Hola, ¿cómo estás? Hoy te voy a hablar de Daniel Ruiz y de Alberto Navarro.
Arranco por Daniel, un joven que pensó que su futuro laboral iba a ser calcado al de sus padres: changas y trabajos informales a lo largo de toda su vida.
—No conocía a nadie que trabajara en una empresa, con aportes, vacaciones, obra social. Por eso siempre pensé que ese iba a ser mi destino.
Eso le dijo a la periodista Jazmín Lell hace unos días, cuando conversó para una nota hermosa que podés leer en este link.
Daniel tiene 31 años, nació en un hogar muy humilde de Avellaneda y es uno de los 40 jóvenes vulnerables contratados por Club de Amigos.
Voy a tratar de ser más claro: Club de Amigos hizo una alianza con una ONG, Fundación Forge, que ayuda a que jóvenes de villas, barrios populares u hogares pobres puedan tener la oportunidad de conseguir un empleo en blanco.
En el país y tal como lo reveló una reciente investigación de LA NACION, solo tres de cada 100 jóvenes que viven en hogares muy pobres acceden a un trabajo registrado. Es que entre los jóvenes muy pobres que trabajan, 9 de cada 10 lo hacen en la informalidad.
Daniel esperaba ser parte de esa inmensa mayoría. Pero algo pasó cuando estaba por terminar el secundario: el equipo de Fundación Forge visitó su escuela. Daniel no lo dudó: se sumó al programa.
Durante todo el último año del secundario, viajaba dos noches por semana hasta el barrio porteño de Barracas para ir a las capacitaciones de Fundación Forge. Ahí le enseñaron cómo armar un currículum, cómo vestirse y desenvolverse en una entrevista laboral y habilidades claves para trabajar en el rubro gastronómico.
Luego, la misma organización lo conectó con Club de Amigos, en donde empezó como cajero en uno de los kioscos y poco a poco fue sumando responsabilidades hasta llegar a ser responsable de la gestión gastronómica de cuatro locales que atienden a más de 10.000 socios.
—Me cambiaron la vida —asegura Daniel.
Miralo en esta foto. Está trabajando en uno de los cuatro locales que supervisa:
Daniel tuvo su oportunidad y no la desaprovechó. Pero hay personas, como Alberto, que necesitan segundas oportunidades.
“¿Qué necesitás?”. Esa fue la pregunta que cambió el rumbo de la vida de Alberto y le dio esa segunda oportunidad de la que te hablaba. “Lo más simple, básico y elemental: un trabajo”, respondió este hombre de 63 años que caminaba por la calle Corrientes sin un hogar donde dormir esa noche.
Le hablaba a Matías, un voluntario de Amigos en el Camino, una organización que asiste a personas en situación de calle. Matías no dudó: lo puso en contacto con Cultura de Trabajo, otra ONG que ayuda a las personas sin techo pero que hace foco en encontrarles empleo y acompañarlos para que recompongan su vida social.
“Todos ellos me dieron la posibilidad de empezar de nuevo”, asegura Alberto, que suma 44 años de aportes por los distintos empleos que tuvo: casi toda su vida trabajó en blanco en importantes clínicas privadas y otras empresas, siempre en el área de mantenimiento, sector en el que llegó a estar a cargo de la gerencia. Sin embargo, la última compañía en la que trabajó atravesó una difícil situación económica por la que se vio forzada a despedir a muchos empleados, entre ellos Alberto.
“Cuando empecé a buscar trabajo de vuelta, me costó muchísimo, no conseguía. Fui a varias entrevistas pero siempre tenían alguna razón para no contratarme: o por mi edad o porque no tenía una dirección fija o porque no podían tomar más gente. Y eso hizo que terminara en una situación bastante complicada”, cuenta Alberto, que no pudo seguir pagando el alquiler y tuvo que dormir durante un tiempo en el predio de una casa de comida rápida.
Te comparto un retrato de Alberto, a quien Ine Pujana y Jazmín Lell entrevistaron para una nota que podés leer en este link.
Hace un año que Alberto trabaja como tester de videojuegos en una empresa multinacional danesa, quedó efectivo luego de una capacitación que la misma compañía ofrecía.
“En nuestra sociedad, algunas personas miran pero no ven. Me ha pasado de ver cómo le dan plata a gente en situación de calle cuando en realidad lo que esa persona necesita es una red, unas palabras de aliento y alguna posibilidad de salir adelante. Yo la tuve y la estoy aprovechando”, asegura Alberto. A él, la oportunidad se la dio Cultura de Trabajo.
Eso es todo por hoy. Espero que estas dos historias te hayan inspirado.
Que tengas un buen fin de semana. Saludos, Javier
Hola, ¿cómo estás? Hoy te voy a hablar de Daniel Ruiz y de Alberto Navarro.
Arranco por Daniel, un joven que pensó que su futuro laboral iba a ser calcado al de sus padres: changas y trabajos informales a lo largo de toda su vida.
—No conocía a nadie que trabajara en una empresa, con aportes, vacaciones, obra social. Por eso siempre pensé que ese iba a ser mi destino.
Eso le dijo a la periodista Jazmín Lell hace unos días, cuando conversó para una nota hermosa que podés leer en este link.
Daniel tiene 31 años, nació en un hogar muy humilde de Avellaneda y es uno de los 40 jóvenes vulnerables contratados por Club de Amigos.
Voy a tratar de ser más claro: Club de Amigos hizo una alianza con una ONG, Fundación Forge, que ayuda a que jóvenes de villas, barrios populares u hogares pobres puedan tener la oportunidad de conseguir un empleo en blanco.
En el país y tal como lo reveló una reciente investigación de LA NACION, solo tres de cada 100 jóvenes que viven en hogares muy pobres acceden a un trabajo registrado. Es que entre los jóvenes muy pobres que trabajan, 9 de cada 10 lo hacen en la informalidad.
Daniel esperaba ser parte de esa inmensa mayoría. Pero algo pasó cuando estaba por terminar el secundario: el equipo de Fundación Forge visitó su escuela. Daniel no lo dudó: se sumó al programa.
Durante todo el último año del secundario, viajaba dos noches por semana hasta el barrio porteño de Barracas para ir a las capacitaciones de Fundación Forge. Ahí le enseñaron cómo armar un currículum, cómo vestirse y desenvolverse en una entrevista laboral y habilidades claves para trabajar en el rubro gastronómico.
Luego, la misma organización lo conectó con Club de Amigos, en donde empezó como cajero en uno de los kioscos y poco a poco fue sumando responsabilidades hasta llegar a ser responsable de la gestión gastronómica de cuatro locales que atienden a más de 10.000 socios.
—Me cambiaron la vida —asegura Daniel.
Miralo en esta foto. Está trabajando en uno de los cuatro locales que supervisa:
Daniel tuvo su oportunidad y no la desaprovechó. Pero hay personas, como Alberto, que necesitan segundas oportunidades.
“¿Qué necesitás?”. Esa fue la pregunta que cambió el rumbo de la vida de Alberto y le dio esa segunda oportunidad de la que te hablaba. “Lo más simple, básico y elemental: un trabajo”, respondió este hombre de 63 años que caminaba por la calle Corrientes sin un hogar donde dormir esa noche.
Le hablaba a Matías, un voluntario de Amigos en el Camino, una organización que asiste a personas en situación de calle. Matías no dudó: lo puso en contacto con Cultura de Trabajo, otra ONG que ayuda a las personas sin techo pero que hace foco en encontrarles empleo y acompañarlos para que recompongan su vida social.
“Todos ellos me dieron la posibilidad de empezar de nuevo”, asegura Alberto, que suma 44 años de aportes por los distintos empleos que tuvo: casi toda su vida trabajó en blanco en importantes clínicas privadas y otras empresas, siempre en el área de mantenimiento, sector en el que llegó a estar a cargo de la gerencia. Sin embargo, la última compañía en la que trabajó atravesó una difícil situación económica por la que se vio forzada a despedir a muchos empleados, entre ellos Alberto.
“Cuando empecé a buscar trabajo de vuelta, me costó muchísimo, no conseguía. Fui a varias entrevistas pero siempre tenían alguna razón para no contratarme: o por mi edad o porque no tenía una dirección fija o porque no podían tomar más gente. Y eso hizo que terminara en una situación bastante complicada”, cuenta Alberto, que no pudo seguir pagando el alquiler y tuvo que dormir durante un tiempo en el predio de una casa de comida rápida.
Te comparto un retrato de Alberto, a quien Ine Pujana y Jazmín Lell entrevistaron para una nota que podés leer en este link.
Hace un año que Alberto trabaja como tester de videojuegos en una empresa multinacional danesa, quedó efectivo luego de una capacitación que la misma compañía ofrecía.
“En nuestra sociedad, algunas personas miran pero no ven. Me ha pasado de ver cómo le dan plata a gente en situación de calle cuando en realidad lo que esa persona necesita es una red, unas palabras de aliento y alguna posibilidad de salir adelante. Yo la tuve y la estoy aprovechando”, asegura Alberto. A él, la oportunidad se la dio Cultura de Trabajo.
Eso es todo por hoy. Espero que estas dos historias te hayan inspirado.
Que tengas un buen fin de semana. Saludos, Javier
Hola, ¿cómo estás? Hoy te voy a hablar de Daniel Ruiz y de Alberto Navarro.Arranco por Daniel, un joven que pensó que su futuro laboral iba a ser calcado al de sus padres: changas y trabajos informales a lo largo de toda su vida. —No conocía a nadie que trabajara en una empresa, con aportes, vacaciones, obra social. Por eso siempre pensé que ese iba a ser mi destino.Eso le dijo a la periodista Jazmín Lell hace unos días, cuando conversó para una nota hermosa que podés leer en este link. Daniel tiene 31 años, nació en un hogar muy humilde de Avellaneda y es uno de los 40 jóvenes vulnerables contratados por Club de Amigos. Voy a tratar de ser más claro: Club de Amigos hizo una alianza con una ONG, Fundación Forge, que ayuda a que jóvenes de villas, barrios populares u hogares pobres puedan tener la oportunidad de conseguir un empleo en blanco. En el país y tal como lo reveló una reciente investigación de LA NACION, solo tres de cada 100 jóvenes que viven en hogares muy pobres acceden a un trabajo registrado. Es que entre los jóvenes muy pobres que trabajan, 9 de cada 10 lo hacen en la informalidad.Daniel esperaba ser parte de esa inmensa mayoría. Pero algo pasó cuando estaba por terminar el secundario: el equipo de Fundación Forge visitó su escuela. Daniel no lo dudó: se sumó al programa.Durante todo el último año del secundario, viajaba dos noches por semana hasta el barrio porteño de Barracas para ir a las capacitaciones de Fundación Forge. Ahí le enseñaron cómo armar un currículum, cómo vestirse y desenvolverse en una entrevista laboral y habilidades claves para trabajar en el rubro gastronómico. Luego, la misma organización lo conectó con Club de Amigos, en donde empezó como cajero en uno de los kioscos y poco a poco fue sumando responsabilidades hasta llegar a ser responsable de la gestión gastronómica de cuatro locales que atienden a más de 10.000 socios.—Me cambiaron la vida —asegura Daniel.Miralo en esta foto. Está trabajando en uno de los cuatro locales que supervisa: Daniel tuvo su oportunidad y no la desaprovechó. Pero hay personas, como Alberto, que necesitan segundas oportunidades. “¿Qué necesitás?”. Esa fue la pregunta que cambió el rumbo de la vida de Alberto y le dio esa segunda oportunidad de la que te hablaba. “Lo más simple, básico y elemental: un trabajo”, respondió este hombre de 63 años que caminaba por la calle Corrientes sin un hogar donde dormir esa noche.Le hablaba a Matías, un voluntario de Amigos en el Camino, una organización que asiste a personas en situación de calle. Matías no dudó: lo puso en contacto con Cultura de Trabajo, otra ONG que ayuda a las personas sin techo pero que hace foco en encontrarles empleo y acompañarlos para que recompongan su vida social.“Todos ellos me dieron la posibilidad de empezar de nuevo”, asegura Alberto, que suma 44 años de aportes por los distintos empleos que tuvo: casi toda su vida trabajó en blanco en importantes clínicas privadas y otras empresas, siempre en el área de mantenimiento, sector en el que llegó a estar a cargo de la gerencia. Sin embargo, la última compañía en la que trabajó atravesó una difícil situación económica por la que se vio forzada a despedir a muchos empleados, entre ellos Alberto.“Cuando empecé a buscar trabajo de vuelta, me costó muchísimo, no conseguía. Fui a varias entrevistas pero siempre tenían alguna razón para no contratarme: o por mi edad o porque no tenía una dirección fija o porque no podían tomar más gente. Y eso hizo que terminara en una situación bastante complicada”, cuenta Alberto, que no pudo seguir pagando el alquiler y tuvo que dormir durante un tiempo en el predio de una casa de comida rápida.Te comparto un retrato de Alberto, a quien Ine Pujana y Jazmín Lell entrevistaron para una nota que podés leer en este link.Hace un año que Alberto trabaja como tester de videojuegos en una empresa multinacional danesa, quedó efectivo luego de una capacitación que la misma compañía ofrecía.“En nuestra sociedad, algunas personas miran pero no ven. Me ha pasado de ver cómo le dan plata a gente en situación de calle cuando en realidad lo que esa persona necesita es una red, unas palabras de aliento y alguna posibilidad de salir adelante. Yo la tuve y la estoy aprovechando”, asegura Alberto. A él, la oportunidad se la dio Cultura de Trabajo.Eso es todo por hoy. Espero que estas dos historias te hayan inspirado. Que tengas un buen fin de semana. Saludos, Javier Read More