Firma un cubo Rubik, se saca algunas fotos, le acercan una remera de argentina, estampa su nombre, le cae desde una de las gradas una bandera de Brasil, sonríe, le deja su sello y la devuelve. No da señal alguna de fastidio, todo lo contrario, parece disfrutar de estar en el centro de la escena. Es que es inevitable que no sea un foco de atención y admiración. Se trata de un auténtico gigante, del hombre que sacudió el universo asiático, que destronó a las estrellas del Viejo Continente, del muchacho de 29 años que, desde Sudamérica, un inhóspito territorio para el tenis de mesa, impuso sus condiciones y logró elevar su estandarte para colocarse como número 3 del mundo. Y cuando Hugo Calderano irrumpió en el WTT Contender de Buenos Aires, que se disputa en el Parque Roca, la competencia más importante de la disciplina, todos se rindieron a sus pies, porque estaban ante el único jugador no asiático ni europeo de la historia en consagrarse.
Con Rio de Janeiro en su venas cualquiera podría pensar que el fútbol debía ser inevitable para su camino deportivo. Sin embargo, su ruta dentro del tenis de mesa comenzó casi desde que pudo caminar. Es que en su familia la educación física fue la profesión de sus abuelos y padres, por lo tanto, el aire siempre estuvo perfumado de competencia, de deporte. Incluso, cuentan los que conocen la intimidad de Hugo Calderano, que su padre lo sostenía para que pudiese alcanzar la superficie de la mesa y golpear algunas pelotas.
En ese contexto, se crió como un atleta, con la concepción de que podía desarrollarse en cualquier actividad. Entonces, a los 8 años tomó clases regulares de tenis de mesa, pero también en su escuela le dedicaba horas al salto en largo, hasta que logró ser campeón escolar en Río de Janeiro y a los 11 años pudo ingresar a la selección estatal de voleibol.
Debía dar un paso definitivo, porque su destreza en los deportes le permitían desarrollarse en más de una actividad. Pero a los 14 años entendió que su futuro estaba en la precisión, la velocidad, la concentración, por eso decidió mudarse a San Pablo, para unirse a la selección nacional de tenis de mesa. Y su desarrollo fue meteórico, porque seis años después, en los Juegos Olímpicos de Río 2016, logró igualar el mejor resultado histórico de Brasil en el tenis de mesa al acceder a los octavos de final de la cita ecuménica, tal como lo había hecho el legendario Hugo Hoyama, en Atlanta 96.
Para comprender mejor lo que Calderano es como deportista, hay que retroceder en su formación, porque según contaron sus padres en una charla con O’Globo, su hijo aprendió a leer y escribir solo a los cuatro años, también resolvía operaciones matemáticas mentales a esa edad: además tiene un récord personal de 5,3 segundos para armar un cubo Rubik regular de 3×3, toca el violín y durante la pandemia aprendió a tocar el ukelele y la guitarra.
Como número 5 del ranking mundial dio el gran golpe al convertirse en el primer jugador del continente americano en imponerse en la Copa del Mundo de 2025, al derrotar en la final al chino Lin Shidong, número uno mundial. Calderano culminó en Macao su espectacular torneo reconfirmando que su talento no tiene dimensión. Porque el brasileño, que perdió la medalla de bronce olímpica en París 2024 ante el francés Felix Lebrun, en la Copa del Mundo sacó de su camino a jugadores de la talla como el japonés Tomokazu Harimoto, número 3 del mundo, y el chino Wang Chuqin, número 2.
Calderano, en la charla con LA NACION, habló acerca de cómo asume ser uno de los tres mejores jugadores del mundo, del golpe que dio al romper con la hegemonía asiática, que no se limita a lo que consiguió hasta el momento y contó cuál fue la influencia de su formación como atleta y su desarrollo intelectual para ser el mejor jugador de la historia del continente.
-Saber que sos el jugador más importante que está compitiendo en este Contender de Buenos Aires, que todas la miradas están sobre vos, ¿te genera más presión?
-Creo que cuando uno está mucho tiempo entre los mejores se acostumbra a estar bajo presión. No pienso demasiado en eso, trato de tomarme las cosas con naturalidad. Es complejo este deporte porque estamos luchando contra los asiáticos, los europeos, entonces es muy bueno estar aquí y representar también a un continente.
-¿Pudiste tomar dimensión al lugar que accediste?
-Sí, creo que sí, porque desde hace mucho tiempo que compito entre los mejores, entre los 10 o los cinco mejores del tenis de mesa. Pero ahora, con este título de la Copa del Mundo y la medalla de plata en el Mundial, sentí que las cosas cambiaron aún más ya empezando con la semifinal en París, en los Juegos Olímpicos. Ahora mucha más gente me conoce, no sólo en el tenis de mesa, sino que cualquiera de Brasil que ame el deporte. Entonces, es increíble para mí llegar a ubicarme entre los mejores y representar nuestro deporte.
-¿Cuáles son las razones que encontrás de por qué lograste luchar contra los asiáticos? ¿Cambió algo en vos?
-Bueno, eh muchas cosas y nada, porque bueno, creo que siempre seguí mejorando. Cada año siempre busco ser mejor. Creo que tengo esa capacidad de comprender lo que tengo que hacer para seguir evolucionando, entender cómo estar siempre fuerte y ser resiliente cuando las cosas no son muy fáciles. No creo que haya cambiado muchas cosas, ¿no? Solo sigo intentando, porque si hubiera ganado un partido más en los Juegos Olímpicos de París se hubiera dado la misma situación. El deporte es así, un punto, un set, un partido hace toda la diferencia. Entonces, no creo que como persona o como jugador haya cambiado mucho, sólo que siempre sigo creyendo que es posible hacer las cosas. Tenía siempre mucha confianza de que esto que estoy viviendo iba a pasar.
-¿Cuánto influyó tu formación en otros deportes, como el voleibol o el salto en largo?
-Estoy seguro de que eso me ayudó y me ayuda mucho. Tengo una buena coordinación motora. Comprendo el deporte, sé cómo competir, cómo ganar. Entiendo el deporte de manera general. Si bien es cierto que he entrenado menos que los asiáticos y los europeos, quienes este deporte lo practican desde muy pequeños, pero con trabajo y tiempo de entrenamiento se puede mejorar la técnica. Pero también es fundamental la parte mental, el saber competir, hacerse fuerte, eso no es sencillo de aprender. Entonces, creo todo lo aprendido en otras disciplinas me ayudó mucho. También mi cuerpo se desenvolvió para ser un deportista, no sólo en el tenis de mesa. Entonces, eso me ayudó mucho a jugar a esos deportes.
-En un deporte de tanta precisión, de estrategias, de cálculos, ¿cuánto te ayudó la facilidad que tenés para los números, para las matemáticas, en ser un experto en el cubo Rubik…
-Siempre me gustó desafiarme mucho, entonces aprender cosas nuevas y no sólo con el cuerpo, sino también con la cabeza, creo que a un deportista le permite crear fortalezas a nivel metal. Estas actividades que me gustan mucho, me estimulan a estar siempre activo en la mente. Estoy siempre pensando en qué tengo que hacer para mejorar y me enfoco en comprender cómo piensan los rivales. Mi familia también me estimuló mucho en esa parte, siempre. La escuela era el número uno para mi formación, lo más importante, tenía que tener una buena formación, aprender las cosas, entender, comprender el mundo y bueno, para mí la parte mental es número uno.
-En un deporte tan exigente y en el que estás en la cima, ¿dónde te apoyás para encontrar esas fortalezas mentales?
-Bueno, creo que todo tiene que venir de uno mismo. Empieza en mis sueños, en mis objetivos de ser el mejor jugador que pueda ser, número uno del mundo, ganar medallas, títulos. Eso es lo que siempre pienso, pero claro, no es siempre así tan fácil. A veces tenemos momentos más difíciles. Como después de los Juegos de París, que no fue tan fácil para mí, pero tener gente a mi lado… Siempre fue muy importante mi familia, ahora Bruna (su pareja), también mis amigos y los entrenadores. Creo que es importante saber que puedo contar con esas personas.
-¿Te frustraste en algún momento?
-Sí, claro, muchas veces. París fue muy difícil, estaba sintiendo menos motivación para jugar al tenis de mesa, no tenía sentido para mi algunas cosas, pero al mismo tiempo comprendía que eso era una etapa que iba a pasar, que yo iba a volver a jugar bien, a tener placer en jugar y buscaba esas cosas, buscaba pasar tiempo con las personas que me hacen bien. Entonces también elegí hacer las cosas que me gustaban, pero siempre comprendiendo que era sólo una etapa y que no sé, podía durar 1 año, 2 años, 3 años, pero sabía que iba a pasar y que el tiempo iba a curar todo en mi cabeza.
-¿Cómo es ser jugador de tenis de mesa en un país donde el fútbol es la que domina?
-Para mí es es natural, ¿no? Porque siempre lo he sido. Entonces lo veo como sólo mi vida. Es verdad que en Brasil el fútbol es todo, pero creo que ahora estamos teniendo más reconocimiento, y me gusta ver que la gente esté acompañando a nuestro deporte.
-¿Cómo sos como jugador de fútbol?
-Bueno, hace mucho que no juego, pero sí, juego normal, bien, ¿no? Como como un atleta. No soy de hacerlo mucho, porque no lo sigo demasiado, pero me gusta jugarlo cada tanto.
¿Cómo se proyecta cuando uno llega a ser un jugador top y cuando parece que no hay mucho más por ganar para vos?
-No estoy satisfecho y siento que eso es muy importante para poder seguir proyectando. Sé que ya es muy grande lo que pude hacer, pero también siento que puedo más y más. Ahora estoy número tres del mundo, ¿por qué no intentar llegar al dos o al uno del mundo? Después hay muchos torneos y claro pienso en que puedo intentar ser el campeón del mundo, ya tengo una medalla de plata, pero me gustaría ganar una medalla en los Juegos de Los Ángeles. Esos son los objetivos principales, y también pretendo seguir haciendo el tenis de mesa más grande en Brasil y en América
Firma un cubo Rubik, se saca algunas fotos, le acercan una remera de argentina, estampa su nombre, le cae desde una de las gradas una bandera de Brasil, sonríe, le deja su sello y la devuelve. No da señal alguna de fastidio, todo lo contrario, parece disfrutar de estar en el centro de la escena. Es que es inevitable que no sea un foco de atención y admiración. Se trata de un auténtico gigante, del hombre que sacudió el universo asiático, que destronó a las estrellas del Viejo Continente, del muchacho de 29 años que, desde Sudamérica, un inhóspito territorio para el tenis de mesa, impuso sus condiciones y logró elevar su estandarte para colocarse como número 3 del mundo. Y cuando Hugo Calderano irrumpió en el WTT Contender de Buenos Aires, que se disputa en el Parque Roca, la competencia más importante de la disciplina, todos se rindieron a sus pies, porque estaban ante el único jugador no asiático ni europeo de la historia en consagrarse.
Con Rio de Janeiro en su venas cualquiera podría pensar que el fútbol debía ser inevitable para su camino deportivo. Sin embargo, su ruta dentro del tenis de mesa comenzó casi desde que pudo caminar. Es que en su familia la educación física fue la profesión de sus abuelos y padres, por lo tanto, el aire siempre estuvo perfumado de competencia, de deporte. Incluso, cuentan los que conocen la intimidad de Hugo Calderano, que su padre lo sostenía para que pudiese alcanzar la superficie de la mesa y golpear algunas pelotas.
En ese contexto, se crió como un atleta, con la concepción de que podía desarrollarse en cualquier actividad. Entonces, a los 8 años tomó clases regulares de tenis de mesa, pero también en su escuela le dedicaba horas al salto en largo, hasta que logró ser campeón escolar en Río de Janeiro y a los 11 años pudo ingresar a la selección estatal de voleibol.
Debía dar un paso definitivo, porque su destreza en los deportes le permitían desarrollarse en más de una actividad. Pero a los 14 años entendió que su futuro estaba en la precisión, la velocidad, la concentración, por eso decidió mudarse a San Pablo, para unirse a la selección nacional de tenis de mesa. Y su desarrollo fue meteórico, porque seis años después, en los Juegos Olímpicos de Río 2016, logró igualar el mejor resultado histórico de Brasil en el tenis de mesa al acceder a los octavos de final de la cita ecuménica, tal como lo había hecho el legendario Hugo Hoyama, en Atlanta 96.
Para comprender mejor lo que Calderano es como deportista, hay que retroceder en su formación, porque según contaron sus padres en una charla con O’Globo, su hijo aprendió a leer y escribir solo a los cuatro años, también resolvía operaciones matemáticas mentales a esa edad: además tiene un récord personal de 5,3 segundos para armar un cubo Rubik regular de 3×3, toca el violín y durante la pandemia aprendió a tocar el ukelele y la guitarra.
Como número 5 del ranking mundial dio el gran golpe al convertirse en el primer jugador del continente americano en imponerse en la Copa del Mundo de 2025, al derrotar en la final al chino Lin Shidong, número uno mundial. Calderano culminó en Macao su espectacular torneo reconfirmando que su talento no tiene dimensión. Porque el brasileño, que perdió la medalla de bronce olímpica en París 2024 ante el francés Felix Lebrun, en la Copa del Mundo sacó de su camino a jugadores de la talla como el japonés Tomokazu Harimoto, número 3 del mundo, y el chino Wang Chuqin, número 2.
Calderano, en la charla con LA NACION, habló acerca de cómo asume ser uno de los tres mejores jugadores del mundo, del golpe que dio al romper con la hegemonía asiática, que no se limita a lo que consiguió hasta el momento y contó cuál fue la influencia de su formación como atleta y su desarrollo intelectual para ser el mejor jugador de la historia del continente.
-Saber que sos el jugador más importante que está compitiendo en este Contender de Buenos Aires, que todas la miradas están sobre vos, ¿te genera más presión?
-Creo que cuando uno está mucho tiempo entre los mejores se acostumbra a estar bajo presión. No pienso demasiado en eso, trato de tomarme las cosas con naturalidad. Es complejo este deporte porque estamos luchando contra los asiáticos, los europeos, entonces es muy bueno estar aquí y representar también a un continente.
-¿Pudiste tomar dimensión al lugar que accediste?
-Sí, creo que sí, porque desde hace mucho tiempo que compito entre los mejores, entre los 10 o los cinco mejores del tenis de mesa. Pero ahora, con este título de la Copa del Mundo y la medalla de plata en el Mundial, sentí que las cosas cambiaron aún más ya empezando con la semifinal en París, en los Juegos Olímpicos. Ahora mucha más gente me conoce, no sólo en el tenis de mesa, sino que cualquiera de Brasil que ame el deporte. Entonces, es increíble para mí llegar a ubicarme entre los mejores y representar nuestro deporte.
-¿Cuáles son las razones que encontrás de por qué lograste luchar contra los asiáticos? ¿Cambió algo en vos?
-Bueno, eh muchas cosas y nada, porque bueno, creo que siempre seguí mejorando. Cada año siempre busco ser mejor. Creo que tengo esa capacidad de comprender lo que tengo que hacer para seguir evolucionando, entender cómo estar siempre fuerte y ser resiliente cuando las cosas no son muy fáciles. No creo que haya cambiado muchas cosas, ¿no? Solo sigo intentando, porque si hubiera ganado un partido más en los Juegos Olímpicos de París se hubiera dado la misma situación. El deporte es así, un punto, un set, un partido hace toda la diferencia. Entonces, no creo que como persona o como jugador haya cambiado mucho, sólo que siempre sigo creyendo que es posible hacer las cosas. Tenía siempre mucha confianza de que esto que estoy viviendo iba a pasar.
-¿Cuánto influyó tu formación en otros deportes, como el voleibol o el salto en largo?
-Estoy seguro de que eso me ayudó y me ayuda mucho. Tengo una buena coordinación motora. Comprendo el deporte, sé cómo competir, cómo ganar. Entiendo el deporte de manera general. Si bien es cierto que he entrenado menos que los asiáticos y los europeos, quienes este deporte lo practican desde muy pequeños, pero con trabajo y tiempo de entrenamiento se puede mejorar la técnica. Pero también es fundamental la parte mental, el saber competir, hacerse fuerte, eso no es sencillo de aprender. Entonces, creo todo lo aprendido en otras disciplinas me ayudó mucho. También mi cuerpo se desenvolvió para ser un deportista, no sólo en el tenis de mesa. Entonces, eso me ayudó mucho a jugar a esos deportes.
-En un deporte de tanta precisión, de estrategias, de cálculos, ¿cuánto te ayudó la facilidad que tenés para los números, para las matemáticas, en ser un experto en el cubo Rubik…
-Siempre me gustó desafiarme mucho, entonces aprender cosas nuevas y no sólo con el cuerpo, sino también con la cabeza, creo que a un deportista le permite crear fortalezas a nivel metal. Estas actividades que me gustan mucho, me estimulan a estar siempre activo en la mente. Estoy siempre pensando en qué tengo que hacer para mejorar y me enfoco en comprender cómo piensan los rivales. Mi familia también me estimuló mucho en esa parte, siempre. La escuela era el número uno para mi formación, lo más importante, tenía que tener una buena formación, aprender las cosas, entender, comprender el mundo y bueno, para mí la parte mental es número uno.
-En un deporte tan exigente y en el que estás en la cima, ¿dónde te apoyás para encontrar esas fortalezas mentales?
-Bueno, creo que todo tiene que venir de uno mismo. Empieza en mis sueños, en mis objetivos de ser el mejor jugador que pueda ser, número uno del mundo, ganar medallas, títulos. Eso es lo que siempre pienso, pero claro, no es siempre así tan fácil. A veces tenemos momentos más difíciles. Como después de los Juegos de París, que no fue tan fácil para mí, pero tener gente a mi lado… Siempre fue muy importante mi familia, ahora Bruna (su pareja), también mis amigos y los entrenadores. Creo que es importante saber que puedo contar con esas personas.
-¿Te frustraste en algún momento?
-Sí, claro, muchas veces. París fue muy difícil, estaba sintiendo menos motivación para jugar al tenis de mesa, no tenía sentido para mi algunas cosas, pero al mismo tiempo comprendía que eso era una etapa que iba a pasar, que yo iba a volver a jugar bien, a tener placer en jugar y buscaba esas cosas, buscaba pasar tiempo con las personas que me hacen bien. Entonces también elegí hacer las cosas que me gustaban, pero siempre comprendiendo que era sólo una etapa y que no sé, podía durar 1 año, 2 años, 3 años, pero sabía que iba a pasar y que el tiempo iba a curar todo en mi cabeza.
-¿Cómo es ser jugador de tenis de mesa en un país donde el fútbol es la que domina?
-Para mí es es natural, ¿no? Porque siempre lo he sido. Entonces lo veo como sólo mi vida. Es verdad que en Brasil el fútbol es todo, pero creo que ahora estamos teniendo más reconocimiento, y me gusta ver que la gente esté acompañando a nuestro deporte.
-¿Cómo sos como jugador de fútbol?
-Bueno, hace mucho que no juego, pero sí, juego normal, bien, ¿no? Como como un atleta. No soy de hacerlo mucho, porque no lo sigo demasiado, pero me gusta jugarlo cada tanto.
¿Cómo se proyecta cuando uno llega a ser un jugador top y cuando parece que no hay mucho más por ganar para vos?
-No estoy satisfecho y siento que eso es muy importante para poder seguir proyectando. Sé que ya es muy grande lo que pude hacer, pero también siento que puedo más y más. Ahora estoy número tres del mundo, ¿por qué no intentar llegar al dos o al uno del mundo? Después hay muchos torneos y claro pienso en que puedo intentar ser el campeón del mundo, ya tengo una medalla de plata, pero me gustaría ganar una medalla en los Juegos de Los Ángeles. Esos son los objetivos principales, y también pretendo seguir haciendo el tenis de mesa más grande en Brasil y en América
A los 29 años llegó al número tres del ranking mundial y fue el primer jugador americano de la historia en ganar una Copa del Mundo Read More