También el deporte le debe una respuesta a Gaza

En un hotel de Jordania, 32 niños palestinos, sobrevivientes, gritaron, cantaron y se emocionaron diez días atrás viendo en pantalla gigante la final del hurling, deporte nacional irlandés, 80.000 personas en Croke Park, para el triunfo del condado de Tipperary ante Cork. Los niños palestinos, del club Moataz Sarsour, de Ramallah, no pudieron viajar a Dublin (la burocracia canceló sus visas) pese a la donación popular y a que más de 150 familias ofrecieron alojamiento. “Curar a través del deporte”. El proyecto es solo una parte más del amplio apoyo de la República de Irlanda hacia Palestina, historias similares ambos de ocupación, opresión y hambruna. Las imágenes de Gaza que conmueven desde hace tiempo. Ahora esqueletos de cinco años. Bebés que no pueden ser amamantados porque sus madres no comen. Niños que prefieren morirse porque creen que “en el cielo habrá comida”.

Irlanda, que se sumó a la denuncia de genocidio que Sudáfrica presentó contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), ha convertido en movimiento cultural su apoyo a Palestina. El famoso “Muro Internacional” de Belfast dedicado a Gaza. Artistas notables que firman solicitadas y renuncian a festivales. Populares bandas musicales con letras de canciones que comparan viejas cárceles británicas con actuales de Israel. “Madres contra el Genocidio” que protestan ante la embajada de Israel en Dublin con carteles que dicen “Bombardear a niños no es defensa propia”. Y el deporte. La selección femenina de basquetbol que recibió amplio apoyo nacional cuando el año pasado rechazó el tradicional saludo previo en un partido clasificatorio de Eurocopa contra Israel, porque una de las jugadoras rivales las acusó de “antisemitas”. Gaza, eterna prisión a cielo abierto, multiplicó el espanto tras el ataque brutal de Hamas a Israel del 7 de octubre de 2023, y los rehenes que siguen secuestrados. La represalia israelí, más de 60.000 muertes, demolición de Gaza y silencio cómplice de Occidente, comienza a preocupar, tarde, al resto de Europa.

En el fútbol del Viejo Continente, el Celtic escocés, crecido bajo fuerte influencia de la diáspora irlandesa, es el club con hinchas (los ultras de “Brigadas Verdes”) que más apoyan a Palestina. Banderas y carteles pese a sanciones de la UEFA y del propio club. El lunes pasado, el candidato demócrata para alcalde de Nueva York, Zohran Mandami, retuiteó un video de hace casi dos años en el Celtic Park. Un mar de banderas palestinas y la multitud que canta “You’ll Never Walk Alone” (“Nunca caminarás solo”), el himno de Liverpool, pero dedicado a Palestina. En el Celtic jugó una década atrás Jackson Irvine, capitán de la selección australiana que donó sus premios a Gaza en partidos contra Palestina. Su nombre sigue bajo fuerte debate en el St. Pauli de la Bundesliga, el club acaso más “progre” de todos, pero que no reclama por Gaza, acaso por la propia historia alemana y leyes nacionales que confunden antisemitismo con críticas al gobierno de Israel. Lejos de disculparse por vestir en un festival una remera con un mapa árabe que excluía a Israel, Irvine, volante reflexivo de 32 años que opina de política y causas sociales, habló de “solidaridad” por las “atrocidades indecibles” que sufre Gaza y consideró “hiriente” haber sido tratado de “antisemita”. También, claro, lo acusaron de ser “cómplice de Hamas”.

Es un argumento que no sirve dentro de Israel, donde las organizaciones B’Tselem y Médicos por los Derechos Humanos (PHR) ya hablan directamente de “genocidio”. Denuncian, junto a muchos más, bloqueo de alimentos, medicamentos, refugios y agua potable. Cambió su opinión Omer Bartov, historiador, estudioso del Holocausto, veterano del ejército israelí. Si Ruanda, Srebenica y Myanmar cometieron genocidio, Gaza lo sufre ahora. “¿Cómo puede ser que repitamos algo que se nos hizo a nosotros, a nuestros ancestros, que sin más demos la espalda a aquella infamia y hagamos lo mismo a otras personas?”, se preguntó días atrás el actor judío Mandy Patinkin, que hizo de jefe de la CIA en la serie Homeland. ¿Son todos ellos también antisemitas y cómplices de Hamas? El diario El País, de España, publicó el manifiesto de Patinkin bajo el título “El verano del genocidio”.

“Europa -dijo días atrás Josep Borrell, exjefe de la diplomacia del Viejo Continente- ha perdido su alma en Gaza”. Más de 17.000 niños han muerto en menos de dos años. Veintiocho cada veinticuatro horas. “Una clase entera por día”, precisó ante el Consejo de Seguridad de la ONU, la directora ejecutiva de Unicef, Catherine Russell. Cientos de esos niños jugaban en academias de fútbol, contó Susan Shalabi, vicepresidenta de la Asociación Palestina de Fútbol, en el Congreso que la FIFA celebró en mayo pasado en Asunción. Shalabi recordó que hace ya más de quince años Palestina pidió a la FIFA que simplemente “aplique sus estatutos” (artículos 64 y 65) y sancione a Israel por sus clubes en asentamientos ilegales. Citó apoyo de organismos humanitarios y de tribunales internacionales. Y habló, claro, del desastre actual. Y de una selección sin estadios, obligada a jugar en otros países y que en junio pasado perdió su último sueño de clasificarse al Mundial 2026. Penal polémico para Omán a los 97 minutos. La pregunta de Shalabi al presidente Gianni Infantino sigue sin respuesta de la FIFA: “¿Cuánto más hay que esperar?”.

 

En un hotel de Jordania, 32 niños palestinos, sobrevivientes, gritaron, cantaron y se emocionaron diez días atrás viendo en pantalla gigante la final del hurling, deporte nacional irlandés, 80.000 personas en Croke Park, para el triunfo del condado de Tipperary ante Cork. Los niños palestinos, del club Moataz Sarsour, de Ramallah, no pudieron viajar a Dublin (la burocracia canceló sus visas) pese a la donación popular y a que más de 150 familias ofrecieron alojamiento. “Curar a través del deporte”. El proyecto es solo una parte más del amplio apoyo de la República de Irlanda hacia Palestina, historias similares ambos de ocupación, opresión y hambruna. Las imágenes de Gaza que conmueven desde hace tiempo. Ahora esqueletos de cinco años. Bebés que no pueden ser amamantados porque sus madres no comen. Niños que prefieren morirse porque creen que “en el cielo habrá comida”.

Irlanda, que se sumó a la denuncia de genocidio que Sudáfrica presentó contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), ha convertido en movimiento cultural su apoyo a Palestina. El famoso “Muro Internacional” de Belfast dedicado a Gaza. Artistas notables que firman solicitadas y renuncian a festivales. Populares bandas musicales con letras de canciones que comparan viejas cárceles británicas con actuales de Israel. “Madres contra el Genocidio” que protestan ante la embajada de Israel en Dublin con carteles que dicen “Bombardear a niños no es defensa propia”. Y el deporte. La selección femenina de basquetbol que recibió amplio apoyo nacional cuando el año pasado rechazó el tradicional saludo previo en un partido clasificatorio de Eurocopa contra Israel, porque una de las jugadoras rivales las acusó de “antisemitas”. Gaza, eterna prisión a cielo abierto, multiplicó el espanto tras el ataque brutal de Hamas a Israel del 7 de octubre de 2023, y los rehenes que siguen secuestrados. La represalia israelí, más de 60.000 muertes, demolición de Gaza y silencio cómplice de Occidente, comienza a preocupar, tarde, al resto de Europa.

En el fútbol del Viejo Continente, el Celtic escocés, crecido bajo fuerte influencia de la diáspora irlandesa, es el club con hinchas (los ultras de “Brigadas Verdes”) que más apoyan a Palestina. Banderas y carteles pese a sanciones de la UEFA y del propio club. El lunes pasado, el candidato demócrata para alcalde de Nueva York, Zohran Mandami, retuiteó un video de hace casi dos años en el Celtic Park. Un mar de banderas palestinas y la multitud que canta “You’ll Never Walk Alone” (“Nunca caminarás solo”), el himno de Liverpool, pero dedicado a Palestina. En el Celtic jugó una década atrás Jackson Irvine, capitán de la selección australiana que donó sus premios a Gaza en partidos contra Palestina. Su nombre sigue bajo fuerte debate en el St. Pauli de la Bundesliga, el club acaso más “progre” de todos, pero que no reclama por Gaza, acaso por la propia historia alemana y leyes nacionales que confunden antisemitismo con críticas al gobierno de Israel. Lejos de disculparse por vestir en un festival una remera con un mapa árabe que excluía a Israel, Irvine, volante reflexivo de 32 años que opina de política y causas sociales, habló de “solidaridad” por las “atrocidades indecibles” que sufre Gaza y consideró “hiriente” haber sido tratado de “antisemita”. También, claro, lo acusaron de ser “cómplice de Hamas”.

Es un argumento que no sirve dentro de Israel, donde las organizaciones B’Tselem y Médicos por los Derechos Humanos (PHR) ya hablan directamente de “genocidio”. Denuncian, junto a muchos más, bloqueo de alimentos, medicamentos, refugios y agua potable. Cambió su opinión Omer Bartov, historiador, estudioso del Holocausto, veterano del ejército israelí. Si Ruanda, Srebenica y Myanmar cometieron genocidio, Gaza lo sufre ahora. “¿Cómo puede ser que repitamos algo que se nos hizo a nosotros, a nuestros ancestros, que sin más demos la espalda a aquella infamia y hagamos lo mismo a otras personas?”, se preguntó días atrás el actor judío Mandy Patinkin, que hizo de jefe de la CIA en la serie Homeland. ¿Son todos ellos también antisemitas y cómplices de Hamas? El diario El País, de España, publicó el manifiesto de Patinkin bajo el título “El verano del genocidio”.

“Europa -dijo días atrás Josep Borrell, exjefe de la diplomacia del Viejo Continente- ha perdido su alma en Gaza”. Más de 17.000 niños han muerto en menos de dos años. Veintiocho cada veinticuatro horas. “Una clase entera por día”, precisó ante el Consejo de Seguridad de la ONU, la directora ejecutiva de Unicef, Catherine Russell. Cientos de esos niños jugaban en academias de fútbol, contó Susan Shalabi, vicepresidenta de la Asociación Palestina de Fútbol, en el Congreso que la FIFA celebró en mayo pasado en Asunción. Shalabi recordó que hace ya más de quince años Palestina pidió a la FIFA que simplemente “aplique sus estatutos” (artículos 64 y 65) y sancione a Israel por sus clubes en asentamientos ilegales. Citó apoyo de organismos humanitarios y de tribunales internacionales. Y habló, claro, del desastre actual. Y de una selección sin estadios, obligada a jugar en otros países y que en junio pasado perdió su último sueño de clasificarse al Mundial 2026. Penal polémico para Omán a los 97 minutos. La pregunta de Shalabi al presidente Gianni Infantino sigue sin respuesta de la FIFA: “¿Cuánto más hay que esperar?”.

 

 La situación en esa conflictiva zona de Medio Oriente se agrava día a día, así como crecen las manifestaciones al respecto  Read More