El sábado 19 por la noche, Mónaco celebró uno de los actos más importantes y simbólicos de su historia reciente: el homenaje a los veinte años de Alberto II en el trono del principado, acto que no sólo fue una muestra de la popularidad de la que goza el jefe de Estado en su territorio, sino también de que los Grimaldi son incondicionales de su soberano. Así, dijeron presente su mujer, la princesa Charlene, sus hijos, los mellizos Jacques y Gabriella, sus hermanas, las princesas Carolina y Estefanía, y sus sobrinos Andrea y Charlotte Casiraghi, Alexandra de Hannover, Louis y Pauline Ducruet y Camille Gottlieb (sólo faltó Pierre Casiraghi), así como otros integrantes de la familia, como Tatiana Santo Domingo, la mujer de Andrea, Beatrice Borromeo, casada con Pierre, Marie Ducruet, esposa de Louis, y Ben Strautmann, novio de Alexandra. Aunque, sin duda, los protagonistas absolutos de la jornada fueron los más chicos: Balthazar, hijo de Charlotte, Stefano, hijo de Pierre, y Maximilian, hijo de Andrea.
El acto central –una velada marcada por la elegancia y las referencias al padre del soberano, el recordado príncipe Raniero, que reunió a los miembros de la familia real, figuras del espectáculo, del deporte y de las finanzas y representantes del cuerpo diplomático– tuvo lugar en el Palacio Grimaldi, donde la familia real y sus invitados cantaron el himno, escucharon las sentidas palabras del homenajeado, disfrutaron de un espectáculo de folclore y, al final, cortaron una gigantesca torta de macarons rojos y blancos –los colores de la bandera de Mónaco– bajo un colorido juego de luces, que hizo las delicias de los mini royals.
Mención especial para Charlene de Mónaco, impecable anfitriona, quien acompañó a su marido en todo momento, igual que los hijos de la pareja, Jacques y Gabriella, quienes desde el mismo instante en que aparecieron por la puerta de honor que da a la Plaza del Palacio junto a sus padres se mostraron unidos y cómplices, como cuando el heredero del trono agarró a su hermana de la mano para apoyarse el uno al otro. Cabe destacar que no se trató de una celebración protocolar o cargada de peso institucional, más bien lo contrario. En ese sentido, el soberano quiso repetir el espíritu que tuvo su proclamación, en julio de 2005, cuando optó por un acto privado para su entronización, sólo que en esta ocasión abrió las puertas de palacio para recibir y saludar personalmente a todos los monegascos que se acercaron a felicitarlo por su aniversario, fecha que, además, marca la consolidación del estilo que Alberto supo imprimir al trono, tras el largo y legendario reinado de su padre.
El sábado 19 por la noche, Mónaco celebró uno de los actos más importantes y simbólicos de su historia reciente: el homenaje a los veinte años de Alberto II en el trono del principado, acto que no sólo fue una muestra de la popularidad de la que goza el jefe de Estado en su territorio, sino también de que los Grimaldi son incondicionales de su soberano. Así, dijeron presente su mujer, la princesa Charlene, sus hijos, los mellizos Jacques y Gabriella, sus hermanas, las princesas Carolina y Estefanía, y sus sobrinos Andrea y Charlotte Casiraghi, Alexandra de Hannover, Louis y Pauline Ducruet y Camille Gottlieb (sólo faltó Pierre Casiraghi), así como otros integrantes de la familia, como Tatiana Santo Domingo, la mujer de Andrea, Beatrice Borromeo, casada con Pierre, Marie Ducruet, esposa de Louis, y Ben Strautmann, novio de Alexandra. Aunque, sin duda, los protagonistas absolutos de la jornada fueron los más chicos: Balthazar, hijo de Charlotte, Stefano, hijo de Pierre, y Maximilian, hijo de Andrea.
El acto central –una velada marcada por la elegancia y las referencias al padre del soberano, el recordado príncipe Raniero, que reunió a los miembros de la familia real, figuras del espectáculo, del deporte y de las finanzas y representantes del cuerpo diplomático– tuvo lugar en el Palacio Grimaldi, donde la familia real y sus invitados cantaron el himno, escucharon las sentidas palabras del homenajeado, disfrutaron de un espectáculo de folclore y, al final, cortaron una gigantesca torta de macarons rojos y blancos –los colores de la bandera de Mónaco– bajo un colorido juego de luces, que hizo las delicias de los mini royals.
Mención especial para Charlene de Mónaco, impecable anfitriona, quien acompañó a su marido en todo momento, igual que los hijos de la pareja, Jacques y Gabriella, quienes desde el mismo instante en que aparecieron por la puerta de honor que da a la Plaza del Palacio junto a sus padres se mostraron unidos y cómplices, como cuando el heredero del trono agarró a su hermana de la mano para apoyarse el uno al otro. Cabe destacar que no se trató de una celebración protocolar o cargada de peso institucional, más bien lo contrario. En ese sentido, el soberano quiso repetir el espíritu que tuvo su proclamación, en julio de 2005, cuando optó por un acto privado para su entronización, sólo que en esta ocasión abrió las puertas de palacio para recibir y saludar personalmente a todos los monegascos que se acercaron a felicitarlo por su aniversario, fecha que, además, marca la consolidación del estilo que Alberto supo imprimir al trono, tras el largo y legendario reinado de su padre.
También dijeron presente su mujer, Charlene, sus hijos, Jacques y Gabriella, y sus sobrinos Read More