El aplauso no cesaba. En la cúpula del imponente Palacio Libertad, el tiempo parecía detenerse mientras Luis “Beto” Brandoni, conmovido hasta las lágrimas, recibía el reconocimiento más alto que otorga la Secretaría de Cultura de la Nación, la distinción como Personalidad Emérita de la Cultura Argentina. Fue un encuentro cálido, vibrante, profundamente emotivo, que reunió en un mismo salón el pulso de la política, el corazón del teatro y la memoria viva del cine y la televisión argentina. Una celebración en vida, como bien lo subrayó Leonardo Cifelli, actual Secretario de Cultura, para un artista que, a sus 85 años, no solo sigue activo, sino que transita, según muchos, el mejor momento de su carrera.
El acto comenzó minutos antes de las 19, cuando se apagaron las luces y en las dos pantallas que hacían de escenario principal, se proyectó un video con escenas de sus películas más recordadas como Esperando la carroza, La Patagonia rebelde, Cien veces no debo, Mi obra maestra y El verso, entre otras y series como Mi cuñado, El hombre de tu vida y Nada, entrelazadas con fragmentos de entrevistas que brindó a lo largo de su vasta trayectoria. El salón quedó en silencio, pero no era un silencio frío, protocolar, hueco. Era el de la emoción contenida, de las lágrimas discretas, de los recuerdos que cada uno traía consigo por verlo a Brandoni con todos los looks posibles y a todas sus edades. Por ver con todos los maquillajes a aquel actor que supo habitar el dolor y la ternura, la sátira y la tragedia, y por ello, se convirtió a lo largo de seis décadas, en un espejo íntimo de la cultura nacional.
La distinción en principio fue entregada por Cifelli, quien luego le cedió el protagonismo al cineasta Gastón Duprat y a la actriz Soledad Silveyra, para que compartieran sus palabras tan sentidas como reveladoras. Dijo Cifelli para romper el hielo: “Brandoni es un artesano de la actuación que hizo del detalle, de la observación y del respeto por cada personaje, una marca registrada. Esta tarde no solo te entregamos un reconocimiento, te agradecemos. Por tu obra y por ayudarnos a pensar la Argentina, a reírnos de nuestras contradicciones. Porque si alguien grita ‘¡tres empanadas!’ o ‘¡le llenaron la cocina de humo!’, todos sabemos a quién se refiere”.
La emoción fue creciendo a medida que se sucedían los discursos. Duprat, quien lo dirigió en Mi obra maestra y en la serie Nada (donde actuó junto a Robert De Niro), trazó un perfil potente del actor y del hombre: “A mí me gustan los actores que no tienen miedo de emocionar. Y Beto es uno de ellos. Es un tipo que no tiene dobleces, lo que dice en los medios es lo que es en la vida. Durante años fue excluido del cine argentino por motivos ideológicos. Entre 2004 y 2018, se filmaron más de 3500 películas y no lo convocaron para ningún protagónico. Fue una decisión deliberada del mainstream de aquel entonces y él siguió firme con sus convicciones. Por eso fue un orgullo quebrar esa inercia con Mi obra maestra, que hicimos junto a Guillermo Francella y fue un verdadero éxito, profesional y personal. Desde entonces, no paramos de trabajar juntos, lo que me llena de orgullo”.
El homenaje no fue un acto de nostalgia, sino una constatación del presente. Porque Brandoni no es una figura del pasado, es un actor en plena vigencia. Lo dice el mismo Duprat con claridad: “Está protagonizando la versión cinematográfica de Parque Lezama, actúa en ¿Quién es quién?, una de las obras más exitosas de la cartelera porteña, y ya estamos preparando Todo, la secuela de Nada. El mejor momento de su carrera es ahora, a sus jóvenes 25 años (sic)”.
Emocionada hasta las lágrimas y disculpándose por su facilidad para llorar en momentos emotivos, Soledad Silveyra, su compañera de escenario en el Teatro Liceo, tomó la palabra sin etiquetas, como quien habla desde el amor: “Para mí, Beto es uno de los dos grandes actores de la historia argentina, junto a Pepe Soriano. Pero hoy quiero detenerme en algo más valioso aún, su humanidad. Beto viene de Dock Sud y sigue siendo el mismo. Le molesta el lujo, protesta cuando le cobran caro en un restaurante y disfruta de trabajar. Es generoso, respetuoso y compañero. Si su modo de estar en el mundo se multiplicara, tendríamos una cultura mucho más luminosa”.
El aplauso fue unánime cuando Brandoni tomó el micrófono. Visiblemente conmovido, habló con esa mezcla de sobriedad y ternura que lo caracteriza. “Esta distinción me pone ante un desafío nuevo, justificar con mi actitud de vida, la prueba de que estos elogios son merecidos. Con mis 85 años encima, que ya son casi un agravio, debo reconocer que estoy en el mejor momento de mi carrera. Estoy muy emocionado, muy conmovido y muy agradecido”, dijo, y sus palabras fueron recibidas con un respeto reverencial.
Entre el público, se encontraban figuras del ámbito político como Fernando Iglesias y Diego Recalde, compañeros de militancia radical; su pareja, la guionista y productora Saula Benavente, el empresario Fernando Marín y artistas como Linda Peretz y la directora del Palacio Libertad, Valeria Ambrosio. El acto cerró con un aplauso sostenido y una ovación de pie, al momento que Brandoni interrumpió la desconcentración para tomar la palabra nuevamente y contar que el reconocimiento monetario que recibió como Personalidad Emérita de la Cultura argentina, aproximadamente un millón de pesos, lo dona íntegramente a la Casa del Teatro, lugar que ha protegido durante años -y lo sigue haciendo-, a los actores mayores con urgencias económicas.
Una vez finalizado el homenaje, Brandoni conversó en exclusiva con LA NACION y con la voz aún quebrada por la emoción, repasó su vida con la perspectiva de quien vivió todo de corrido intensamente: “Fueron muchas cosas las que me pasaron en todos estos años. Desde mi paso por el Conservatorio Nacional de Arte Dramático con Antonio Cunill Cabanellas como mi gran maestro y guía, el exilio, mi regreso para colaborar con Ricardo Alfonsín, hasta poder seguir trabajando a esta edad. Lo considero todo un regalo. Sin embargo, más allá de todos los reconocimientos y logros cosechados, lo que más valoro es poder caminar por la calle solo, tranquilo, con el respeto de la gente. Ese es un capital que estimo mucho”.
Consultado sobre los desafíos actuales del cine argentino, fue claro: “Es una situación complicada en lo económico, pero el Incaa no va a desaparecer, como se dijo. Se va a regularizar. Tengo esperanza. Y por mi parte, mientras me convoquen y el público siga viendo las historias que tengo para contar, voy a seguir trabajando. Lo cierto es que ya tengo una edad para jubilarme, pero por suerte estoy muy lejos de eso. Debo confesar que también siento como un reconocimiento saber que obras de teatro como Made In Lanús y Esperando la carroza hayan tenido tanto éxito en teatro a 40 años de haberse estrenado en cines. Y a la inversa sucede con Parque Lezama, que después de 10 años de éxito en teatro llega al cine de la mano de Juan José Campanella. Son mimos que a mí me dan mucha satisfacción porque me doy cuenta que algo de mi trabajo queda en la gente”.
“Esta distinción no es un cierre a una exitosa trayectoria profesional, sino un nuevo punto de partida” dijo Cifelli al comenzar la velada y tal vez sea la frase que mejor resuma el verdadero espíritu del acto. Porque Brandoni no se despide. Por el contrario, continúa. En el escenario, en la pantalla, en la memoria colectiva. Y ahora también, en el reconocimiento oficial a una vida consagrada al arte y a la dignidad.
Adalberto Luis Brandoni, Beto Brandoni o eternamente conocido como el actor de las tres empanadas; también el político, el maestro, el militante, el hombre sin dobleces, que recibió finalmente lo que desde hace tiempo merece, el cariño y abrazo simbólico de un país que lo vio nacer, brillar, apagarse, resurgir y que hoy, con justicia, lo celebra en vida.
El aplauso no cesaba. En la cúpula del imponente Palacio Libertad, el tiempo parecía detenerse mientras Luis “Beto” Brandoni, conmovido hasta las lágrimas, recibía el reconocimiento más alto que otorga la Secretaría de Cultura de la Nación, la distinción como Personalidad Emérita de la Cultura Argentina. Fue un encuentro cálido, vibrante, profundamente emotivo, que reunió en un mismo salón el pulso de la política, el corazón del teatro y la memoria viva del cine y la televisión argentina. Una celebración en vida, como bien lo subrayó Leonardo Cifelli, actual Secretario de Cultura, para un artista que, a sus 85 años, no solo sigue activo, sino que transita, según muchos, el mejor momento de su carrera.
El acto comenzó minutos antes de las 19, cuando se apagaron las luces y en las dos pantallas que hacían de escenario principal, se proyectó un video con escenas de sus películas más recordadas como Esperando la carroza, La Patagonia rebelde, Cien veces no debo, Mi obra maestra y El verso, entre otras y series como Mi cuñado, El hombre de tu vida y Nada, entrelazadas con fragmentos de entrevistas que brindó a lo largo de su vasta trayectoria. El salón quedó en silencio, pero no era un silencio frío, protocolar, hueco. Era el de la emoción contenida, de las lágrimas discretas, de los recuerdos que cada uno traía consigo por verlo a Brandoni con todos los looks posibles y a todas sus edades. Por ver con todos los maquillajes a aquel actor que supo habitar el dolor y la ternura, la sátira y la tragedia, y por ello, se convirtió a lo largo de seis décadas, en un espejo íntimo de la cultura nacional.
La distinción en principio fue entregada por Cifelli, quien luego le cedió el protagonismo al cineasta Gastón Duprat y a la actriz Soledad Silveyra, para que compartieran sus palabras tan sentidas como reveladoras. Dijo Cifelli para romper el hielo: “Brandoni es un artesano de la actuación que hizo del detalle, de la observación y del respeto por cada personaje, una marca registrada. Esta tarde no solo te entregamos un reconocimiento, te agradecemos. Por tu obra y por ayudarnos a pensar la Argentina, a reírnos de nuestras contradicciones. Porque si alguien grita ‘¡tres empanadas!’ o ‘¡le llenaron la cocina de humo!’, todos sabemos a quién se refiere”.
La emoción fue creciendo a medida que se sucedían los discursos. Duprat, quien lo dirigió en Mi obra maestra y en la serie Nada (donde actuó junto a Robert De Niro), trazó un perfil potente del actor y del hombre: “A mí me gustan los actores que no tienen miedo de emocionar. Y Beto es uno de ellos. Es un tipo que no tiene dobleces, lo que dice en los medios es lo que es en la vida. Durante años fue excluido del cine argentino por motivos ideológicos. Entre 2004 y 2018, se filmaron más de 3500 películas y no lo convocaron para ningún protagónico. Fue una decisión deliberada del mainstream de aquel entonces y él siguió firme con sus convicciones. Por eso fue un orgullo quebrar esa inercia con Mi obra maestra, que hicimos junto a Guillermo Francella y fue un verdadero éxito, profesional y personal. Desde entonces, no paramos de trabajar juntos, lo que me llena de orgullo”.
El homenaje no fue un acto de nostalgia, sino una constatación del presente. Porque Brandoni no es una figura del pasado, es un actor en plena vigencia. Lo dice el mismo Duprat con claridad: “Está protagonizando la versión cinematográfica de Parque Lezama, actúa en ¿Quién es quién?, una de las obras más exitosas de la cartelera porteña, y ya estamos preparando Todo, la secuela de Nada. El mejor momento de su carrera es ahora, a sus jóvenes 25 años (sic)”.
Emocionada hasta las lágrimas y disculpándose por su facilidad para llorar en momentos emotivos, Soledad Silveyra, su compañera de escenario en el Teatro Liceo, tomó la palabra sin etiquetas, como quien habla desde el amor: “Para mí, Beto es uno de los dos grandes actores de la historia argentina, junto a Pepe Soriano. Pero hoy quiero detenerme en algo más valioso aún, su humanidad. Beto viene de Dock Sud y sigue siendo el mismo. Le molesta el lujo, protesta cuando le cobran caro en un restaurante y disfruta de trabajar. Es generoso, respetuoso y compañero. Si su modo de estar en el mundo se multiplicara, tendríamos una cultura mucho más luminosa”.
El aplauso fue unánime cuando Brandoni tomó el micrófono. Visiblemente conmovido, habló con esa mezcla de sobriedad y ternura que lo caracteriza. “Esta distinción me pone ante un desafío nuevo, justificar con mi actitud de vida, la prueba de que estos elogios son merecidos. Con mis 85 años encima, que ya son casi un agravio, debo reconocer que estoy en el mejor momento de mi carrera. Estoy muy emocionado, muy conmovido y muy agradecido”, dijo, y sus palabras fueron recibidas con un respeto reverencial.
Entre el público, se encontraban figuras del ámbito político como Fernando Iglesias y Diego Recalde, compañeros de militancia radical; su pareja, la guionista y productora Saula Benavente, el empresario Fernando Marín y artistas como Linda Peretz y la directora del Palacio Libertad, Valeria Ambrosio. El acto cerró con un aplauso sostenido y una ovación de pie, al momento que Brandoni interrumpió la desconcentración para tomar la palabra nuevamente y contar que el reconocimiento monetario que recibió como Personalidad Emérita de la Cultura argentina, aproximadamente un millón de pesos, lo dona íntegramente a la Casa del Teatro, lugar que ha protegido durante años -y lo sigue haciendo-, a los actores mayores con urgencias económicas.
Una vez finalizado el homenaje, Brandoni conversó en exclusiva con LA NACION y con la voz aún quebrada por la emoción, repasó su vida con la perspectiva de quien vivió todo de corrido intensamente: “Fueron muchas cosas las que me pasaron en todos estos años. Desde mi paso por el Conservatorio Nacional de Arte Dramático con Antonio Cunill Cabanellas como mi gran maestro y guía, el exilio, mi regreso para colaborar con Ricardo Alfonsín, hasta poder seguir trabajando a esta edad. Lo considero todo un regalo. Sin embargo, más allá de todos los reconocimientos y logros cosechados, lo que más valoro es poder caminar por la calle solo, tranquilo, con el respeto de la gente. Ese es un capital que estimo mucho”.
Consultado sobre los desafíos actuales del cine argentino, fue claro: “Es una situación complicada en lo económico, pero el Incaa no va a desaparecer, como se dijo. Se va a regularizar. Tengo esperanza. Y por mi parte, mientras me convoquen y el público siga viendo las historias que tengo para contar, voy a seguir trabajando. Lo cierto es que ya tengo una edad para jubilarme, pero por suerte estoy muy lejos de eso. Debo confesar que también siento como un reconocimiento saber que obras de teatro como Made In Lanús y Esperando la carroza hayan tenido tanto éxito en teatro a 40 años de haberse estrenado en cines. Y a la inversa sucede con Parque Lezama, que después de 10 años de éxito en teatro llega al cine de la mano de Juan José Campanella. Son mimos que a mí me dan mucha satisfacción porque me doy cuenta que algo de mi trabajo queda en la gente”.
“Esta distinción no es un cierre a una exitosa trayectoria profesional, sino un nuevo punto de partida” dijo Cifelli al comenzar la velada y tal vez sea la frase que mejor resuma el verdadero espíritu del acto. Porque Brandoni no se despide. Por el contrario, continúa. En el escenario, en la pantalla, en la memoria colectiva. Y ahora también, en el reconocimiento oficial a una vida consagrada al arte y a la dignidad.
Adalberto Luis Brandoni, Beto Brandoni o eternamente conocido como el actor de las tres empanadas; también el político, el maestro, el militante, el hombre sin dobleces, que recibió finalmente lo que desde hace tiempo merece, el cariño y abrazo simbólico de un país que lo vio nacer, brillar, apagarse, resurgir y que hoy, con justicia, lo celebra en vida.
De la ceremonia participaron figuras del espectáculo, la política y el sector privado Read More