguna traba”.
Sin embargo, todo se fue acomodando. Y apareció Cagliari. “Esa sí era la última oportunidad. Me fue bien, me dieron la posibilidad de jugar en la reserva por un año, pero sin contrato, porque si no tenían que pagarle a River y Racing. Me fui de vacaciones a Argentina tranquilo, porque ya tenía un año por delante en un equipo, entonces así empezó mi carrera. Yo siempre digo que en ese año todo fue aprendizaje, nada de sufrimiento, para mí todo era nuevo, lo veía con ilusión. Imaginate que en ese año debuté en primera y hasta jugué en San Siro contra Inter”, recordó con mucha felicidad.
Todo fue rápido y nuevo para Colombatto, que tuvo mucho que aprender y conocer: “Cuando llegué a Italia no sabía el idioma, nada, pero me fui adaptando. Me encanta su comida y su cultura”. Económicamente también fue un gran cambio: “Era un chico que empecé de la nada, me costó muchísimo. Me hicieron una renovación de contrato y al principio no me alcanzaba para vivir en un pisito con mi chica, o cuando jugaba en segunda y todos iban en auto a entrenar, yo no tenía auto. El primer auto me lo compré en Perugia, que fue donde empecé a ganar acorde a lo que yo necesitaba para ser jugador de fútbol en Europa, para vivir bien, tranquilo”.
Comenzó en Cagliari, como volante central. En 2016 fue a Trapani Calcio, un año después pasó a Perugia, y a mediados de 2018 recaló en Hellas Verona, donde completó su estadía en Italia. En el medio apareció la selección argentina, un nuevo reto en su vida. “Tuve la posibilidad de jugar en la Sub 21 de Italia. Iván (Córdoba) me llamó para contarme que me estaban siguiendo, pero le expliqué que mi sueño era jugar en Argentina. Sabía que estaba lejos y que estaba empezando, pero podía aparecer la posibilidad. Al año siguiente, cuando estaba en Trapani, me llamó Fernando Batista para ir a una prueba a Uruguay con la Sub 20. El llamado fue tremendo, estaba con Tiago Casasola en la habitación y empecé a saltar en la cama a gritar. Era mi primera vez, era una locura”.
Allí compartió equipo con jugadores que, años más tarde, se convirtieron en grandes figuras. “Estaban Exequiel Palacios, Santiago Ascacibar, Juan Foyth, Gonzalo Montiel y Lautaro Martínez. Para mí, era espectacular representar a mi país”. Con las juveniles de Argentina tuvo la posibilidad de disputar el Mundial Sub 20 en Corea en 2017, ganar el oro en los Panamericanos de Lima en 2019 y participar de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Pero luego surgió un paso en falso en su carrera, que significó irse de Italia: “A mí me encantaba. No tendría que haberme ido, fue un error, pero me fui porque era necesario”. Después de ascender con Verona y de haber ganado el panamericano con la selección, regresó a Cagliari. En Cerdeña no le dieron la oportunidad de seguir y, enojado por la situación, decidió irse a Bélgica. “Me fui a Sint-Truiden. Ahí me sentí vacío. Yo soy pasional adentro de la cancha y sentía que iba perdiendo eso. También, fui perdiendo el rastro de la selección, porque el club me negó la oportunidad de ir al Preolímpico. Eso fue duro, porque yo quería seguir en ese proceso. Si bien jugaba, no estaba cómodo con el idioma, la cultura y el club”, reveló.
Surgieron nuevas oportunidades: “En Bélgica hubo un momento en el que entraba a la cancha, perdíamos y la gente se iba y te aplaudía sin importancia. La estaba pasando mal. Sentí que me tenía que ir para conectarme de nuevo con el fútbol. Me buscó León de México, un equipo que era campeón, y eso me incentivó”. En su paso por el fútbol mexicano se convirtió en un volante con más llegada y cambió su estilo. “Ahí volví a sentirme jugador, logré el objetivo de volver a Europa y me fui a préstamo a Portugal, a Famalicão”.
A mediados de 2023 apareció Real Oviedo, de España, club que es propiedad del mismo dueño que León. “El presidente me dijo de ir a jugar ahí, que querían ascender y que yo fuera una pieza fundamental en el equipo”. En su primera temporada al equipo le fue bien con Colombatto jugando en el mediocampo, pero perdieron la final por el ascenso. En la 2024/2025 llegó la revancha y el club logró un éxito histórico. “Fue todo muy bueno. Veníamos jodidos de haber perdido, pero el cierre de este año fue magnífico. Ascendimos después de 24 años y la gente lo vivió de una manera increíble, en los festejos había 260 mil personas que nos hicieron notar lo importante que era. El club pasó por tercera división, incluso estuvo a punto de desaparecer. Quieras o no, hicimos historia”. En esta temporada, Colombatto seguirá en Oviedo, que estará en la primera división de España. Allí se encontrará con los mejores. Una gran oportunidad para seguir creciendo.
Pudo jugar en la Argentina, pero no se le dio, aunque el sueño de regresar no lo pierde: “Estuve por ir a Independiente. Fue la única vez que estuve cerca de volver. Tengo el sueño desde chico de jugar en River porque estuve ahí, soy hincha, mi familia también y sería sacarme una espinita, pero como pasé casi toda mi carrera afuera, me gustaría estar cerca de mi familia”. De todos modos, Colombatto no pierde la oportunidad de viajar a Ucacha a reencontrarse con los suyos y disfrutar del pueblo, junto a su esposa Clarisa y a sus hijos Francesco y Roma.
Estuvo en las inferiores de River, de Racing, jugó en Italia y fue clave en el ascenso histórico del equipo español Read More